Las monarquías autoritarias
A finales de la Edad Media, algunos reyes europeos se impusieron sobre los señores feudales, consolidaron su autoridad y crearon monarquías fuertes., limitaron el poder de la nobleza, la Iglesia y los municipios, y gobernaron de manera personal. Esta nueva forma de gobierno se conoce como monarquía autoritaria.
Los monarcas autoritarios pusieron en marcha una serie de medidas:
• Crearon una administración centralizada con numerosos funcionarios al servicio del rey.
• Formaron ejércitos reales permanentes para no depender de las
tropas de los señores feudales.
• Limitaron la actuación de las asambleas representativas (Estados Generales, Cortes o Parlamentos), convocándolas en reducidas ocasiones.
• Aumentaron los impuestos al pueblo llano para pagar a los funcionarios y al ejército.
• Desarrollaron la diplomacia, es decir, las relaciones internacionales, para defender sus intereses en otros Estados.
La corte dejó de ser itinerante, como ocurría en la Edad Media. Con el paso del tiempo, la ciudad en la que el monarca establecíó su residencia se convirtió en la capital del reino
Una uníón dinástica
En 1469 contrajeron matrimonio Fernando, hijo del rey de Aragón. E Isabel, hermana del rey de Castilla. En 1474,
Isabel se convirtió en reina de Castilla y, en 1479, Fernando heredó el trono Aragónés. Así se produjo la uníón de la Corona de Castilla y de la Corona de Aragón. Esta uníón era solo de carácter personal, es decir, Isabel y Fernando, llamados los Reyes Católicos, gobernaban conjuntamente sus territorios, pero cada reino mantuvo sus propias leyes e instituciones. La uníón dinástica se confirmó con Carlos I, nieto de los Reyes Católicos, y sus sucesores.
El fortalecimiento de la autoridad real
Para afianzar su autoridad los reyes tomaron varias medidas:
• Fundaron en Castilla la Santa Hermandad, un cuerpo policial para luchar Contra el bandolerismo en las zonas rurales.
• Crearon un ejército profesional y permanente
• Reorganizaron la justicia y fortalecieron las chancillerías, tribunales de apelación bajo la jurisdicción real.
• Nombraron corregidores para aplicar su política en los municipios.
• Pusieron en marcha un conjunto de consejos que asesoraban a los monarcas en las tareas de gobierno. El más importante era el Consejo de Castilla, pero se crearon también el Consejo de las Ordenes Militares, el de Aragón, el de Indias y el de la Inquisición.
•
Reorganizaron la Hacienda para aumentar sus ingresos.
La unidad religiosa
Los Reyes Católicos trataron de imponer la unificación religiosa, lo que hizo que la situación de los judíos y los mudéjares fuera más difícil.
En 1478 establecieron la Inquisición, un tribunal eclesiástico encargado de perseguir a los herejes, que actuó con gran rigor.
Más tarde, en 1492, decretaron la expulsión de los judíos que no quisieron adoptar el cristianismo. Los que se convirtieron, llamados conversos, sufrieron la persecución posterior de la Inquisición.
En 1502, un decreto similar establecíó la conversión o la expulsión de los musulmanes españoles. Esta decisión rompía los pactos firmados tras la rendición de Granada, en los que se prometía tolerancia a los musulmanes. Aquellos que se convirtieron fueron llamados moriscos.
La expansión territorial
En 1492, los Reyes Católicos conquistaron el reino de Granada, el último territorio musulmán de la Península, que fue incorporado a la Corona de Castilla. Poco después incorporaron Melilla (1497), Orán (1509) y otras plazas en el norte de África.
También concluyeron la conquista de las islas Canarias en 1496 y financiaron la expedición en la que Cristóbal Colón descubríó América en 1492 y que dio inicio a la conquista de las tierras americanas. Además, en 1504 el reino de Nápoles fue integrado en la Corona de Aragón y en 1512, una vez fallecida Isabel, Fernando conquistó el reino de Navarra. Durante su reinado, los monarcas aplicaron una política de alianzas matrimoniales con otros Estados europeos para reforzar su posición frente a Francia, su gran rival.
