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Lengua y habla. En la concepción de Ferdinand de Saussure:

La lengua es un código —conjunto de signos verbales y de reglas según las cuales esos signos se combinan— empleado por una comunidad lingüística como ins­trumento de comunicación. Tiene carácter colectivo y abstracto, y se adquiere por medio de un aprendizaje basado en la imitación y la memoria.

El habla es el uso particular que un hablante hace de su lengua en un contexto determinado. A diferencia de la lengua, los hechos del habla son individuales y concretos.

Los conceptos de lengua y habla deben distinguirse de la noción de lenguaje, que es una capacidad innata del ser humano, asociada al diseño biológico de nuestra especie. La adquisición de la lengua materna, por tanto, no es solo producto de un aprendizaje de carácter cultural, sino de un desarrollo instintivo que se produce de manera natural.

Concepto de variedad lingüística. Una variedad lingüística es un conjunto de usos lingüísticos de similar distribución social.
Las variedades lingüísticas dependen de factores externos al lenguaje: el lugar de nacimiento o de residencia del hablante, la pertenencia a un grupo social o el contexto situacional. Del estudio de las variedades y, en general, de la influencia del medio social en el uso de la lengua se ocupa una disciplina denominada Sociolingüística.

Clases de variedades lingüísticas. Las variedades lingüísticas suelen clasificarse en dos bloques: las variedades según el usuario, que son independientes de la voluntad del hablante (variedades diatópicas y diastráticas) y las variedades según el uso, que el hablante selecciona de manera voluntaria en función de las circunstancias en las que se produce el intercambio comunicativo (variedades diafásicas).

Variedades diatópicas. Llamadas también variedades geográficas, espaciales o dialectos, son aquellas que dependen del lugar de origen o de procedencia del hablante.

Variedades diastráticas. Denominadas variedades sociales o sociolectos, dependen del nivel de instrucción, del sexo o de la edad del hablante. Según el grado de acceso a la cultura, se distinguen los sociolectos culto —alto— y vulgar —bajo o popular—, entre los que puede establecerse una gradación. El sociolecto vulgar se caracteriza por el empleo de vulgarismos, que se definen como usos lingüísticos que se alejan de los patrones de prestigio o corrección admitidos por la comunidad, es decir, de la llamada variedad normativa o estándar.

Variedades diafásicas. También denominadas variedades funcionales o registros, son aquellas que dependen de la situación comunicativa. Los factores situacionales pueden clasificarse en tres tipos:

◗ Campo. Hace referencia a la actividad desempeñada por el hablante y sus interlocutores, a las circunstancias (marco o entorno espacio-temporal) en las que se encuentran y al tema tratado.

◗ Modo. Se refiere al canal de comunicación empleado, que puede ser oral o escrito.

◗ Tenor. Es la relación que existe entre las personas que participan en la comunicación. Depende de dos variables: el grado de proximidad o confianza que se mantiene con el interlocutor y la relación de poder.

Aplicando los criterios anteriores se distinguen dos registros básicos:

◗ Registro coloquial. Es el empleado en contextos privados, con personas con las que se tiene una relación de cercanía.

◗ Registro formal. Se utiliza en contextos públicos, con personas con las que no se tiene esa relación de confianza.

Las jergas o argots son variedades específicas que emplean entre sí los miembros de un grupo. Hay de dos tipos: tecnolectos o lenguas de especialidad, usadas por individuos de una misma profesión (jerga médica, informática, jurídica…) y jergas que se apartan deliberadamente de los usos comunes de la lengua para afianzar la identidad de un grupo (jerga juvenil).



España, un Estado plurilingüe. España es un país plurilingüe, en el que se hablan distintas lenguas o idiomas. Además del castellano o español, que es la lengua oficial de todo el Estado, son cooficiales en sus respectivas comunidades:

El catalán, en Cataluña y en las Illes Balears.

El valenciano, situado en la órbita lingüística del catalán, en la Comunidad Valenciana.

El gallego, en Galicia. 

El vasco o euskera, en el País Vasco y parte de la Comunidad Foral de Navarra.

A estas lenguas deben añadirse el aranés, hablado en el valle de Arán (Lleida), y los dialectos históricos del latín (el bable o asturiano, en zonas rurales del Principado de Asturias, y el Aragónés, en el norte de Aragón). La diversidad lingüística constituye un patrimonio cultural que es preciso cuidar y conservar.

Origen histórico de las lenguas de España. A excepción del vasco, de origen incierto, las demás lenguas de España proceden del latín, es decir, son lenguas ROMánicas o romances. La diferenciación de estas lenguas se llevó a cabo a través de un proceso histórico en el que se distinguen las siguientes fases:

Pueblos prerromanos. Antes de la llegada de los romanos, coexistían en la península ibérica diversos pueblos (celtas, íberos, celtíberos, vascones…), cada uno con su propia lengua.

Romanización. Con la llegada de los romanos, se inicia el proceso de romaní­zación, mediante el cual los pueblos hispanos asumen las costumbres, la organización jurídica y administrativa, y el latín, la lengua de los conquistadores. El sustrato o influjo de las lenguas prerromanas pudo producir una primera diferenciación dialectal en el latín peninsular.

Fragmentación del latín. Las invasiones de los pueblos germánicos y la caída del Imperio romano tienen como consecuencia la definitiva fractura de la unidad lingüística.

Nacimiento de los romances peninsulares. En torno al Siglo X culminó la diferenciación de los primitivos romances hispánicos: gallego-portugués, castellano, catalán, asturleonés, navarroaragonés y mozárabe (hablado por los cristianos de al-Ándalus).

Expansión del castellano. La pujanza del Reino de Castilla —hasta el Siglo XI, un condado vinculado al Reino de León— y la preeminencia de su lengua provocó, con el tiempo, la desaparición del mozárabe y limitó el desarrollo del asturleonés y del navarroaragonés.

Bilingüismo y diglosia. El bilingüismo puede entenderse en dos sentidos: como fenómeno individual o como situación social.

Bilingüismo individual. Se considera que un individuo es bilingüe cuando es capaz de expresarse indistintamente en dos lenguas. El bilingüismo individual puede ser activo —el hablante comprende y produce mensajes hablados y escritos en ambas lenguas— o pasivo —el hablante comprende las dos lenguas, pero solo es capaz de producir mensajes en una de ellas—.

Bilingüismo social. Una comunidad es bilingüe cuando en ella coexisten dos lenguas. Existen diversas situaciones de bilingüismo social, que dependen de factores históricos, políticos o lingüísticos. Así, en algunas comunidades, la mayor parte de los hablantes son bilingües; en otras, convive un grupo monolingüe con otro bilingüe.

Diglosia. Se produce una situación de diglosia cuando las dos lenguas que coexisten en una comunidad tienen una distribución desigual. Una de las lenguas se emplea en la escuela, en los medios de comunicación, en la Administración y en la comunicación escrita; la otra se utiliza oralmente, como medio de conversación ordinaria en el ámbito familiar o privado.

La normalización lingüística. Las políticas de normalización lingüística tienen como objetivo evitar situaciones de diglosia. En el caso de España, la Constitución de 1978 y los distintos estatutos de autonomía reconocieron la cooficialidad de las lenguas propias, cuyo uso y prestigio se encuentra consolidado.

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