Educación desarraigada


En los años 30, los experimentos vanguardistas dieron paso a un proceso de rehumanización de la literatura, motivada en parte por el propio contexto social de la época. Entre 1936 y 1939, tanto en el bando republicano como en el nacional se desarrolló una literatura de propaganda ideológica, que no se caracterizó por su calidad. En la zona republicana, destacan Antonio Machado, León Felipe, Alberti y Miguel Hernández; en la zona franquista, Dionisio Ridruejo, Luis Rosales, José Ma Pemán.
En la década de los 40, sobre todo en la inmediata posguerra, el panorama social y cultura es desolador. Ruina económica, represión política, censura, muerte y exilio de muchos escritores. Se habla de Generación del 36 para denominar a jóvenes poetas nacidos alrededor de 1910, y que empiezan a publicar sus primeras obras en torno a la Guerra Civil. Se ha dicho también que es una «generación escindida» entre dos caminos: poesía arraigada y poesía desarraigada.

Poesía arraigada es la de quienes se sienten serenamente conformes con su vivir y con el mundo. Emplean formas clásicas para expresar una visión positiva del mundo que sólo podía lograrse obviando la dura realidad de la época. Los temas fundamentales de esta tendencia son Dios y la patria, a los que se añade el paisaje castellano como expresión de espiritualidad, así como el amor, y otros temas más metafísicos: el paso del tiempo, la soledad. Sus trabajos se recogen en las Revistas Escorial y Garcilaso. Autores: Luis Rosales, Dionisio Ridruejo, Leopoldo Panero, Luis Felipe Vivanco.
Poesía desarraigada es la de aquellos poetas que expresan su angustia ante un mundo que les parece caótico y doloroso. El tema religioso aparece en tonos conflictivos: el poeta hace abundantes preguntas a Dios sobre el sentido del sufrimiento humano. Esta corriente se inicia con Hijos de la ira, de Dámaso Alonso (1944). También en esta fecha Vicente Aleixandre, compañero de generación, publica Sombra del Paraíso, de tono menos desgarrado, aunque de temática existencial. Otros autores: Blas de Otero y Gabriel Celaya (en su primera etapa), Victoriano Crémer, Eugenio de Nora, José Hierro. Su estilo, frente a los garcilasistas, suele ser bronco, directo, desequilibrado, de tono trágico. Publican en las revistas Espadaña, Corcel y Proel. Hay que hacer una importante aclaración: esta distinción entre poesía arraigada y poesía desarraigada no es tajante; poetas como José Hierro o Blas de Otero tienen una larga trayectoria que les hará evolucionar. De hecho, muchos poetas de la tendencia desarraigada desembocarán, en los años 50, en la llamada poesía social. Además, la poesía española de posguerra no se dividíó exclusivamente en los polos opuestos de «evasión» (arraigada) y «existencialismo» (desarraigada). Destacamos otras tendencias: a)»Post-Surrealismo«, en torno a la revista Postismo, cuyos poetas (Carlos Edmundo de Ory, Miguel Labordeta, y Eduardo Chicharro) enlazan con la poesía surrealista anterior a la Guerra Civil. B)
El grupo Cántico, en Córdoba, que defienden posturas humanistas sin llegar al tremendismo de la poesía desarraigada. Admiran a Luis Cernuda como puente de uníón con la G-27. Autores: Pablo García Baena y Ricardo Molina.
En la década de los 50, la poesía existencial comienza a evolucionar hacia la poesía social: se pasa de expresar la angustia individual a manifestar la solidaridad con los demás. Los poetas sintieron la necesidad de ofrecer un testimonio crítico de la realidad y de adoptar una las actitud ética, de compromiso cívico ante la situación que se vivía en España. Si 1944 había sido un hito para la poesía desarraigada, 1955 lo es para la poesía social. Blas de Otero publica Pido la paz y la palabra, y Gabriel Celaya Cantos Iberos. Antes, ambos autores se habían dado a conocer con obras de tono existencial (destaca especialmente Blas de Otero, que había publicado Ángel fieramente humano y Redoble de conciencia, libros que sintentizará en un juego de palabras, Ancia). Pero ahora aparece en sus obras un nuevo concepto de poesía: «la

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poesía es un instrumento para transformar el mundo» (G. Celaya). Hay un poema del mismo autor con el significativo título de La poesía es un arma cargada de futuro. Los poetas se dirigen «a la inmensa mayoría» con un lenguaje claro, directo. Las preocupaciones estéticas quedan pospuestas. Muchos caerán así en una poesía prosaica, de escaso interés, aunque se avanza también en nuevos logros, encontrar el valor poético de la palabra cotidiana.
En la década de los 60, se camina hacia una nueva poética. Los poetas entienden que es ilusorio querer transformar el mundo con libros de poesía de tiradas limitadísimas. El mismo Celaya admitía, en 1960, que «aunque uno no lo quisera, seguía siendo un minoritario» En esta nueva etapa, no se abandona la preocupación por el hombre, ni el inconformismo ante el mundo, pero domina ahora cierto escepticismo. Y se retorna a un intimismo (llamado «poesía de la experiencia») al que corresponde un estilo que huye del patetismo, un estilo antirretórico pero depurado y denso. Son poemas que hablan del amor, la soledad, la amistad, los recuerdos, la infancia. A menudo, el poema es una reflexión sobre una anécdota de la vida cotidiana. Estos poetas rechazan la noción de poesía como comunicación y defienden la idea del poema como acto de conocimiento. Se trata de una poesía más minoritaria que la social, porque se expresa mediante cierto simbolismo y tono irónico que complican el sentido. Los poetas que marcan esta tendencia son los componentes de la Generación de los cincuenta, también llamada «promoción de 1955»: son poetas nacidos entre 1925 y 1934, por eso se les conoce también como el Grupo de los niños de la guerra. Autores más relevantes: Ángel González, Francisco Brines, Claudio Rodríguez, Ángel Valente, Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo.
En la década de 70, surge un nuevo grupo de poetas, nacidos entre 1939 y 1948. Escriben una lírica experimental y ninoritaria que acaba definitivamente con el Realismo. Se les conoce como venecianos, novísimos o Generación del 68. El cambio queda reflejado en una antología: Nueve novísimos poetas españoles (1970) de José María Castellet. Cuatro rasgos caracterizan al grupo: a) la preferencia por una cultura de masas (televisión, publicidad, estrellas de cine, héroes de cómic, elementos de la cultura pop), sin renunciar a la alta cultura literaria y artística; b) el culturalismo (continuas referencias a obras y autores) con preferencia por la literatura europea e hispanoamericana; c) renovación de estilo: vuelta al Vanguardismo, por la literatura europea e hispanoamericana; c) renovación de estilo: vuelta al Vanguardismo, sobre todo el Surrealismo, y en cierto modo, un neomodernismo; d) combinan temas intimistas (amor, erotismo, infancia), con temas sociales o políticos (guerra de Vietnam, consumismo). En general, reflejan una actitud pesimista y escéptica. Autores más relevantes: Luis Alberto de Cuenca, Luis Antonio de Villena, Antonio Colinas, Leopoldo María Panero, Manuel Vázquez Montalbán.

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