Decadencia y Resurgimiento: Los Austrias del Siglo XVII en España


Los Austrias del Siglo XVII y el Gobierno de Validos

Durante el siglo XVII, se desarrolló en España el gobierno de validos. Los monarcas, conocidos como los Austrias Menores, se desentendían de las labores de gobierno, que eran realizadas por un aristócrata en quien el rey depositaba su total confianza. Esta práctica surgió debido a la complejidad del gobierno y la escasa laboriosidad de los monarcas. Los validos crearon Juntas reducidas, compuestas por sus propios partidarios, caracterizándose este sistema por la corrupción, el nepotismo y la venta de cargos.

El valido de Felipe III (1598-1621) fue el Duque de Lerma, un político mediocre y ambicioso que colocó a sus parientes y amigos en cargos importantes. El hecho más destacado de su política interior fue la expulsión de los moriscos en 1609, lo que provocó despoblamiento y escasez de mano de obra agrícola en Aragón y Valencia.

El Conde-Duque de Olivares, valido de Felipe IV (1621-1665), intentó llevar a cabo una serie de reformas, incluyendo que los reinos peninsulares colaboraran al mismo nivel que Castilla en la Guerra de los Treinta Años (1618-1648). Este proyecto desencadenó la crisis de 1640, que resultó en la independencia temporal de Cataluña.

Durante la minoría de edad de Carlos II (1665-1700), su madre, Mariana de Austria, ejerció la regencia con la ayuda del Padre Nithard o Fernando de Valenzuela. Posteriormente, los sucesivos validos de Carlos II (Juan José de Austria, el Duque de Medinaceli y el Conde de Oropesa) desarrollaron una acertada política financiera de reducción de impuestos y contención del gasto.

La Crisis de 1640

Debido a la costosa política hegemónica de reinados precedentes, el siglo XVII español se vio marcado por una profunda crisis económica y demográfica. El reinado de Felipe IV (1621-1665) se desarrolló en un escenario internacional dominado por conflictos bélicos, como la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), que agravaron aún más la situación.

El Conde-Duque de Olivares implementó la Unión de Armas, pretendiendo la formación de un ejército común financiado por los diferentes reinos, además de implantar en ellos el modelo político y fiscal de Castilla. Sus propuestas suscitaron el rechazo en los territorios afectados. El 7 de junio de 1640 se produjo en Barcelona el denominado Corpus de Sangre, que comenzó como un altercado y derivó en un motín general. El virrey, el conde de Santa Coloma, y algunos funcionarios y jueces reales fueron asesinados.

Los catalanes pidieron ayuda a Francia y en enero de 1641 Cataluña se convirtió en república bajo la protección de Francia. La crisis económica, unida a un nuevo brote de peste y a la opresión francesa, provocó el agotamiento de los catalanes, quienes se rindieron en 1652 con la condición de que se respetaran sus antiguos fueros.

Paralelamente a la sublevación catalana, se produjeron rebeliones en otros lugares. En Andalucía, fue reprimida una conspiración dirigida por el Duque de Medina Sidonia. Las Cortes portuguesas, aprovechando la rebelión catalana, proclamaron rey al Duque de Braganza con el nombre de Juan IV. Todos los intentos de España por recuperar el dominio de Portugal fracasaron. Con el apoyo de Francia e Inglaterra, la nueva monarquía portuguesa se consolidó y finalmente España reconoció su independencia en 1668.

El Ocaso del Imperio Español en Europa

Durante el reinado de Felipe III (1598-1621) se interrumpió la tendencia belicista del siglo anterior. La muerte de Isabel I de Inglaterra posibilitó la paz con este país y la ruina financiera de la corona obligó a firmar con Holanda la Tregua de los Doce Años (1609-1621).

