Consolidación de Estados y Desarrollo Económico en América Latina (1870-1930): Una Época de Transformaciones


América Latina Republicana (1870-1930): Consolidación de Estados, Desarrollo Económico y Transformaciones Sociales

1. La Consolidación de los Estados y el Pacto “Neocolonial”

Este período de la historia de América Latina se caracteriza por una expansión económica dividida en tres subperíodos:

  • 1850-1870: Elaboración del proyecto.
  • 1870-1914: Consolidación y auge.
  • 1914-1929: Contradicciones y derrumbe.

La pervivencia de este modelo se debe, en gran medida, al contexto internacional. La demanda de las potencias industriales y la inserción definitiva de América Latina en el sistema económico internacional le otorgaron un rol muy definido: ser suministrador de materias primas y un mercado para los productos de las potencias industriales como Inglaterra, EE. UU., Alemania y Francia. Esta dinámica generó una relación de dependencia y subordinación.

Dinámica Interna del Modelo Oligárquico

Internamente, el modelo oligárquico buscó incrementar rentas, asegurar prestigio social y acrecentar su poder en las sociedades latinoamericanas. Este modelo asumía que la oligarquía era la única capaz de desarrollar y controlar la administración para lograr estabilidad institucional, limitando así las reformas. Se estableció un nuevo orden económico, social y político sin alterar profundamente el orden existente. A corto y medio plazo, este modelo condujo a la consolidación de los estados latinoamericanos y a una configuración casi definitiva. Sin embargo, a largo plazo, generó contradicciones que cuestionaron el modelo oligárquico en la realidad histórica americana. A pesar de estas contradicciones, este fue un momento de expansión con cierta estabilidad política, bases sólidas para algunos países y relativa paz social entre países y grupos sociales.

La Guerra de la Triple Alianza (1864-1870)

Este conflicto regional involucró a Paraguay contra la Triple Alianza compuesta por Brasil, Argentina y Uruguay. Se cree que Gran Bretaña pudo haber instigado el conflicto y fue su principal beneficiaria debido al desarrollo económico autónomo de Paraguay, un territorio fuera del dominio político y económico británico. Francisco Solano López, presidente de Paraguay, ordenó al ejército apoyar a los Blancos uruguayos en la guerra civil de Uruguay. En respuesta, Brasil atacó a Paraguay apoyando a los Colorados. Paraguay intentó invadir Corrientes y solicitó permiso para pasar por territorio argentino, pero Argentina se negó desde una posición de neutralidad, ya que permitir el paso violaría su soberanía. Paraguay persistió y la guerra se intensificó con la entrada de Brasil. El papel de Argentina en el conflicto es debatido, aunque se cree que las autoridades argentinas mantenían una buena relación con la Triple Alianza. En resumen, la consolidación de los estados y el pacto «neocolonial» durante este período estuvieron marcados por la interacción de factores internos y externos, que moldearon la configuración política y económica de América Latina en el contexto global. El conflicto entre Paraguay y la Triple Alianza (Brasil, Argentina y Uruguay) tuvo consecuencias devastadoras: La población paraguaya se redujo drásticamente de 1,5 millones a 200.000 personas, con una disminución significativa del 10% en la población masculina. Paraguay perdió su salida navegable por el río Paraguay, afectando su capacidad de comercio, por lo que el país quedó profundamente endeudado, principalmente debido a un empréstito abierto con Gran Bretaña.

La Guerra del Pacífico (1879-1883)

Este conflicto fue precedido por tensiones entre Chile y la Confederación Peruano-Boliviana. El detonante fue el desacuerdo sobre las condiciones tributarias para la exportación del salitre, un recurso clave para la economía de la región. Chile inició el conflicto con la ocupación de Antofagasta, un territorio boliviano rico en salitre y un acuerdo secreto de defensa mutua entre Perú y Bolivia complicó aún más la situación. De esta forma, Chile se enfrentó a Bolivia y ocupó la región de Antofagasta, extendiendo así el conflicto. Las consecuencias del conflicto fueron que Chile anexó territorios peruanos, expandiendo su territorio y recursos; mientras que Bolivia fue la gran damnificada del conflicto ya que perdió su salida al mar, lo cual tuvo serias consecuencias económicas a largo plazo, también perdió valiosos recursos naturales como el guano y el salitre, dos de los principales productos de exportación en América Latina, recursos que pasaron a ser dominados por Chile, beneficiando especialmente a las compañías británicas que operaban en la región. En resumen, los conflictos de la Guerra de la Triple Alianza y la Guerra del Pacífico redefinieron las fronteras y economías de América Latina, consolidando la posición de algunas naciones mientras debilitaban severamente a otras, afectando su desarrollo económico y social en las décadas siguientes.

