Demostracion de la existencia de dios san agustin


LAS PRUEBAS DE LA EXISTENCIA DE DIOS (957 palabros)

Descartes ofrece tres argumentos para demostrar la existencia de Dios. Dos por el principio de causalidad, y el tercero es el que, desde Kant, se denominó argumento ontológico. Los dos primeros se apoyan en tesis de la filosofía anterior, aunque elaboradas personalmente: parte de una realidad que conocemos (cogito, pienso) y llega a Dios basándose en el principio de causalidad; lo peculiar de Descartes es no parte, como Santo Tomás, de la experiencia sensible, sino del yo con sus ideas, puesto que ignoramos si aún existe otra cosa. Las dos primeras pruebas se distinguen sólo por un matiz: la primera parte de la idea de un ser perfecto, y la segunda parte de la paradoja de que un ser imperfecto (yo) posea la idea de perfección.

Primera prueba.
Descartes afirma que hay en su mente dos clases de ideas: 1) las que se refieren a seres exteriores como el cielo, la tierra, la luz, el calor… y 2) la idea del ser perfecto. Al primer tipo de ideas, en obras posteriores, las llamará adventicias (de adventus: venida), porque parecen provenir de fuera de nosotros, pero, en el momento que recoge nuestro texto, Descartes no sabe si se corresponden con alguna realidad exterior. Es decir, no sabe si la causa de esas ideas está en algo exterior a él, puesto que considera que no hay ningún inconveniente en que él mismo las hubiera causado, es decir que fueran facticias (de factus: hecho), creadas por la misma mente. Así por ejemplo, durante el sueño, nosotros creamos universos completos que no existen realmente.

Eso es posible porque tales ideas no son más perfectas que él mismo y, por tanto, podrían ser mero producto suyo. Sin embargo, también tenemos la idea de un ser perfecto, por el solo hecho de darnos cuenta de que es imperfecto dudar. ¿Cuál es su causa?, ¿de dónde proviene esta idea? No puede proceder de mí –dice Descartes–, porque yo soy imperfecto (dudo, y en la duda hay menos perfección que en el conocer). En la causa tiene que haber, al menos, tanta realidad como en el efecto. Admitir que lo más perfecto proceda de lo menos perfecto, sería admitir que algo proviene de la nada, lo cual es absurdo. La causa de mi idea de perfección no puede ser otra que el mismo Ser perfecto, que la ha puesto en mí desde siempre y, por eso, es innata, como la llama en las Meditaciones.

2ª prueba. Soy imperfecto, puesto que dudo, y tengo la idea de perfección. Por consiguiente, la poca perfección que poseo no viene de mí, pues si fuera capaz de darme una perfección, me habría dado todas las perfecciones que concibo. Dependo, pues, de una causa que posee por sí misma todas las perfecciones y que conserva mi ser, y ese es Dios.

3ª prueba: el argumento ontológico. Es la que mejor concuerda con su sistema filosófico, pues es como una prolongación de la intuición de la existencia del yo. Esta prueba comienza con la consideración de que hay ideas que él considera innatas: la idea de extensión infinita o cuerpo continuo. Según él, nosotros construimos todas las figuras y cuerpos geométricos (triángulo, cilindro, etc.) a partir de dicha idea de extensión. Además, podemos demostrar las propiedades de esas figuras mediante rigurosas demostraciones matemáticas, pero nada asegura que esos objetos posean existencia exterior a nuestra mente.


Pero si tomamos como punto de partida la idea de ser perfecto, descubrimos que su existencia se encuentra necesariamente contenida en esa idea, pues si faltara la existencia, ya no sería la idea de ser perfecto, puesto que la existencia es la primera de las perfecciones.

Dicho de otra manera, la idea de triángulo no permite afirmar la existencia de ningún triángulo, pero el análisis de la idea de ser perfecto obliga a afirmar su existencia: negarlo sería una contradicción, el ser perfecto no sería el ser perfecto.

Este mismo argumento ya había sido propuesto por San Anselmo de Canterbury(† 1109): Dios es el ser mayor que el cual nada puede pensarse; si tal ser sólo tuviera existencia en el pensamiento, no sería el mayor, pues el que tuviera también existencia fuera del pensamiento sería mayor; por tanto, ese ser máximo necesariamente existe fuera del pensamiento. San Anselmo fue criticado por su contemporáneo el monje Gaunilón y por Tomás de Aquino. El argumento de Descartes sería criticado por Gassendi y luego por Kant (s. XVIII). Santo Tomás y Kant coinciden: no se puede deducir la existencia real por el simple análisis de una esencia o de un concepto, porque el concepto, siendo abstracto, deja a un lado los caracteres concretos y la existencia del objeto.

Una vez que Descartes ha demostrado que Dios existe, se encarga de demostrar sus atributos o perfecciones, fundamentalmente en dos: Dios es causa de toda la realidad y absolutamente veraz.

Se trata de un Dios creador, que crea el mundo material (la res extensa) y los espíritus (la res cogitans), con todas sus ideas innatas. Se trata, además, de un Dios bueno que no nos puede engañar ni permite el engaño del hipotético genio maligno.

De este modo, el papel de Dios en el sistema cartesiano es capital. Una vez demostrada su existencia, podemos confiar en nuestra razón y sus evidencias, en las ideas claras y distintas. Este criterio de verdad está, en última instancia, garantizado por Dios. E incluso, Dios es la garantía de que las ideas adventicias responden a algo exterior, no son siempre pura ficción nuestra o engaño del genio maligno. En definitiva, la idea de Dios es la única que permite pasar al exterior: haber demostrado que fuera del pensamiento existe una realidad con características muy especiales, será lo que permita la construcción completa del sistema cartesiano.

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