La poesía española del Siglo XX (desde 1939 a los años 70)
La Generación del 36
Es la denominación que se da a un grupo de jóvenes poetas que se dieron a conocer en los años anteriores a la guerra civil. Aportaron a la poesía una intención rehumanizadora, que se haría más intensa en los años posteriores a la guerra. Sus principales representantes son: Leopoldo Panero, Dionisio Ridruejo, Juan Gil-Albert, Luis Rosales y Miguel Hernández. El grupo quedó truncado por el conflicto bélico. Tras la guerra, algunos de ellos se reagruparon en torno a la revista Escorial, donde practicaron una poesía más clasicista.
Entienden la poesía como una forma de humanismo, de conocimiento y comprensión de la naturaleza humana. Temáticamente, centraron su atención en el ser humano; se trata de una poesía humanista, que intenta comprender al hombre en todas sus dimensiones. Más concretamente, trataron temas como la amistad, la experiencia amorosa, la familia, el sentimiento religioso.
El referente literario principal fue la llamada «poesía impura» defendida por Pablo Neruda y divulgada por la revista Caballo verde para la poesía. Volvieron su mirada a autores anteriores como Machado y Unamuno, que representaban la uníón del compromiso ético con el arte.
Formalmente, estos poetas asimilaron técnicas de la generación del 27, pero no se identificaron con dicha generación. Buscaron más la verdad humana que la imaginación y el ingenio. Contemplaron la realidad implicándose emocionalmente en ella, con un lenguaje quizá menos exquisito que los anteriores, pero incorporando elementos lingüísticos más cotidianos, incluso prosaicos. Buscan una expresión directa, coloquial, que haga más cercana y más humana su obra.
La obra poética de Miguel Hernández (1910-1942)
La obra de este autor puede dividirse en tres bloques:
- Sus primeras obras están escritas en la línea gongorina. Así, por ejemplo, El rayo que no cesa (1936). En esta última obra encontramos ya una voz más personal, menos barroca, y aparecen sus temas predilectos: el amor, el sufrimiento de la vida y la muerte.
- Al principio de la guerra escribe poesía combativa y de denuncia social, (Viento del pueblo, 1937).
- Posteriormente, entra en crisis y su poesía se vuelve pesimista y desesperanzada. La experiencia de la guerra está recogida en El hombre acecha (1938). Después de su muerte, en 1942, aparece Cancionero y romancero de ausencias, que corresponde los poemas escritos en la cárcel, donde reflexiona sobre el horror de la guerra y expresa su sentimiento de añoranza por la familia.
La poesía de la posguerra: los años cuarenta
Al finalizar la guerra el panorama de la cultura española es desastroso. El año 1939 significa para la poesía española partir desde cero. Se produjo una división de la cultura española: por una parte, la España en el exilio y por otra parte, los que quedaron en España. Esto a su vez se dividieron en dos grupos: los que aceptaron la estética e ideología de los vencedores (poesía arraigada) y los que permanecieron en un exilio interior (poesía desarraigada). Estas tendencias de la poesía de la época se agrupan en torno a revistas:
- Las revistas Escorial y Garcilaso agrupan a poetas como Leopoldo Panero y Luis Rosales, que defienden una poesía clásica. Se trata de poetas arraigados, cuya temática gira en torno a la nostalgia por los tiempos del Imperio español y las experiencias amorosas o religiosas con un tono íntimo.
- La revista Espadaña, mantuvo una línea más comprometida con el ser humano y menos formalista.
- A finales de la década, una revista como Cántico, supuso un puente de conexión con la poesía exquisita anterior a la guerra. Destaca la obra de Pablo García Baena.
En la recuperación de la poesía de estos años fue decisiva la labor de Vicente Aleixandre y Dámaso Alonso. En 1944, Aleixandre publica Sombra del paraíso y Dámaso Alonso, Hijos de la ira. La obra de Aleixandre es un canto a la naturaleza que el ser humano se empeña en destruir y de la que se aleja. La obra de Dámaso Alonso refleja el malestar existencial de la época. Ambos libros suponen una ruptura temática y formal con respecto a la poesía dominante en esos años.
