Durante mucho tiempo los filósofos han presupuesto que el papel de un
“enunciado” sólo puede ser “describir” algún estado de cosas, o “enunciar algún
hecho”, con verdad o falsedad. Es cierto que los gramáticos han señalado siempre
que no todas las “oraciones” son (usadas para formular) enunciados1:
tradicionalmente, junto a los enunciados (de los gramáticos) hay también
preguntas y exclamaciones, y oraciones que expresan órdenes o deseos o
permisiones. Sin duda, también, tanto los
gramáticos como los filósofos han caído en la cuenta de que ni siquiera es en modo
alguno fácil distinguir las preguntas, las órdenes, etc. de los enunciados por medio
de los escasos e insatisfactorios criterios gramaticales disponibles, tales como el
orden de las palabras, el modo verbal, etc., aunque quizá no ha sido común
detenerse en las dificultades que este hecho obviamente suscita. Porque, ¿cómo
habremos de decidir cuál es cuál?
Pero en los últimos años, muchas cosas que anteriormente habrían sido
aceptadas sin objeciones como “enunciados”, tanto por los filósofos como por los
gramáticos, han sido examinadas con renovada atención. Primero
apareció el punto de vista, no siempre expuesto sin un infortunado dogmatismo,
de que un enunciado (fáctico) debe ser “verificable”, y esto llevó a pensar que
muchos “enunciados” sólo son lo que puede denominarse seudo‐enunciados. En
primer término, y en forma más obvia, se mostró que muchos “enunciados” son,
1 Por supuesto, nunca es realmente correcto decir que una oración es un enunciado. Mas bien lo
correcto es decir que la oración es usada al hacer un enunciado. El enunciado mismo es una
“construcción lógica” a partir de las formulaciones de enunciados.
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como Kant fue quizás el primero en sostener sistemáticamente, sinsentidos
estrictos, pese a su forma gramatical impecable. Sin embargo, aun los filósofos establecemos ciertos límites a la dosis
de sinsentido que estamos dispuestos a reconocer que decimos; de tal modo fue
natural preguntar, en una segunda etapa, si muchos que parecían seudo‐enunciados
eran en realidad enunciados. Por ejemplo, las “proposiciones éticas” quizá
persiguen manifestar emociones, exclusiva o parcialmente, o bien prescribir
conducta o influirla de maneras especiales. También aquí Kant se cuenta entre los
pioneros. No todos los enunciados
verdaderos o falsos son descripciones; por esta razón prefiero usar la palabra
“constatativo”*. Siguiendo esta línea se ha mostrado, fragmentariamente hasta
ahora, o por lo menos se lo ha presentado como probable, que muchas perplejidades
filosóficas tradicionales han surgido merced a un error: el error de
tomar como enunciados fácticos lisos y llanos a expresiones que son sinsentidos de
maneras interesantes, aunque no desde un punto de vista gramatical, o bien que
han sido formuladas con un propósito diferente. No debe sorprender que los comienzos hayan sido
* “Constatativo” es, por supuesto, un neologismo derivado del galicismo “constatar”. Austin usa
“constative” que, en inglés también es un neologismo. (T.)
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fragmentarios, con parti pris y guiados por fines diversos. Esto es común en todas
las revoluciones.
Delimitación preliminar del realizativo* 2
El tipo de expresión lingüística que hemos de considerar aquí, no es en
general un tipo de sinsentido; aunque, como veremos, el mal uso de ella puede
originar variedades especiales de “sinsentido”. Sin
embargo, es bastante común que así lo haga y, curiosamente, que ello ocurra
cuando asume su forma más explícita. Creo que los gramáticos no han visto lo que
hay detrás del “disfraz”, y los filósofos, en el mejor de los casos, sólo lo han hecho
en forma incidental3.
Comenzaremos, pues, poniendo como ejemplos algunas expresiones
lingüísticas que no pueden ser subsumidas en ninguna categoría gramatical admitida
hasta ahora, excepto la de “enunciado”. Dichas expresiones no son un
sinsentido, y no contienen ninguna de esas señales de peligro verbales que los
filósofos han descubierto, o creen haber descubierto. Todos
nuestros ejemplos tendrán, como se verá, verbos en la primera persona del singular
del presente del indicativo en la voz activa4. Se pueden hallar expresiones que
satisfacen estos requisitos y que, sin embargo:
A) no “describen” o “registran” nada, y no son “verdaderas o falsas”; y
B) el acto de expresar la oración es realizar una acción, o parte de ella, acción
que a su vez no sería normalmente descripta como consistente en decir algo.