El “Pacto Neocolonial”

La transición del período post-independencia hacia el modelo agro-exportador marcó la consolidación del liberalismo en América Latina. Este liberalismo se caracterizó por la combinación de políticas económicas liberales con un autoritarismo político.

Cabe mencionar el contexto Internacional del momento, en el que la industrialización en Europa y Estados Unidos aumentó la demanda de alimentos y materias primas y es así como América Latina se convirtió en el principal proveedor de estos recursos, fortaleciendo su rol en el sistema económico internacional. Todo esto dio como resultado el Pacto Neocolonial en el que los protagonistas eran los países industrializados y las élites oligárquicas latinoamericanas y el rol de América Latina era el de productora y exportadora masiva de productos primarios, además de ser un mercado para las manufacturas de las potencias industriales. Este período de crecimiento económico sostenido trajo consigo significativos cambios económicos y sociales en la región.

El Estado Oligárquico

La consolidación del Estado oligárquico en América Latina estuvo marcada por la renovación de élites, principalmente la clase propietaria, que se benefició de la concentración de propiedades facilitada por las reformas liberales.

Las características principales serían que la clase propietaria emergió como la principal beneficiaria de la concentración de tierras y recursos, dándose una renovación de las élites. Por otro lado, tenemos la combinación de políticas económicas liberales con un control autoritario del estado. Destacamos que el poder oligárquico se sustentaba en la explotación de recursos naturales y productos agrícolas específicos:

  • Perú: Guano
  • Chile: Salitre y guano
  • Bolivia: Plata y estaño
  • Colombia: Café
  • Centroamérica: Productos tropicales (bananeras)
  • Argentina: Carne y trigo

El crecimiento económico estuvo íntimamente ligado al modelo liberal-oligárquico, donde las «repúblicas de orden y progreso» reflejaban la ideología predominante: liberalismo económico y control político del estado. Esta era también una época influenciada por el darwinismo social y la fe en el «progreso».

Autoritarismo Político

Con el autoritarismo político se estableció un fuerte centralismo político y administrativo con un nacimiento de una nueva generación de caudillos liberales con estilo autoritario, conocidos como dictadores «positivistas»:

  • México: Porfirio Díaz (1877-1911)
  • Guatemala: Justo Rufino Barrios (1871-1885)
  • Venezuela: Antonio Guzmán Blanco (1870-1894)

Estos realizaron presidencias personalistas, manteniendo los líderes un control personalista sobre el poder y con un sistema electoral que era restringido y dominado por el clientelismo. Esto provocó un crecimiento de la burocracia, consolidando el control político a través de redes clientelares.

En cuanto a la consolidación de Identidades Nacionales, se promovió el uso de símbolos nacionales y la creación de academias de historia, mientras que en el contexto del centenario de la independencia de varios países, se observó un retorno a ciertos elementos hispánicos en el ámbito simbólico.

Este periodo se caracterizó por un equilibrio precario entre la expansión económica y las tensiones sociales y políticas, que eventualmente pondrían en duda la sostenibilidad del modelo oligárquico en la región.

2. Inserción en el Mercado Internacional y Desarrollo Económico

La inserción de América Latina en el mercado internacional y su desarrollo económico durante el período republicano (1870-1930) estuvo caracterizada por varios elementos clave y singulares. En cuanto a los elementos clave tenemos la emergencia de cuatro grandes potencias (Gran Bretaña, Francia, Alemania y Estados Unidos) que demandaban materias primas para sus industrias y productos de alimentación. Otro factor sería el descenso de los costes de producción de manufacturas, esto estimuló el intercambio comercial con América Latina cuyo crecimiento económico se sustentó en un modelo exportado. Otros factores serán la recuperación de la navegación en el Pacífico incrementando los ingresos aduaneros en países como Perú y Chile, la revolución en los transportes y las comunicaciones ya que se adoptó la navegación a vapor a la vez que se desarrolló el ferrocarril que facilitó el transporte interno y la exportación.

En cuanto al desarrollo y singularidades vemos una proyección no lineal puesto que el desarrollo económico experimentó auges y caídas debido a la aparición de competidores o avances técnicos. Por otro lado, hubo cambios significativos en los productos tradicionalmente exportados desde América Latina, siendo tres los grupos principales de productos exportados:

  • Agrícolas y ganaderos de clima templado con productos como carne y trigo
  • Agrícolas tropicales con productos como café, bananas y azúcar
  • Metales y minerales con productos como plata, estaño y guano

Muchos países se especializaron en la exportación de un solo producto, o a lo sumo dos, lo que generó una situación de dependencia hacia otros países, esta especialización conllevó una enorme vulnerabilidad en caso de cambios en el mercado internacional. Esta inserción en el mercado internacional permitió un crecimiento económico sostenido en América Latina, aunque también implicó una mayor dependencia y vulnerabilidad frente a las fluctuaciones del mercado global.