El Imperio de Carlos V
En 1516, Carlos I, hijo de Juana la Loca y Felipe el Hermoso, heredó de sus abuelos maternos el trono español y sus posesiones. Poco tiempo después, heredó de sus abuelos paternos el título de emperador y extensos territorios en Centroeuropa.
Carlos nacíó y se educó en Flandes. Por ello, cuando llegó a España en 1517 situó en los puestos de gobierno a consejeros flamencos. En 1519 su abuelo, el emperador Maximiliano de Austria, murió y Carlos presiónó a las Cortes castellanas para que le concedieran el dinero necesario para ser reconocido como emperador. En 1520 partíó hacia Alemania, donde fue coronado emperador con el nombre de Carlos V.
Tras la marcha del rey, estalló la revuelta de las Comunidades (1520), en la que los castellanos expresaron su malestar. Los rebeldes exigían que el dinero castellano se emplease para atender a las necesidades del reino, una mayor participación de los castellanos en el gobierno y que el rey estableciera su residencia en Castilla. La revuelta fracasó, pues el rey, con ayuda de la alta nobleza, derrotó a los comuneros en 1521.
De forma casi paralela, en Valencia y Mallorca, aprovechando la ausencia del rey, estallaron las Germánías, revueltas populares contra la nobleza. Carlos I apoyó a los nobles y los rebeldes fueron derrotados.
Las revueltas fracasaron, pero Carlos I cambió su forma de gobernar.
La Monarquía Hispánica de Felipe Il
En 1556, Carlos I abdicó y dividíó sus posesiones: cedíó el título de emperador y sus territorios austriacos a su hermano Fernando y entregó las restantes posesiones a su hijo Felipe, A los territorios heredados de su padre, Felipe II añadió en 1580 el reino de Portugal y sus dominios en África, Asía y Brasil. En ese año el monarca portugués murió sin herederos y Felipe II reclamó sus derechos al trono por ser hijo de una infanta portuguesa.
El Imperio de Felipe II se convirtió en el más poderoso de su época. El monarca lo gobernaba desde Madrid, donde establecíó la corte, pues consideraba que España era el centro de su monarquía. Por ello,este Imperio recibe el nombre de Monarquía Hispánica. Sin embargo, los intentos centralizadores de Felipe Il produjeron una intensa oposición en algunos de los reinos que compónían la Monarquía. Destacó la revuelta de Aragón de 1591 en defensa de sus fueros, relacionada con el caso del secretario de Felipe II, Antonio Pérez. Felipe II fue el gran defensor del catolicismo frente al islam y frente a la expansión de la Reforma protes tante. Por ello nunca concedíó la libertad religiosa a sus súbditos y fue implacable contra cualquier brote de protestantismo en sus territorios. Así, reforzó el papel de la Inquisición y prohibíó la entrada en España de libros extranjeros y la salida de estudiantes españoles a otros países. La defensa del catolicismo le llevó a tener que enfrentarse a la sublevación de los moriscos de Granada en el año 1568. Aunque oficialmente eran cristianos, se sospechaba que solo una minoría se había Convertido realmente, por lo que fueron perseguidos por la Inquisición. La rebelión de los moriscos fue frenada con dureza y unos 100.000 fueron deportados y dispersados por toda Castilla.
Los problemas financieros del Imperio
Mantener un Imperio de tales dimensiones supónía unos enormes gastos, por lo que Carlos I y Felipe II tuvieron que afrontar graves dificultades para financiar sus políticas.
