Las monarquías se vieron involucradas en frecuentes guerras contra otros reyes y contra súbditos de sus propios reinos que se opónían a su autoridad. La inestabilidad y la necesidad de asegurar el trono llevó a los monarcas a crear ejércitos reales estables para no depender de los de nobles, Iglesia y ciudades. Este hecho contribuyó a disminuir los conflictos civiles y a aumentar la estabilidad de los reinos, lo que fue apreciado por amplios sectores de la población y dio lugar a una mayor identificación entre los intereses de la monarquía y del reino.
Para poder pagar un gasto tan importante las haciendas reales, que se encargaban de recaudar el dinero para el mantenimiento del aparato administrativo y militar de las monarquías, incrementaron sus recursos económicos creando impuestos y pidiendo préstamos a la burguésía más rica. Además, los reyes solicitaron a las cortes estamentales de sus reinos contribuciones económicas más cuantiosas y trataron de conquistar territorios para apropiarse de sus riquezas.Para mejorar la gestión de unos recursos hacendísticos y militares en crecimiento, la estructura administrativa de las monarquías se hizo más compleja. Así, aumentó el número de embajadores, ministros y empleados u oficiales en las cortes reales, que eran el centro del poder de las monarquías y el lugar donde residía el rey.
El incremento del personal estimuló la entrada al servicio de la monarquía de burgueses y miembros de la pequeña nobleza que habían cursado estudios. Desempeñaron sus funciones en organismos como consejos y secretarías reales contribuyendo al ejercicio del gobierno de los reyes, quienes, a su vez, necesitaron de más recursos para financiar estas estructuras. Este proceso se ha considerado el origen del Estado moderno. El aumento de la estabilidad, del prestigio de los reyes y de su imagen de poder facilitó su gobierno. Sin embargo, no dejaron de producirse choques con los nobles, la Iglesia y las ciudades. Cuando se rebelaron contra la expansión de la autoridad real, los monarcas trataron de ejercer su dominio por la fuerza, atrayéndolos al ejercicio del gobierno sirviendo en la corte y en el ejército real, o llegando a acuerdos con ellos. De esta manera, los reyes consolidaron su poder controlando el de los estamentos, o integrando los intereses de ambos
nace una nueva mionarquia.Al comenzar la Edad Moderna en la península ibérica existían cinco reinos, en dos de los cuales, las Coronas de Aragón y de Castilla, reinaban miembros de la misma familia, los Trastámara. En 1469 se casaron Fernando, heredero de Aragón, e Isabel, hermana del rey de Castilla Enrique IV, quien fallecíó en 1474. Fernando II heredó el trono Aragónés en 1479, mientras que Isabel I pudo hacerse con el castellano tras vencer en 1479 en la Guerra Civil castellana a Juana, hija y heredera del anterior rey. Ambas recibieron, respectivamente, el apoyo de Aragón y de Portugal. El matrimonio de Isabel y Fernando fue el germen de la España moderna y sentó las bases de la monarquía católica, también conocida como hispánica. El papa concedíó a los reyes el título de Católicos en 1496 una vez conquistado el reino de Granada y expulsados los judíos de sus reinos. La nueva monarquía fue una uníón dinástica o personal al ser el fruto del matrimonio entre dos reyes, y no una fusión de reinos. Fue, por tanto, una monarquía compuesta en la que cada corona mantuvo sus símbolos, leyes, instituciones y fronteras, y los súbditos de un reino eran considerados extranjeros en otro. Los reyes solo mantuvieron una política común en campos concretos como la política exterior y las cuestiones religiosas.