La poesía social de los años cincuenta
Principales poetas: Blas de Otero, José Hierro, Gabriel Celaya y Eugenio de Nora.
Hacia 1950 aparece la poesía social, que pretende mostrar una visión más auténtica de la situación del país. Se entiende la poesía como un medio para cambiar la sociedad. La poesía debe ser un vehículo de testimonio y denuncia de las injusticias.
La base del poema es el tema:
Se pretende ante todo dar testimonio de la difícil situación del país. Los temas fundamentales serán España y la Guerra Civil. La poesía va dirigida al mayor número de personas posible; ello conlleva el uso de un lenguaje directo, coloquial, que llega a ser prosaico.
A principios de los años sesenta se llegó al agotamiento de este tipo de poesía debido a varias causas: excesiva abundancia de obras, falta de lectores de poesía y cambios económicos y sociales de esa década.
La promoción del sesenta
A mediados de la década de los cincuenta hace su aparición un grupo de nuevos poetas: Ángel González, Carlos Barral, José Ángel Valente, Claudio Rodríguez, Francisco Brines, José Manuel Caballero Bonald y Félix Grande. El grupo se consolida en los años sesenta. Les une la experiencia común de la infancia vivida durante la guerra, la etapa más dura de la posguerra y la amista entre muchos de ellos.
Su concepto de la poesía ha cambiado: la poesía no es solo un medio de comunicación; la poesía es ahora también una forma de conocimiento de la realidad y del ser humano. Las primeras influencias son de la poesía social y de Antonio Machado; muchos autores se acercaran al comunismo en su lucha contra el régimen franquista pero, sin abandonar el compromiso político, su poesía tenderá al intimismo y a la expresión de la experiencia personal. Por ello aparecen en sus poemas elementos de la vida cotidiana. El lenguaje se inclina hacia un tono coloquial. Se huye de los excesos de la poesía social.
La irrupción de los novísimos
En 1970, el crítico José María Castellet publicó una antología titulada Nueve novísimos poetas españoles. En ella aparecían textos de Manuel Vázquez Montalbán, Antonio Martínez Sarrión, José María Álvarez, Félix de Azúa, Pere Gimferrer, Vicente Molina Foix, Guillermo Carnero, Ana María Moix y Leopoldo María Panero, que representaban una muestra de la poesía más rompedora con respecto a la tradición anterior.
Son poetas nacidos tras la guerra. En su formación y su estética tiene un papel destacado la cultura de los medios de comunicación de masas. Admiran la literatura extranjera, y entre los españoles prefieren a Cernuda, Aleixandre y Gil de Biedma.
Su estética mezcla elementos vanguardistas y experimentales con otros modernistas. Partidarios de la autonomía del arte y del cuidado de la forma.
Otros poetas no incluidos en la antología de Castellet podrían inscribirse igualmente en esta tendencia, aunque haya diferencias en sus carácterísticas personales: Antonio Colinas, Antonio Carvajal, Luis Alberto de Cuenca, Jaime Siles, etc.
El teatro español del Siglo XX
El teatro español hasta la Guerra Civil
El teatro de esta época se encuentra condicionado por las circunstancias sociales. Los gustos del público burgués estaban alejados de los problemas ideológicos y sociales o de la experimentación de nuevas formas teatrales. Los empresarios no podían sostener el espectáculo teatral sin hacer concesiones al gusto de este público.
Como consecuencia, el teatro español de esta época se caracteriza por el inmovilismo en lo artístico (repetición de las misma fórmulas teatrales, ignorancia de los movimientos renovadores del teatro europeo) y el conservadurismo ideológico (planteamientos no críticos ni problemáticos de la realidad).
No faltaron autores que se separaron de esta tónica general, intentando renovar la escena, dominada por el teatro comercial, pero al no tener apoyo del público, este teatro queda confinado en lo literario, sin repercusión en la escena. Entre estos autores, destacan con diferencia las figuras de Valle-Inclán y García Lorca.
