Crítica de Nietzsche a la Moral Cristiana: La Muerte de Dios y el Superhombre


Crítica de Nietzsche a la Moral Cristiana

El Método Genealógico

Nietzsche desarrolla su crítica a la moral occidental en dos obras: Más allá del bien y del mal y Genealogía de la moral. Su análisis se sitúa “más allá del bien y del mal”, descubriendo los instintos desde los que brotan los conceptos morales a partir de su genealogía. El método genealógico permite estudiar cómo surgieron los conceptos morales y cómo se impusieron como valores aceptados por todos a partir de la fuerza del grupo social que los propone.

La crítica de la moral se dirige a la moral cristiana que Nietzsche ve como una moral decadente, fruto del resentimiento. Pero es en Grecia donde se produce primero el cambio de los valores que da lugar a la moral cristiana.

Inversión de los Valores

En un momento en que las circunstancias históricas distinguen entre pueblos dominadores y dominados, la virtud era equivalente a la fuerza y el hombre bueno era el noble, el aristócrata, el poderoso. Por oposición, el malo era el débil, el cobarde, el hombre vulgar. Pero cuando la sabiduría se convierte en la virtud por excelencia –filosofía socrática- se produce la inversión de los valores. La moral se hace débil y su pretensión de universalidad la vacía de contenido: a fuerza de pretender ser una moral para todos se convierte en una moral para nadie. Estas dos formas de valoración dan lugar a la distinción de Nietzsche entre la moral de señores y la moral de esclavos.

La Moral de Señores

La moral de señores es la moral activa, originaria, que implanta los valores; el señor, el noble se ve a sí mismo como creador de sus valores. Vive de modo autónomo, confiado, encontrando la felicidad en sí mismo y despreciando la aprobación de los demás. Sólo los señores, los poderosos, buscan su voluntad de poder por encima de todo, sin esperar una compensación más allá de la única vida, la vida terrenal.

La Moral de Esclavos

La moral de esclavos es pasiva, no crea los valores, sino que los encuentra ante sí. El esclavo es débil y cobarde; siente el resentimiento hacia el poderoso y proclama los valores que le hacen la vida más soportable: la comprensión, la paciencia y la humildad. La moral del esclavo es gregaria y utilitarista, sus valores morales son expresión de las necesidades del rebaño.

El Triunfo de la Moral Cristiana

Nietzsche contempla la historia de la cultura occidental como un triunfo de los valores plebeyos, de la moral de los esclavos sobre los valores aristocráticos de la moral de los señores. Es el triunfo de la moral cristiana: moral universal y uniforme, moral del rebaño, fruto del resentimiento hacia la vida.

El judaísmo y el cristianismo completan la inversión de valores del platonismo convirtiendo al débil, al enfermo, al pobre, en hombres buenos, en hombres amados por Dios. Los débiles, los esclavos, los que no pueden disfrutar de la vida, se rebelan contra los fuertes, los señores, estableciendo una ley moral que prescinde de las diferencias entre los individuos y prohíbe a todos gozar de la libre expansión de la voluntad de poder.

La imagen de Dios en la cruz sacrificado por la redención de los hombres impulsa en el cristianismo el sentimiento de culpa y el ideal ascético de renuncia a los placeres. Nietzsche rechaza esta moral que constituye una negación de la vida, un odio contra lo humano que rechaza la belleza y la felicidad proclamando un ideal trascendente, pero vacío, una voluntad de nada: el nihilismo. Si Dios se ha convertido en el argumento contra la vida, la negación de Dios traerá la afirmación de los valores de la vida y la aparición de un hombre superior, más allá del bien y del mal, que abandone la moral del resentimiento y cree sus propios valores.

La Muerte de Dios y el Superhombre

La Muerte de Dios

En La gaya ciencia afirma Nietzsche que el acontecimiento más importante de la época es que “Dios ha muerto”. La muerte de Dios significa una crítica radical de la religión, la moral y la metafísica sobre las que se ha levantado la civilización occidental. La liberación de un gran peso que abruma al hombre, el peso de la idea de un más allá, de una trascendencia objetiva. La desaparición de la creencia en el Dios cristiano cambiará la orientación del hombre, alejándolo del mundo trascendente y sobrenatural para centrarlo en este mundo, el único mundo real.

El proceso de la muerte de Dios se había iniciado con el Renacimiento y continuado con la crítica de la Ilustración al dogmatismo. Nietzsche critica, sin embargo, que el ataque ilustrado se dirigió contra los dogmas teológicos y el poder de la Iglesia, pero mantuvo el mismo sistema moral en las instituciones del Estado, aunque renunciando a sus fundamentos teológicos. La muerte de Dios completa el proceso terminando también con este cristianismo secularizado.

