Probar y Experimentar: Dos Conceptos Distintos
Probar y hacer experiencia no son sinónimos. Acumular experiencias no nos convierte en personas más experimentadas, sino en individuos con una personalidad más definida. Para hacer experiencia, es necesario emitir un juicio sobre lo probado.
Al probar algo, no realizamos un juicio sobre ello, por lo que no comprenderemos ni descubriremos el sentido de las cosas. Para hacer experiencia, es necesario contrastar lo probado con nuestra experiencia elemental, un conjunto de evidencias y exigencias que nos impulsan a interactuar con toda la realidad, funcionando como criterio de evaluación, y que nos es dado por Dios.
La Fe: Un Acto de Conocimiento Razonable
La fe implica adherirse a lo que otro dice, siempre y cuando no pretenda engañarnos y posea el conocimiento de lo que afirma. Entonces, lo repetiremos con certeza para nosotros mismos.
Mediante la certeza moral, criterios que, interpretados correctamente, nos permiten conocer el sentido de las cosas, podemos alcanzar seguridad sobre la sinceridad de la otra persona. Aunque la fe es imprescindible para el desarrollo humano, necesita de la razón.
El hombre necesita tener razones para elegir el objeto que quiere conocer. Por ejemplo, si te preguntan si crees que tu madre te quiere, tienes la fe de que así es y posees razones suficientes para afirmarlo. Es decir, la fe necesita de la razón para aportar certeza.
La Identidad en Relación con Dios: ¿Quién eres tú?
«Yo soy tú que me haces». Ese «Tú» representa algo sin rostro, esa presencia desconocida que es mayor que mi realidad como ser humano, y lo llamamos Dios. Él nos hace. Es más yo que yo mismo. Por lo tanto, tenemos una relación con Dios y solo podemos explicarnos a nosotros mismos, explicar nuestra existencia, en relación con Él, que es quien nos quiere. Cuando nos preguntan «¿a dónde vas?», no podemos decir «voy», porque estamos unidos a Dios: «vamos».
El Punto Exacto de Admitir la Existencia de Dios
El punto exacto es el momento en que aparece Dios y se convierte en el centro de todo, incluso de mi vida, y dejo de ser «yo». Se produce una separación entre fe, razón y afecto/voluntad (problema). Para este problema que nos surge, la solución es caminar con otro que me acompañe, es decir, el factor comunitario (método para superar la experiencia de riesgo). Este factor intrínseco me ayuda, pero en ningún momento me sustituye.
Toda la Realidad como Signo
El signo es una realidad cuyo sentido es otra realidad distinta, y toda realidad habla de quien la ha originado: Dios. Los hombres buscamos decir la verdad y comunicar nuestro amor con signos.
La realidad me provoca, es decir, me pide que tenga relación con ella. El signo tiene una vinculación directa con el significado. Por ejemplo, si hay humo, es un signo de que hay fuego (significado). Cuando signo y significado tienen una relación convencional, se llama símbolo, como una bandera. Toda la realidad funciona con el esquema del signo.
La negación irracional es pensar que la realidad no tiene signos, romper con el significado del signo, afirmando que la realidad es solo lo que veo y, además, no tiene relación conmigo, no tiene significado.
Diferencia entre Divo y Santo
En la actualidad, y en tiempos pasados, podemos diferenciar dos tipos de actitudes ante la realidad:
- El divo: una persona que decide imponerse ante la realidad con fuerza y creerse el centro del universo.
- El santo: una persona que, ante la incapacidad de darse la felicidad a sí mismo y de responder ciertas preguntas, se concibe en la relación con el «Tú», donde encuentra y comprende su propia vida y existencia.
Si comparamos ambas posturas, podemos ver cómo el santo decide rendirse ante la evidencia de no poder ser feliz por sus propios medios, mientras que el divo cree tener el significado y la comprensión sobre su vida. Por lo que podemos decir que la actitud del santo es la más adecuada ante su problema humano.
Naturaleza del Sentido Religioso
La naturaleza del sentido religioso evoca preguntas inconfundibles que se encuentran dentro de nosotros: ¿Quién soy yo? ¿Quién es Dios? ¿Para qué estoy vivo? Estas preguntas nacen de nuestro sentido religioso y se despiertan en contacto con la realidad cuando nos aventuramos a investigar nuestras preguntas y evidencias últimas en nuestro corazón.
Estas preguntas son inextirpables, innatas y, a pesar de nuestra limitada capacidad para responderlas, lo ansiamos porque en ellas reside el sentido religioso de toda nuestra vida. Por ello, es irremediable que todo se nos quede pequeño, puesto que nuestro corazón está hecho para un infinito. Sin embargo, cuando intentamos responderlas, surgen más preguntas que nos pueden llevar a la desesperación. Este deseo infinito refleja que ya hemos conocido algo previamente que nos ha calmado, porque la nostalgia solo fluye de algo que se ha experimentado.
Nuestra dura misión es vivir intensamente lo real, y para buscar el sentido de estas preguntas, viviendo intensamente, intentamos confrontar todas las cosas y nos lanzamos a vivir todo sin censurar estas preguntas últimas.