Producción de Clima Templado

El epicentro de la producción de clima templado se encontraba en el Río de la Plata y el sur de Brasil, regiones que experimentaron un crecimiento significativo pese a la fuerte competencia internacional. El impulso inicial provino de la ganadería, la cual se complementó con la producción de cereales a partir de 1860. Los elementos clave para la consolidación de este modelo incluyeron la extensión del ferrocarril, la ampliación del territorio y la inmigración europea como fuente de mano de obra.

El control de las exportaciones estaba mayormente en manos de compañías europeas y estadounidenses, con una participación escasa de los exportadores argentinos, tanto en cereales como en carnes. Entre 1870 y 1890, el número de cabezas de ganado ovino aumentó de 12 a 14 millones, gracias a la introducción de nuevas razas, la implementación del alambrado y los cuidados fitosanitarios. La producción de café se generalizó a gran escala, convirtiéndose en el principal motor económico de países como Brasil, Colombia y varias naciones centroamericanas. En Brasil, la producción de café se concentró en pocas manos, utilizando extensivamente tierras y mano de obra, y promoviendo la inmigración para expandirse hacia el interior del país. En contraste, en Centroamérica y Colombia, la producción estaba en manos de pequeños y medianos productores que usaban intensivamente la tierra, proyectándose sobre tierras indígenas y empleando mano de obra indígena proletarizada.

Economías de Enclave o de Plantación

Las economías de enclave o de plantación se centraron en productos como el azúcar y las bananas, con la United Fruit Company dominando la producción y obteniendo amplios beneficios. Esta empresa no solo poseía el territorio, sino que también controlaba las comunicaciones, incluida la propiedad de redes ferroviarias y de exportación, controlando así tanto la producción como la comercialización. El término «repúblicas bananeras» refleja este poder. El caucho es un ejemplo del modelo económico de dependencia. Su producción, basada en el sangrado de árboles tropicales, tuvo un impacto ecológico significativo al depredar la Amazonía. Este sector experimentó un crecimiento acelerado hasta 1912, cuando la aparición de competidores como Malasia y las Indias Holandesas puso fin a su ciclo de expansión. En resumen, tanto la producción de clima templado como la tropical en América Latina se caracterizaron por un crecimiento impulsado por la demanda internacional, la consolidación de estructuras de producción y exportación, y una dependencia significativa de los mercados globales, lo que hizo a las economías de la región vulnerables a las fluctuaciones y cambios en el mercado internacional.

Minería y su Impacto en América Latina

La minería de plata experimentó una entrada significativa de capital extranjero y mejoras tecnológicas, manteniéndose como el principal producto de exportación hasta la adopción del patrón oro. En el siglo XX, el cobre y el estaño se convirtieron en recursos destacados. En cuanto a la salitre Chile se consolidó como el principal productor de salitre, especialmente después de la Guerra del Pacífico. Este mineral fue el primer producto de exportación de Chile hasta 1929. Por otro lado, las rentas aduaneras provenientes del cobre fueron cruciales para Chile y Perú, aunque el control de esta industria pasó a manos de empresas estadounidenses. Por último, el guano estuvo bajo control estatal, pero con poca infraestructura, lo que limitó su impacto social y estímulo interno. Podemos decir que el crecimiento económico en América Latina fue dispar, dependiendo de estímulos externos y posibilidades nacionales, favoreciendo especialmente a los países de clima templado. En términos globales, América Latina experimentó un aumento significativo en el volumen de sus exportaciones, que se multiplicó por diez, mientras que las importaciones se cuadruplicaron. Este crecimiento también tuvo un impacto poblacional considerable debido al proceso migratorio mencionado anteriormente.

Su participación en el comercio internacional supone un 18% en cereales, 11% en productos ganaderos, 62% en bebidas (café y cacao), 37% en azúcar y 25% en cueros, pieles y caucho. Esta alta participación en el comercio internacional también trajo ciertos desequilibrios. El primero es el índice de concentración, ya que las economías latinoamericanas dependían en gran medida de la exportación de uno o dos productos principales, lo que las hacía altamente vulnerables a cualquier cambio en el mercado internacional, haciendo que cualquier fluctuación en los precios o la demanda de estos productos afectaba de manera negativa e inmediata a las economías de la región, con la excepción notable de Argentina, que tenía una economía más diversificada. Por otro lado, el crecimiento económico en América Latina generalmente se dio en períodos específicos y no de manera sostenida, solo Argentina y Chile lograron mantener un crecimiento más constante a lo largo del tiempo. Por último, destacar su dependencia de unos pocos productos y pocos países, siendo los principales mercados Gran Bretaña y, posteriormente, Estados Unidos que emergieron como los principales destinos de las exportaciones latinoamericanas. La mayor parte del comercio se concentraba en las cuatro grandes potencias industriales de la época (Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia y Alemania), con el 90% del comercio total latinoamericano concentrado en solo 10 países y el 70% en 18 países. Estos desequilibrios reflejan la fragilidad y la dependencia estructural de las economías latinoamericanas en el contexto del mercado internacional, evidenciando la necesidad de diversificación y fortalecimiento interno para reducir la vulnerabilidad frente a las fluctuaciones globales.

