A lo largo de la historia ha habido un número variable de clases, pero «nuestra época, la época de la burguésía, se distingue, sin embargo, de las demás por haber simplificado los antagonismos de clase.
Toda la sociedad actual se divide cada vez más en dos grandes grupos enemigos, en dos grandes clases directamente opuestas la una a la otra: burguésía y proletariado». Pero la burguésía sólo puede prosperar engendrando su réplica negativa; su enriquecimiento va ligado al empobrecimiento y aumento del proletariado. Cuanto más crece el capital, más crece su opuesto. «La burguésía produce, ante todo, sus sepultureros». Su caída y la victoria del proletariado son igualmente inevitables. Según las leyes dialécticas que sigue la historia, de la oposición entre burguésía y proletariado saldrá una nueva síntesis: una sociedad sin clases. Pero este proceso natural dialéctico debe ser acelerado por medio de la lucha de clases como programa político. La lucha de clases es la verdadera praxis social y la condición del progreso. Para ir en el sentido de la historia hay que radicalizar esa oposición: «Hay que hacer más angustiosa la opresión real añadiendo la conciencia de esa opresión. Hay que hacer la afrenta más sensible haciéndola pública». Sin embargo, la alienación social no puede eliminarse solamente con la revolución política. Es preciso además destruir otra alienación más profunda que es la causa de la alienación social: la alienación económica. 4.5. La alienación económica La alienación económica abarca aspectos muy diversos, pero Marx piensa que es todo el sistema capitalista de producción el que aliena al hombre, dando origen a las demás alienaciones. El trabajo del obrero asalariado, en el sistema capitalista, es un trabajo alienado. Se verifican varios modos de alienación del hombre en el trabajo realizado en las condiciones de producción capitalista: 1. En primer lugar, «con relación al producto como objeto alienado». Una vez que el obrero ha creado su producto (que es su trabajo objetivado), éste le es arrebatado. El fruto de su trabajo no le pertenece. «El obrero se empobrece tanto más cuanta más riqueza produce»
2. En segundo lugar, con relación al acto mismo de la producción: la actividad productiva del obrero tiene un carácter forzado, no libre. Es un trabajo vendido, como también lo es su producto. 3. En tercer lugar, con relación al hombre genérico, universal, dueño de la naturaleza: hace de su trabajo transformador un simple medio de subsistencia. 4. En cuarto lugar, del hombre con el hombre: el obrero entrega su trabajo y a sí mismo en poder de otro hombre. Así nace la división de la humanidad en dos clases de hombres: el obrero, que produce, y el capitalista, propietario de esos productos y de los medios de producción. Y la alienación económica afecta a ambos, que pierden su esencia humana, que consiste en realizarse por el trabajo. El comportamiento práctico real del obrero aparece en el capitalista como comportamiento teórico, especulador. A) El Capital Marx pretende, en El Capital, demostrar: 1. Que el régimen capitalista es esencialmente condenable, como régimen de explotación humana. 2. Que además es condenado por los hechos: lleno de contradicciones internas, que acabarán con él. B) La teoría del valor-trabajo
Marx recoge de la economía clásica la distinción entre valor de uso y valor de cambio. También comparte con Smith y Ricardo la tesis según la cual el valor de cambio de una mercancía depende exclusivamente del trabajo necesario para producirla. Marx reduce ese valor a trabajo abstracto, es decir, al trabajo sin tener en cuenta sus carácterísticas concretas. Trabajo abstracto es lo común a todo trabajo: «un gasto productivo de cerebro humano, de músculo, de nervios, de brazo, etc.» Y este trabajo abstracto sólo puede ser medido por el tiempo: la medida del valor de una mercancía es, entonces, «la cantidad de tiempo socialmente necesario para su producción». Ahora bien, resulta que, en el sistema capitalista, el precio de una mercancía puede variar, cuando en realidad su valor (trabajo acumulado en ella) es fijo; incluso tiene precio lo que no tiene valor (la tierra, por ejemplo). El precio no es más que la expresión monetaria del valor de cambio. Esta contradicción fue el motivo por el que Marx rechazó inicialmente la teoría del valor-trabajo. Pero, a partir de 1851, la acepta, porque descubríó en ella el misterio del capitalismo y la base para predecir científicamente su desaparición
4.3. La alienación política El Estado y el Derecho, según Marx, son una alienación porque encubren la división en clases sociales bajo una falsa unidad y crean, además, nuevas escisiones en el seno de la sociedad. El Estado, aun pretendiendo conciliar las clases sociales, no es más que «un comité que cuida de los intereses de la clase dominante». El Estado pretende conciliar los intereses particulares mediante el concepto de interés general o común, y no es más que el interés de la clase dominante. El Derecho, en lugar de ser garantía de los intereses privados, es «simple aparato decorativo del poder». Pero el Estado se funda en una alienación anterior: la división de la sociedad en clases (alienación social). Y esta división entre clase dominante y clase dominada exige un órgano de represión: un Estado. La alienación política no puede, por tanto, resolverse sino mediante la supresión de la alienación social
