La Monarquía de Derecho Divino y el Absolutismo
El eje central del sistema político del Antiguo Régimen era la monarquía absoluta, según la cual toda la autoridad del monarca provenía de Dios, en nombre de quien ejercía el poder. El Estado estaba controlado por el monarca, que concentraba en su persona todos los poderes (legislativo, ejecutivo y judicial) y poseía un poder absoluto: nombraba a los magistrados, administraba justicia y dirigía la política exterior. Además, la arbitrariedad era la norma de Estado y ninguna ley protegía a los súbditos del despotismo.
En la práctica, existían instituciones que asesoraban al monarca y ejecutaban sus mandatos, como el Consejo de Estado, cuyos miembros eran designados por el rey y estaba subdividido en secciones especializadas. La administración provincial estaba en manos de gobernadores que tenían atribuciones para aplicar las leyes, mantener el orden, dirigir obras públicas, industria, comercio o cualquier asunto de gobierno territorial. Funcionarios y burócratas se encargaban de ejecutar las órdenes reales, de administrar justicia, recaudar impuestos, etc.
El monarca no compartía la soberanía con ninguna institución, no debía rendir cuentas a nadie, ni tenía que someterse a ningún control. Su poder solo estaba restringido por la ley divina. Una de las limitaciones del poder real eran los Parlamentos, instituciones nacidas en la Edad Media que reunían a los representantes de los tres estamentos, podían votar nuevos impuestos, suplían al monarca en situaciones excepcionales y ratificaban a los nuevos reyes.
Los Inicios del Parlamentarismo
En el siglo XVIII, Gran Bretaña y Holanda contaban con una monarquía en la que los poderes estaban limitados por un Parlamento. Después de un breve periodo republicano, Carlos II aceptó el Habeas Corpus, que garantizaba a todo detenido comparecer ante un juez y contar con un abogado para su defensa. En 1689, una segunda revolución destronó a los Estuardo y el Parlamento obligó al nuevo rey a jurar la Declaración de Derechos, que limitaba los poderes del monarca y sometía algunas de sus decisiones al Parlamento.
Inglaterra se había convertido en una monarquía parlamentaria. Los poderes ejecutivo y legislativo estaban separados, y un Parlamento electo votaba las leyes y controlaba a los miembros del gobierno. Los ciudadanos tenían garantizada la defensa de su libertad y se institucionalizaba una justicia independiente del poder ejecutivo. Sin embargo, solo una minoría de un 15% de la población tenía derecho a voto, la esclavitud continuaba, y los habitantes de las colonias no estaban representados en el Parlamento.
El Espíritu de la Ilustración
La Ilustración fue un movimiento de carácter intelectual que se desarrolló en la Europa del siglo XVIII y cuyas ideas inspiraron la independencia de EE. UU. y la Revolución Francesa. Sus precedentes fueron: Isaac Newton, introductor del método científico, y John Locke, que criticó el poder absoluto y planteó la división de poderes.
Los ilustrados franceses propugnaron una fe absoluta en la razón. Los filósofos se enfrentaron al teocentrismo, la revelación y la tradición de la concepción medieval. Aunque la mayor parte de los ilustrados eran deístas, rechazaban la superioridad de cualquier religión y condenaban la intolerancia religiosa.
La Crítica al Antiguo Régimen
Los ilustrados criticaron los pilares fundamentales del Antiguo Régimen y propusieron un nuevo modelo de organización política y social basado en la libertad y la igualdad. Criticaron el absolutismo y configuraron el liberalismo. Montesquieu propugnó la división de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial), dejando independiente el judicial. Rousseau defendió la necesidad de un contrato social y formuló la soberanía nacional, para que el poder lo eligieran los ciudadanos mediante el voto.
Los ilustrados también se opusieron a la sociedad estamental y defendieron la movilidad social, la igualdad de origen y el mérito según la valía e inteligencia de cada uno. Proclamaron que nadie podía heredar ni gozar de honores, prestigio o privilegios en nombre de sus antepasados. Voltaire se proclamó defensor de la libertad de conciencia.
El Despotismo Ilustrado
Algunos soberanos intentaron experiencias reformistas que pretendían unir la autoridad real con las ideas de progreso de la Ilustración. Así, en Europa aparecieron monarcas ilustrados que promovieron el absolutismo centralizador, la racionalización de la administración, el fomento de la educación y la búsqueda de la modernización económica. Todos ellos promovieron programas de desarrollo agrícola e industrial y facilitaron la libertad de comercio.
Pero no era posible aceptar solo una parte de la Ilustración. No se podían admitir las reformas económicas, el reparto de la propiedad o la libre circulación comercial y mantener intacta la sociedad estamental y el poder absoluto. Las contradicciones de este reformismo abrieron el camino a las revoluciones liberales.