Visto lo anterior, para estudiar el teatro de esta época es conveniente distinguir entre el teatro comercial de éxito y el teatro renovador.
El teatro comercial de éxito
Dentro de esta tendencia podemos distinguir:
La comedia benaventina
Así denominada por seguir la fórmula creada por Jacinto Benavente. Sus obras presentan problemas sociales y personales poco conflictivos, en los que predomina el diálogo sobre la acción. Sus comedias se sitúan en ambientes urbanos de clase media o alta, provincianos y rurales. Los títulos más destacados son Los intereses creados (1907) y La malquerida (1913). Entre sus seguidores cabe destacar a Gregorio Martínez Sierra (1881-1948). Su influencia alcanza a los representantes del drama burgués de la posguerra.
La comedia costumbrista
Procede de la mezcla entre el cuadro costumbrista ROMántico con elementos de la zarzuela y del género chico (breves piezas teatrales en un acto que alternan diálogos y partes musicales). La ambientación de este teatro busca lo pintoresco (sobre todo, de determinadas regiones como Andalucía y Madrid) y los personajes suelen ser típicos prototipos, que se expresan con un lenguaje vulgar y humorístico. Ideológicamente se caracteriza por su conservadurismo. Principales representantes:
- Carlos Arniches: autor de sainetes y retratista de los ambientes populares del Madrid castizo. Destaca el uso de un lenguaje repleto de expresiones exageradas y humorísticas que Arniches creó a partir del habla coloquial y vulgar de las gentes de Madrid. En su última época intentó crear un nuevo género denominado tragedia grotesca, en la que junto a la caricatura encontramos cierta crítica social (La señorita de TréVélez, Es mi hombre).
- Los hermanos Serafín y Joaquín Álvarez Quintero: se especializaron en la representación humorística de una Andalucía plagada de tópicos y muy alejada de la situación social real. En colaboración escribieron más de doscientas obras (sainetes, cuadros, comedias).
- Pedro Muñoz Seca: creador del llamado astracán, género dramático que toma elementos del género chico y del teatro musical (vodevil). En este tipo de obras todo está supeditado al humorismo, muchas veces cercano al disparate, y al tono de parodia, renunciando al desarrollo de una acción dramática coherente.
El teatro poético
Se trata de un teatro en verso, influido en principio por el Modernismo, que se caracteriza por tratar asuntos históricos desde un punto de vista conservador en lo ideológico (evocación de episodios históricos ejemplares, cargados de valores tradicionales). El verso condiciona la expresión, que resulta excesivamente retórica y artificial. Entre sus representantes están: Eduardo Marquina, Francisco Villaespesa, y los hermanos Machado. José María Pemán llevó esta corriente teatral hasta después de la Guerra Civil.
1.2. El teatro renovador
El teatro en torno a la Generación del 98
Tanto Miguel de Unamuno como Azorín intentaron un tipo de teatro más exigente e innovador que fue marginado de los escenarios por el rechazo del público. Unamuno intentó llevar a la escena sus temas predilectos (problemática existencial de ser humano). Por su parte, Azorín intentó un teatro influido por el cine y el Surrealismo, de tema existencial (el tiempo, la muerte), pero sus obras carecen de conflicto y de tensión dramática. Jacinto Grau, caracterizado por el uso de una prosa poética y por los temas históricos, bíblicos o procedentes de la tradición literaria.
El teatro en la Generación del 27
A diferencia de los anteriores, que no hicieron grandes esfuerzos por conseguir la atención del público, los autores de la Generación adoptaron una actitud combativa, intentando acercar el teatro al pueblo con la intención de crear un nuevo público. La Barraca de Lorca, las Misiones Pedagógicas republicanas y El teatro del pueblo de Casona son ejemplos de grupos de la época, que pretendieron con sus giras crear una circuito alternativo de teatro popular, llevando sus montajes a rincones donde el espectáculo teatral no llegaba.