España recibía grandes cantidades de oro y plata procedentes de América. Además, los monarcas incrementaron los impuestos, sobre todo en Castilla. No obstante, estos ingresos no fueron suficientes para costear los gastos, por lo que se recurríó al
endeudamiento, que cada vez fue mayor. Por ello, Felipe II se vio obligado a declarar varias bancarrotas, es decir, suspendíó el pago de las deudas por la imposibilidad de hacerles frente.
La rivalidad con Francia
Francia fue el principal rival de la Monarquía Hispánica en el Siglo XVI. Durante todo su reinado, Carlos I estuvo en guerra con Francisco I de Francia por el dominio de Italia. Los enfrentamientos Comenzaron cuando el rey francés ocupó Milán, lo que dio lugar a la batalla de Pavía (1525), en la que vencieron los tercios españoles. En 1538, Carlos I incorporó el Milanesado a la Monarquía, pero esto no Supuso el fin de las hostilidades entre ambos monarcas. Unos años después, Felipe II derrotó a los franceses en la batalla de San Quintín (1557) y los obligó a
firmar la Paz de Cateau-Cambresis, que puso fin a la amenaza francesa durante varias décadas.
Los órganos de gobierno
Carlos I y Felipe II continuaron el proceso de implantación de la monarquía autoritaria iniciado por los Reyes Católicos, pero aumentaron la centralización.
Aunque el Imperio español estaba formado por territorios diferentes con sus propias leyes e instituciones, todos tenían un nexo de uníón: el mismo rey. El rey gobernaba, dirigía la política exterior y el ejército yse ocupaba de la administración de los impuestos. Sin embargo, algunas de sus decisiones, como la creación de un nuevo impuesto o la promulgación de una nueva ley, tenían que ser aprobadas por las Cortes de cada territorio.
El monarca contaba con el asesoramiento de los Consejos. Los consejos territoriales se ocupaban de los asuntos relacionados con un territorio concreto. Era el caso de los consejos de Castilla, Aragón, Flandes, Indias, Portugal o Italia. En cambio, los consejos temáticos, como el Consejo de Estado, el de Hacienda o el de la Inquisición, se ocupaban de materias específicas. El Consejo de Estado era el único cuyas decisiones tenían validez en todo el Imperio, ya que trataba las cuestiones internacionales y los asuntos de mayor trascendencia. Además, en cada territorio había un virrey o gobernador que representaba al rey y gobernaba en su nombre. También existían las chancillerías y las audiencias, que eran tribunales supremos de justicia que dictaminaban en nombre del monarca. En algunas regiones había instituciones encargadas de controlar que el rey no vulnerara las leyes propias de esos territorios. Es el caso del Justicia Mayor de Aragón.
Para estar informados y poder transmitir órdenes urgentes, los Reyes Católicos crearon el cargo de correo mayor.
La sociedad
La sociedad española siguió dividida en estamentos privilegiados (nobleza y clero) y no privilegiados (pueblo llano).
Los privilegiados no pagaban casi ningún impuesto y tenían tribunales propios. Dentro de la nobleza había grandes diferencias. La alta nobleza poseía extensas propiedades y acaparaban los cargos de gobierno.
La baja nobleza estaba formada por los hidalgos, que muchas veces no tenían dinero ni posesiones. El alto clero incluía a los altos cargos de la Iglesia, Como los cardenales y los obispos, propietarios de grandes tierras y con gran influencia en la corte. El bajo clero, formado por frailes, monjes y curas de parroquias modestas, contaba con una renta escasa. El pueblo llano pagaba impuestos y se dedicaba a las actividades productivas. Estaba compuesto mayoritariamente por campesinos (pequeños propietarios, jornaleros…), aunque también lo integraban artesanoS, empleados de los talleres, criados, grandes comerciantes enriquecidos con el comercio con América, etc. El escalón más bajo de la sociedad lo ocupaban los marginados, como los mendigos y los pícaros.