Uso Intensivo de la Tierra

El sistema exportador en América Latina, que dependía en gran medida de la demanda externa, requirió un uso intensivo de la tierra. Para ello, se implementaron varias medidas: las tierras de dominio público fueron privatizadas para aumentar la eficiencia y modernización de la producción y se suprimieron propiedades de la Iglesia y de comunidades indígenas, redistribuyéndolas entre grandes propietarios. La agricultura orientada al consumo interno fue desplazada en favor de cultivos de exportación. Por ejemplo, en México (1877-1910), la producción de café, tabaco y azúcar aumentó un 75%, mientras que la de maíz y trigo disminuyó un 22%. En Argentina, la «Conquista del Desierto» permitió la incorporación de La Pampa a la explotación agrícola y ganadera para satisfacer la creciente demanda del mercado externo. Las nuevas tierras se concentraron en manos de pocos, consolidando el poder de la clase terrateniente. Por otro lado, la primera oleada migratoria benefició a una élite de origen europeo que recibió tierras. mientras que la segunda oleada, masiva y procedente del sur de Europa, se asentó principalmente en suburbios urbanos, por lo que la tierra se parceló y arrendó a colonos europeos, lo que ofreció una ventaja competitiva a largo plazo. Por último, el capital extranjero fue clave para el desarrollo del modelo, financiando la construcción de ferrocarriles y frigoríficos, esta inversión extranjera también resultó en una subordinación económica a los intereses británicos. Este enfoque intensivo en la tierra como base del poder económico y político ayudó a consolidar la estructura de las economías latinoamericanas, reforzando la dominación de las élites terratenientes y perpetuando la dependencia económica de mercados y capitales extranjeros.

3. La Sociedad Republicana: Migraciones, Urbanización y Nuevos Actores Sociales

La burguesía por sí misma generará una gran cantidad de transformaciones a nivel socioeconómico en América: en el ámbito urbano podemos hablar de un crecimiento urbano sin precedentes que cambia el panorama social y político en latinoamericana. A nivel cultural se observa en la adaptación de los gustos, además van a ir desapareciendo ciudades vinculadas al sistema colonial y estas ciudades se van adaptando a los gustos de esta burguesía. Se consolidarán grandes urbes que traen consigo un nuevo planteamiento urbano con el desarrollo del transporte público… es un proceso de urbanización bastante rápido. También un notable crecimiento de la población, duplicando su población las grandes urbes latinoamericanas. Aquellas ciudades más afectadas por el crecimiento urbano son aquellas donde se combine el poderío político y exportador. En síntesis, es un momento en el que Latinoamérica pierde el carácter rural que lo caracterizaba hasta el momento, pero no fue un proceso regular, si no que afectó más a determinados países.

Migraciones

El hecho social que más va a marcar el siglo XIX. Hasta este momento América Latina se conformaba como un vasto territorio, que cara a 1870 gozaba de 38 millones de habitantes que hacia 1920 llega a más de 100 millones. La primera ola de migración data de 1850, procedentes de norte y Centroeuropa. La segunda ola se puede dividir en un ascenso desde 1870 hasta la I Guerra Mundial con un declive que va desde la IGM hasta la crisis de 1929, provocando un cierre de fronteras a la inmigración. La ola migratoria no afectará a todos los territorios por igual, podemos observar diferentes desequilibrios, centrándose esta en Río de la Plata, Brasil y Cuba y teniendo poco impacto en la región andina, Centroamérica y México.

Nuevos Grupos Sociales

El periodo entre 1850 y 1930 en América Latina estuvo marcado por la llegada de nuevos grupos sociales, cuyo surgimiento fue impulsado por diversos factores, incluyendo la inmigración masiva, el desarrollo del modelo agroexportador, la incipiente industrialización subsidiaria y el crecimiento urbano, particularmente en el ámbito de la administración y los servicios. Estos cambios representaron un desafío para las viejas oligarquías que mantenían la hegemonía.

Las oligarquías experimentaron transformaciones significativas entre 1850 y 1930. Además de los propietarios agrícolas, comenzaron a surgir banqueros, industriales y comerciantes, así como élites extranjeras vinculadas a la exportación. El quiebre económico causado por la Primera Guerra Mundial resultó en el desplome de los beneficios de la exportación agropecuaria.

