El siglo XIII es el siglo en el que empiezan a consolidarse en Europa las ciudades y las incipientes clases urbanas. En el ámbito cultural, la fundación y expansión de las universidades constituye el fenómeno más importante del mundo occidental. Por lo que a la filosofía se refiere, el hecho fundamental viene dado por la asimilación del pensamiento de Aristóteles que llegó a Europa desde el mundo islámico, especialmente desde la península Ibérica con la obra de Averroes. En torno a la obra de Averroes se forma un movimiento intelectual, el llamado Averroísmo latino, que fue condenado por e del obispo de París en 1277. Tomás de Aquino es, en este marco, un filósofo que, dentro de los estrechos márgenes que imponía la fe, intenta ampliar la autonomía de la razón y es, desde luego, el filósofo que consigue elaborar la versión aristotélica más completa del mensaje cristiano.Necesidad de la revelación para la salvación de la humanidad. Porque Dios, fin al que se dirige el hombre, excede la comprensión de una razón, la humana, siempre expuesta al error.Para la salvación humana fue necesaria una ciencia cuyo criterio fuera lo divino.
Dios excede la capacidad de comprensión de la razón.Dios ha de ser conocido por el hombre para que hacia Él pueda dirigir su pensar y su obrar.Incluso lo que el hombre pueda conocer de Dios (a través de la razón) ha de ser revelado. Pues no todos alcanzarían, por su sola razón, esa comprensión y, además, la razón humana está siempre sujeta a la posibilidad de error.Para asegurar de forma fácil la salvación de los hombres, fue necesaria la revelación.Tomás de Aquino quiere mostrar en este texto cómo la salvación de la humanidad hacía imprescindible el mensaje revelado. Siendo Dios el fin al que se dirigen aquellos que quieren salvarse, debe existir la seguridad de alcanzar un conocimiento suficiente del mismo. Ahora bien, este conocimiento, ni es posible en aquellos aspectos de la realidad divina que sobrepasan la potencia de la razón humana, ni es seguro que todos la alcancen, o la alcancen sin error, en aquellos otros aspectos de la divinidad para los que la razón humana puede ser competente. La conclusión, pues, no puede ser más que la de que la revelación era inevitable para que la salvación llegara a los hombres de forma fácil y segura.El texto nos sitúa ante la cuestión fundamental de la filosofía a lo alargo de toda la edad Media: las relaciones entre fe y razón. A este respecto,una doble condición domina el desarrollo de la filosofía tomista:
; es decir, el filósofo no debe admitir (en cuanto filósofo, no en cuanto hombre) nada más que lo que sea accesible a la luz natural de la razón y demostrable por sus solos recursos.
La teología, por el contrario, se basa en la revelación, o sea en la autoridad de Dios, pues, como dice el texto, es aquella ciencia cuyo criterio fuera lo divino
. Los artículos de la fe son conocimientos de origen sobrenatural, contenidos en fórmulas cuyo sentido no nos es enteramente penetrable con la razón, pero que hemos de aceptar como verdaderos aunque no podamos comprenderlos.Delimitados así los dos dominios, es necesario, sin embargo, hacer algunos matices.
Es preciso que se dé armonía entre las conclusiones últimas de la razón y la fe, puesto que ni la razón -cuando la usamos correctamente- ni la revelación -dado que tiene su origen en Dios- puede engañarnos. Es, por tanto, cierto que la verdad de la filosofía se ajustaría a la verdad de la revelación si nuestro espíritu pudiese comprender plenamente los datos de la fe. De aquí resulta que, siempre que una conclusión filosófica contradiga al dogma, nos hallamos ante un signo evidente de que tal conclusión es falsa.
A pesar, sin embargo, de esta superioridad normativa de la fe revelada, tenemos el deber de llevar lo más lejos posible la interpretación racional de las verdades de fe.
