Caracteristicas de las ideas de platon


1er Fragmento

Resumen

Este fragmento comienza en “Y a continuación” y termina en “qué extraños prisioneros!”. Pertenece a La República, libro VII, de Platón.
Se trata de un diálogo entre Sócrates y Glaucón que narra el mito de la caverna. Éste expone la importancia del ser humano, que es un elemento fundamental para construir una sociedad basada en la justicia y, como dice Sócrates, la educación afecta a nuestra naturaleza y, para ello, describe la siguiente escena: en una caverna hay unos hombres atados desde niños que no pueden moverse. Detrás de ellos arde el fuego, entre el fuego y ellos hay una pared a lo largo de un camino por el que pasan hombres con objetos sobre la cabeza que sobrepasan la altura de la pared; unos van hablando y otros callados. Los prisioneros sólo han visto las sombras proyectadas por el juego y las han asociado con los sonidos que oyen. Toman por reales los sonidos y los ecos.

Nociones: “Los prisioneros y las sombras”

Los prisioneros son unos hombres que están encerrados en una caverna desde niños sin poder moverse. Se encuentran sometidos a la esclavitud, son prisioneros de su propia ignorancia. Cuando nacemos, carecemos de conocimientos y damos por verdadero todo lo que percibimos por los sentidos, es decir, las sombras y los ecos. Lo que captamos por los sentidos no es real, es reflejo de las cosas reales del mundo sensible y del mundo de las Ideas, son las llamadas apariencias o sombras.
Por tanto, los que carecen de conocimiento siempre permanecerán en la caverna y tomarán por verdaderas las sombras reflejadas por el fuego, pertenecerán al mundo sensible, al mundo de las apariencias. Conforme vayamos adquiriendo conocimientos y saberes, iremos ascendiendo al mundo de las Ideas, al mundo de lo inteligible, de lo verdadero. Por otro lado, están aquellas personas que no son consideradas prisioneros, porque han alcanzado la verdad por medio del conocimiento y la educación, y que pueden contemplar los objetos en sí mismos. Estas personas serán los maestros que nos enseñarán la verdadera realidad y que podemos vivir con independencia de los sentidos. Pero esta evolución no está en todas las personas, ya que muchos se niegan a creer que los sentidos nos engañan, por lo que siempre permanecen en la caverna, como prisioneros de la ignorancia, y nunca alcanzarán el mundo de la verdad.

Síntesis teórica o doctrinal: “La teoría de las Ideas”

A todos los filósofos les llama la atención el orden de la Naturaleza. El problema inicial de Platón es establecer las condiciones para que haya una sociedad justa, es decir, una utopía. Pero antes de llegar a la solución hay que andar pasos: ¿quiénes componen la sociedad? Los seres humanos y otros. Los seres humanos somos “animales políticos” (dirá posteriormente Aristóteles), somos capaces de formar sociedades, idear formas de convivencia, etc. Por eso, antes de hablar de una sociedad, hablamos primero de los seres que la componen. Estos seres viven en la realidad, lo que requiere una concepción de la realidad –Teoría de las Ideas– y una concepción del ser humano –Antropología–. Platón es el primer filósofo de la historia en hacer una Ontología –Tratado de la realidad–. Afirma que, cuando nacemos, estamos en medio de esta realidad, cuya característica es que es sensible y empieza a existir a través de nuestros sentidos. En ella hay múltiples seres, además todos ellos contingentes, nacen y perecen. Cada uno de estos seres múltiples y contingentes cambian, son mutables, y sabemos que cambian porque están sujetos al tiempo. Todos ellos, además, son de naturaleza sensible porque perciben –animales y ser humano– y porque son percibidos          –vegetales, animales, seres humanos y todos los productos fabricados o existentes por otras causas–. Es un mundo sumamente imperfecto que se encuentra en la tierra y se corresponde con el no ser, la apariencia, de la que anteriormente habló Parménides.


