Frente a la gran teoría de Parsons, Merton propugna la teoría de nivel medio, que se centra en analizar un ámbito acotado de los fenómenos sociales, favoreciendo así el establecimiento de conexiones adecuadas entre el discurso teórico y la investigación empírica.
2.2. La teoría del conflicto
Su principal exponente es Ralf Dahrendorf.
Para este autor, la sociedad siempre tiene una doble vertiente: el conflicto y el consenso.
Los procesos de conflicto y consenso están interrelacionados, y por ello dedicó sus esfuerzos a desarrollar una teoría del conflicto, basada en el análisis de la autoridad: el origen estructural de los conflictos se debe a la asignación de roles sociales dotados de expectativas de dominación. Es decir, la autoridad reside en las posiciones que ocupan las personas, y no en ellas mismas, y el objeto de la teoría del conflicto es analizar el conflicto entre dichas posiciones. A partir del conflicto de intereses entre dominadores y dominados, y de la constitución de grupos de interés que persiguen un programa u objetivo, analizó lo que denominaba “grupos de conflicto”, y los procesos de conflicto y cambio.
Afirmaba que, una vez constituidos, los grupos de conflicto se involucran en acciones que provocan cambios en la estructura social.
Cuando el conflicto es agudo, los cambios son radicales. Cuando va acompañado de violencia, el cambio estructural es súbito. Cualquiera que sea la naturaleza del conflicto, los sociólogos deben tener en cuenta la relación entre el conflicto y el cambio, así como la relación entre conflicto y el estatus quo.
Este planteamiento ha influido en el desarrollo del TS con grupos como disciplina científica, ya que la gestión adecuada de los conflictos, el papel de la autoridad y el liderazgo dentro del grupo y el cambio personal y grupal son aspectos cruciales en el desarrollo de la vida de un grupo, y deben tenerse en cuenta si queremos alcanzar las metas que se proponen los participantes, el trabajador social y el grupo como tal.
2.3. Interaccionismo simbólico y etnometodología
Al analizar la dinámica de grupos, el trabajador social se plantea tres tipos de problemas: los relacionados con la estructura del grupo (cómo estructurarlo y darle cohesión), los derivados del conflicto y el cambio dentro del grupo y los relacionados con las interacciones entre los participantes, que se basan en el lenguaje.
El Interaccionismo simbólico y la etnometodología han ejercido, en este sentido, una influencia notable en el TS con grupos, al centrarse en las prácticas comunicativas y en el ámbito microsocial.
Herbert Blumer acuñó el término “Interaccionismo simbólico”, basándose en la relectura de la obra de George Herbert Mead que fue publicada póstumamente por sus alumnos, y en la cual desarrolla un análisis de la persona como ser social.
Las diferencias en las obras de ambos estriban en el carácter más individualista de la teoría de Blumer, frente a los postulados más comunitarios de Mead. Para Mead, la dimensión social de la persona descansa en el proceso de comunicación. En este proceso, la persona se expresa, se reconoce a sí misma en el proceso de interacción y reconoce al otro, adoptando su perspectiva sobre sí mismo y sobre la realidad. La socialización es, desde el punto de vista de Mead, un proceso de interacción en el que cada persona se autorregula interiorizando la pauta general de acción, a la vez que puede evaluarla y reorientarla en un permanente ejercicio de revisión. El ser humano “se convierte en persona en la medida en que puede adoptar la actitud del otro y actuar hacia sí mismo como actúan otros”.
Para Mead, la relación personalidad-sociedad, o lo que es lo mismo, la relación entre el “yo” y el “mi” remite expresamente a una suma concreta de actores que en su interactuación modifican su propia psicología y aun la realidad intersubjetiva global. El “self” es la personalidad propiamente dicha, el individuo social; el “self” se estructura a través de dos fases dialécticamente entrelazadas: el “yo” (la respuesta del organismo a las actuaciones de los otros) y el “mi” (la serie organizada de actitudes de los demás que uno mismo asume). En este sentido, el “yo” es el elemento nuevo, y el “mi” es el elemento social que corresponde al “otro generalizado”. En el “yo” residen los aspectos creativos del “self”, y es la fuente de la innovación, mientras que en el “mi” residen el conjunto de actitudes y normas de los demás que se han internalizado y han sido asumidas por el actor. Por ello, en el “mi” reside el control social.
Por tanto, la personalidad no existe previamente a la interacción social; a través de ella asumimos papeles, organizamos nuestras experiencias y desarrollamos, mediante la representación de la perspectiva del otro generalizado, el pensamiento abstracto y la objetividad.
Blumer retomaría la obra de Mead para formular lo que denominó “Interaccionismo simbólico”. Su objetivo principal lo constituye el análisis de los símbolos que median la interacción. Las principales propuestas de su programa teórico son:
- La creatividad del sujeto y su capacidad de interactuación.