4.4. La alienación social Consiste en la oposición entre la apariencia de una sociedad universal y la realidad de la división en clases, a las que pertenecen los individuos. Clase social es un grupo de hombres que se distinguen por la situación que ocupan en el proceso de producción. La clase social sólo es tal clase cuando los individuos tienen «conciencia de clase», es decir, cuando ese grupo social deja de ser un estamento social y adquiere carácter político. En el momento actual hay dos clases fundamentales: la burguésía capitalista y el proletariado, que están en lucha. El individuo se identifica con la clase social a la que pertenece: es esencialmente explotador o explotado, según pertenezca a la burguésía o al proletariado. La lucha de clases: «La historia de toda sociedad existida hasta ahora es historia de lucha de clases». 8
La teoría de la plusvalía Marx empieza por distinguir dos formas de trabajo: 1. El trabajo-acción, es decir, la fuerza de trabajo, vendida por el obrero y pagada por el patrono. 2. El trabajo-resultado, esto es, el producto del trabajo, efectuado por el obrero y vendido por el patrono en el mercado. Pero el valor de estas dos formas de trabajo no es igual. Entre los dos valores se desliza subrepticiamente la plusvalía, que está en el origen mismo del beneficio empresarial. En cuanto a la fuerza de trabajo, su valor se mide, como cualquier otra mercancía, por su propio coste de producción; es decir, por la labor que ha sido necesaria para producir los alimentos, vestidos, habitaciones, etc., indispensables al obrero para subsistir junto con su familia y para mantener su fuerza de producción. Si estos alimentos, etc., han demandado a los agricultores, a los fabricantes de tejidos, etc., un trabajo cuyo total representa una media cotidiana de seis horas, la fuerza de trabajo cotidiana del obrero vale exactamente seis. Y éste es el precio que el empresario paga efectivamente al obrero bajo forma de salario. No puede darle menos, pues entonces el obrero no podría mantener su capacidad de trabajo. Pero tampoco le interesa darle más, pues entonces reduce su beneficio. Pero aquí está el misterio de la producción capitalista: esta capacidad de trabajo es extensible, y el empresario va a emplearla no durante seis horas, sino durante diez, once, doce o más. Y la diferencia entre el precio al cual compra la fuerza de trabajo y el precio al cual vende el resultado del trabajo constituye la plusvalía. Tal es la fuente de las rentas capitalistas. El aumento de la jornada laboral es la forma más sencilla de la plusvalía, la que Marx llama plusvalía absoluta. Pero existe otra forma de plusvalía. Los capitalistas pueden buscar su beneficio reduciendo, por un aumento de la productividad, el valor de las sustancias necesarias para el mantenimiento de la fuerza de trabajo. La plusvalía así obtenida es la plusvalía relativa. En conclusión, el trabajador produce siempre más para su patrón de lo que él cuesta a la sociedad.
4.1. La alienación religiosa Marx considera que la crítica de Feuerbach a la religión es acertada, pero insuficiente desde un punto de vista práctico. Feuerbach había dejado claro que la religión es una fantasía. Pero el marxismo da un paso más respecto al ateísmo de Feuerbach: la religión, aunque sea una fantasía, es una «fantasía existente». Por tanto, no basta con negarla en la teoría, sino que es necesario suprimirla en la práctica. Según Marx, para lograr ese propósito, hay que eliminar la situación de miseria real, es decir, material, que es la causa de que exista la religión. La religión es «el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, el opio del pueblo», una solución irreal y ultramundana de la miseria material. El hombre suspira así por una ilusoria felicidad celeste que amortigua y adormece sus desgracias presentes. Eliminando, pues, la miseria material se eliminará también la religión, que no tendrá sentido. Marx afirma también que «la crítica de la religión es la condición de toda crítica». Esto quiere decir que la religión impide considerar la privación económica como el mal supremo, porque crea en el hombre la ilusión de bienes espirituales, de inmortalidad, de felicidad eterna. Por tanto, es preciso quitar a Dios y a la religión para poder desvelar las demás alienaciones.
4.2. La alienación filosófica Marx critica la filosofía, porque no construye la historia, sino que se limita a interpretar una historia ya realizada. «Los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo de diversas maneras, pero de lo que se trata es de transformarlo». La filosofía es una alienación porque establece una ruptura entre teoría y praxis: ofrece soluciones puramente ideales para los antagonismos de clase, ocultando así su verdadera naturaleza; ofrece soluciones abstractas y teóricas a los problemas reales. Por tanto, Marx rechaza la filosofía considerada como el estudio y el tratamiento de unos temas sin consecuencias prácticas en el orden social y económico. Pero esto no quiere decir que rechace toda filosofía, sino sólo aquella que no es inmediatamente revolucionaria, que contribuya a perpetuar el orden establecido, como ideología. Filosofar consistirá en enfrentarse con la realidad para adaptarla a las exigencias y necesidades humanas, especialmente la realidad económica.