Y entonces Platón se pregunta: y todos estos seres múltiples,  contingentes, mutables, temporales y de naturaleza sensible, ¿cuál es el fundamento de todos ellos? No son causa de sí mismos. Si yo me hubiera dado la existencia, nunca moriría, luego mi existencia no depende de mí. Lo mismo sucede con todos los seres, si cambiaran, cambiarían en otros sentidos que quisieran, por ejemplo, no envejeceríamos, dejaríamos de ser temporales y nos convertiríamos en seres atemporales. Dice Platón que este mundo es un mundo que tiene que tener un fundamento y ¿cuál es ese fundamento? No está dentro de sí, va más allá de él. Por encima de este mundo existe otro mundo, el mundo de las Ideas, separado de este mundo por un abismo, que es fundamento, la causa, la razón y la explicación última de todo lo que vemos.

En este mundo los seres que habitan son las Ideas, que son justamente lo contrario de los seres que existen en el mundo sensible. Las Ideas son únicas y necesarias, es decir, existen y no pueden no existir. Además, dice Platón, son inmutables, no cambian, y porque son inmutables, son eternos, el tiempo no pasa para ellas y, además, a diferencia del mundo sensible, son de naturaleza racional. Se conocen a través de la razón y la inteligencia, es un mundo sumamente perfecto y se corresponde al ser de Parménides.

Por otro lado, el mundo sensible es el mundo de la materia, desordenada y caótica. Es malo y rebajado en su dignidad y en su valía, a diferencia del mundo de las Ideas, un mundo de alma, espíritu, digno y superior, situado en el cielo.

La realidad, para Platón, está compuesta de dos niveles separados: el mundo donde vivimos y otros son características contrarias, que es su fundamento. Entonces le preguntará Aristóteles: ¿pero existe el mundo de las Ideas? Le responde que tiene que existir, puesto que el mundo sensible no se sostiene a sí mismo, y ¿cómo es causa, fundamento y razón última, si es completamente diferente? Le contesta que tiene que haber una proporción entre causa y efecto, y dice Platón, que afecta a nuestra tradición cultural, porque este mundo está contaminado de materia. El ser humano es malo y tiende al desorden porque su materia le lleva a ello. Las pasiones y deseos surgen del cuerpo y éste es materia, por eso estamos contaminados irremediablemente de materia.

Cada clase de seres del mundo sensible agrupados son imagen o reflejo de una sola Idea del mundo inteligible, que es perfecta. Los seres son reproducciones imperfectas de esa Idea, y es el fundamento porque, si la Idea no existe, no existirían los demás seres. Estos existen porque hay una Idea. Entre estos dos mundos hay un abismo que los separa, y el mundo sensible es una copia o reflejo del mundo de las Ideas. La pregunta inmediata es ¿cómo, si el mundo sensible es radicalmente distinto, se establece una relación de semejanza? Platón habla del Demiurgo, que es una inteligencia que ha actuado sobre la materia y la ha organizado a imagen o semejanza, pero el Demiurgo no es creador, la materia es eterna. El concepto de creación es absurdo, las cosas siempre han existido, no es que no existían y, a partir de un momento, se crearon. Afirma que de la nada, nada se hace.

La materia es desordenada y caótica, y necesita de una inteligencia y el Demiurgo es la inteligencia ordenadora. Pero nos surge un problema en el conocimiento denominado “problema del puente”. Si estamos compuestos de materia, ¿cómo es posible elevarnos al mundo del conocimiento? Platón afirma que hay una escala de seres: productos fabricados, minerales, vegetales, animales y, ya en la cima, el hombre. Existe esta jerarquía porque reproduce la jerarquía de las Ideas, que tiene forma piramidal, y en la base están las Ideas más cercanas a la materia y, por tanto, más imperfectas.

Nos elevaremos en grados de perfección hasta alcanzar la Idea del Bien, que comunica el ser y el conocimiento, la esencia, y la causa de todas las Ideas que existen en el mundo de las Ideas. El Bien es el sol del mundo sensible. Por debajo de él está la Verdad, la Belleza, la Justicia, etc. El que no hace este recorrido aparenta saber, pero no sabe; habla dentro del mundo sensible, donde solo hay reflejos imperfectos y pasan toda la vida sumidos en su mediocridad. El Bien, dice Platón, es el objeto último al que nos conduce nuestro camino si queremos elevarnos al mundo de arriba.

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