Las clases medias surgieron como resultado de las transformaciones económicas, demográficas y sociales previas, desafiando la estructura de poder oligárquica y generando nuevas dinámicas políticas. Realizaron críticas al sistema electoral, marcado por el fraude, y a la cooptación del poder por parte de las élites, llevaron a una renovación política por parte de estas últimas, buscando integrar a las clases medias en los esquemas de dominación preexistentes mediante redes clientelares.

Los trabajadores asalariados, inicialmente empleados en el sector agropecuario y en industrias subsidiarias para la exportación, así como en servicios como el transporte y los puertos, comenzaron a organizarse. La inmigración europea contribuyó a este proceso, aportando mano de obra, nuevas ideas como el socialismo y el anarquismo, y una experiencia organizativa. De las sociedades de beneficencia surgieron las primeras organizaciones sindicales, que eventualmente evolucionaron hacia movimientos sindicales más estructurados y políticamente activos. La aparición de organizaciones sindicales como la FORA en Argentina (1900) y la FORU en Uruguay (1904) marcó el inicio del movimiento sindical. Este movimiento, inicialmente de carácter anarco-sindicalista, evolucionó hacia organizaciones sindicales y políticas comunistas a partir de 1921, especialmente después de la crisis de 1929, que llevó a una hegemonía comunista en varios países.

Por otro lado, el campesinado indígena experimentó un deterioro debido al cierre del proceso de apropiación estatal del territorio, el genocidio, los proyectos eugenésicos, la pérdida de identidad y la expropiación de tierras colectivas. La concentración de la propiedad y la proletarización generaron grietas en el modelo, como se evidenció en la Revolución Mexicana, donde el 80% del campesinado fue desposeído de sus tierras mientras que el 1% controlaba el 85% del territorio. Este deterioro llevó a una creciente migración indígena hacia las zonas urbanas, buscando nuevas oportunidades fuera del ámbito rural.

La Mujer en la Esfera Pública

Entre 1870-1930 tenemos el debate político del rol femenino en la sociedad. Los antecedentes eran las esferas de poder informales en función de su fortaleza corporativa: la iglesia pugna frente al liberalismo y el conservadurismo frente al proletariado. La inclusión en la sociedad civil va en función del rol como madre y esposa: agente educativo de nuevos ciudadanos y ampliación de las oportunidades educativas: estudios profesionales (aquellos dirigidos fundamentalmente a la formación de maestras) y universitarios (primeras abogadas, doctoras y dentistas). La extensión de sus funciones asistenciales en el ámbito privado hacia la sociedad en su conjunto. La incorporación de la mujer al trabajo traerá el debate sobre la dependencia del marido, algo que ocurrió en torno a las clases medias y trabajadores y especialmente en los territorios que tuvieron un crecimiento industrial y de población mayor con leyes laborales más tempranas. Toma de conciencia de sectores católicos sobre la cuestión social: nueva oportunidad de participación femenina, destacando la beneficencia y la socialización de las tendencias salubristas. Tendrán una gran influencia las organizaciones internacionales de mujeres que buscarán un distanciamiento de los roles de género, una movilización por derechos civiles y por derechos políticos como el sufragio y la igualdad jurídica.

En el campo del sufragio femenino y la movilización política vemos diferencias cronológicas en la concesión del voto femenino con estrategias de poder interno, medida impulsada por partidos conservadores con rechazo de partidos progresistas. Ecuador es el primer partido en reconocer el voto femenino (1929): en el periodo de 1939 a 1945: El Salvador, República Dominicana, Panamá, Costa Rica y Guatemala. Tras la II Guerra Mundial se articula el movimiento feminista internacional con el Primer Congreso Femenino Internacional (1810). Aparecen partidos políticos femeninos entre 1921 y 1922 que van a presionar desde la esfera pública, destacando el caso del Partido Feminista Nacional en Argentina; y dos tendencias dentro del movimiento de mujeres: una moderada que no buscaba alterar el rol social que se le asignaba a la mujer aunque si algunos cambios y luego la tendencia que buscaba acabar con el sistema patriarcal.

Reformismo: Expresión de una Burguesía en Auge

El auge de la burguesía en América Latina se reflejó en un crecimiento tanto del desarrollo estatal como económico, dando lugar a un creciente aparato burocrático y administrativo. El crecimiento de las ciudades trajo consigo un desarrollo de servicios y el surgimiento de nuevas estructuras políticas. En este contexto, surgieron los sectores medios urbanos, que demandaban una mayor participación en las decisiones públicas y buscaban romper con el monopolio oligárquico en la dirección del Estado. Entre las principales expresiones de este reformismo burgués se destacan los movimientos en el Cono Sur, como la Unión Cívica Radical (UCR) en Argentina, liderada por figuras como Arturo Alessandri en Chile, y José Batlle y Ordóñez en Uruguay. Estos líderes encarnaron las aspiraciones de una clase media urbana en ascenso, que buscaba reformas políticas y sociales significativas para asegurar su participación en el proceso político y económico del país.