Con Felipe IV (1621-1665) y el Conde-Duque de Olivares, España volvió a implicarse en la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), apoyando a los Habsburgo de Viena y a los príncipes católicos alemanes. Esta larga y calamitosa contienda concluyó con la firma de la Paz de Westfalia, donde España reconocía la independencia de Holanda. La guerra continuó contra Francia hasta 1659, cuando por la Paz de los Pirineos se le cedieron el Rosellón, la Cerdaña, la región del Artois y algunas plazas flamencas. España perdía así su hegemonía europea.

Durante el reinado de Carlos II (1665-1700) se reconoció la independencia de Portugal (1668). España fue víctima de la política agresiva y expansionista de Luis XIV. En la Paz de Aquisgrán (1668), España cedió a Francia Lille y otras plazas fronterizas. Por la Paz de Nimega (1678), España entregó a Francia el Franco Condado y algunas plazas flamencas. Mientras Francia emergía como la indiscutible potencia europea, España quedaba relegada a un segundo plano en el escenario internacional. Al morir Carlos II sin descendencia, las grandes potencias europeas se enfrentaron por la Corona española en la Guerra de Sucesión (1701-1713/15).

Evolución Económica y Social en el Siglo XVII

En España, la crisis fue temprana y profunda. En la primera mitad del siglo XVII se produjeron epidemias, pobreza y hambre, lo que generó una crisis demográfica. A esto contribuyó la expulsión de los moriscos en 1609, siendo especialmente grave en Valencia y Aragón. Las frecuentes guerras exteriores, la emigración y el incremento de los miembros del clero provocaron un descenso del número de matrimonios y de la tasa de natalidad.

La crisis golpeó con más fuerza a Castilla que a los reinos periféricos. En la segunda mitad del siglo, la crisis continuó y se agudizó. A la decadencia de la agricultura, se le unió la de la ganadería lanar y la industria. El comercio tampoco prosperó, debido a la competencia francesa en el Mediterráneo y la inglesa y holandesa en el Atlántico. Aumentó el autoabastecimiento de las Indias y el agotamiento de sus minas. La consecuencia de la crisis comercial fue la disminución de la circulación monetaria.

La torpe gestión económica de los gobiernos de la Corona empeoró la situación: mientras la moneda se devaluaba, los precios y los impuestos subían. La crisis afectó a todas las capas sociales. La nobleza vio disminuir sus rentas y tuvo que endeudarse para mantener su nivel de vida. El número de religiosos creció, no por vocación sino por escapar de la miseria. Muchos campesinos se vieron obligados a vender sus tierras y emigrar. La escasa burguesía abandonaba sus negocios e invertía en tierras, señoríos y rentas fijas. Hacia 1680, la crisis se mitigó gracias a un aumento de la natalidad y una lenta, pero constante recuperación de la producción y el comercio.

El Esplendor Cultural: El Siglo de Oro

Conscientes de que el descontento social podía desembocar en rebeliones y protestas, los más poderosos (monarquía, Iglesia y nobleza) hicieron del arte y el teatro instrumentos de propaganda y dominación ideológica, con el propósito de defender los valores que sustentaban el orden social establecido.

En su vertiente más popular, la cultura barroca se reviste de contenidos aparatosos y emocionales. El alto nivel alcanzado por la cultura ha justificado que se denomine a esta etapa como SígIo de Oro. La religión tuvo una gran difusión a través de la escultura de los imagineros (Martínez Montañés). Los grandes pintores de la época (Ribera, Zurbarán, Murillo…) también produjeron obras de carácter religioso. Entre todos ellos destaca el genio de Velázquez, pintor de cámara de Felipe IV, quien con su dominio del arte pictórico retrató con igual dignidad a reyes y bufones. En literatura destacan, la narrativa de Cervantes (Don Quijote) o Quevedo (El Buscón), el teatro de Lope de Vega (Fuenteovejuna) o Calderón de la Barca (La vida es sueño), la poesía de Góngora (Las soledades). En general, fueron frecuentes los temas del honor, el desengaño, la caducidad de la vida y la vanidad de las ambiciones mundanas.

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