La Guerra Civil tiene un efecto devastador sobre la literatura cuyo desarrollo se ve interrumpido drásticamente. En la posguerra se hace evidente la ruptura de la natural evolución literaria. La novela no puede enlazar con la narrativa social de los años treinta, prohibida por el franquismo, ni parece válida la estética deshumanizada de los años veinte.
En las décadas de los cuarenta y cincuenta el aislamiento internacional impide la entrada de las nuevas formas narrativas europeas y hay que esperar hasta la década de los sesenta para que con la apertura al exterior se inicie una renovación experimental de la novela española.
La década de los cuarenta es una época marcada por la censura ideológica y moral y por las dificultades económicas. En ese panorama de desconcierto, se observan, como en poesía, dos tendencias:
a) Novela tradicional: La mayoría de las novelas se adscriben a la tradición realista. Abundan tres tipos de narraciones: la novela ideológica conservadora (novela escrita por jóvenes afines al régimen franquista que quieren dejar constancia de la victoria. Tratan temas como la gesta heroica o la religiosidad. Destacan La fiel infantería de Rafael García Serrano y Los cipreses creen en Dios de José María Gironella), la novela realista clásica (Mariona Rebull de Ignacio Agustí), y la novela humorística (El bosque animado de Wenceslao Fernández Flórez).
b) Novela existencial:
Las novelas que se alejan de las tendencias anteriores y marcan el inicio de una nueva narrativa son casos aislados. La publicación en 1942 de la primera novela de Camilo José Cela, La familia de Pascual Duarte, y en 1945 la publicación de Nada de una joven escritora, Carmen Laforet, abren un nuevo camino. Son novelas de tipo existencial que reflejan la amargura de la vida cotidiana. Tratan temas como la lucha del individuo con su destino o con las circunstancias cotidianas que rodean su vida, la cercana Guerra Civil, las dificultades de subsistencia, la frustración o la soledad. Los personajes soportan a duras penas su intrincado mundo interior y su falta de esperanza. Desde el punto de vista formal son también novelas realistas que intentan un camino de renovación. El tono sombrío y existencial de estas novelas contrasta con la novela triunfalista y evasiva de la época.
La familia de Pascual Duarte narra en 1ª persona la biografía de un condenado a muerte y los motivos que le han llevado a ser un asesino. Tiene un tono pesimista y sombrío, y con ella se inicia la llamada corriente tremendista, que presenta una realidad violenta con personajes y ambientes desgarrados y, a veces, crueles.
La acción de Nada se sitúa en Barcelona al finalizar la Guerra Civil. La peripecia vital de la protagonista sirve para dar testimonio del deprimente estado colectivo de la sociedad española de posguerra.
A estas nuevas voces se unen poco después Miguel Delibes (La sombra del ciprés es alargada, 1948) y Ana M.ª Matute, que reflejan el desolado mundo de la posguerra desde una perspectiva pesimista y existencial; por eso abundan en sus narraciones los personajes desorientados, tristes y frustrados.
En los años cincuenta, la novela abandona la visión existencial y recoge las nuevas preocupaciones sociales. La novela social se desarrolla en España al tiempo que la poesía social. Los novelistas intentan reflejar con objetividad los recuerdos de la guerra, los conflictos de la vida colectiva española, los ambientes concretos del trabajo, el mundo rural o el ambiente burgués provinciano. Abundan temas como las miserias de la sociedad española de posguerra, la dureza de la vida y del trabajo, la desigualdad social, las injusticias o la pobreza. El estilo es sencillo en el lenguaje y en la técnica narrativa pues pretende llegar a un amplio público. La técnica se supedita a los contenidos testimoniales o críticos; algunos rasgos de la técnica utilizada son: a) El punto de vista objetivista como un testimonio directo de las situaciones. B) Frente al narrador omnisciente que todo lo sabe, en estas novelas el narrador queda oculto tras los hechos y las palabras de los personajes, lo que contribuye a la omnipresencia de los diálogos. C) El montaje de la trama en secuencias como en el cine. D) Las historias están ambientadas en la época contemporánea al autor. E) Aparición del personaje tipo que no opera como individuo sino como representante de un grupo o clase social. F) Narración lineal , normalmente en un espacio de tiempo reducido. G) Abundantes rasgos del habla popular, estilo directo y breves descripciones de ambientes y paisajes.
En 1951, el Realismo social, aparece en La Colmena de Camilo José Cela, cuyo aspecto más original es el personaje colectivo ( unos trescientos personajes), la condensación temporal (dos días) y su carácter de novela abierta (sin argumento ni final).En conjunto, ofrece una visión panorámica del vivir colectivo en dos días de invierno del Madrid de 1942. Es una obra existencial por su tremendo pesimismo y porque refleja el desamparo humano; el carácter de novela abierta intensifica el tema de la obra pues refleja la incertidumbre de los destinos humanos. Predomina una actitud objetiva ya que el autor describe desde fuera ese mundo. Es también una novela social porque es un testimonio de la insolidaridad , la impotencia y la alienación del pueblo
en la posguerra . También en 1951 se publica La noria, de Luis Romero, obra que coincide con la de Cela en presentar un amplio personaje colectivo (la Barcelona de la época).
En 1954, el tono crítico y testimonial alcanza su auge; se publican obras de Ana M.ª Matute (Pequeño teatro), Jesús Fernández Santos (Los bravos) , Juan Goytisolo (Juegos de manos), Rafael Sánchez Ferlosio (El Jarama), Carmen Martín Gaite (Entre visillos), Juan García Hortelano (Nuevas amistades)…Dentro del Realismo social se distinguen dos corrientes:El objetivismo ,o Realismo objetivo, presenta la realidad desde una perspectiva neutral, pues entiende la novela como un testimonio de la época, y afirma que la literatura debe recoger solo las acciones y palabras de los personajes, sin explicar sus sentimientos ni pensamientos. Ejemplos representativos son El Jarama de Rafael Sánchez Ferlosio y Los bravos de Jesús Fernández Santos. El Realismo crítico pretende denunciar de forma más explícita las injusticias sociales. El escritor asume un compromiso con la realidad, ya que intenta transformarla. Apoyaban estas tendencias las editoriales Seix Barral y Destino. Autores destacados son Luis Goytisolo (Las afueras), y José Manuel Caballero Bonald (Dos días de Septiembre)