Constitución de 1876 y Sistema Político de la Restauración Borbónica


La Constitución de 1876 y el Sistema Político de la Restauración

La Restauración abarca desde el pronunciamiento del General Martínez Campos en diciembre de 1874 (que proclama rey a Alfonso de Borbón, hijo de Isabel II), hasta el golpe de Estado del general Miguel Primo de Rivera en 1923, durante el reinado de Alfonso XIII. Este periodo comprende el reinado de Alfonso XII (1875-1885), la Regencia de María Cristina (1885-1902) y el reinado de Alfonso XIII, hasta 1923, con el golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera; su reinado termina en abril de 1931 con la proclamación de la Segunda República.

La Restauración supone el restablecimiento del liberalismo doctrinario, ideología de la burguesía conservadora latifundista de la oligarquía. Antonio Cánovas del Castillo es la figura clave de la Restauración Monárquica (Restauración/Canovismo). Cánovas, procedente de la Unión Liberal y jefe de la causa alfonsina durante el Sexenio Democrático, preparó la vuelta de la monarquía y de la dinastía de los Borbones con Alfonso de Borbón, hijo de Isabel II. Cánovas redactó el Manifiesto de Sandhurst, publicado el 1 de diciembre de 1874 y firmado por Alfonso, en el que el rey se presenta a los españoles y se ofrece como un rey constitucional y católico.

El 29 de diciembre, el General Martínez Campos proclama rey a Alfonso. El Gobierno dimitió y Cánovas asumió la regencia hasta la llegada del rey en enero de 1875, para el que había configurado el nuevo sistema político que debía cumplir los siguientes objetivos:

  • Asentar firmemente la Monarquía como forma de Estado, que debía tener una amplia base de apoyo social que dotase al nuevo sistema de estabilidad y recuperase el prestigio.
  • Establecer el bipartidismo y el turno de partidos, válido para los antiguos Moderados, Unionistas, Progresistas y Demócratas, con la condición de que aceptaran la Monarquía borbónica y la alternancia en el poder. De estos partidos surgen los Liberales (antiguos Progresistas) y los Conservadores (antiguos Moderados) que gobernarán alternándose en el poder.
  • Alejar al ejército de la vida política o conseguir un predominio en la política del mundo civil sobre el militar. El ejército debía cumplir su misión constitucional de defensa, garantizando el mantenimiento del orden social y el acceso al gobierno a través del sufragio para los partidos integrados en el sistema (Liberales y Conservadores).

Alfonso XII, con formación militar, era cabeza del ejército. A la estabilidad del Régimen contribuirá el fin de las guerras (Tercera Guerra Carlista y la Guerra de Cuba) a principios del reinado, en 1876 y 1878 respectivamente.

La Constitución de 1876

Las bases del nuevo sistema quedaron fijadas en la Constitución de 1876, que estuvo en vigor hasta el golpe de Estado de Primo de Rivera en 1923. Fue elaborada por una comisión de 39 notables nombrados entre los 600 designados por Cánovas y, para legitimarla, fue aprobada por las Cortes Constituyentes convocadas en enero de 1876, donde los canovistas obtuvieron mayoría.

El nuevo sistema político tenía un carácter netamente conservador y creaba un sistema político parlamentario liberal, pero escasamente democrático. Esta Constitución se inspira en la de 1845 y sigue el liberalismo doctrinario, que otorga al rey un poder moderador. La Constitución establecía los siguientes principios fundamentales:

  • Soberanía compartida entre las Cortes y la Corona. Las Cortes se organizaban en dos cámaras: el Congreso de los Diputados y el Senado.
  • No contiene ningún tipo de sufragio ni un sistema de votación, por lo que será el partido gobernante el que decida, a través de la ley electoral correspondiente, si el sufragio será censitario o universal (fue censitario hasta 1890, año en el que los Liberales de Sagasta lograron el Sufragio Universal masculino).
  • Se reconocía a la Corona como uno de los pilares del nuevo régimen y se le otorgaba un conjunto de prerrogativas, como el derecho de veto suspensivo durante un año, la potestad legislativa compartida con las Cortes y el poder ejecutivo, que el Rey ejerce a través del Jefe de Gobierno y de los ministros nombrados por él y que son responsables ante las Cortes.
  • Se proclama la confesionalidad católica del Estado, aunque se toleran otros cultos.
  • La Constitución contaba con una abundante declaración de derechos, cuya concreción se remitía a leyes ordinarias que, en general, tendieron a restringirlos, especialmente los derechos de imprenta, asociación y reunión.
  • Se establecía el centralismo político-administrativo como fórmula de organización del Estado.

Tras finalizar la Tercera Guerra Carlista (1873-1876), y mediante un Decreto-Ley de 1876, se abolieron definitivamente los fueros vascos al imponer la igualdad fiscal y de prestación del servicio militar de todos los ciudadanos españoles. A partir de aquí, los vascos quedaron sujetos al pago de los impuestos y al servicio militar comunes a todo el Estado. Se estableció un sistema de «conciertos económicos» en 1878, que concedía a las provincias vascas cierto grado de autonomía fiscal en virtud de la cual pagarían a la Administración central una determinada cantidad recaudada por las Diputaciones.

En resumen, la Constitución canovista estableció un modelo moderado, censitario, con limitaciones a los derechos políticos de los ciudadanos, conforme a los intereses de la oligarquía conservadora y basado en la alternancia entre dos grandes partidos (favoreciendo el bipartidismo). Sin embargo, su carácter flexible y abierto permitiría que se fuesen introduciendo reformas en años sucesivos (en 1890 se implantaría el sufragio universal).