4. Las Grandes Transformaciones Políticas: Reformismo y Revolución en Torno a 1900

En Argentina la UCR (1890) será el partido que defenderá los intereses de las clases medias: revueltas por apertura política y ampliación de sus bases. La reforma electoral durante la presidencia de Roque Sáenz Peña (1910-14) trajo el desarrollo de grupos moderados de oposición y obligó a los conservadores a conformar un partido fuerte para competir con el poder. Impacto: sufragio universal masculino y fin del fraude, victoria de Hipólito Yrigoyen (1916), la oligarquía mantuvo el poder económico; la burguesía conquistó el poder político; y las reformas limitadas produjeron crisis y resistencias internas.

En Chile tenemos una apertura política más tardía de las élites. La Guerra Civil de 1891 trae la consolidación de un régimen parlamentario y se agudizan las tensiones sociales desde principio de siglo gracias a un movimiento obrero sólido, el surgimiento del Partido Socialista (1912) y el incremento de las contradicciones. La llegada del primer periodo reformista (1919): Arturo Alessandri (Alianza Liberal); Crisis postbélica, fuertes resistencias conservadoras, bloqueo político y golpe militar (1925), restitución y reforma política e institucional y el General Ibáñez del Campo (1927).

En Uruguay en 1904 se inicia la etapa reformista (la más temprana) con la Presidencia de José Batlle y Ordóñez (1904-1908; 1912-1916). Entre las transformaciones políticas e institucionales: cierre a las viejas formas políticas del Partido Nacional, el proceso de reformas que perduraría hasta el golpe militar de 1971, la nueva constitución y ley electoral, la consolidación de un sistema bipartidista y la estabilidad institucional. En cuanto a las transformaciones socioeconómicas vemos una estatización de servicios públicos (capital foráneo) y políticas sociales en enseñanza y legislación laboral.

En el caso de México se desarrolla una propuesta reformista presente en muchos puntos del continente, era el país con mayor grado de industrialización y crecimiento urbano. Se trata de una respuesta ante las contradicciones del modelo buscando el cambio social, desarrollo de las clases medias y demanda de participación política. No en todos los países existió una salida posible a estas contradicciones en el marco del sistema.

México Bajo el Porfiriato

Porfirio Díaz llega a la presidencia de México en 1875 que busca darle estabilidad política y un desarrollo económico continuado. Entre las características de su forma de gobierno podríamos destacar la idea positivista de orden y progreso, la políticas de control social y restricciones políticas, el ser un caudillo de nuevo tipo: liberal y positivista, y relección en sucesivos mandatos. Va reformando la constitución para conseguir estas reelecciones y no parecer así un dictador. Desarrollo económico y en infraestructuras: trazado ferroviario que pasa de 1k a 13k km, y un incremento del comercio exterior siendo EEUU su principal socio comercial, minerales y productos agropecuarios y ligera industrialización. Marcada especialización regional en el país: en el norte minería y ganadería, en el valle central los cereales, en Morelos el azúcar y en Yucatán el cultivo del henquín. Ausencia de una clase empresarial fuerte y de sectores medios: desarrollo en función de capitales extranjeros y una acentuada desigualdad social: sectores oligárquicos muy prósperos y inmensa mayoría empobrecida. La agricultura estaba enfocada en la exportación: carencia de productos para el consumo interno y encarecimiento. Indicadores sociales: el 29% de los niños no superaban el año de vida y un mínimo porcentaje sabía leer y escribir. El Estado durante el Porfiriato fue un estado fuertemente centralizado con un alto nivel de represión y control social. Este control social fundamentalmente en las capas más bajas de la sociedad y el ámbito rural.

El creciente descontento en diversos sectores de la sociedad mexicana durante el régimen de Porfirio Díaz se manifestó a través de movimientos huelguísticos y tensiones en el ámbito rural, marcadas por políticas de expropiación de tierras para la producción cerealera y la construcción del ferrocarril, así como por disputas sobre la propiedad de la tierra. Este malestar se extendió incluso entre las élites, especialmente entre las generaciones más jóvenes, que se sentían limitadas en su desarrollo debido a la lógica clientelar del gobierno. Francisco Madero, un líder de la élite ganadera y del sector minero, formado en Francia y Estados Unidos y con inclinaciones liberales reformistas, se erigió como principal figura opositora a Porfirio Díaz.

En 1910, las elecciones presidenciales fueron marcadas por la propuesta de reelección de Díaz, enfrentando la oposición del Partido Antirreleccionista. La victoria de Díaz estuvo acompañada por la encarcelación de miles de opositores. Desde la cárcel, Madero emitió el Plan de San Luis Potosí, llamando a la resistencia armada contra Díaz. Este movimiento ganó fuerza rápidamente y llevó a la descomposición progresiva del Porfiriato, culminando en el exilio de Díaz en 1911 y la elección de Madero como presidente de México.