* “Realizativo” es un neologismo derivado de “realizar”. Lo mismo ocurre, en el original inglés, con
“performative”, derivado del verbo “to perform”. Austin aclara, más adelante, por qué ha elegido esa
expresión. (T.)
2 Todo lo que digo en estos apartados es provisional, y debe ser revisado a la luz de lo que se
expresa más adelante.
3 Los juristas debieran ser, entre todos, los más conscientes del verdadero estado de cosas. Algunos,
quizá, ya lo son.
4 Esto no es casual: todos ellos son realizativos “explícitos” y pertenecen a esa clase avasalladora
que más adelante llamaremos la de los “ejercitativos”.
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Esto dista de ser tan paradójico como puede parecer, o como, no sin mala
intención, he tratado de presentarlo. En realidad los siguientes ejemplos pueden
parecer decepcionantes.
E.a) “Sí, juro (desempeñar el cargo con lealtad, honradez. etc.”), expresado
en el curso de la ceremonia de asunción de un cargo5.
E.b) “Bautizo este barco Queen Elizabeth”, expresado al romper la botella de
champaña contra la proa.
E.c) “Lego mi reloj a mi hermano”, como cláusula de un testamento.
E.d) “Te apuesto cien pesos a que mañana va a llover”.
En estos ejemplos parece claro que expresar la oración (por supuesto que en
las circunstancias apropiadas) no es describir ni hacer aquello que se diría que hago
al expresarme así6, o enunciar que lo estoy haciendo: es hacerlo. Ninguna de las expresiones
mencionadas es verdadera o falsa;
Afirmo esto como obvio y no lo
discutiré, pues es tan poco discutible como sostener que “maldición’’ no es una
expresión verdadera o falsa. 7 Propongo
denominarla oración realizativa o expresión realizativa o, para abreviar, “un
realizativo”. La palabra “realizativo” será usada en muchas formas y
construcciones conectadas entre sí, tal como ocurre con el término “imperativo”8.
Deriva, por supuesto, de “realizar”, que es el verbo usual que se antepone al
sustantivo “acción”.
5 En el original inglés se alude a una ceremonia nupcial y se ejemplifica con las palabras “I do”
dichas por el novio. Urmson incluyó allí la siguiente nota: “Austin advirtió demasiado tarde
que la expresión «I do» no se usa en la ceremonia nupcial; ya no podía enmendar su error. Nosotros hemos
reemplazado, aquí y en el resto del libro, los ejemplos referentes al acto de casarse porque los
contrayentes no emplean, entre nosotros, expresiones realizativas ni otras que puedan confundirse
con ellas. (T.)
6 Menos aún algo que ya he hecho o que no he hecho todavía.
7 Las oraciones forman una clase de “expresiones lingüísticas”. Esta clase debe ser definida, según
pienso, en forma gramatical. empero, de que se haya dado ya una definición
satisfactoria. hacer una apuesta.
Ver infra lo relativo a “alocuciones”.
8 En otras ocasiones usé la palabra “realizatoria” (“performatory”), pero ahora prefiero “realizativa”
porque es menos fea, más manejable, y porque su formación es más tradicional.
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Hay otras palabras que pueden presentarse como candidatas, cada una de
las cuales cubriría adecuadamente esta o aquella clase más o menos amplia de
realizativos. Por ejemplo, muchos de éstos son expresiones contractuales (“te
apuesto”) o declaratorias (“declaro abierta la sesión”). La palabra que más se aproxima a lo que necesitamos es, quizás, el término
técnico inglés “operative” (“operativo”) en el sentido estricto que le dan los
abogados para aludir a aquellas cláusulas de un instrumento que sirven para
realizar la transacción (transferencia de un inmueble o lo que sea) que constituye el
objeto principal de aquél, mientras que el resto del mismo simplemente “refiere las
circunstancias en que el acto se lleva a cabo9. Pero“operative” tiene otras acepciones,
y hoy en día se usa a menudo para significar poco más que “eficaz” o
“conducente”.
