El término «Dionisíaco» proviene de la tragedia griega y es el opuesto de la figura de Apolo, el dios de la belleza y la luz. Mientras que Apolo representa la racionalidad, la belleza, la armonía y el equilibrio, Dionisos representa lo contrario: el vino, la embriaguez, el desenfreno, lo irracional, la oscuridad y la pasión. Nietzsche critica a la civilización occidental por favorecer exclusivamente lo apolíneo en detrimento de lo dionisíaco. Frente al racionalismo, Nietzsche defiende los sentidos, el cuerpo y la parte instintiva e irracional del ser humano, lo cual constituye la base de su filosofía del vitalismo.
La inocencia del devenir
Nietzsche defiende el cambio y el movimiento en su concepto de «inocencia del devenir», opuesto a la visión negativa de los racionalistas y metafísicos. Para él, el «devenir» es parte intrínseca de la vida y no debe ser condenado como algo culpable. Los racionalistas desprecian el cambio por considerarlo ajeno a la ciencia, pero Nietzsche lo ve como algo fundamental. Él sostiene que el cambio y la apariencia son lo único verdadero, rechazando la idea de un mundo inmutable. En contraposición a la concepción lineal del tiempo y el progreso de la Ilustración, Nietzsche propone una visión del tiempo como una espiral, sin teleología, donde todo fluye en un eterno retorno.
El nihilismo y la transmutación de valores
El nihilismo es un estado de pesimismo y desorientación que afecta a la civilización occidental tras la «muerte de Dios» y la desintegración de los valores considerados importantes, como el bien absoluto, la verdad y el mundo verdadero. Este fenómeno marca el colapso de los valores platónico-cristianos, generando desconcierto y malestar al dejar un vacío de significado. Nietzsche lo describe como la demolición de todo por la «filosofía del martillo». Desde las religiones monoteístas hasta el racionalismo y la ilustración, todos contribuyen a este nihilismo que lleva inevitablemente a la nada. Sin embargo, en medio de este nihilismo pasivo surge un nihilismo activo, que busca crear nuevos valores, como los del superhombre o la «moral de señores», que abrazan la vida, la tierra, la voluntad de poder, lo dionisíaco y el vitalismo.
La transmutación de valores según Nietzsche implica invertir los valores socráticos y judeocristianos, reemplazándolos con valores representados por Dionisos que enfatizan una vida ascendente, donde prevalece la moral de señores, la pasión y el valor. Sostiene que Sócrates, Platón y la religión cristiana cambiaron estos nobles valores por otros mediocres, como la sumisión y la cobardía, creados por individuos resentidos y vengativos al sentirse inferiores. Esta «moral descendente» surge del miedo a la vida y los valores terrenales, generando una moral de esclavos. Nietzsche aboga por invertir estos valores para restaurar una moral instintiva, natural y vital. Este proceso implica pasar por las fases del «camello» (sumisión), el «león» (rebelión) y el «niño» (inocencia, juego, alegría).
Comparación con Beauvoir y Marx
Beauvoir y Marx comparten la sospecha y la crítica hacia los valores de la cultura occidental, así como la idea de la dialéctica de la historia y la genealogía como método de investigación. Ambos destacan el papel de las instituciones en la reproducción de un modelo de sociedad basado en la productividad. Beauvoir coincide con Marx en la visión de una lucha dialéctica entre oprimidos y opresores a lo largo de la historia, particularmente en el caso de las mujeres, consideradas «lo otro» debido a su exclusión de la producción activa y su relegación a la reproducción. Esta situación de alienación, según ambos pensadores, tiene dimensiones históricas y socioeconómicas que pueden anular la capacidad de autopercepción como oprimidos, requiriendo una toma de conciencia para posibilitar un cambio. La alienación de la mujer, según Beauvoir, se aprende a través de la educación diferencial, y ella sugiere que si las mujeres participaran masivamente en la producción y controlaran su fertilidad, se acabaría su subordinación al hombre.
Similitudes y diferencias entre Beauvoir y Nietzsche
Beauvoir y Nietzsche comparten la aplicación del método genealógico a los valores de la cultura occidental, criticando la metafísica, la ciencia y el cristianismo. Ambos rechazan la esencia humana y abogan por la responsabilidad individual y la voluntad libre. Sin embargo, Beauvoir cuestiona las opciones de libertad de las mujeres en sociedades opresivas como los harenes. Mientras Nietzsche es misógino, Beauvoir es feminista y critica la construcción androcéntrica de la mujer como «lo otro», un ser para otro y no para sí mismo. Proponen una moral del «yo quiero» y la voluntad de poder como superación. Aunque Nietzsche oscila entre machismo y condescendencia, Beauvoir destaca la falta de oportunidades para las mujeres demostrar su inteligencia debido a la educación limitada y los roles de género. Aunque en la época de Beauvoir las mujeres tenían más oportunidades, aún enfrentaban desafíos debido a la percepción de ser el «sexo débil».
La visión de Aristóteles
Aristóteles defiende el esencialismo y el determinismo biológico para justificar la diferenciación entre hombres y mujeres, considerando al hombre como naturalmente superior y destinado al ámbito público, mientras que la mujer está destinada al ámbito doméstico y es considerada pasiva y dependiente. Aristóteles también diferencia las virtudes entre hombres y mujeres, educando a estas últimas para el silencio, la sumisión y las labores domésticas. Además, refleja los prejuicios de su época al excluir a las mujeres de la ciudadanía, relegándolas a roles de matrimonio y maternidad, con matrimonios concertados por intereses sociales y con escasa autonomía. Beauvoir se opone a estas ideas, argumentando que la identidad humana es una construcción social y cultural, y abogando por la igualdad de género y la autonomía de las mujeres.