Autores concretos del entorno del 27 que se acercaron al teatro son Rafael Alberti, con un teatro comprometido ideológicamente y de concienciación política; Miguel Hernández con un auto sacramental en verso y melodramas sociales; Pedro Salinas, que escribíó varias obras en el exilio a medio camino entre el teatro comercial y el de protesta.
Hay que menciona aparte al dramaturgo Alejandro Casona, autor de éxito, que uníó la vocación pedagógica de acercar el teatro a un nuevo público, con un teatro muy personal, mezcla de realidad y fantasía. Lo mejor de su obra fue escrito y representado en el exilio y posteriormente representado en España. Como ejemplo de su obra puede citarse La dama del alba.
El teatro de Ramón María del Valle-Inclán
La obra teatral de Valle-Inclán se separa enormemente de lo visto hasta ahora, por su originalidad, por sus planteamientos radicales en lo literario y en lo ideológico, por el uso de un lenguaje de especial riqueza y expresividad y por la novedad de sus temas. Todo esto supuso en su época que el teatro de Valle quedara al margen de los escenarios, como teatro para leer. Actualmente se considera que fue un autor adelantado a su tiempo y sus obras, pese a las dificultades que entrañan, han sido llevadas a la escena.
Dentro de la obra dramática de Valle conviene distinguir varios momentos:
- Teatro modernista: caracterizado por los temas de evasión, el estilo ornamental y la actitud rebelde.
- El ciclo mítico: ambientado en la Galicia mítica y rural. Los personajes actúan movidos por pasiones e instintos, lo que los hace crueles y violentos. El ritmo de las obras es rápido debido a los numerosos personajes y los continuos cambios de escenario. La mejor obra del ciclo es Divinas palabras (1920). En estos mismos años, Valle compone una serie de farsas que presentan personajes ridículos y grotescos y en las que se da una visión crítica de la España de Isabel II.
- El esperpento: se trata de un género dramático de la invención del propio Valle-Inclán, que se basa en la deformación sistemática de personajes y valores, para hacer una crítica de la sociedad de su tiempo. El esperpento es una forma de enfocar el mundo, un reflejo deformado de una realidad deformada. Los personajes son seres grotescos que se mueven en un mundo grotesco. Aparecen como seres ridículos, aunque a veces despiertan la ternura o la compasión. Desde el punto de vista formal, el esperpento se caracteriza por:
-Uso de contrastes (trágico y cómico)
-Riqueza del lenguaje (vocabulario sorprendentemente variado, uso de diferentes registros: vulgar, literario…
-Elaboración literaria de las acotaciones, que no se limitan a ser simples indicaciones técnicas y poseen valor literario en sí.
-ritmo dramático: numerosos personajes y continuos cambios de espacio y tiempo.
La obra maestra del esperpento es Luces de Bohemia (1920), basada en la vida de un escritor bohemio de la época, a partir de la cual el autor nos hace un retrato desolador del Madrid y la sociedad de su tiempo.
El teatro de Federico García Lorca
La dedicación de Lorca al teatro arranca desde su juventud, pero alcanzó su máxima intensidad en los últimos años de su vida. Suele darse la etiqueta de poético a su teatro, no ya por el uso del verso, sino por la intensidad de sus argumentos y lenguaje.
El tema omnipresente en la obra dramática de Lorca es el enfrentamiento entre el individuo y la autoridad, la lucha entre la libertad y el sometimiento a las convenciones sociales. En esta lucha el individuo se ve abocado a la frustración. Los protagonistas suelen ser mayoritariamente femeninos; la consideración tradicional del lugar de la mujer las hace más proclives a la mencionada frustración. Se pueden distinguir varios momentos en la producción teatral de Lorca:
- Teatro de raíz modernista y poético (Mariana Pineda).
- Teatro de influencia surrealista (El público, Así que pasen cinco años).
- La trilogía rural, formada por Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba. Son sus tres obras más célebres. Presentan rasgos comunes: índole sexual de los problemas planteados, protagonistas femeninos, ambientación en el campo andaluz y final trágico.
