Don Quijote: Encuentro con Andrés y Desilusiones sobre Dulcinea


Capítulo 31

Al comienzo del capítulo, Don Quijote le pide a Sancho que le cuente los detalles de su visita con Dulcinea. El caballero imagina que el escudero debió de encontrar a Dulcinea ensartando perlas o bordando con oro hilado, pero Sancho le confiesa a su señor que solo estaba ahechando trigo. Don Quijote sigue idealizando a Dulcinea y le dice que seguramente estuviera cribando el trigo más apreciado para hacer el mejor pan.

A continuación, le pregunta sobre la reacción de su amada al recibir la carta y si hizo algo especial cuando la recibió.

Sancho sigue exponiéndole la realidad y le responde que simplemente le dijo que dejase la carta encima de un costal hasta que terminase de realizar su trabajo.

A pesar de lo que le dice Sancho, Don Quijote sigue idealizando a Dulcinea argumentando que eso debió de ser porque quería leerla despacio y recrearse con ella. Don Quijote, a continuación, le pregunta si su amada preguntó por él, pero nuevamente Sancho le responde que no, que tuvo que ser él quien le explicara la situación de penitencia en que se encontraba.

Luego, Don Quijote le pregunta a Sancho si cuando llegó junto a ella no sintió un olor sabeo, a fragancias aromáticas, a lo que Sancho le responde que sintió un «olorcillo algo hombruno» que debió de ser provocado por el sudor que le causaba la gran cantidad de ejercicio.

Don Quijote atribuye las palabras de su escudero a que seguramente estaba acatarrado o que se estaba oliendo a sí mismo. Después de esto, Don Quijote le pregunta qué es lo que hace Dulcinea al leer la carta y Sancho le dice que no la leyó porque no sabía leer ni escribir, así que la trozó. Finalmente, dice Sancho que la gran Dulcinea del Toboso le dijo que ya le era suficiente con las palabras que le había dicho y que le dijera a su señor que volviera de las montañas al Toboso porque tenía muchas ganas de verle y también se rió al escuchar cómo se hacía llamar Don Quijote.

Don Quijote también le pregunta si le dio alguna joya al despedirse, ya que era una costumbre propia de los caballeros y las amadas, pero Sancho cuenta que Dulcinea solo le dio pan y queso. Don Quijote continúa idealizando a Dulcinea y atribuye la falta de la joya a que seguramente no tendría ninguna joya a mano. Don Quijote se muestra muy sorprendido con su escudero, pues este solamente había tardado tres días en realizar un viaje de unas 30 leguas y lo relaciona con que seguramente fue un mago el que le ayudó a completar el viaje más rápido sin que lo sintiese.

Don Quijote muestra dudas en si tiene que ir a ver a Dulcinea tal como ella lo ha pedido o cumplir su palabra y cortarle la cabeza al gigante para que la princesa pueda recuperar su reino y justamente después ir a ver a Dulcinea y disculparse con ella sobre su tardanza.

Sancho no puede creer lo que está planteando su señor y le aconseja que no deje pasar la oportunidad de casarse con la princesa y consecuentemente heredar su reino por Dulcinea. Don Quijote, al escuchar a su escudero, cree que este le dice este consejo porque en realidad quiere lo prometido, así que le asegura que aún sin casarse con la princesa, este le podrá ofrecer una parte del reino.

Decisión de Don Quijote

Al final, Don Quijote se decide a encaminarse a salvar a la princesa del gigante.

Encuentro con Andrés

En esto, todos se detienen a beber en una fuentecilla mientras Sancho ya está cansado de mentir tanto, pues realmente no había visto nunca a Dulcinea. En el rato en que estaban aguardando en la fuente, pasa un muchacho que resulta ser Andrés, el mozo que encontraron atado a un árbol. Este se agarra a las piernas de Don Quijote y se echa a llorar. Don Quijote aprovecha la situación para alabar lo importantes que son los caballeros andantes para el mundo y para alardear de cómo rescató a Andrés de los azotes de su amo y de cómo le hizo prometer que le pagaría a Andrés su sueldo. Andrés dice que todo lo que Don Quijote está diciendo es verdad, pero que lo peor pasó después, pues su señor no solo no cumplió la promesa de pagarle, sino que además le volvió a atar en el árbol para darle más azotes. Fueron tantos los azotes que tuvo que ir al hospital.

El muchacho le echa la culpa de todo a Don Quijote porque le dice que si no se hubiera entrometido, su amo no le habría pegado tantos azotes y luego le hubiera soltado y pagado lo que le debía.

Don Quijote le dice al muchacho que su error fue irse antes de que su amo le pagase y le dice a Dorotea que prepare a Rocinante para que pueda dirigirse a buscar a ese villano y hacer que le pague lo debido a Andrés, pero Dorotea insiste en que primero tiene que cumplir la promesa que le hizo. Don Quijote le asegura a Andrés que le ayudará después y le pide que tenga paciencia. A lo que Andrés le contesta que solo necesita algo de comer para poder dirigirse a Sevilla. Sancho, oyendo esto, decide darle el pan y queso que le había dado Dulcinea y, viendo que nadie más le daba nada, decide irse, pero antes le dice a Don Quijote que, si por casualidad otra vez le ve que le hacen pedazos, que no se entrometa y le dice que Dios maldiga a todos los caballeros andantes que han nacido en el mundo.

Al escuchar estas palabras, Don Quijote se levanta inmediatamente para castigarlo, pero este ya se había ido corriendo.

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