Al-Andalus: Evolución Histórica, Economía y Sociedad


1. La Evolución Histórica de Al-Andalus

A) El Emirato Dependiente de Damasco (711-756)

En el año 711, Tarik, lugarteniente del gobernador del norte de África, Muza, al frente de tropas bereberes, cruza el estrecho de Gibraltar y vence al rey visigodo Don Rodrigo en la batalla de Guadalete. Tarik avanza hacia Toledo, ciudad donde se le une Muza, con tropas árabes en su mayoría. La conquista prosigue en dirección al valle del Ebro y a la Submeseta Norte. En tan solo ocho años, con más tropas, los musulmanes conquistaban Hispania. Intentan otro tanto más allá de los Pirineos, en el reino de los francos, pero aquí son derrotados por Carlos Martel en la batalla de Poitiers (732).

Al-Andalus se convirtió en una provincia más del califato Omeya de Damasco. La capital se estableció en Córdoba, quedando al frente del territorio un emir o gobernador. Durante este periodo, Al-Andalus atravesó serios problemas internos por los enfrentamientos entre árabes y bereberes por el reparto de tierras y la organización de la conquista. Estos conflictos internos contribuyeron a organizar la resistencia de los cristianos del norte en las montañas asturianas.

B) El Emirato Independiente (756-929)

A mediados del siglo VIII, la sublevación abasí acabó en Damasco con la familia califal de los Omeyas. Un miembro de la familia, Abderramán I (756-788), consiguió escapar, se refugió en el norte de África y, después, logró apoderarse del gobierno de Al-Andalus en 756, proclamándose emir. Rompió la dependencia política con el califato abasí, aunque respetó la autoridad religiosa del califa. Abderramán I mejoró la administración e inició en Córdoba la construcción de su mezquita.

Durante el emirato independiente, que duró hasta comienzos del siglo X, el dominio musulmán en la Península se consolidó, pero no faltaron los problemas internos. Entre ellos, los protagonizados por los gobernadores de las marcas fronterizas, dispuestos a no obedecer las directrices del poder cordobés. Otro problema eran las tensiones entre árabes y bereberes. A estos se incorporó otro, el de los mozárabes, sobre los que recaían unos impuestos especiales. Preocupados por la creciente islamización de la sociedad de Al-Andalus, los mozárabes decidieron protagonizar actos de rebeldía, desafiando a las autoridades musulmanas.

A finales del siglo IX y comienzos del siglo X, la sublevación más grave fue la protagonizada por el muladí Omar ben Hafsún, que se hizo fuerte en la región de Ronda y Málaga. Acabó abandonando el Islam para volver a la fe cristiana, pero ello le restó el apoyo de numerosos muladíes.

C) El Califato de Córdoba (929-1031)

La grave crisis que venía atravesando Al-Andalus fue superada por Abderramán III (912-961), quien logró poner fin a las sublevaciones y luchas internas. Como coronación por haber restaurado la autoridad del Estado, decidió proclamarse califa (929), suprema autoridad política y religiosa, rompiendo, por tanto, su dependencia del califa de Bagdad. Con el califato se inicia la etapa de mayor esplendor político, económico y cultural de Al-Andalus.

Abderramán III reforzó, también, el ejército con mercenarios (eslavos y bereberes) para asegurar el orden interior y para contener a los cristianos del norte peninsular. En las proximidades de Córdoba ordenó la construcción de Medinat al-Zahra, donde recibía a las embajadas de los monarcas cristianos de la Península y extranjeros.

El esplendor y poderío del califato cordobés continuó bajo su hijo Alhakén II (961-976), protector de las letras y las artes. Su sucesor, Hixem II, delegó el gobierno en Almanzor, su primer ministro o hayib. Actuando como un dictador, reforzó el ejército con más contingentes bereberes y se dedicó a dirigir campañas contra los cristianos (llamadas razzias). Cada año realizaba expediciones, arrasando iglesias y monasterios. Zaragoza, León, Barcelona y Santiago de Compostela fueron destruidas.

Tras la muerte de Almanzor en el año 1002 —al parecer como consecuencia de las heridas recibidas en la batalla de Calatañazor (Soria) en donde fue derrotado— el califato entró en un periodo de crisis en el que se sucedieron las luchas internas.

D) Los Reinos de Taifas (1031-1090)

En 1031 se ponía término al califato y la España musulmana se dividía en pequeños reinos, llamados de taifas. Cada uno de ellos (Zaragoza, Sevilla, Granada, Toledo, etc.) trató de expandirse a costa del vecino. Pero Al-Andalus, frente a su anterior poderío, ahora se debilitaba. Las mismas taifas recurrían ahora a buscar apoyos entre los reyes cristianos y estos, a cambio, impusieron tributos (parias) a cambio de la paz o por su ayuda.