2. El teatro español tras la Guerra Civil
Durante la guerra el teatro se convirtió en instrumento de propaganda política. En el bando republicano, se organizaron espectáculos teatrales, entre los que destacan las Guerrillas del teatro, en los que se hacía un teatro de urgencia que estimulaba a la población a la lucha. En la zona nacional surgíó el teatro de la Falange, que representaba dramas y zarzuelas. Otros autores de la zona nacional (José María Pemán, Luca de Tena) cultivaron asimismo un teatro de evasión o de propaganda.
El teatro sufríó el impacto de la guerra con más intensidad que otros géneros literarios. Al exilio o la muerte de las gentes de teatro, hay que añadir la fuerte presión de la censura, que es mucho más determinante en el caso del teatro. Hay que tener en cuenta que la censura teatral no afecta solo al texto, sino que puede ser ejercida en cualquier momento de una representación. Por ello, los empresarios no arriesgaban y los propios autores practicaron la autocensura para poder ver sus obras en escena.
2.1. El teatro en los años cuarenta
El teatro de estos años se caracteriza por su pobreza, muy condicionado por los gustos y la ideología de la sociedad burguesa. Permanece alejado de la realidad en cuanto a los temas y es formalmente convencional y nada innovador.
En la creación dramática de este momento se pueden señalar las siguientes líneas:
- El drama burgués, continuación de la comedia al estilo de Benavente. Obras de correcta elaboración, con diálogos cuidados, que defienden valores conservadores. En esta línea se cuentan autores como José María Pemán, Joaquín Calvo-Sotelo o Juan Ignacio Luca de Tena.
- El teatro de humor, sin duda lo mejor de la época con las figuras de Enrique Jardiel Poncela y Miguel Mihura. El primero se caracterizó por una concepción libre de la técnica teatral y una renovación de las formas tradicionales del humor, planteando un humorismo que huye de los tópicos y de la lógica. Su obra más conocida es Eloísa está debajo de un almendro. Miguel Mihura practicó igualmente un sentido del humor cercano al absurdo, con un toque corrosivo y crítico, como puede comprobarse en la mejor de sus obras, Tres sombreros de copa. Ambos autores, sin embargo, tuvieron que frenar sus innovaciones y plegarse a las exigencias comerciales.
2.2. El teatro realista de protesta y denuncia
La década de los cincuenta se inaugura con los importantes estrenos de Historia de una escalera, de Antonio Buero Vallejo y Escuadra hacia la muerte, de Alfonso Sastre. Con estas obras se pudo comprobar que era posible hacer un teatro distinto, más cercano a los problemas reales del momento, porque en ambas se reflejaban preocupaciones existenciales que derivarían hacia los temas sociales.
Los autores de esta generación realista son, aparte de Sastre y Buero, José María Rodríguez Méndez, Carlos Muñiz, Lauro Olmo y José Martín Recuerda. La temática generacional gira en torno a las desigualdades sociales y la falta de humanidad. Muchas de sus obras quedaron sin representarse; en este sentido se habla de un teatro soterrado. La estética difiere en los autores: Alfonso Sastre, dentro de su compromiso con la historia, adoptará un enfoque más ideológico; Lauro Olmo toma elementos del sainete de Arniches para la creación de un drama proletario; Rodríguez Méndez emplea técnicas del esperpento; Carlos Muñiz pasa del Realismo social al expresionismo; Martín Recuerda se inspira en Lorca.
2.3. La obra teatral de Antonio Buero Vallejo
Es el autor de mayor interés en el teatro de posguerra. La producción de Buero está dominada por el compromiso del autor ante los temas humanos, ya sean existenciales o sociales. El autor observa la realidad, los conflictos que genera la injusticia, la mentira, el poder, para darles forma en sus argumentos y provocar la reflexión y la reacción del público.