política religiosa.El campo donde tal vez los Reyes Católicos desarrollaron más su autoridad fue en el religioso, llevando a cabo una política de unificación religiosa. El primer paso fue la obtención en 1478 del permiso papal para instaurar en sus reinos y bajo su control la Inquisición, con el nombre de Tribunal del Santo Oficio. La Inquisición, que era una institución que existía desde la Edad Media bajo autoridad del papa para perseguir a herejes, fue clave en el proceso de unificación, vigilancia y represión de las minorías religiosas. En 1492 los Reyes Católicos expulsaban de todos sus reinos a los judíos si no se convertían al cristianismo. La Inquisición no se fio de la sinceridad de los conversos que se quedaron, por lo que estuvieron bajo sospecha y socialmente se les marginó calificándolos de «marranos». Los sefardíes —que es como se conoce a los judíos expulsados de la Península— formaban una comunidad económica
descubrumientos portugueses.Desde principios del Siglo XV, Portugal tomó la iniciativa en los descubrimientos geográficos. Su objetivo era bordear las costas africanas para buscar una ruta alternativa hacia Oriente que permitiera evitar los dominios otomanos, e importar a Europa especias y seda. También establecieron factorías comerciales en la costa africana para conseguir esclavos, marfil y el oro que se producía al sur del Sáhará. Su obtención era fundamental dado que se habían agotado las minas europeas y, debido al auge comercial que se vivía, muy necesario para poder pagar las transacciones. Las exploraciones marítimas portuguesas contaron con el respaldo de su monarquía, en la que destacó el infante Enrique el Navegante, que fundó la Escuela de NáÚtica y de Cartografía de Sagres. La actividad portuguesa comenzó con la conquista de Ceuta (1415), importante en las rutas del oro que procedía de África, y continuó con hitos
el descubrimiento.
Cristóbal Colón partíó el 3 de Agosto de 1492 del puerto de Palos (Huelva) con una nao, la Santa María, y dos carabelas, la Pinta y la Niña. Tras realizar una escala en las islas Canarias y empujada por los vientos alisios, la expedición cruzó el Atlántico para llegar el 12 de Octubre de 1492 a la isla
Guanahaní, en el archipiélago de las Bahamas. A partir de este momento se inició la exploración de islas mayores de las Antillas como Cuba y Santo Domingo, a la que Colón llamó La Española. Después de tres meses emprendíó el regreso a la península ibérica, convencido de que había llegado a las costas de Asía, por lo que denominó a estos territorios «Indias Occidentales». Posteriormente Colón realizó otros tres viajes. En el segundo fundó la ciudad de La Isabela en la isla de La Española, que fue la primera colonia en América. Después descubríó el resto de islas del Caribe y las costas suramericanas desde la desembocadura del Orinoco hasta las costas de América Central. Los Reyes Católicos intentaron legitimar el derecho a ocupar los territorios descubiertos, lo que suscitó la oposición de Portugal. Por ello, se firmó el Tratado de Tordesillas (1494), en el que se marcó una línea que dividía el planeta en dos áreas de influencia: todas las tierras situadas al oeste corresponderían a Castilla y las situadas al este serían para Portugal.
El proyecto de Cristóbal Colón El descubrimiento de América estuvo unido a la figura de Colón. Su origen es desconocido, aunque se sabe que era un experimentado navegante que recorríó las rutas africanas abiertas por Portugal y estuvo en el golfo de Guinea, donde se familiarizó con los vientos alisios. Además, conocía las teorías de Toscanelli, un geógrafo que creía en la esfericidad de la Tierra. Con esta experiencia y conocimientos formuló su proyecto de buscar una nueva ruta a Oriente consistente en navegar hacia el o este, evitando bordear África. Colón expuso su teoría al rey de Portugal en 1482, pero un comité de expertos la rechazó por considerarla errónea. Después se dirigíó a Castilla, donde en 1486 presentó su plan a los Reyes Católicos. Estos pospusieron su decisión sobre el proyecto de Colón, dado que en aquel momento se encontraban inmersos en la conquista de Granada. Finalmente, en Abril de 1492, los reyes firmaron con Colón las Capitulaciones de Santa Fe, en las que se comprometieron a apoyar una expedición y a conceder a Colón los títulos de almirante y virrey de las tierras que descubriera, así como una décima parte de los beneficios generados por la explotación de sus riquezas.