La cesión de la soberanía y la legitimación de la invasión napoleónica son las claves de este documento que se inicia con la abdicación de Fernando VII en su padre y de éste en Napoleón para, por último, sentar las condiciones de la cesión de la soberanía.
Es evidente que los movimientos conspiratorios protagonizados por Fernando VII contra su padre que dieron su fruto, tras el Motín de Aranjuez, con la abdicación forzosa de Carlos IV y la proclamación como rey de Fernando VII el 19 de marzo de 1808, habían deteriorado las relaciones entre padre e hijo. Precisamente por ello, en Bayona, Fernando VII le declara obediencia y le cede nuevamente la soberanía, sabedor de lo que de inmediato va a suceder, que no es otra cosa que el traspaso de ese derecho a Napoleón.
Carlos IV, a quien Napoleón debía considerar el legítimo rey de España, lo que explica la obligatoriedad de la abdicación de Fernando VII, cede el trono a Napoleón alegando como causa el hecho de que éste será el único capaz de mantener el orden que el país necesita, algo totalmente falso puesto que la realidad es que el país ya ha sido invadido por los franceses y Napoleón lo que pretende es legitimar esa invasión. Sólo se ponen dos condiciones a cambio: el mantenimiento de la integridad del país, algo que Napoleón no cumplirá totalmente pues entre sus objetivos está la incorporación de Cataluña a Francia, y que la única religión permitida sea la católica que será la oficial del Estado. Nada se dice de la renta de treinta millones de reales anuales que percibiría en su dorado destierro de Valençay.
Napoleón cedería la corona a su hermano, José Bonaparte, quien reinaría como José I, cuyo poder, efectivo sólo en las dos Castillas, estaría totalmente subordinado a las decisiones tomadas por el Emperador.
Causas de las Abdicaciones de Bayona
Podemos establecer como causas que dieron origen a las abdicaciones de Bayona las siguientes:
- La oposición generalizada hacia el rey Carlos IV y más concretamente hacia su primer ministro, Manuel Godoy. La nobleza no le aceptaba por sus orígenes, su rápido ascenso ligado a su amistad con la reina y el haber colocado al país bajo órbita francesa. El clero por las medidas desamortizadoras llevadas a cabo para intentar paliar la deuda. En general había un malestar social que daba pie a movimientos conspiratorios que tenían por objeto dar el trono a Fernando VII.
- El Tratado de Fontainebleau firmado entre Manuel Godoy, primer ministro de Carlos IV y Napoleón en 1807 por el cual se permitía el paso de las tropas francesas por España con objeto de invadir Portugal. Cuando Napoleón decretó el bloqueo continental al Reino Unido Portugal fue el único país europeo que no lo acató, por ello decidió invadirlo, conquistarlo y dividirlo en tres zonas, una para los reyes de Etruria, otra para Carlos IV y otra para Godoy. Los planes no llegarían a cumplirse, Portugal no seria nunca totalmente invadido mientras que las tropas napoleónicas tomaron posiciones en España e invadieron el país.
- El Motín de Aranjuez, sublevación popular a instancias de los partidarios de Fernando VII que pretendía ocupar el trono aprovechando el descontento producido por la invasión de las tropas napoleónicas. Los días 17 y 18 de marzo el palacio de Godoy fue asaltado y el primer ministro depuesto. Carlos IV abdicó en su hijo, Fernando VII, pero cuando éste hizo su entrada en Madrid como rey, la capital ya estaba tomada por las tropas de Murat.
- La situación de crisis interna vivida por la monarquía española fue aprovechada por Napoleón para hacer efectivos sus afanes expansionistas legitimando la ocupación del territorio hispano con las abdicaciones de Bayona.
Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812
La Junta de Regencia, refugiada en Cádiz ante el avance napoleónico, decidió la necesidad de celebrar unas Cortes.
La guerra dificultó enormemente la elección de los diputados de Cádiz puesto que la mayor parte de las provincias estaban bajo dominio francés, por ello fueron las Juntas provinciales las que eligieron a sus representantes y en su defecto, se hizo la elección entre los emigrados residentes en la región gaditana. Esta situación posibilitó la mayoría de miembros liberales en la composición del parlamento.
La primera sesión de las Cortes contó con 104 diputados que se incrementaron a 184 cuando se aprobó la Constitución siendo en septiembre de 1813 un total de 223.
Las Cortes se constituyeron en Asamblea Nacional Constituyente asumiendo la soberanía nacional, desarrollando a partir de este momento una doble labor: la elaboración de un texto constitucional que fuera jurado por Fernando VII cuando retornara, y una tarea legislativa que se traduciría en múltiples decretos.
La Constitución de 1812, la primera en la historia de España, estableció la soberanía nacional, puso límites al poder real (no podía ausentarse del país, abdicar, firmar tratados internacionales, contraer matrimonio e imponer tributos sin el permiso de las Cortes), recogió una amplia declaración de derechos y libertades (protección a la propiedad, libertad de imprenta, habeas corpus, igualdad, educación, inviolabilidad del domicilio…), una división de poderes entre legislativo (Cortes con el rey), ejecutivo (rey y ministros) y judicial (tribunales), unos poderes locales elegidos por el pueblo que además tendría derecho al sufragio universal indirecto para elegir a los diputados de las cortes unicamerales. Establecía la religión católica como la oficial del Estado, creaba la milicia nacional para la defensa de la Constitución y mostraba su preocupación por la enseñanza primaria. Junto a ella, los decretos aprobados por las Cortes abolían la inquisición, el régimen señorial, los gremios y la tortura estableciendo medidas liberalizadoras a nivel económico y social.
Sin embargo, ni la Constitución de Cádiz ni la labor legislativa emanada de las Cortes, tuvieron una aplicación práctica a causa del estado de guerra que se vivía en España, a lo que había que añadir la falta de una burguesía consolidada incapaz de atraer a su causa al pueblo. Cuando retornó Fernando VII no tuvo ninguna dificultad en derogar la obra de los diputados de Cádiz restableciendo el absolutismo. Pero, la labor realizada en Cádiz no se podía obviar y aunque el proceso de implantación de un Estado liberal fue largo y costoso, acabaría triunfando, siendo la Constitución de 1812 el símbolo por excelencia del liberalismo.