Al-Ándalus: reinos de taifas. Reino nazarí
Origen de las taifas. El califa Hisahm II (976-1013), delegó el poder político y militar a su caudillo Almanzor. Tras fallecer Almanzor (1002), Hisahm II, entregó el poder a los hijos del “azote de la cristiandad”: Abd al-Malik y, a su muerte, Abd al-Rahman, apodado “Sanchuelo” (por ser hijo de Almanzor y una hija del rey navarro Sancho Garcés). Grupos opositores encabezados por Muhammad II destronaron a Hisham II (1009) y ejecutaron a “Sanchuelo”. Tras ello, surgió un clima de guerra civil que provocó la sucesión constante de hasta diez califas. El último de ellos fue Hisham III. Una revuelta violenta acabó con su mandato (1031).
Taifas
El califato se fragmentó en unos veinticinco reinos diferentes llamados taifas. Su inferioridad militar frente a los reinos cristianos les hizo tener que pagarles tributos (parias). La conquista de Toledo (1085), a manos de Alfonso VI, supuso una conmoción para el mundo islámico y algunos dirigentes de las taifas pidieron ayuda a los almorávides (tribus bereberes integristas). Llegaron a la Península e intentaron instaurar un imperio islámico. Al final, fueron expulsados por la oposición cristiana y las luchas que mantuvieron con los almohades (otro pueblo integrista) en el norte de África. Nacieron así las segundas taifas (1145-1172). Los almohades también intentaron dominar Al Andalus y consiguieron dominar muchas de las taifas. Pero, años después, los cristianos les derrotaron en las Navas de Tolosa (1212) siendo expulsados. Aparecieron las terceras taifas, ya en número escaso debido al avance reconquistador cristiano.
Reino nazarí
Finalmente, sólo sobrevivió la taifa nazarita de Granada (1238). Englobaba partes de los actuales territorios de Jaén, Málaga, Granada y Almería y que gracias a una hábil gestión diplomática por parte de la dinastía de los Banu Nasr o nazaríes (vasallo de Castilla, 1331), la llegada masiva de andalusíes procedentes de otros reinos y que la religión judía y cristiana eran minoritarias (no había conflictos religiosos), propició en el siglo XIV su máximo esplendor. En el siglo XV empezó a declinar lo que aprovechó Castilla para conquistar algunas ciudades hasta su rendición pactada de Granada con los RRCC en 1492.
Los Reyes Católicos: unión dinástica e instituciones de gobierno
El matrimonio de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, en 1569, dio origen a una nueva entidad política: la monarquía hispánica. El camino hacia la unión fue complicado. En Castilla se vivió una guerra civil, tras la muerte de Enrique IV, entre Isabel (Toros de Guisando, 1468), apoyada por nobles y su esposo Fernando de Aragón, y Juana “la Beltraneja” apoyada por su marido Alfonso V de Portugal y otro sector de la nobleza. Este conflicto terminó con la batalla de Toro (1476) y el tratado con Portugal (Alcaçovas – Toledo, 1479-80) el cual reconocía a Isabel como reina. En Aragón, Juan II en su testamento legó los territorios de Aragón a su segundo hijo, Fernando, y Navarra a su hermana Leonor. En 1479 la unión matrimonial se convirtió en unión dinástica ya que ambos reyes, Isabel I y Fernando II de Aragón y V de Castilla, lo eran de ambos reinos (Concordia de Segovia, 1475). Se lograba así la unión política de la mayor parte de la Península. Dicha unión no fue total. Cada uno de los reinos mantuvo sus instituciones, su hacienda, su moneda, su legislación y sus aduanas. Tan solo la Inquisición tendría jurisdicción en asuntos eclesiásticos en toda España.
