CARACTERISTICASBARROCO: °Naturalismo: se plasma la naturaleza sin idealizarla. Se refleja tanto la belleza como la fealdad. Abundan los cuerpos demacrados, sin disimular heridas o arrugas, al mismo tiempo que se inauguran nuevos temas, como el paisaje, la pintura de género o los bodegones. Destacará la temática religiosa.° Las figuras expresan pasiones y sentimientos exaltados y gran profundidad psicológica. El retrato tendrá una importancia central, con gran detallismo y verismo. En el caso de las imágenes religiosas se buscará un efecto místico, sobrenatural. ° Abunda la temática del dolor, lo feo, el espanto: martirios, sarcófagos con cadáveres putrefactos, llagas supurantes, profusión de sangre, etc. ° Predominan las composiciones en diagonal, los escorzos, la asimetría, que producen gran dinamismo y teatralidad. Los ropajes muy movidos y las figuras presentan un profundo claroscuro. ° Predominio del color sobre el dibujo, de la mancha sobre la línea, e importancia determinante de la luz. La figura se integra en el espacio formando parte de éste, en un continuo en el que a veces es difícil saber donde acaban y empiezan las formas. ° Profundidad continua y tercera dimensión, con juegos lumínicos muy marcados, fuertes escorzos, primeros planos desproporcionadamente grandes o excesivamente oscuros, etc. ° Aunque el soporte favorito es el lienzo, pintado al óleo, también se pinta al fresco, que, por lo general, tendrá un marcado carácter ilusionista, simulando la tercera dimensión con asombrosos efectos de trompe l’oeil.
La pintura rococó participa de todos y cada uno de los atributos del rococó en general: es frívolá, alegre, refinada. Los temas se hacen más profanos, incluso los religiosos, de manera que se relaja la tensión contrarreformista del Barroco. Se desarrollan temáticas eminentemente decorativas, intrascendentes, frívolás, de contenido pícaro, erótico o pastoril, y en formatos reducidos, con marcos de recargada decoración y, a veces, formas elípticas o de medallón. Destaca la pintura de género retratando acciones en las que aparecen caracterizados los aristócratas o bien escenas galantes o de la Comedia del Arte. Se adopta un aire dulzón y risueño, y las escenas aparecen bañadas en una luz difusa, como de neblina.
Del gran artista Aragónés ya nos hemos referido a su pintura y hemos desgranado algunos de sus logros en el grabado, campo en el que se configura como uno de los grandes, en pie de igualdad con gigantes como Durero y Rembrandt. Goya fue un hábil maestro en casi todas las técnicas, usando tanto la punta seca como el aguafuerte y el aguatinta, usados en muchos casos de forma mixta, e incluso llegó a experimentar, al final de su vida, con la litografía. En cuanto a la temática, Goya experimentó una considerable evolución. En su etapa de formación, realizó desde estampas sueltas (como San Francisco de Paula) a reproducciones de pinturas, tanto de pintores famosos (como Velázquez, que marcaría su estilo)
Como alguna propia, como El ciego de la Guitarra. Sin embargo, los mejores trabajos de Goya son las Series. La primera de ellas serán los Caprichos, donde Goya se nos revela como un furibundo racionalista, denunciando los vicios de una sociedad atrasada, supersticiosa, pacata, hipócrita e inculta que quiere combatir. Se trata de 80 aguafuertes que combina con técnicas mixtas en muchos casos, desde el buril y la punta seca al aguatinta. La acritud de sus grabados nos hace intuir el estado anímico de un artista que había perdido ya el oído y cuyo carácter se había vuelto agrio y arisco en extremo. Los grabados adquieren el aspecto de estampas sueltas con una leyenda al pie, a veces de significado críptico. La serie, que se publicó en 1799 e incluye su célebre autorretrato o grabados emblemáticos como el número 43 (El sueño de la razón produce monstruos),
constituyó un fracaso comercial, por lo que en el futuro Goya ideará series de grabados en los que dará rienda suelta a su libertad creadora mientras que en otras ocasiones se ceñirá a las modas, como es el caso de su famosa serie sobre la Tauromaquia, de estilo amable y costumbrista, que se publicó hacia 1816. Su obra cumbre es de estilo totalmente opuesto a la anterior, y la constituyen las 80 planchas de los Desastres de la Guerra, que no vieron la luz hasta 1863, mucho después de la muerte del gran grabador (aunque comenzó a prepararlas, seguramente, al mismo tiempo que la Tauromaquia). Se trata de una serie donde se nos muestran los excesos cometidos por los seres humanos durante la Guerra de la Independencia, convertidos en bestias, donde Goya no hace concesiones ni a ninguno de los contendientes ni al estilo, donde en las magistrales aguafuertes se potencia el efecto dramático de los contrastes lumínicos (matizados por el aguatinta) y la expresividad de los gestos, preludiando con todo ello el Romanticismo. Entre 1816 y 1823 creó su serie de 22 grabados de los Disparates (conocida también como los Proverbios o los Sueños), concebida, como las Pinturas Negras, no para su venta sino para uso particular y exhibición a sus más allegados. En los Disparates, Goya da rienda suelta a su creatividad y su expresión personalísima, preludiando en sus obras muchos presupuestos del Surrealismo y el expresionismo. Su técnica es, como en los casos anteriores, mixta, usando el aguafuerte, generalmente, y matizando los contrastes lumínicos con resina. Como muestra de su genio, debemos reséñar que al final de su vida experimentó con la litografía, que recientemente (a finales del Siglo XVIII) había sido inventada por el austro-húngaro Alois Senefelder. Aunque sólo realizó cuatro piezas (que constituyen la serie denominada Los toros de Burdeos), constituyen un ejemplo más del genio precursor de Goya, que incluso en su etapa de senectud mantuvo su carácter experimentador y su curiosidad vital.