En el presente ensayo se estudiará la configuración del Ka-be como un elemento humanizador, revitalizante de la memoria, de las emociones y de los pensamientos, en contraposición al Lager, agente entumecedor.
Una de las primeras atrocidades que lograba hacer el sistema por el cual se regía el Lager era despojar a las personas de sus recuerdos, de su identidad. Por esto, los individuos solían fusionarse en una masa humana abatida y vacía por dentro, preocupada solamente por la supervivencia inmediata. Son reiteradas las ocasiones en que Levi apela al universo sensorial para transmitir esta idea, por ejemplo cuando indica que “nos fundimos en una sustancia única, una masa angustiosa en la que nos sentimos apresados y sofocados”. Mediante esta imagen visual que masifica a los prisioneros, Levi comunica la pérdida de individualidad que éstos sufrían en el Lager, la cual los tornaba en una “masa angustiosa” y uniforme. La presencia de adjetivos cargados de connotaciones negativas, como lo son “angustiosa”, “apresados” y “sofocados”, evidencian la naturaleza destructiva del campo de exterminio, y transmiten una sensación de aprisionamiento que probablemente sentían los prisioneros . Esta idea se acentúa cuando Levi reitera que eran una “masa anónima, continuamente renovada y siempre idéntica, de no-hombres que marchan y trabajan en silencio (…) demasiado vacíos ya para sufrir verdaderamente”. Se continua construyendo la carencia de identidad de los prisioneros mediante la imagen que Levi genera al unificarlos en su anonimato; no solo están desprovistos de su individualidad, si no que en la colectividad tampoco logran encontrar un sentido de pertenencia. Además, la concepción de los hombres como “no-hombres” anula su condición de seres humanos, de hombres, retratando el grado de entumecimiento emocional que tenían e ilustrando así la suspensión de la moral que se daba en los campos. Dicha incapacidad de procesar la atrocidad que estaban viviendo y la degradación moral que sufrían es transmitida también a través del hecho que se encontraban “demasiado vacíos ya para sufrir verdaderamente”, expresión que connota lo insensibilizados que «el sufrimiento del día, compuesto de hambre, golpes, frío, cansancio, miedo y promiscuidad” los dejaba. Emocionalmente cegados por la realidad de cada día, los prisioneros “tienen las almas muertas y la música los empuja, como el viento a las hojas secas, y es un sustituto de su voluntad”. El autor ensambla una imagen de deterioración y debilidad para transmitir el estado anímico de los hombres. No solo vivencian una destrucción física, si no que también psicológica, dado que por más que sus cuerpos sigan funcionando lo justo y necesario, sus espíritus, sus motivaciones perecieron; “tienen las almas muertas». A su vez, la imagen visual y auditiva compuesta por Levi al comparar a los prisioneros con “hojas secas” empujadas por el viento transmite lo lánguidos y marchitos que éstos se encontraban, sin energías siquiera para trasladarse, dado que el viento era “un sustituto de su voluntad”. El hecho de que Levi remarque la semejanza entre los prisioneros y unas hojas secas connota como ya no queda sustancia de vida en ellos; se han convertido en máquinas inertes que acatan ordenes.
Levi continua configurando el sopor que el campo produce en los prisioneros mediante la consolidación de imágenes visuales que resultan desgarradoras para el lector, por ejemplo cuando se refiere a ellos como “monstruos de insociabilidad y de insensibilidad” constituyentes de un “triste polvo humano”.La bestialización realizada a los prisioneros mediante una metáfora ya de por sí atenta contra su carácter humano y, combinado con la adjetivación empleada para describirlos, se termina de transmitir la idea de que el Lager los transforma en seres emocionalmente embotados, ya que pierden la capacidad de sentir y de relacionarse con otros. Junto con esto, que el autor los metaforice mencionando que eran un “triste polvo” proyecta una imagen de deterioración- al identificarlos con algo tan endeble- y simboliza la debilidad y vulnerabilidad tanto física como emocional de los prisioneros. Asimismo, Levi narra que los prisioneros soportaron el «nuevo peligro y las nuevas incomodidades con inmutable indiferencia”, sugiriendo nuevamente que frente a la atrocidad se muestran impasibles dado que “no se trataba de una resignación consciente, sino del torpor opaco de las bestias domadas a palos, a las que ya no les duelen los palos”, metáfora que, al generar imágenes visuales tan fuertes, ilustra claramente lo ofuscados que el Lager los dejaba. De tanto soportarlo, se volvían inmunes al dolor. No lo procesaban. Que sean bestializados contribuye al ensamblaje de esta idea ya que les anula las cualidades humanas. Es como si el propósito del Lager fuera eso; apagar el sentido de humanidad, la capacidad de sentir. El hecho de que no fuera una «resignación consciente” acentúa esta idea, dado que se puede intuir que la monotonía y la tortura de cada día los hacía entrar en un estado de trance, interpretación reforzada cuando Levi describe al ir y venir del trabajo como “la hipnosis del ritmo interminable que mata el pensamiento y calma el dolor”. Nuevamente, el autor apela al lenguaje metafórico para transmitir la idea de que el Lager obceca a los prisioneros, funcionando como una anestesia que los deja insensibles.
Sin embargo, cuando el narrador es admitido al Ka-be, se genera una antítesis entre éste y el Lager, debido principalmente a que la enfermería no se regía por horarios tan inflexibles, ni implicaba trabajos tan exhaustivos. Levi define al Ka-be como “un paréntesis de relativa paz”, metáfora que remarca la diferencia entre el campo de exterminio y la enfermería. Como tienen tanto tiempo libre, en comparación a la vida en el Lager, “al que todavía le queda un gérmen de conciencia, allí [en el Ka-be] la recupera”, lo cual no solo sugiere la naturaleza humanizante de la enfermería, si no que también alude a destrucción mental que el campo genera. En el ka-be, empiezan a “reflexionar en qué hemos sido convertidos, cuánto nos han quitado, qué es esta vida”, acción que contrasta con la inercia que demostraban en el Lager. La enfermería se perfila como un lugar donde existe una abundancia de humanidad y de emociones, y Levi explora esta idea al personificar a las literas, expresando que “el barracón de madera, cargado de humanidad doliente, está lleno de palabras, de recuerdos y de otro dolor (…) dolor de hogar“. Por medio de esta cita, se genera una imagen muy clara de lo que suscita la enfermería en los hombres. La palabra “cargado» le otorga una cuota hiperbólica a este flujo de recuerdos, le da cierta pesadez. La conversación con otros enfermos, el paso de las horas estando acostados en una cama y el no tener que trabajar inevitablemente va a destapar todo aquello que el agotamiento y el dolor hayan logrado suprimir. La imagen visual generada cuando, al personificar los recuerdos, se expresa que “los recuerdos del mundo exterior pueblan nuestros sueños y nuestra vigilia” insinúa esta rememoración, este reencuentro con los sentimientos humanos, enaltecida cuando se menciona que los pueden visualizar de una manera “dolorosamente nítida”.
En conclusión, se puede decir que Levi consolida al Lager como el lugar donde los prisioneros perdían la personalidad humana porque se les era negada una y otra vez. Por consiguiente, quedaban en un estado de parálisis emocional, que no les permitía reaccionar a su situación ni asimilar el abuso físico y psicológico que estaban sufriendo. Sin embargo, el Ka-be es presentado como un entorno que estimula la desgarradora toma de conciencia, la reflexión y los viajes al pasado. Levi configura entonces un contraste entre la cualidad deshumanizante del campo, y la humanizante de la enfermería.