- El orden social depende de las prácticas recurrentes basadas en una interpretación idéntica, y el cambio social es posible porque las personas redefinen sus actos y establecen previsiones que les llevan a nuevos tipos de comportamiento.
- Nos relacionamos en función del significado que atribuimos a nuestras acciones, al entorno y a las acciones de los otros, en un proceso caracterizado porque el significado no es reducible exclusivamente al objeto ni al sujeto. Cada objeto puede tener significados infinitos, que dependen de la orientación que cada persona mantiene en su relación con él.
- La acción conjunta de las personas se basa en los marcos de interpretación previa que comparten, y que proceden siempre de otros anteriores: son históricos, y los transformamos en un proceso complejo a través de la práctica.
Erving Goffman, discípulo de Blumer, desarrolló su perspectiva dramatúrgica basándose en la tensión entre lo que las personas quieren hacer y lo que los demás esperan que hagan. Adoptó una perspectiva de la vida social como si ésta fuera una serie de actuaciones dramáticas que se asemejan a las respuestas en el escenario. Se interesó por las interacciones cara a cara en las que las personas están siempre físicamente presentes. Para Goffman, las personas no actúan solamente predeterminadas por el guión: también pretenden influir en la audiencia.
La obra de Goffman se caracteriza por su negativa sistemática a formular una gran teoría. Sus escritos, sin embargo, han influido en la evolución posterior de las ciencias sociales, y específicamente en el campo del Trabajo Social con grupos.
Desde otra perspectiva diferente, los etnometodólogos se centran en el estudio del “cuerpo de conocimiento de sentido común y de la gama de procedimientos y consideraciones (métodos) por medio de los cuales los miembros corrientes de la sociedad dan sentido a las circunstancias en las que se encuentran, hallan el camino a seguir en esas circunstancias y actúan en consecuencia”.
El principal representante de esta corriente es Harold Garfinkel, que se planteaba un triple objeto de estudio:
- El objeto de investigación es el conocimiento tácito que las personas emplean para dar sentido a la realidad y por lo tanto para influir en ella y dirigir su acción sobre la misma. Garfinkel se opone por tanto a los determinismos biológicos o estructurales que explican la conducta humana.
- El orden social es fruto de procedimientos compartidos. Por lo tanto, es una consecución de la interacción de personas hábiles, en base a la capacidad de interpretación y previsión de las acciones de los otros sujetos.
- La acción se basa en la capacidad de las personas para predecir respuestas, y esto a su vez es posible por la tesis de la reciprocidad.
3. LA INTERACCIÓN SOCIAL Y LOS RETOS DE LA SOCIEDAD
EMERGENTE
Nos encontramos inmersos en una sociedad caracterizada por la innovación tecnológica y por la transformación y adaptación de las formas de interacción social a un nuevo contexto. Se exigen mayores habilidades sociales, competencias técnicas y capacidad de adaptación, a la vez que aumenta la inestabilidad familiar y laboral. Todo ello en un contexto caracterizado por un proceso de individualización en el que se debilitan los lazos sociales.
Es aquí cuando el TS con grupos cobra mayor importancia, pues permite recuperar o fortalecer nuestras capacidades de interacción social.
3.1. La interacción social en un nuevo modelo de sociedad: riesgo y red
En esta época de cambios sociales, económicos y culturales acelerados, toma especial relevancia una cuestión clave: cómo lograr la inclusión social en un escenario de incertidumbre.
Para Ulrich Beck, es necesario abordar los nuevos problemas emergentes con nuevas categorías, ya que las estrategias clásicas de las sociedades del siglo XIX han quedado anticuadas.
Para poder abordar esta nueva problemática social, el autor desarrolla la noción de “sociedad de riesgo”: aquella sociedad en la que la lógica de la producción de riesgos domina a la lógica de la producción industrial
El análisis de las transformaciones que estamos viviendo, y de las tendencias de futuro que se vislumbran en la sociedad actual, debe tener en cuenta las estructuras sociales de poder y reparto, las burocracias, las normas y
La sociedad del riesgo (o sociología del riesgo) es la síntesis sociológica de un momento histórico en el período moderno en el cual éste pierde sus componentes centrales, provocando una serie de debates, reformulaciones y nuevas estrategias de dominación. Se trataría de una sociedad posindustrial en el sentido en que las matrices básicas de la modernidad y su misma correlación de fuerzas han cambiado sustancialmente. El primer teórico que habló de este cambio fue Ulrich Beck, quien en su libro La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad (1986) expuso una serie de cambios que no estaban siendo advertidos por las ciencias sociales y que afectaban notablemente a las nuevas generaciones.