Las actividades económicas
A comienzos del Siglo XVI, Castilla era el principal soporte económico de la Monarquía Hispánica. La agricultura prosperó gracias a la roturación de nuevas tierras, y la ganadería trashumante, favorecida durante el reinado de los Reyes Católicos por los privilegios concedidos a la Mesta, mantuvo su importancia debido a las exportaciones de lana. La artesanía también crecíó, sobre todo la siderurgia vasca y la confección de paños en Castilla. Sin embargo, el comercio fue la actividad económica que experimentó un mayor auge, debido en gran medida al monopolio comercial con el Imperio colonial y a la llegada de metales preciosos desde América. Todo el comercio americano pasaba por Sevilla, que se convirtió en una de las ciudades europeas más importantes. Otros puertos del Cantábrico, como Bilbao, mantuvieron también un destacado tráfico comercial. En el transcurso del siglo, la economía castellana fue perdiendo vigor, en parte por los elevados impuestos y por la subida de los precios. La llegada de metales preciosos de América provocó un exceso de dinero en circulación y un encarecimiento de todos los productos. La situación fue tan grave que ha recibido el nombre de revolución de los precios. Por otra parte, los costes de la política imperial agotaron la economía española. La riqueza de Castilla se desviaba hacia otros territorios, como Flandes E Italia, para sufragar las continuas guerras. Por ello, los reyes tuvieron que recurrir a banqueros y solicitar préstamos, hasta que la economía colapsó.
La expansión del Imperio turco
La expansión del Imperio turco supuso una doble amenaza para Carlos I. Los turcos trataron de conquistar algunos territorios en Alemania. En 1529 sitiaron Viena, pero no la Ocuparon. Por otro lado, en el Mediterráneo, las incursiones de los piratas berberiscos, aliados de los turcos, dificultaban el comercio. Por ello, Carlos I organizó varias campañas militares y conquistó Túnez. Los turcos siguieron siendo un peligro para Felipe . En 1570 conquistaron Túnez y Chipre. España, Venecia y el papa firmaron una gran alianza que vencíó a los turcos en la batalla de Lepanto en 1571.
La defensa del catolicismo
El protestantismo se extendíó con rapidez por la Europa del Siglo XVI. En el Sacro Imperio, muchos príncipes alemanes se unieron a la Reforma protestante. Carlos I luchó contra ellos para defender el catolicismo, pero, a pesar de su éxito en 1547 en la batalla de
Mühlberg, el emperador se vio obligado a proclamar la libertad religiosa en la Paz de Augsburgo de 1555. La lucha contra el protestantismo influyó también en la política exterior de Felipe II. El monarca veía en la Monarquía Hispánica la gran defensora del catolicismo frente a la expansión del protestantismo. Por este
motivo, Felipe II intervino en las guerras de religión de Francia entre católicos y calvinistas, apoyando a los católicos. Sin embargo, no tuvo éxito.
La guerra de Flandes
El calvinismo se había extendido por los Países Bajos. La intolerancia de la política religiosa antiprotestante de Felipe I, unida a los elevados impuestos, provocó en estos territorios una grave rebelión en 1566. O Las provincias del norte, lideradas por Guillermo de Orange, se declararon independientes con el nombre de Provincias Unidas. El rey no aceptó esta decisión, por lo que dio comienzo una larga y costosa guerra que duró 80 años. La independencia de este territorio no fue reconocida por España hasta 1648. La guerra perjudicó el comercio con el mar Báltico, donde la Monarquía Hispánica compraba los pertrechos para mantener la Armada, y con Flandes, una de las regiones más ricas de Europa. Además, provoco el enfrentamiento Con Inglaterra. Desde la llegada al trono inglés de Isabel I en 1558, las relaciones entre España e Inglaterra empeoraron. El apoyo inglés a los rebeldes de los Países Bajos llevó a Felipe II a enviar contra Inglaterra la Armada Invencible, una poderosa flota que partíó desde Portugal y que fue derrotada en 1588.