En efecto, en 1085 Alfonso VI, rey de Castilla y León, conquista Toledo. Los reyes de taifas pidieron ayuda a los almorávides del norte de África: el emir Yusuf ibn Tashfin atravesó el estrecho con su ejército bereber y en unión del rey de Sevilla, Al-Mu’tamid, derrotó a Alfonso VI en Zalaca (Badajoz).

E) Las Invasiones Africanas (1090-1236)

Los almorávides, agrupación de tribus bereberes, partidarios del radicalismo religioso, habían creado un Estado en el norte de África. Tras el triunfo sobre Alfonso VI, los almorávides acabaron con las taifas, unificaron Al-Andalus y pusieron freno al avance cristiano. Sin embargo, en 1118, Alfonso I el Batallador, rey de Aragón, conquista Zaragoza.

A mediados del siglo XII, Al-Andalus volvía a fragmentarse con la aparición de los segundos reinos de taifas. Los almohades, que habían sustituido a los almorávides en el norte de África, se impusieron en Al-Andalus e implantaron un mayor rigor religioso. Frenan el avance cristiano, vencen a Alfonso VIII, rey de Castilla, en la batalla de Alarcos (1195), pero son derrotados en la batalla de las Navas de Tolosa (1212), que hunde al Estado almohade y desemboca en las terceras taifas:

  • Sevilla
  • Niebla
  • Valencia
  • Murcia
  • Granada

Todas, salvo Granada, serán pronto conquistadas por los cristianos: Fernando III y su hijo y sucesor Alfonso X el Sabio, por Castilla, y Jaime I el Conquistador por la Corona de Aragón.

F) El Reino Nazarí de Granada (1236-1492)

Comprendía las actuales provincias de Granada, Málaga y Almería, más algo de Jaén y Cádiz. La compleja orografía del terreno, un buen sistema defensivo, el pago de tributos (parias) y la crisis que vivió Castilla en el siglo XIV permitió la supervivencia del reino hasta su conquista por los Reyes Católicos en 1492.

2. Economía de Al-Andalus

Fue muy floreciente en contraposición con la de la España cristiana, por lo menos en la primera etapa.

A) Agricultura

Era muy desarrollada. En relación con los cultivos de secano, los excedentes de trigo y aceite se dedicaban a la exportación, y el vino se seguía consumiendo a pesar de las prohibiciones religiosas. Los musulmanes perfeccionaron los sistemas de regadío con la utilización de acequias, norias, e introdujeron diferentes cultivos como:

  • Arroz
  • Algodón
  • Azafrán
  • Caña de azúcar

B) Industria y Comercio

La artesanía adquirió una importancia excepcional en un mundo urbano como fue Al-Andalus. Destacaron los talleres que fabricaban artículos de lujo:

  • Marfiles
  • Cordobanes
  • Tejidos
  • Brocados
  • Cerámica

Durante gran parte de su existencia, Al-Andalus controló las rutas del oro del Sudán y este oro sería la base de un sólido sistema monetario basado en el dinar de oro y el dirham de plata. Las rutas comerciales iban hasta Bizancio y la India. El comercio andalusí estaba integrado en el marco general de la economía del mundo islámico. De la misma manera, también se comerciaba con la Europa cristiana.

3. La Organización Social

En Al-Andalus, las ciudades adquirieron gran importancia. Unas eran herencia de las de la época romano-visigótica; otras, fueron fundadas por los musulmanes, como Murcia, Almería, Madrid, Albacete, etc.

La mayoría de la población musulmana era libre, pero también había esclavos. En la cúspide de la población libre se encontraba la aristocracia (jassa), formada por los grandes linajes árabes, aunque también había descendientes de bereberes o de muladíes «poderosos» plenamente islamizados. Este grupo, que poseía grandes propiedades territoriales, convivía en las ciudades con una capa intermedia de comerciantes, artesanos, médicos, juristas y medianos propietarios de tierras. Entre ellos abundaban los de origen muladí.

En la base de la población libre figuraba la plebe urbana o rural (amma), formada por pequeños comerciantes, dueños de reducidos talleres, jornaleros y colonos, con lazos de dependencia con los propietarios de tierras. La situación más baja correspondía a los esclavos. Procedían de África, también los cautivos procedentes de las luchas contra los cristianos o del mercado europeo. La mayoría trabajaba en el campo o en los talleres de las ciudades.

En esta estructura social estaban los no musulmanes, sobre los que pesaba un tributo especial. Hablamos de los mozárabes (cristianos de Al-Andalus) y los judíos. Mantenían sus propias estructuras administrativas, pero su condición fue empeorando con el tiempo, fundamentalmente a partir de las invasiones de almorávides y almohades.

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