Instituciones
Las Cortes perdieron importancia. Se redujo el número de convocatorias, no pusieron trabas a la voluntad de los reyes y asumieron funciones tales como jurar al heredero al trono. Se crearon los Consejos, con funciones legislativas que dependían directamente de la monarquía. Destacaron el Consejo Real de Castilla, que existía desde el XIV, pero se reorganizó en 1480 como el órgano central de gobierno del reino, y el Consejo de Aragón (1494), que funcionaba como órgano consultivo de la Corona. Los secretarios reales eran personas que servían de conexión entre los consejos y los reyes. El corregidor en las ciudades era el representante del rey con amplias competencias políticas, administrativas, judiciales y financieras. Las Chancillerías o Audiencias eran órganos de justicia que la impartían en nombre del rey. La Santa Hermandad, era un grupo de gente armada pagada por los concejos que velaban por la seguridad de los súbditos. El virrey o delegado real se instaló en los territorios de la Corona de Aragón (Valencia, Aragón, Cataluña, Sicilia, Nápoles y Navarra), con poderes ejecutivos.
Principales factores de la crisis demográfica y económica del siglo XVII y sus consecuencias
Crisis demográfica. En el siglo XVII el crecimiento demográfico fue negativo en los dos primeros tercios del siglo, descendiendo la población hasta los 6 millones de habitantes. En el último tercio se recuperó ascendiendo hasta casi 7 millones. Entre las causas del descenso encontramos terribles epidemias (peste negra), la expulsión de los moriscos (1609), que conllevó la pérdida de 300.000 puestos de trabajo en el campo, la emigración a América (más de 50.000 personas) y las constantes guerras (Treinta Años, crisis de 1640). Como consecuencia: Se agravó la separación social entre los estamentos privilegiados (nobleza y clero) y el estado llano que soportaba un incremento de los impuestos. Gran parte del campesinado se arruinó, la burguesía era débil y crecía la marginalidad (pícaros, vagos y mendigos). Estas desigualdades sociales también se manifestaban en el terreno religioso entre cristianos viejos y nuevos, descendientes de judíos o musulmanes, y la exigencia por diversas instituciones de los estatutos de limpieza de sangre para el ingreso en ellas. Toda esta coyuntura desembocó en una toma de conciencia de la decadencia del país.
Economía
El excepcional periodo de expansión que la economía había tenido durante casi todo el siglo XVI, se vio truncado por todo lo expuesto. La economía vivió una aguda crisis, salvándose sólo algunas zonas periféricas. Castilla vio decaer su arcaica agricultura de bajos rendimientos (con la excepción del maíz, que aumentó su cultivo), descendió el número de cabezas de la ganadería lanar y no hubo el mínimo despegue industrial. El comercio americano perdía terreno frente a Francia, Inglaterra y Holanda. Las remesas de plata disminuían. La situación empeoró por una inadecuada política económica de los gobiernos al envilecer la moneda (menos plata en su contenido) y aumentar los impuestos. No obstante, desde 1680 se aprecia una pequeña revitalización económica, más intensa en la periferia peninsular
La Guerra de los Treinta Años y la pérdida de la hegemonía española en Europa
En los últimos años de reinado de Felipe III (1598-1621) se originó en Europa la Guerra de los Treinta Años (1618- 1648), iniciada bajo el pretexto de la defensa del catolicismo (Liga Católica) frente a los príncipes protestantes (Liga Evangélica). Entrelazada con este conflicto estuvo la guerra contra las Provincias Unidas. Esta disputa derivó en un conflicto europeo cuando Fernando II, Habsburgo de religión católica y tío del rey español, fue elegido emperador del Imperio Germánico y no fue aceptado por los protestantes de Bohemia, Felipe III entró en la contienda para ayudarle.