Hay que partir del dogma como dato indudable, desde luego, pero hemos de desarrollar su contenido y esforzarnos en mostrar por donde puede nuestra razón rastrear el sentido del dogma
La razón, en el desarrollo de cualquiera de las ciencias particulares (matemáticas, biología, etc.) puede tratar asuntos y establecer verdades que, en principio, nada tengan que ver con la fe. La revelación, por su parte, posee contenidos que, como hemos dicho, exceden las posibilidades de la razón (el misterio de la santísima trinidad, por ejemplo):
¿Cuál es el sentido de la existencia de tales verdades comunes a razón y fe? ¿Por qué si la razón puede, por sí misma, acceder a tales verdades, las incluye Dios entre las verdades reveladas? Santo Tomás aduce dos tipos de explicaciones:
Dios excede la capacidad de comprensión de la razón.Dios ha de ser conocido por el hombre para que hacia Él pueda dirigir su pensar y su obrar.Incluso lo que el hombre pueda conocer de Dios (a través de la razón) ha de ser revelado. Pues no todos alcanzarían, por su sola razón, esa comprensión y, además, la razón humana está siempre sujeta a la posibilidad de error.Para asegurar de forma fácil la salvación de los hombres, fue necesaria la revelación.Tomás de Aquino quiere mostrar en este texto cómo la salvación de la humanidad hacía imprescindible el mensaje revelado. Siendo Dios el fin al que se dirigen aquellos que quieren salvarse, debe existir la seguridad de alcanzar un conocimiento suficiente del mismo. Ahora bien, este conocimiento, ni es posible en aquellos aspectos de la realidad divina que sobrepasan la potencia de la razón humana, ni es seguro que todos la alcancen, o la alcancen sin error, en aquellos otros aspectos de la divinidad para los que la razón humana puede ser competente. La conclusión, pues, no puede ser más que la de que la revelación era inevitable para que la salvación llegara a los hombres de forma fácil y segura.El texto nos sitúa ante la cuestión fundamental de la filosofía a lo alargo de toda la edad Media: las relaciones entre fe y razón. A este respecto,una doble condición domina el desarrollo de la filosofía tomista:
La distinción entre razón y fe, y la necesidad de su concordancia
El ámbito entero de la filosofía proviene exclusivamente de la razón tal como expone el texto cuando habla de las materias filosóficas, cuyo campo analiza la razón humana; es decir, el filósofo no debe admitir (en cuanto filósofo, no en cuanto hombre) nada más que lo que sea accesible a la luz natural de la razón y demostrable por sus solos recursos.
La teología, por el contrario, se basa en la revelación, o sea en la autoridad de Dios, pues, como dice el texto, es aquella ciencia cuyo criterio fuera lo divino
. Los artículos de la fe son conocimientos de origen sobrenatural, contenidos en fórmulas cuyo sentido no nos es enteramente penetrable con la razón, pero que hemos de aceptar como verdaderos aunque no podamos comprenderlos.Delimitados así los dos dominios, es necesario, sin embargo, hacer algunos matices.
Es preciso que se dé armonía entre las conclusiones últimas de la razón y la fe, puesto que ni la razón -cuando la usamos correctamente- ni la revelación -dado que tiene su origen en Dios- puede engañarnos. Es, por tanto, cierto que la verdad de la filosofía se ajustaría a la verdad de la revelación si nuestro espíritu pudiese comprender plenamente los datos de la fe. De aquí resulta que, siempre que una conclusión filosófica contradiga al dogma, nos hallamos ante un signo evidente de que tal conclusión es falsa.
A pesar, sin embargo, de esta superioridad normativa de la fe revelada, tenemos el deber de llevar lo más lejos posible la interpretación racional de las verdades de fe.
Hay que partir del dogma como dato indudable, desde luego, pero hemos de desarrollar su contenido y esforzarnos en mostrar por donde puede nuestra razón rastrear el sentido del dogma
: tal es el objeto de la ciencia sagrada, de la teología
A la hora, pues, de establecer cuáles son los contenidos de razón y cuáles los contenidos de fe, Tomás de Aquino afirma que tanto la razón como la fe poseen contenidos exclusivos.La razón, en el desarrollo de cualquiera de las ciencias particulares (matemáticas, biología, etc.) puede tratar asuntos y establecer verdades que, en principio, nada tengan que ver con la fe. La revelación, por su parte, posee contenidos que, como hemos dicho, exceden las posibilidades de la razón (el misterio de la santísima trinidad, por ejemplo):
Porque Dios, como fin al que se dirige el hombre, excede la comprensión a la que puede llegar sólo la razón
; tales contenidos debían ser, pues, objeto de revelación con vistas a la salvación humana :Por eso fue necesario que el hombre, para su salvación, conociera por revelación divina lo que no podía alcanzar por su exclusiva razón humana.
Hay, sin embargo, una serie de cuestiones, de verdades, que son comunes a una y otra, tales son los llamados preámbulos de fe, entre los que se incluyen la afirmación de que el mundo es creado, la inmortalidad del alma humana o la demostración de la existencia de Dios.¿Cuál es el sentido de la existencia de tales verdades comunes a razón y fe? ¿Por qué si la razón puede, por sí misma, acceder a tales verdades, las incluye Dios entre las verdades reveladas? Santo Tomás aduce dos tipos de explicaciones: