Crítica de Nietzsche a la Cultura Occidental: Nihilismo y Transmutación de Valores


Crítica a la Civilización Occidental: El Vitalismo

Para Nietzsche –filósofo de la sospecha junto a Marx y Freud– los modelos científicos, religiosos y filosóficos, cimientos todos ellos de la cultura de Occidente, han sido dañinos y han perjudicado al ser humano. Por esto, Nietzsche atacará a la cultura occidental y centrará su crítica en la metafísica y en la moral.

En 1872, Nietzsche publicó su primera gran obra, El nacimiento de la tragedia, que causó estupor y rechazo en la comunidad intelectual de la época. En ella, Nietzsche reivindicaba la Grecia arcaica, la Grecia de Homero, frente a la Grecia clásica de Sócrates y Platón, por cuanto en ella los seres humanos veían las dos máscaras de la realidad: la irracional (Dionisos) y la racional (Apolo). Para el filósofo alemán, los griegos presocráticos entendían y aceptaban que la vida no solo era creación, sino también destrucción; no solo placer, sino también dolor; no solo orden, sino también desorden. Sin embargo, era consciente de que la racionalidad apolínea de Platón había acaparado toda la realidad de la cultura occidental y, por ello, Nietzsche renegó de ella, la consideró falsa y negadora de la vida.

La labor crítico-destructiva de Nietzsche de los pilares en los que se asienta la cultura occidental encontró, por otro lado, su mayor expresión en el ataque a la religión. Su filosofía a martillazos se cebó sobre la religión cristiana, que encontró en las ideas platónicas perfecto acomodo. El cristianismo representa todo lo que Nietzsche despreciaba: una metafísica para pobres e ignorantes, una moral de débiles, que promete un mundo ajeno a este, un trasmundo (hinterwelt) en términos nietzscheanos. En definitiva, este pensador de la sospecha lo ve como un desprecio de la tierra y de la vida, y propone para sobrevivir a este engaño la muerte de Dios. Muerto Dios, el hombre podrá vivir libre de las ataduras que le unían a esa moral de esclavos.

Aun así, la crítica de Nietzsche no para aquí, también alcanza a la ciencia y al lenguaje. Los métodos, las leyes y los conceptos pretenden, equivocadamente, expresar por medios racionales definiciones de la realidad y de la vida. Nietzsche observa que cuando se da un significado concreto y convencional a ciertas palabras, se tiende a pensar, erróneamente, que se está nombrando una esencia. En efecto, la mentira se apodera de nosotros cuando utilizamos una serie de palabras como si ellas dieran cuenta de la sustancia o de la realidad en sí. Así pues, el lenguaje también nos engaña, porque a través de él, de su gramática, se impone existencia a lo que de otro modo no existiría. La tarea del filósofo, en definitiva, consiste en dejar los conceptos tal y como los encontró, empeñando su vida en aprehender intuiciones artísticas.

Por esto, los científicos son también metafísicos, ya que consideran que existe una permanencia en lo real y que la verdad puede ser descubierta y encerrada en categorías, juicios o razonamientos. El error consiste en despreciar el devenir continuo de la realidad. Un mundo siempre cambiante no puede ser determinado por leyes racionales universales. Por esto, Nietzsche reivindicó la figura de Heráclito, que negó la inmutabilidad del ser, aduciendo que la naturaleza verdadera de la realidad es el cambio.

Por tanto, la superación de la débil y engañosa cultura occidental reside en la filosofía vitalista de este pensador de la sospecha. Afirmar firmemente la vida es lo que nos propone Nietzsche, y el meollo de esta se encuentra constituido por una lucha de opuestos (amor-odio, placer-dolor, etc.), todos los cuales se alimentan recíprocamente, de tal modo que el fenómeno vital resultaría inaprensible racionalmente, siendo la imaginación mucho más valiosa que la razón.

El Nihilismo y la Transmutación de Valores

Asumir la muerte de Dios no es tarea fácil. Significa negar todos los valores supremos en los que se creía, ser consciente de haber vivido una gran mentira. La consecuencia de esta aceptación trágica es la desorientación y la pérdida del sentido de la vida. Si las supuestas verdades sobre las que descansaba la seguridad del ser humano se han demostrado mentira, solo queda la nada (nihil) más absoluta. El nihilismo designa el vacío vital que siente el individuo que no puede creer en nada, que se resigna al refugio ascético que nos muestra Schopenhauer en la nada.

Sin embargo, Nietzsche renegó de ese concepto pesimista y negativo del nihilismo que atenta contra la voluntad de vivir, y lo vio como punto de partida hacia una nueva era, la de la afirmación de la vida y la voluntad de poder. Una vez asumido el nihilismo negativo, pasivo y pesimista, Nietzsche lo convirtió en nihilismo activo y positivo, como base sobre la que asentar su nueva filosofía. La etapa de destrucción y negación dio paso a una de creación y afirmación. Afirmación de la vida que hay que vivir con optimismo y fuerza, con ilusión por construirla desde la voluntad no solo de vivir, sino de crear de cada ser humano. La vida humana tiene sentido si se entiende la existencia como un tiempo para crear, un tiempo para hacer efectiva la libertad.

Sin embargo, Nietzsche era consciente de que la nueva era no podía prescindir de la moral y lo que propuso fue desterrar los antiguos valores contrarios a la vida y transmutarlos por otros verdaderamente humanos.

La decadencia de la cultura occidental que denunció Nietzsche a lo largo de su obra tenía su origen en la inversión de los valores morales producida por la filosofía griega y la religión judeocristiana. Su pretensión era superar esa moral degenerada replanteando los criterios de bueno y malo.

Es en Más allá del bien y del mal donde Nietzsche explicó las dos morales que se encuentran mezcladas en toda cultura y que, a veces incluso, pueden darse en un mismo individuo: la moral de los señores y la moral de los esclavos. La primera corresponde a los seres sanos, los fuertes y con voluntad de poder, a los que se crean a sí mismos dominando sus instintos y usan su fuerza para someter el caos a su voluntad. La segunda, en cambio, es la propia de los enfermos, los débiles, una moral que se concreta en el miedo a la vida, es la moral del rebaño, la de la pasividad, el pecado, la renuncia y el sentimiento de culpa.

Esa primera moral, la verdadera según el pensador, fue sustituida por la moral cristiana, enferma y decadente, temerosa de lo irracional de la vida. La casta sacerdotal enseñó a odiar a los hombres poderosos, inventaron mundos suprasensibles y despreciaron la tierra y mataron la fe en el individuo mismo.

Por esto, Nietzsche señaló la necesidad de que surgiera un ser superior que acometiera la transmutación de valores, que restituyera la moral de los señores, un ser humano superior que llamó superhombre.

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