Felipe IV (1621-1665)
La Francia de Luis XIII y su valido, el cardenal Richelieu, aunque católicos, apoyaron a los protestantes en la Guerra de los 30 años para derrotar a los Habsburgo, Francia se alió con Holanda, Suecia, Suiza, Parma Mantua y protestantes alemanes y declaró la guerra a España en 1635. El nuevo valido, el conde-duque de Olivares, ideó la Unión de Armas para que todos los territorios de la corona hispánica aportar en dinero y hombres a esta contienda. Al principio la guerra fue favorable a los españoles venciendo en Breda (1624), bajo mando de Ambrosio Spínola, pero la crisis de 1640, hizo que las derrotas se sucedieran desde la batalla de las Dunas (1639), Rocroi (primera batalla que perdieron los tercios, 1643). Fallecidos Richelieu y Luis XIII (1643), fueron sustituidos, respectivamente, por el cardenal Mazarino y Luis XIV. Olivares fue relevado por D. Luis de Haro (1643). Finalmente, las tropas hispánicas derrotaron a los rebeldes y recuperaron todos los territorios, salvo Portugal que se independizó en 1668. La Guerra de los 30 años terminó con la paz de Westfalia (1648). Significó el fin de la hegemonía hispana en el mundo. España sólo la firmó con las Provincias Unidas, a las que reconoció su independencia y prosiguió la guerra contra Francia hasta 1659, cuando se firmó la paz de los Pirineos, donde renunciaba al Rosellón y parte de la Cerdaña (territorio entre Francia y España). El tratado fue refrendado con el matrimonio de Luis XIV con Mª Teresa de Austria hija de Felipe IV.
Crisis y decadencia de la Monarquía Hispánica: el reinado de Carlos II y el problema sucesorio
La participación de España en la Guerra de los Treinta años (reinado de Felipe IV) la enfrentó contra la Francia de Luis XIII y su valido (cardenal Richeliau) y una coalición formada por Holanda, Suecia, Suiza, Parma, Mantua y protestantes alemanes. A la vez en el interior explotaba la Crisis de 1640 (revueltas en Cataluña – que acabó anexionada a Francia-, en Portugal, en Andalucía, Aragón, Vizcaya, Sicilia y Nápoles). Aunque en el interior las tropas hispánicas derrotaron a los rebeldes y recuperaron todos los territorios (salvo Portugal que se independizó en 1668), en el exterior las derrotas se sucedieron desde la batalla de Rocroi (1643). La paz de Westfalia (1648) supuso el fin de la hegemonía española en Europa. España solo firmo la de Holanda, concediéndole la independencia y prosiguió la guerra contra Francia hasta la Paz de los Pirineos (1659), donde perdió el Rosellón y la Cerdaña.
Carlos II (1665-1700)
Debido a su constitución enfermiza y poca capacidad mental siempre estuvo acompañado por validos: Mariana de Austria, padre Nithard, Fernando de Valenzuela y desde 1676, Juan José de Austria, Duque de Medinaceli y el conde Oropesa que mejoró la economía, pero las revueltas sociales no desaparecieron. En Valencia estalló la segunda Germanía (1693), una revuelta antiseñorial que fue sofocada rápidamente; en Madrid se produjo el Motín de los Gatos (1699), por el alza del precio del pan.
A pesar de la situación económica, se mantuvieron cuatro guerras contra la Francia de Luis XIV, el Rey Sol, con paces como Aquisgrán (1668) y Nimega (1678), en donde se perdió el Franco-Condado. En la última contienda, España contó con la ayuda de Austria, Inglaterra, Holanda y Suecia y logró frenar al rey francés, firmándose la paz de Ryswick (1697) favorable a los españoles. Pero el problema más importante fue el sucesorio. Hacia 1697 se sabía que la muerte del rey estaba próxima. Como no había tenido hijos (se casó dos veces) hubo que buscar un heredero extranjero; dos eran los candidatos con vínculos familiares: Felipe de Borbón, duque de Anjou, candidato francés, de la hija mayor de Felipe IV, y Carlos de Austria, candidato de la línea alemana de los Austrias y nieto de la hija menor de Felipe III e hijo de Leopoldo I Habsburgo.
Tras fuertes presiones de ambos bandos, Carlos II dejó como heredero a Felipe de Borbón, Felipe V. su decisión pretendía lograr el apoyo de Francia, la principal potencia del momento, y evitar el desmembramiento de las posesiones de la corona. En 1700 moría el último representante de los Austrias en España, desencadenando la Guerra de Sucesión (1700-1713), que se convirtió en un importante conflicto internacional por la hegemonía política en Europa.