La emergencia revolucionaria dio lugar a diversos movimientos, como el zapatismo en Morelos, que abogaba por la expropiación azucarera y tenía un carácter agrarista, y el villismo en el norte del país, liderado por Pancho Villa, que demandaba trabajo en lugar de tierras. La lucha entre estos movimientos y el gobierno central condujo al derrocamiento de Madero y su asesinato por Victoriano Huerta en 1913.

El ascenso de Venustiano Carranza como líder del Ejército Constitucionalista marcó una nueva etapa en la Revolución Mexicana, caracterizada por una guerra civil entre facciones rivales. La dimisión de Huerta en 1914 y el enfrentamiento entre carrancistas, villistas y zapatistas llevaron a la institucionalización de la revolución y a la implementación de reformas bajo el gobierno de Carranza, incluyendo un nuevo marco constitucional que garantizaba derechos laborales y sociales.

El cardenismo, encabezado por Lázaro Cárdenas en 1934, introdujo políticas de corte social y nacionalista, incluyendo la distribución de tierras y la estatización de recursos clave, como la industria petrolera. Cárdenas también estableció el Partido de la Revolución Mexicana (PRM), que organizaba a los sectores populares bajo el auspicio del Estado y consolidaba la estabilidad institucional del país.

5. Relaciones LATAM-EEUU: del Panamericanismo a la Intervención

La relación entre América Latina y Estados Unidos ha estado marcada por una serie de etapas, desde la doctrina Monroe de 1823 hasta el intervencionismo del siglo XX. La Doctrina Monroe estableció la premisa de que América era para los americanos, resistiendo el colonialismo europeo. Esta idea se reinterpretó bajo la presidencia de Polk, justificando la expansión estadounidense y oponiéndose a las pretensiones británicas sobre Centroamérica.

El surgimiento de Estados Unidos como una potencia capitalista en el continente americano se caracterizó por varios aspectos significativos. En primer lugar, supuso el desplazamiento definitivo de las potencias europeas y la gradual sustitución de la hegemonía inglesa por la estadounidense en el continente. Esta transición marcó una nueva era de influencia y dominio en la región. Además, este proceso conllevó la organización de un sistema de integración regional, que estuvo subordinado a los intereses de Estados Unidos. Este país se convirtió en el principal actor en la configuración de las relaciones y políticas en América Latina, estableciendo su liderazgo en diversos aspectos económicos, políticos y diplomáticos.

La intervención de Estados Unidos en América Latina adquirió un carácter genuinamente imperialista, diferente a la fase expansionista anterior. Durante los mandatos de presidentes como Hayes y Roosevelt, se consolidaron políticas de intervención directa en los asuntos internos de los países latinoamericanos.

Por ejemplo, bajo la presidencia de Hayes (1887-1901), se estableció que Centroamérica y el Caribe eran esferas de influencia exclusiva de Estados Unidos. Roosevelt (1901-1909) promovió la idea de que si un

país latinoamericano amenazaba los intereses de empresas estadounidenses, el gobierno debía intervenir para proteger esos intereses.

Un caso emblemático de esta intervención fue la situación en Cuba, donde Estados Unidos ejerció una dominación militar efectiva, limitando su soberanía y manteniendo un derecho de intervención frente a injerencias europeas. Además, la independencia de Panamá en 1903, facilitada por Estados Unidos, aseguró sus intereses comerciales y el control del tráfico interoceánico, ejemplificando esta perspectiva imperialista. Este episodio histórico también marca el inicio de la denominada «escuela de las Américas», una institución que ha tenido un papel importante en la formación de líderes militares en la región. 

La Diplomacia del Garrote, promovida por Theodore Roosevelt, se basaba en el principio del «Big Stick», que implicaba respaldar cualquier iniciativa de política exterior de Estados Unidos con demostraciones de fuerza. Este enfoque se caracterizaba por su carácter preventivo, destinado a garantizar que los países latinoamericanos pagaran sus deudas a las naciones europeas y evitar pretextos para intervenciones externas en la región. Bajo esta doctrina, se produjo un incremento del intervencionismo estadounidense en América Latina. Ejemplos destacados incluyen las intervenciones en Cuba durante los periodos 1906-1909, 1911-1912 y 1917, así como en Panamá en 1904 y 1912. Además, se destacan las intervenciones en la República Dominicana entre 1903-1905 y el establecimiento de un gobierno militar de 1916 a 1924, así como la intervención en Haití en 1915.

