La Crisis de la Restauración (1887-1898)
3.1. Los Problemas Sociales
La falta de atención de los políticos hacia la cuestión social fue una constante desde sus orígenes. El régimen aplicaba los principios del liberalismo económico y rechazaba cualquier posible intervencionismo. En 1887, la Ley de Asociaciones dio carta legal a las organizaciones de obreros. El socialismo español progresó con la fundación en 1888 de la Unión General de Trabajadores (UGT), sindicato socialista vinculado al PSOE pero independiente de este. Para conseguir sus fines, más sociales que políticos, empleó la negociación, las demandas al poder y, en último término, la huelga.
En cambio, fue el anarquismo el que alcanzó una mayor relevancia numérica y social en comparación con el socialismo. Localizado preferentemente en los núcleos catalán (industrial y urbano) y andaluz (más numeroso y rural), sus ideas iniciales sobre la revolución inmediata se moderaron paulatinamente. En 1881, los anarquistas españoles celebraron un congreso de Barcelona en el que se fundó la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE) y se rechazó la política parlamentaria y la existencia de los partidos, incluidos los obreros. Sin embargo, la FTRE entró en crisis cuando se la relacionó con la Mano Negra y se disolvió poco después del congreso de Madrid de 1888. Sus métodos de acción fueron varios:
- La acción violenta contra personas e intereses del orden burgués, como las bombas arrojadas al patio de butacas del Liceo barcelonés, en la procesión del Corpus de Barcelona y contra el general Martínez Campos –símbolos de la burguesía, de la Iglesia y del Ejército-, o el asesinato de Cánovas.
- La ocupación de fincas y pueblos, como la toma de Jerez en 1892, entendidas como acciones revolucionarias espontáneas.
- La huelga y el sabotaje.
La respuesta de la Iglesia a los problemas sociales para frenar el acercamiento obrero a las doctrinas socialistas y anarquistas fue el llamado catolicismo social, representado en España por los círculos de obreros católicos. Estos recibieron influencias de organizaciones similares de Alemania, Francia y Bélgica, de la labor del cardenal alemán Ketteler y, posteriormente, de la encíclica Rerum Novarum de León XIII. Su principal inspirador fue el padre Vicent, fundador en 1864 del efímero Círculo de Manresa y, desde 1879, de varias decenas de ellos en las diócesis de Tortosa y de Valencia.
Otra personalidad importante del movimiento obrero católico fue el obispo de Córdoba, fray Ceferino González, creador del Círculo de Córdoba en 1877 y de otros en Andalucía, al ser designado cardenal-arzobispo de Sevilla. Los círculos obreros católicos alcanzaron un alto nivel de afiliación debido al apoyo recibido desde las organizaciones patronales, aunque su incidencia en los avances sociales fue poco significativa.
3.3. El Problema de Cuba. El 98 y sus Consecuencias
La primera guerra de Cuba concluyó con la firma de la Paz de Zanjón en 1878. Sin embargo, la insurrección siguió latente por las aspiraciones de la población criolla y los intereses de Estados Unidos, que controlaban casi la mitad de las exportaciones de la isla. En 1893, Antonio Maura, ministro de Ultramar, propuso la autonomía de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, pero fue muy criticado por la minoría españolista de las Antillas y por buena parte de los políticos y medios de comunicación de la metrópoli. En 1895, tras el grito de Baire, estalló de nuevo la insurrección en Cuba, dirigida por José Martí. Al año siguiente se inició la lucha por la independencia en Filipinas, encabezada por José Rizal. Al principio, la guerra de Cuba se limitó al enfrentamiento entre las tropas españolas y la guerrilla independentista, la injerencia estadounidense fue en aumento y su prensa creó un estado de opinión que, bajo la excusa de traer la libertad a la isla, escondía intereses imperialistas.
El Gobierno español quiso acabar a toda costa con el problema cubano. Primero envió a la isla a un negociador, el general Martínez Campos, que fracasó. Después, al enérgico general Valeriano Weyler que, con numerosos soldados y recursos, practicó una fuerte y cruel represión que tampoco logró apaciguar el conflicto e incluso incrementó la resistencia de los rebeldes cubanos.
