Política en Nietzsche
Interpretaciones de la filosofía política de Nietzsche
Nietzsche, un provocador por naturaleza, utilizaba metáforas para expresar sus ideas, lo que ha dado lugar a diversas interpretaciones de su posición política. La más conocida es su apropiación por el fascismo, aunque también ha sido interpretado desde una perspectiva anarquista.
Interpretación fascista
Se le ha asociado al fascismo debido a su postura antiigualitaria, considerando la igualdad como un valor que promueve el aborregamiento. Nietzsche buscaba denunciar la sociedad de masas en la que el individuo pierde valor en favor del conjunto. Este individuo, que él denomina hombre-rebaño, siente resentimiento hacia la vida y hacia aquellos que considera superiores, intentando de alguna manera eliminarlos. Este tipo de hombre es nihilista, y Nietzsche veía en los movimientos sociales la prevalencia de este nuevo tipo humano.
Por ello, se opuso radicalmente al socialismo y al comunismo, ya que consideraba que ambos validaban el concepto de igualdad cristiana, entendida como una igualación grosera e identidad. En este sentido, se le ha considerado un autor fascista, ya que el fascismo, como sistema político surgido de la sociedad de masas, engrandece al hombre-rebaño.
Nietzsche creía que el Estado era un monstruo frío del que no surgía nada vivo. Por lo tanto, se oponía al valor de la masa y del Estado frente al individuo. También se le ha asociado al fascismo por su idea de que las «aristocracias naturales», los mejores, deben gobernar. En el aforismo 2 de El Anticristo, escribe: «¿Qué es bueno? Todo lo que procede de la fuerza. ¿Qué es malo? Todo lo que procede de la debilidad. Los débiles y los fracasados deben perecer: primer principio de nuestra caridad. Y hay que ayudarles a perecer.» Si interpretamos este aforismo literalmente, Nietzsche podría parecer un fascista. Sin embargo, lo que él entendía por voluntad de poder era la voluntad de engrandecer la vida, y por debilidad, el resentimiento contra la vida.
Interpretación anarquista
También ha sido interpretado por los anarquistas, ya que, según Nietzsche, todos los hombres pueden llegar a ser superhombres. La fortaleza depende del interés por el riesgo, las ganas de crear, asumir que vivir es peligroso y hacerlo, aceptando el riesgo.
Conclusión sobre la política en Nietzsche
Desde el punto de vista político, Nietzsche fue un gran antiigualitario, un provocador y, sobre todo, un defensor de que aquellos que encarnan ese nuevo tiempo humano, el superhombre, son los que deben gobernar.
El Hombre Político en Marx
El hombre como ser social e histórico
Para Marx, el hombre es un ser plástico que se construye en la historia, lo que le opone a los autores iusnaturalistas de la Ilustración como Rousseau, quien afirmaba que el hombre es bueno por naturaleza y que la sociedad lo corrompe, fundamentando la democracia en esa tendencia natural. También se opone a Hobbes, quien afirmaba que el hombre es malo por naturaleza, fundamentando el absolutismo en esa idea.
Para Marx, dependiendo de la sociedad, el hombre será competitivo y egoísta, o cooperativo y solidario, porque el hombre adquiere su ser en la historia y en la sociedad en la que vive. El hombre construye su ser y su mundo por medio del trabajo, creando así las condiciones materiales de su existencia.
La alienación en el trabajo
En la fase de producción capitalista, el trabajo es alienado y embrutecedor, lo que provoca que el hombre se sienta esclavizado dentro del trabajo y libre fuera de él. Además, como no es dueño de las condiciones de su trabajo, de las mercancías que produce, ni de su salario, el hecho de que trabaje o no depende del mercado. Por lo tanto, el hombre es gobernado por una fuerza extraña que lo domina y que dicta las condiciones de su existencia.
El proceso revolucionario
El proceso revolucionario debe cambiar esa situación y hacer que el hombre sea dueño de las condiciones de su existencia y de su vida, que se sienta como un ser humano en el trabajo y que tenga unas condiciones de existencia dignas en las que desarrollarse como tal. Se necesita una sociedad más justa en la que todos participen por el bien general y no haya diferencias entre el trabajo intelectual y el manual. En esta sociedad más igualitaria, las normas serían «de cada cual según su capacidad, a cada cual según su necesidad». Para librarnos de la alienación en el trabajo, el hombre debe tener unas condiciones de vida dignas, al igual que el resto.
La Realidad en Marx
La realidad como producto social e histórico
La realidad del hombre es una realidad social, económica, histórica y política. Marx piensa que es producto de la sociedad y de la historia, no hay ninguna tendencia natural a la bondad, según Rousseau, o a la maldad, según Hobbes; sino que el hombre es maleable y su ser depende de la sociedad en la que vive: «La sociedad piensa en mí».
La alienación económica
En la sociedad capitalista del siglo XIX, el proletariado está alienado, y el fundamento de esta alienación es la alienación económica. El proletario vende su fuerza de trabajo en el mercado, y su salario también depende de este. Además, el proletario produce mercancías que no le pertenecen, y su valor es adquirido en el mercado y se le enfrenta como algo extraño. Esto hace que el proletario, en tiempos de expansión económica, se asegure la pobreza, y en tiempos de crisis, la muerte por inanición. El trabajo, que nos hace humanos, se convierte en un trabajo brutal. Así, el hombre se siente libre fuera del trabajo y esclavizado dentro de él.
Infraestructura y superestructura
Marx denomina esta situación de dominación de unos hombres por otros infraestructura económica. Sobre esta infraestructura se crea una ideología o superestructura que oculta la realidad y aliena a las personas. Los elementos de esta ideología son varios:
- El derecho: reconoce derechos teóricos que niega en la práctica de forma abstracta. Para Marx, las ideas deben demostrar su poder en la práctica. La teoría sin la práctica no tiene valor.
- La religión: justifica el sufrimiento en función de un mundo mejor al morir, como decía Platón, una «mentira medicinal» para soportar el sufrimiento de la existencia. Por ello, «la religión es el opio del pueblo».
- La filosofía: habla del hombre en abstracto, como un ser racional capaz de pensar en la realidad. Para Marx, hay que demostrar el pensamiento en la práctica, ya que los filósofos se han dedicado a interpretar el mundo, cuando se trata de transformarlo.
Marx piensa que sobre una infraestructura económica injusta se crea una superestructura que trata de justificarla. Es necesario que esta sea sustituida por una conciencia clara de la realidad que cambie la organización económica a través de la revolución, porque en la práctica las ideas se demuestran, y la práctica, para Marx, se entiende como un proceso revolucionario de cambio.
La revolución y la dictadura del proletariado
Según Marx, esa revolución debe nacer de las contradicciones del capitalismo. Marx descubrió que el sistema capitalista pasa por periodos de expansión y periodos de crisis, y que esas crisis son cada vez más profundas, lo que dará lugar al cambio revolucionario. De esta manera, por medio de la revolución, el pueblo toma el poder en lo que se denomina «dictadura del proletariado», en la que el Estado es dueño de los medios de producción, organiza la producción y finalmente desaparece para que los hombres libres autogestionen su vida, la historia y su futuro.