La Monarquía, los Partidos Dinásticos y el Caciquismo

La Monarquía

Cánovas pretendía conseguir un régimen político estable, inspirándose en el parlamentarismo británico y en los principios del liberalismo doctrinario, que otorgaba al rey un poder relevante en el sistema político. Transplantó a España el sistema de partidos turnantes, con la apariencia de una Monarquía Constitucional, donde el monarca respetaría y cumpliría las atribuciones que le reservaba la Constitución.

Para Cánovas, la Monarquía era consustancial a la historia de España y debía ser asentada como forma de Estado. El rey tendría un papel relevante en la vida política: en la Constitución de 1876 comparte la Soberanía y el Poder Legislativo con las Cortes, puede vetar una ley, convocar, suspender y disolver el Parlamento, ejerce el Poder Ejecutivo y elige al Jefe de Gobierno, desempeñando un papel moderador necesario en el sistema de turno de partidos en el poder, eligiendo al candidato pactado con antelación como Presidente del Gobierno. Los propios inspiradores del sistema no desconocían su artificialidad y la escasa relación existente entre estas instituciones y la mayoría de la población del país.

Los Partidos Dinásticos

El elemento fundamental del sistema político de la Restauración era el bipartidismo, con la existencia de dos grandes partidos: el Partido Conservador y el Partido Liberal, llamados partidos dinásticos. Ambos coincidían ideológicamente en lo fundamental, pero asumían de manera consensuada dos papeles complementarios. Eran partidos de minorías, de élites, formados por la burguesía y por las clases medias acomodadas. Su extracción social era similar, aunque en los Conservadores predominaban los terratenientes y en los Liberales los profesionales liberales (médicos, periodistas, jueces, abogados). Los dos partidos contaban con periódicos, centros y comités distribuidos por todo el territorio nacional.

Ambos partidos defendían la Monarquía Constitucional, la Constitución de 1876, la propiedad privada, el sistema capitalista y la consolidación del Estado liberal unitario y centralista, pero diferían en algunas cuestiones:

  • Partido Liberal Conservador: Creado por Antonio Cánovas del Castillo durante el Sexenio entre los partidarios de los Borbones en la persona de Alfonso (hijo de Isabel II). Formado por moderados y unionistas, aglutina los sectores más conservadores y tradicionales de la sociedad. Las clases dirigentes son los terratenientes, financieros, burguesía industrial y comercial, jerarquías de la Iglesia, el Ejército y la Administración. Ideológicamente, defendieron el inmovilismo político, el sufragio censitario, a la Iglesia y el orden social, recortando libertades y estableciendo la censura previa de prensa o restringiendo la libertad de cátedra.
  • Partido Liberal-Fusionista: Creado en 1881 por Práxedes Mateo Sagasta. Reunió a antiguos progresistas, unionistas y a algunos exrepublicanos moderados. Contaba con la burguesía industrial y las clases medias urbanas. Ideológicamente, estaban más inclinados a un reformismo de carácter más progresista y laico.

El Caciquismo

Para controlar el proceso electoral, se utilizaban una serie de fraudes, como el «pucherazo», y mecanismos como el «encasillado» y el caciquismo, que aseguraban el turno pacífico de partidos en el poder, característico de la Restauración. El turno pacífico de partidos consistía en la alternancia regular en el Gobierno de los dos grandes partidos del liberalismo español: Conservadores y Liberales, con el objetivo de lograr la estabilidad institucional y política.

Durante la Restauración, los dos partidos aceptaban turnarse pacíficamente, cediendo el poder cuando el partido en el gobierno sufriera un desgaste político y perdiera la confianza del Rey y de las Cortes. Entonces, el monarca llamaba al jefe del partido de la oposición a formar gobierno. El nuevo presidente del Gobierno convocaba elecciones con el objetivo de obtener una mayoría parlamentaria suficiente para ejercer el poder de manera estable. El fraude en las elecciones y los mecanismos caciquiles aseguraban que las elecciones fuesen siempre favorables al gobierno que las convocaba.

La alternancia en el gobierno fue posible gracias al sufragio censitario, al trato más favorable de los distritos rurales frente a los urbanos y a un sistema electoral fraudulento y corrupto, basado en la manipulación y en las trampas electorales, que se desarrollaban de la siguiente manera:

  1. El ministro de la Gobernación elaboraba el encasillado, que era la lista de los candidatos que deberían ser elegidos como diputados en las elecciones.
  2. El ministro de la Gobernación enviaba el encasillado a los Gobernadores Civiles de las provincias y estos a los alcaldes y caciques. A partir de aquí, todo el aparato administrativo del Estado ponía en marcha un conjunto de trampas electorales que les ayudaban a conseguir su objetivo, conocido como pucherazo, es decir, la adulteración de los resultados electorales.

Para conseguir la elección del candidato, se falsificaba el censo (incluyendo personas muertas), se impedía votar a determinadas personas, se manipulaban las actas electorales, se compraban votos y se amenazaba al electorado con coacciones de todo tipo (impedir la propaganda de la oposición, intimidar a sus simpatizantes o no dejar actuar a los interventores). Todo esto se hacía valiéndose de la influencia y poder económico de los caciques, individuos o familias que, por su poder económico (terratenientes) o por sus influencias políticas, controlaban una determinada circunscripción electoral.

El caciquismo era más evidente en las zonas rurales, donde la población dependía de ellos, pues eran quienes proporcionaban trabajo y, gracias al control del Ayuntamiento, hacían informes y certificados personales, controlaban el sorteo de las quintas, proponían el reparto de las contribuciones e impuestos, y podían resolver o complicar los trámites burocráticos y administrativos. Con sus favores, agradecían la fidelidad electoral y el respeto a sus intereses. El caciquismo corresponde a un país de estructura predominantemente rural como era España. Estas prácticas se apoyaban en la abstención de una buena parte de la población. La apatía electoral se explica por la no representatividad de las elecciones.

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