Decir y hacer
Cabe preguntar entonces si habremos de afirmar cosas como estas:
“Bautizar es decir unas pocas palabras”, o
‘‘Apostar es simplemente decir algo”.
En un principio tal idea suena rara o aun impertinente, pero puede llegar a
no serlo si adoptamos suficientes precauciones.
Pero probablemente la verdadera razón que hace que tales observaciones
parezcan peligrosas reside en otro hecho obvio, al que tendremos que volver con
más detalle más adelante. Se trata de lo siguiente: expresar las palabras es, sin
duda, por lo común, un episodio principal, si no el episodio principal, en la
realización del acto (de apostar o de lo que sea), cuya realización es también la
9 Debo esta observación al profesor H. Hart.
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finalidad que persigue la expresión. Pero dista de ser comúnmente, si lo es alguna
vez, la única cosa necesaria para considerar que el acto se ha llevado a cabo.
Hablando en términos generales, siempre es necesario que las circunstancias en que
las palabras se expresan sean apropiadas, de alguna manera o maneras. Además, de
ordinario, es menester que el que habla, o bien otras personas, deban también llevar
a cabo otras acciones determinadas “físicas” o ‘‘mentales”, o aun actos que
consisten en expresar otras palabras. Así, para bautizar el barco, es esencial que Yo
sea la persona designada a esos fines; para asumir el cargo es esencial que Yo reúna
los requisitos correspondientes, etc.; para que tenga lugar una apuesta, es
generalmente necesario que haya sido aceptada por otro (el que tiene que haber
hecho algo, por ejemplo, haber dicho “aceptado”); y difícilmente hay un obsequio
si digo “te doy esto” pero jamás entrego el objeto.
Hasta aquí no hay problemas. Ello puede
ocurrir, al considerar algunos de los realizativos más intimidatorios, tales como “Te
prometo…” Claro está que las palabras deben ser dichas “con seriedad” y tomadas
de la misma manera. Es menester que no esté bromeando ni escribiendo un
poema. De aquí hay
un solo paso a creer, o dar por sentado, que en muchas circunstancias la expresión
externa es una descripción, verdadera o falsa, del acaecimiento del acto interno. La
expresión clásica de esta idea puede hallarse en el Hyppolytus(1. donde
Hippolytus dice:
½ glñjj’ Ômëmoc’, ½ frÂn ¦nwmotÕj,
es decir: “mi lengua lo juró, pero no lo juró mi corazón” (o mi mente u otro
protagonista oculto)10. Porque quien dice
“¡prometer no es meramente cuestión de expresar palabras, se trata de un acto
10 No me propongo excluir a todos los otros participantes que no aparecen en el escenario, los
iluminadores, el director, ni siquiera el apuntador. Sólo objeto a algunos oficiosas actores
reemplazantes.
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interno y espiritual!” puede parecer un sólido moralista erguido frente a una
generación de teóricos superficiales. Lo vemos como él se ve a sí mismo, oteando
las profundidades invisibles del espacio ético, con toda la prestancia de un
especialista en lo sui generis. Sin embargo, nuestro moralista proporciona una
escapatoria a Hippolytus, una excusa al perjuro que ha dicho “Sí, juro”, y una
defensa al tramposo que ha dicho “te apuesto”. La precisión y la moral están
igualmente en favor de la expresión común según la cual la palabra empeñada nos
obliga.
En ningún caso decimos que la expresión es falsa, sino que ella, o más bien
el acto11 (por ejemplo, la promesa), es nulo, o hecho de mala fe, o incompleto, o cosa
semejante. En el caso particular del prometer, como ocurre con muchos otros
realizativos, es apropiado que la persona que expresa la promesa tenga una
determinada intención, a saber, cumplir con su palabra. ¿Acaso cuando tal intuición falta no
hablamos de una promesa “falsa”? Porque quien usa la fórmula “te prometo que…“, promete, la promesa
no es siquiera nula, aunque es hecha de mala fe. La expresión es quizás equívoca,
probablemente engañosa y sin duda moralmente incorrecta, pero no es una
mentira ni un enunciado erróneo. Además, no
hablamos de una apuesta falsa o de un bautismo falso; y el hecho de que realmente