La insurrección militar y su respuesta
La sublevación militar se inició en Melilla el 17 de Julio de 1936. Franco volaba de Canarias a Marruecos y se ponía al frente de! Ejército de África. El jefe militar de Melilla, fue fusilado, esta acción se repitió a menudo con los mandos militares y civiles que se mantuvieron fieles a la República y se negaron a colaborar con los golpistas. Esto ponía de manifiesto que los insurrectos, querían imponer una nueva legalidad mediante la violencia.
El 18 de Julio se alzó en Sevilla el general
Gonzalo Queipo de Llano y, el General Mola y otros jefes militares declararon el estado de guerra en el resto de España.
La insurrección no tuvo éxito en todas partes, y el 20 de Julio el país quedó dividido. Los rebeldes habían triunfado en la España rural.
El resto del país se mantuvo fiel a la República, que conservaba las ciudades más importantes y las zonas industriales. Las tropas Áfricanas, habían quedado frenadas en el estrecho de Gibraltar, donde la Armada, que se había mantenido mayoritariamente al lado de la República, les cerraba el paso.
En Andalucía, la insurrección se inició el 18 ele Julio en las ciudades de Cádiz y Sevilla, protagonizada por los militares Várela, López Pintos y Queipo de Llano. Fue secundada en las principales ciudades de la regíón, pero solo logró imponerse en Córdoba y en Granada, dirigida por los coroneles Cascajo y Muñoz, respectivamente. Huelva, tras someter a los mineros de Río Tinto, se sumó a la insurrección. En resumen, tras las primeros días del golpe militar, Andalucía quedó dividida en dos zonas de influencia: la occidental (a la que hay que sumar Granada), donde triunfó la insurrección militar, y la oriental (Jaén, Málaga y Almería), que continuó bajo la influencia del gobierno de la República.
En las primeras semanas del levantamiento, en la España leal a la República se crearon numerosos comités locales y provinciales que asumieron de manera espontánea la administración de los ayuntamientos y de las instituciones para garantizar el abastecimiento, la asistencia social, la creación de milicias populares, el orden público, las comunicaciones, etc. El gobierno de la República, los gobiernos del País Vasco y de Cataluña, y los alcaldes continuaban representando la legalidad formal, pero no tenían los resortes reales del poder ni la capacidad de hacer cumplir sus decisiones. Así. Durante los tres primeros días del golpe, que eran esenciales para sofocarlo, el Gobierno tuvo tres presidentes: Santiago Casares Quiroga, el día
18; Diego Martínez Barrio (que intentó, sin éxito, pactar con el General Mola), el día J. Q.Q 19. Y José Giral, el día 20.
El poder popular, espontáneo, plural y contradictorio, a pesar de no tener unidad ni coherencia política, consiguió, durante los tres primeros meses, desplazar en las decisiones a los políticos. En algunas ocasiones y en determinadas zonas se cometieron muchos abusos de poder y numerosos asesinatos, sobre todo de miembros del clero.
A ello se añade que, en la zona republicana, el Ejército prácticamente había desaparecido, ya que el Gobierno había licenciado a todos los soldados que realizaban el servicio militar con la ingenua intención de restar base a los rebeldes. Obviamente, en el bando insurrecto no sucedíó lo mismo. Por eso, el esfuerzo militar de los repúblicanos e.N los primeros meses de la guerra fue.Asumido por las milicias populares.
En la zona insurrecta, los generales rebeldes fueron sustituyendo, mediante el uso de una violencia extrema, a los alcaldes, los gobernadores, los jefes militares, etc., que representaban la legalidad vigente. Muchos de los responsables, militantes o simpatizantes de los sindicatos y de los partidos que integraban el Frente Popular fueron asesinados o fusilados sin juicio.
La respuesta a la insurrección militar había dejado a España dividida -en dos zonas, cada una con un ideario radicalmente diferente. Empezaba una larga Guerra Civil que los insurrectos no habían previsto, y también una revolución y una reacción caracterizadas por la violencia política.
Conviene tener presente, además, que la población civil quedó sitúada forzosamente en un bando u otro, sin poder decidir sobre su adscripción ideológica, ni sobre las actuaciones sociales y económicas de ninguna de las dos zonas.
LA CONSPIRACIÓN MILITAR
Desde el momento en que se proclamó la República, una parle del Ejército mostró su hostilidad al nuevo régimen. El Golpe de Estado fracasado del general José Sanjurjo, en 1932, fue un ejemplo de ello. Cuando se conocíó el triunfo electoral del Frente Popular, el general Franco, jefe del Estado Mayor, propuso la declaración del estado de guerra, a lo que se opusieron el ministro de la Guerra, el general Nícolás Motero y el director general de la Guardia Civil, el general Sebastián Pozas.
El gobierno de la República era consciente de este peligro, y por eso situó como jefes de las capitánías generales a militares de probada fidelidad republicana. Los generales menos adictos al régimen republicano fueron enviados a capitánías poco importantes o a las insulares. Los mandos del ejército de África, también eran fieles a la República.
Los primeros días de Marzo de 1936 empezaron a tramarse varias conspiraciones, de manera paralela y confusa. Grupos de generales y de políticos de la Comunión Tradicionalista, de Falange Española y de Renovación Española, planificaban diversas tentativas de insurrección contra la República. A partir del mes de Abril, fue el General Mola quien prepararía una red golpista más consistente, que obtendría la confianza de todos los movimientos antirrepublicanos. El golpe preparado por Mola tenía que ser, una acción rápida en la que, habría que utilizar el grado de violencia que litera necesario con el fin de triunfar en pocos días.
Previsto para finales de Julio, el Golpe de Estado se adelantó al día 18 del mismo mes, en parte por el impacto emocional que causó el asesinato de José Calvo Sotelo. Este político, tenía prestigio entre los militares conjurados. La conspiración militar estaba en conexión con una trama civil de importantes terratenientes y financieros.