El género adoptado es la tragedia, mediante la que se pretende la catarsis del espectador: este debe conmoverse y reaccionar para mejorarse a sí mismo y a su entorno. El dramaturgo debe mostrar e iluminar la realidad. Sin embargo, el teatro de Buero plantea los problemas, pero no propone soluciones. La lección de su teatro es que cada cual debe buscar la salida a los problemas y actuar en consecuencia.
En lo que se refiere a los aspectos formales, Buero equilibra la importancia del texto (sus diálogos siempre son precisos y ajustados al contenido) con los elementos espectaculares. El espacio escénico está minuciosamente descrito en las acotaciones, porque la disposición de los elementos, los gestos, movimientos, sonidos y juegos de luces adquieren una significación simbólica. En algunas obras (El tragaluz, La Fundación) aparecen simultáneamente varios espacios en la escena. Un recurso técnico destacado son los llamados efectos de inmersión, mediante los cuales el autor pretende hacer partícipe al espectador de lo que ocurre en la escena. Así, por ejemplo, si los personajes son ciegos, la escena se oscurecerá en determinados momentos de la obra.
Obras fundamentales de Buero son: Historia de una escalera, El tragaluz, El concierto de San Ovidio, Hoy es fiesta, La Fundación.
2.4. Nuevas formas de expresión dramática
En la década de los sesenta surge un movimiento de renovación teatral que intenta acercarse y asimilar las innovaciones del teatro extranjero (el teatro de Bertold Brecht, el teatro underground, el teatro del absurdo de Eugène Ionesco). El teatro español sale de la rutina por medio de la búsqueda de nuevas formas y técnicas y gracias a una mayor valoración del teatro independiente frente al comercial. – Las experiencias más interesantes se dan entre los grupos de teatro independiente, colectivos con una clara vocación experimentadora y anticomercial. A pesar de las dificultades económicas y políticas, aparecen grupos por toda España, caracterizados por:
- Creación colectiva de la obra; amplio margen a la improvisación.
- Predominio de los aspectos espectaculares del teatro frente al texto.
- Enfoque crítico.
- Ruptura de las convenciones escénicas: búsqueda de nuevos espacios no convencionales para realizar la representación; implicación y participación del público en la representación.
Grupos destacados: Els Joglars, Tábano, Teatro Lebrijano, Los Goliardos, Teatro Experimental Independiente. – En cuanto a los autores individuales, tuvieron que enfrentarse a la misma problemática de los dramaturgos del Realismo social. En primer lugar, por su actitud crítica; en segundo lugar, por la escasa aceptación de sus novedades estéticas por parte de la crítica y el público. Entre estos autores hay que destacar a Francisco Nieva y su teatro furioso, de filiación vanguardista, caracterizado por el simbolismo y la presencia de elementos oníricos; y a Fernando Arrabal, que consigue fama internacional en su exilio francés. Su teatro pánico recoge elementos de las vanguardias: es provocador, rebelde y de gran libertad formal.
2.5. El teatro en los últimos años
La llegada de la democracia produjo la aparición de dos tendencias: por una parte, el montaje de obras de autores clásicos poco conocidos; por otra, la restitución de textos silenciados de la tradición teatral contemporánea. La gran expectación generada en los ambientes teatrales por el nuevo clima de libertad fue pronto defraudada: el público no asimila los cambios y no apoya con su presencia los montajes de estas obras.
Como autor más destacado de esta época tenemos a Antonio Gala, con su teatro a medio camino entre el simbolismo, el drama realista y las recreaciones de temas históricos. Sus personajes suelen ser femeninos y sus temas, los eternos conflictos personales (el amor, la soledad). También merecen ser mencionados José Luis Alonso de Santos y Fernando Fernán Gómez.
Los teatros independientes se profesionalizan y se convierten en grupos estables. En 1978 se crea el Centro Dramático Nacional, compañía estatal que deriva en una forma de teatro institucional, progresivamente alejado de las propuestas innovadoras del teatro alternativo.
En conclusión, los últimos años se caracterizan por unas carteleras de poca variedad y novedad: autores consagrados, reposiciones de clásicos y teatro humorístico y musical.