La muerte de Dios permite que afloren las energías creadoras del hombre, la transvaloración de los valores que el superhombre está en condiciones de realizar. El lugar de Dios lo ocuparán ahora la vida y el superhombre creador de nuevos valores. La transmutación de los valores eleva lo múltiple y el constante devenir, que se convierten en objeto de la afirmación a favor de la vida.

La superación del nihilismo y la creación de nuevos valores que den sentido a la vida necesitan una transvaloración de los antiguos. Esta tarea de creación es propia de la voluntad de poder que dará lugar a un nuevo tipo de hombre: el superhombre, en el que se manifestará su poder creativo.

Zaratustra, el Profeta del Superhombre

En Así habló Zaratustra, Nietzsche presenta a Zaratustra (o Zoroastro, profeta de una antigua religión persa, s.VI a.C.?) que contrapone el bien y el mal, como portavoz de la muerte de Dios y profeta del superhombre y del eterno retorno.

La llegada del superhombre atraviesa tres metamorfosis del espíritu:

  • De espíritu en camello
  • De camello en león
  • De león en niño

El camello, animal de carga, simboliza a los que se contentan con obedecer ciegamente, que acarrean el peso de los valores llamados “superiores a la vida” y simbolizan al hombre que se inclina ante la omnipotencia de Dios y ante la ley moral.

El camello que quiere ser más y se transforma en león, que simboliza al negador, al nihilista que rechaza los valores tradicionales, crea las condiciones para la producción del superhombre y afirma su libertad en la lucha contra los valores establecidos.

Pero también el león tiene necesidad de transformarse en niño, de superar su autosuficiencia para poder vivir libre de prejuicios y crear un nuevo sistema de valores que esté al servicio del superhombre, al servicio de la recuperación de los instintos vitales del hombre. El niño, para quien la existencia es juego, es capaz de actuar por instintos, sin tener en cuenta las consecuencias ni los prejuicios, de vivir la vida como instante. Así habrá de ser el superhombre.

El superhombre dará un nuevo sentido a la realidad encarnando a Dionisos. Creará los valores de la vida sin fundamentarlos en un más allá, será “el sentido de la tierra”. El superhombre renuncia a los sueños ultramundanos y vuelve a la tierra. Su llegada dependerá de que los individuos superiores tengan la audacia de transformar todos los valores, especialmente los valores cristianos, y crear otros partiendo de su poder.

La moral del superhombre tendrá una absoluta autonomía moral, estará más allá del bien y del mal, porque no hará caso de los prejuicios de la gente, sino que él mismo será quien establezca el bien y el mal. Su libertad le sitúa por encima de cualquier adoctrinamiento. El superhombre se afirma en el devenir de la vida sin necesidad de crearse subterfugios, otro mundo donde consolar su angustia. No creerá en la igualdad, que considera una argucia de los débiles y de los cristianos, sino en las diferencias que existen entre los hombres.

El Eterno Retorno

Si hacemos caso a Nietzsche, esta idea –esta imagen, esta intuición- del eterno retorno es la concepción fundamental de su Así habló Zaratustra. Pese a ello no se detiene demasiado en explicar esta idea, sino que, como tantas veces la metaforiza.

El significado del eterno retorno nos enfrenta con el problema del tiempo. Todo lo vivo parece llamado a desaparecer, todo lo que nace, muere.

La doctrina del eterno retorno es el único modo de hacer inmanente la dimensión de eternidad de lo humano. Cada persona, condenada a desaparecer, volverá a vivir la misma vida. Esta concepción circular de la realidad nos obliga a que el momento presente merezca ser vivido eternamente.

Sin embargo, la idea de un cíclico retorno de lo mismo parece contradecir la idea del superhombre. Mientras que la voluntad de poder exige la superación del hombre en el superhombre como el creador de valores, el eterno retorno relativizaría el carácter definitivo de la llegada del superhombre, ya que retornaría nuevamente el ciclo de la vida y la llegada del hombre negador de la vida. Todo parecería haber sido en vano.

El superhombre acepta la vida como devenir, como eterna repetición, sin crear un ser que trascienda al mundo. Nietzsche excluye así la idea de un “más allá” personal, aceptando el mundo como realidad inmanente y única. La idea del eterno retorno es la consecuencia de la voluntad de poder que acepta la vida con todas sus consecuencias.

El mundo está cerrado en sí mismo, su significación es puramente inmanente, y el hombre fuerte afirmará este mundo con firmeza, no con resignación, sino con alegría, renunciando a cualquier escapismo trascendente.

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