¿Cuál es la relación que existe entre la literatura oral y el gusto por la lectura?


I. ¿De dónde viene nuestra Educación literaria?


Si nos remitimos a la infancia debo admitir que nunca me entusiasmó la clase de literatura eso sí, amaba con locura la lectura.
Ésta no es una situación original: ya le ocurría a maestros como Dámaso Alonso y a muchos otros. Y tenía amigos a los que les pasaba lo mismo. El sentir general de los alumnos era el de un odio más o menos profundo por las clases de lengua y literatura. Desde hoy veo lo absolutamente ridículo que era presentar ese inmenso caudal de datos de obras y autores, sin apenas una muestra de cada una de ellas. Como si a las clases de gimnasia no hubiéramos tenido que ir en chándal y la profesora se limitara a explicarnos la teoría de la educación física, del fútbol o del baloncesto. Exactamente igual. La práctica de la lectura tenía en las aulas la misma relación con la asignatura de lengua que con la de matemáticas. Es necesario saber cómo se ha llegado a esta situación para poder cambiar absolutamente ese divorcio absurdo entre una cosa y la otra, que en realidad debían ser una, teoría y práctica, sin la mencionada práctica de la trituradora tan habitual en las clases de lengua.
La educación literaria en España ocupa un lugar oficial desde mediados del Siglo XIX, cuando con la Ley Moyano pasa a tener cabida en la universidad. Hasta entonces más que una educación literaria reglada había lecturas de los textos literarios de cuyos contenidos se aprendía: los libros de ensayo, novela, poesía, eran obras para el deleite y el aprendizaje por igual. Existía, por supuesto, el estudio de la Retórica, el arte del buen hablar/escribir, pero era claramente una materia diferente.     

IV. …de lo que leímos a lo que decimos

Es un círculo vicioso: quizá la falta de formación literaria sólida en muchos de los más jóvenes, futuros maestros/profesores impida durante otra generación más romper con el pasado. Es fruto precisamente de esa falta de formación lectora y por tanto de la creación del sentido crítico lo que los inmoviliza en general, salvo excepciones que aceptan el reto como un desafío ilusionante, precisamente cuando ya está diagnosticado el problema con toda claridad. Insisto, entre nuestros alumnos hay excepciones pero lo que hay que conseguir es que se invierta la proporción, y pasen a ser excepción los conservadores pasivos, los que reproducen aquello que ya saben que falló con ellos.



Por supuesto que se está trabajando mucho y muy bien en el campo de la literatura infantil y juvenil. Sobre todo infantil. Ahora hay que conseguir congeniar la investigación con las programaciones, las aplicaciones en el aula, etc. Si realmente casi nadie reconoce su propio itinerario lector en la escuela es imprescindible que esto cambie. Y si vamos a seguir como hasta ahora no pretendamos vincular la literatura con la lectura, creemos un espacio aparte para esta última y que se sienta libre ya ajena, tan cercana a la clase de literatura como a la de ciencias sociales o a la de física. Quizá sea lo mejor, una asignatura que solo sea Lectura.

II. Distancia entre investigadores y docentes


Hay algo que parece obvio pero que quizá nos convenga resaltar ahora: los historiadores piensan en las historias de la literatura desde la investigación más que desde la docencia. Aunque por supuesto el utilitarismo está presente y así lo manifiesta por ejemplo David T. Gies cuando concede que a veces estas obras se escriben porque hay gente que quiere leerlas y las casas editoriales fomentan la aparición de las mismas: es (la historia de la literatura que Gies defiende) el diálogo entre autores y críticos, lectores y público, vivos y muertos a lo largo de diez siglos. Pero siempre hay que pagar algún peaje, y añade: Y si queremos crear `ficciones útiles´ necesitamos aceptar la inquietud de la exclusión. Es interesante ver que el debate sobre los contenidos/ enfoques de las historias literarias o historias de la literatura sigue vigente al igual que lo sigue la escritura de las mismas. Desde el punto de vista didáctico Pozuelo y Aradra reivindican las historias de la literatura por el ahorro de esfuerzo y tiempo que supone para el que acude a ellas. Pero llevamos más de un siglo con historias y manuales… ¿dónde está el fallo para no haber alcanzado el rendimiento esperado?
Creo que justamente en el uso, o mal uso de esta herramienta. Precisamente en el inmovilismo, en la falta de formación real del docente en su propia educación literaria. Aunque son numerosos los estudios sobre la necesidad de cambiar el enfoque en la enseñanza de la literatura. Lo importante de este planteamiento es que al menos considera al profesor reflexionando sobre el hecho lector aunque sus prejuicios anulen lo que parecería un paso hacia delante en la identificación de clase de literatura con lectura. Tenemos que ser conscientes pues de la enorme distancia que hay entre el investigador/ fijador de documentos autor de las obras y el docente que hace uso de ellas. Que haya excelentes Historias de la literatura no quiere decir que la literatura se haya enseñado bien. Ni siquiera que se haya enseñado. Como leíamos en la cita de Barthes, sencillamente se había enseñado historia de la literatura. Que es otra cosa.

Dejar un Comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *