Relación del texto con la filosofía del autor
El texto pertenece al «Discurso del método», autobiografía intelectual de Descartes en la que el autor narra en primera persona algunos de sus más importantes hallazgos filosóficos y cómo llegó a alcanzarlos. Este fragmento pertenece a la parte cuarta, en la que Descartes resume algunas de sus más importantes meditaciones metafísicas, en concreto las referidas a la existencia de Dios y del alma. Precisamente en este fragmento se explica que la existencia del alma (cogito, pensamiento) es una idea clara y distinta, que se convierte en modelo de certeza y constituye, como explicaremos a continuación, la primera piedra verdad a partir de la cual construir el edificio del conocimiento.
Descartes había aplicado un proceso de duda sobre todos aquellos fundamentos de la verdad admitidos hasta ese momento y el resultado fue el hallazgo de esa primera verdad evidente: el cogito, cuya existencia se establece con total certeza. Entre estas afirmaciones cartesianas, este fragmento supone el tránsito de la afirmación indudable de la existencia del cogito a un análisis de su esencia, es decir, una vez establecida la existencia de un sujeto pensante, es necesario establecer en qué consiste esa actividad pensante.
En el proyecto filosófico de Descartes, la cuestión del método, la teoría del conocimiento y la metafísica están entrelazadas, y según Descartes, será la geometría la que permitirá reunir todos estos elementos. El punto de partida es la duda metódica, pues sobre ella Descartes va a intentar fundar una idea de las relaciones entre la razón y la realidad, un nuevo sistema filosófico que supusiera una alternativa tanto al sistema aristotélico como a la filosofía escolástica. Además, la duda cartesiana refleja la situación real e histórica de su tiempo: el hombre parece haber perdido sus convicciones y no sabe a qué atenerse, no posee una verdad cierta, pero necesita encontrarla. La duda cartesiana supone un método de investigación positiva, puesto que, aquella afirmación que logre salir victoriosa de los ataques de una duda metódica, será la verdad buscada y podrá servir para descubrir otras verdades. Así, en el fragmento que comentamos y en sus primeras líneas, cuando Descartes afirma que podía “fingir que no tenía cuerpo alguno” nos está mostrando que la extensión de esa duda no parece ofrecer ningún tipo de certeza. Con este proceso de duda metódica, Descartes no pretende que se dude de ningún conocimiento en particular, sino que aparezcan como dudosos los principios sobre los que se asientan nuestras certezas. Pero el planteamiento mismo de una duda absoluta requiere también una certeza absoluta: la de mi propia existencia como cosa pensante. A partir de esta se va a construir todo nuestro conocimiento, <<pienso, luego existo>> (soy). De todo lo que se había pensado antes que era el yo (cuerpo, alma, etc.) sólo nos queda, después de la duda, el pensamiento: el yo es sustancia pensante. Además, para Descartes, este conocimiento es infalible por ser resultado de una intuición intelectual, es un conocimiento inmediato. Aquí comienza uno de los problemas de Descartes, pues, al haber fundado el conocimiento en el sujeto pensante, todo lo que es objeto de pensamiento queda en entredicho, no tenemos certeza de que lo que pensamos sea o no cierto, sólo la tenemos de que estamos pensando (solipsismo). Para salir del solipsismo se ve obligado a recurrir a Dios y termina cayendo en un círculo vicioso: si las ideas claras y distintas no son fiables a menos que conozcamos la existencia de Dios que las garantiza, entonces no podemos utilizarlas para demostrar su existencia, pues no son premisas seguras.
Otro de los problemas de Descartes fue la cuestión de la substancia, designándola como aquello que está dotado de una absoluta independencia ontológica. Esto le condujo a tres substancias: el pensamiento, la extensión y Dios. Pero, al afirmar esto, se plantea el problema de sus respectivas naturalezas y de sus posibles relaciones. Sobre la res cogitans, las últimas líneas del fragmento nos indican la dificultad para explicar su relación con el cuerpo. Descartes separa al alma del cuerpo, considerándolas sustancias autónomas y autosuficientes. A la primera sólo le corresponde pensar y, como el cuerpo tiene como atributo la extensión, sólo puede ser modificado por la figura y el movimiento. El cuerpo se reduce así a una “máquina” regida por las leyes físicas. Ahora el nuevo problema será el de las relaciones mente y cuerpo. Descartes explica la relación entre mente y cuerpo como una relación de causalidad: cambios en el cuerpo provocan cambios en el alma y viceversa. Descartes concluye que el alma y el cuerpo son sustancias incompletas puesto que se necesitan una a la otra para formar un ser humano. Pero, de un modo confuso, explica cómo se produce la relación de causalidad en el centro del cerebro, en la glándula pineal.