Estas acciones reflejaron la voluntad de Estados Unidos de ejercer su influencia y mantener el orden en la región, incluso a través del uso de la fuerza militar cuando se consideraba necesario para proteger sus intereses y promover la estabilidad política y económica en América Latina. La Diplomacia del Garrote dejó una marca duradera en las relaciones hemisféricas y en la percepción de Estados Unidos como una potencia intervencionista en la región.

Durante la presidencia de William H. Taft, la política exterior de Estados Unidos adoptó una postura conocida como la Diplomacia del Dólar, que se caracterizaba por cambiar las balas por billetes y adoptar una posición menos intervencionista en el discurso, aunque manteniendo una fuerte influencia económica. Esta estrategia globalizó la Doctrina Monroe, estableciendo a América Latina como una zona de influencia económica exclusiva de Estados Unidos.

Bajo esta política, Estados Unidos dejó claro que no toleraría la transferencia de zonas estratégicas del Hemisferio a empresas extranjeras, vetando no solo la intervención de gobiernos extranjeros, sino también la acción de agentes económicos privados. Esto se tradujo en un intervencionismo económico, asumiendo el control de la deuda externa de los países latinoamericanos o colocando a empresas estadounidenses al frente de sus bancos nacionales.

La intervención no se limitó al ámbito económico, sino que también se extendió al militar. Un ejemplo destacado fue Nicaragua, donde Estados Unidos ejerció una presencia militar directa entre 1912 y 1925. Esta presencia estuvo motivada por intereses estratégicos, como el control del canal interoceánico en Nicaragua y la influencia sobre las compañías fruteras que operaban en la región. En respuesta a este intervencionismo, surgieron resistencias en América Latina. Por ejemplo, el presidente nicaragüense Santos Zelaya permitió la entrada de empresas europeas en un intento por limitar el crecimiento del control comercial estadounidense. Sin embargo, en 1909 Estados Unidos intervino en Nicaragua, retirando sus tropas en 1925, solo para intervenir nuevamente en 1926 debido a conflictos internos entre liberales y conservadores. Este periodo también presenció el levantamiento sandinista, un movimiento armado que buscaba defender la soberanía nacional frente a la intervención extranjera. En última instancia, la Diplomacia del Dólar de Taft sentó las bases para una relación compleja entre Estados Unidos y América Latina, marcada por el equilibrio entre el intervencionismo y las resistencias regionales.

La política exterior de Estados Unidos estuvo influenciada por prejuicios culturales y una percepción de superioridad racial, entrelazados con doctrinas como el Destino Manifiesto. Inicialmente, Wilson adoptó una postura más idealista hacia América Latina, abogando por el principio de autodeterminación y respaldando la democracia. Sin embargo, esta política gradualmente evolucionó hacia la protección agresiva de los intereses de las empresas estadounidenses.

Esta evolución se fundamentó en la creencia de que los países latinoamericanos eran incapaces de autogobernarse y que Estados Unidos tenía la responsabilidad de guiarlos, enseñándoles a elegir líderes dignos. Esta mentalidad de dominación se consolidó con el panamericanismo, una expresión ideológica que afirmaba la unidad del continente bajo el liderazgo de Estados Unidos.

La Conferencia de Washington (1889-1890) marcó un punto de inflexión al organizar las relaciones interamericanas según los intereses estadounidenses. Esta conferencia estableció una Unión Aduanera Americana que favorecía los productos estadounidenses, además de un sistema de arbitraje obligatorio de disputas, con Estados Unidos como árbitro.

El impacto de esta conferencia fue significativo. Por un lado, fortaleció el discurso panamericanista, presentándolo como una ideología unificadora de las relaciones interamericanas y resaltando la unidad geográfica de América. Sin embargo, también sirvió como una herramienta ideológica del imperialismo estadounidense, al tiempo que logró reunir a los países latinoamericanos en una instancia multilateral.

Durante la presidencia de Franklin D. Roosevelt (1913-1923), Estados Unidos adoptó la Política de Buena Vecindad, marcando un cambio significativo en su enfoque hacia América Latina. En lugar de recurrir al intervencionismo militar en Centroamérica y el Caribe, Roosevelt optó por emplear otros mecanismos, principalmente económicos, para alcanzar sus objetivos.

Las motivaciones detrás de esta nueva política fueron diversas. En primer lugar, buscaba promover la solidaridad interamericana ante la creciente posibilidad de una guerra en Europa. Además, tenía como objetivo asegurar los mercados latinoamericanos para ayudar a la economía estadounidense a superar la depresión. También se perseguía el fortalecimiento de la posición hegemónica de Estados Unidos en la región, ya que se percibía que no era necesario recurrir a la fuerza militar para alcanzar los objetivos deseados.

En resumen, la Política de Buena Vecindad representó un cambio de paradigma en la política exterior estadounidense hacia América Latina, abandonando el intervencionismo militar en favor de una estrategia más centrada en la cooperación económica y la solidaridad regional.

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