Tras el asesinato de Cánovas, Sagasta modificó la política seguida en Cuba. Destituyó al general Weyler y volvió a ofrecer la autonomía, pero los resultados fueron inútiles. Los cubanos, cada vez más apoyados por Estados Unidos, reclamaban la independencia.
Estados Unidos ofreció comprar Cuba por 300 millones de dólares, propuesta que España rechazó. En 1898 se produjo la explosión del Maine, acorazado norteamericano fondeado en La Habana. Estados Unidos culpó a España del hecho y, aunque el Gobierno de Sagasta propuso una comisión para investigarlo, el incidente se convirtió en la excusa anhelada por Washington para declarar la guerra a España.
La prensa y buena parte de la opinión pública nacional presentó el conflicto como una ocasión para demostrar la grandeza de España frente a Estados Unidos, país menospreciado como nación joven. Las escuadras norteamericanas, con navíos acorazados y superioridad en armamento, destruyeron a las españolas en Cavite (Filipinas) y en Santiago (Cuba).
La guerra entre España y Estados Unidos concluyó con la derrota española. A finales de 1898 se firmó la Paz de París por la que España perdió sus posesiones ultramarinas en América y el Pacífico. Se produjo la independencia de Cuba como nación tutelada, sin embargo, por Estados Unidos, que recibió Puerto Rico, Filipinas y la Isla de Guam en el archipiélago de las Marianas. Poco después se vendieron a Alemania los archipiélagos de las Carolinas y las Marianas.
En 1899 salieron de la isla de Luzón <los últimos de Filipinas>, un grupo de soldados españoles que, desconocedores del fin de la guerra, se resistieron a la rendición. Con ellos desaparecían los restos del viejo imperio colonial.
La derrota y la pérdida de las colonias provocaron numerosas consecuencias:
- Desde el punto de vista político supuso una reflexión para los grupos dirigentes, que intentaron modificar sus comportamientos y propusieron medidas para adecuar al país a la realidad que la derrota había puesto al descubierto.
- En el ámbito militar se puso de manifiesto la incapacidad de un Ejército volcado hacia los problemas internos, pero inadecuado para hacerse respetar en el exterior. Otro problema era el excesivo número de mandos y una tropa reclutada por el injusto sistema de quintas. Un dato significativo de la guerra de Cuba, testimoniado por Santiago Ramón y Cajal, que participó en el primer conflicto como oficial médico, fue que las bajas por enfermedad –sobre todo, el paludismo- superaron a las de los campos de combate.
- En el terreno económico, la pérdida de las colonias supuso la desaparición del mercado de las manufacturas españolas –sobre todo las textiles- y de las importaciones que desde allí llegaban. No obstante, supuso la repatriación de una gran cantidad de capitales españoles invertidos en las colonias, que sirvieron para dinamizar la economía en los años posteriores.
- El movimiento regeneracionista tuvo como punto de partida el desastre del 98. Se percibió como un momento crítico de la historia de España y los intelectuales quisieron tomar el pulso a la patria. Empezaron a soñar con una España más digna, más cercana a Europa y más adecuada a su tiempo aunque sin perder sus peculiaridades. Uno de los regeneracionistas, Joaquín Costa, pidió <despensa y escuela> y <siete llaves al sepulcro del Cid> para buscar soluciones de futuro y no mantenerse aferrados al pasado.
- La Generación del 98, formada por escritores de la época, reflexionó críticamente sobre la realidad española. Se habló de europeización y de un nuevo compromiso intelectual. La integraron, entre otros, Miguel de Unamuno, Pío de Baroja, Azorín y Antonio Machado. Sus versos, en los que calificaba a España como <vieja, tahúr, zaragatera y triste> no le impidieron vislumbrar que al final tendría <su mármol y su día, su infalible mañana y su poeta>. Asimismo, las manifestaciones artísticas anunciaban nuevos aires.