Este cuento de Jorge Luis Borges se encuentra en
la colección de cuentos que también lleva por título El
aleph.
Jorge
Luis Borges nació en Buenos Aires (Argentina) en 1899. De 1914 a
1921 vive con su familia en Italia, Suiza y España. Será en
Argentina donde tome contacto con las corrientes vanguardistas que
tan de moda estuvieron en los primeros pasos del siglo XX. Borges
vive en una epoca de dictadura.
En este cuento el tema que se destaca entre otros, es el descubrimiento del infinito o la manifestación del saber total. A pesar del desaliento que produce el cosmos inabarcable y la imposibilidad de averiguar qué hay en el universo, en ocasiones al hombre le es concedido el privilegio de asistir, aunque sea casual y brevemente, al espectáculo del universo, de asomarse al abismo de la eternidad y contemplar el misterio.
La
revelación total y simultánea del cosmos tiene lugar en El
aleph. El
mismo Borges es el narrador, escritor y personaje que ve a través de
“una pequeña esfera tornasolada” todo el universo, representado
por medio de una caótica enumeración que concluye con palabras
definitivas: “…y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían
visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los
hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible
universo.” El autor ha escogido un símbolo cabalístico, el Aleph,
que es la primera letra del alfabeto hebreo y que, según la
tradición, contiene todos los elementos del habla humana. Se trata
de un símbolo de tradición de la Cábala. Los judíos siempre
vieron el aleph como la raíz espiritual
de todas las letras, en su esencia, de todo el alfabeto y, por lo
tanto, de todos los demás del habla humana.
El aleph sería así, la
primera letra del alfabet. Esta letra sería la única que el pueblo
escuchó directamente de la boca de Dios y esta singular virtud la
convierte en símbolo de su voluntad, y Dios como el universo.
Al representar el espacio, Borges intensifica el contraste entre lo familiar y lo extraño, introduciendo lo extraño en lo familiar. Destaca el carácter peculiar de lo que es extraño, describiéndolo contra el fondo de un mundo familiar y ordinario. En El Aleph, el sótano de una casa se transforma en el lugar mágico donde el narrador-personaje va a recibir la revelación del Aleph, la pequeña esfera que contiene todo el universo; Borges relaciona la transformación del espacio con la revelación divina. La presencia de la casa alude directamente al mundo familiar.
En este cuento, Borges asocia la existencia de la casa a dos personajes diversos: la frívola y bella Beatriz, por quien el narrador-personaje manifiesta un humillante y rechazado amor, y Daneri, el poeta ridiculizado y cómico. Todo los personajes, inclusive el narrador, poseen un lado cómico aunque con niveles; Beatriz es el personaje más serio y Daneri el más ridículo. En la casa, Daneri recibe la revelación del Aleph; la amenaza de destrucción de la casa desencadena la acción del relato. Si la casa representa el mundo familiar, el Aleph representa la existencia del mundo extraño dentro de lo familiar. El Aleph, el punto del universo que contiene dentro de él la totalidad del universo, es un objeto mágico y extraño: para llegar a él, hace falta “descender” al sótano de la casa. Daneri es un sabio que induce al narrador, provocándole por medio de la palabra, a poner a prueba la verdad y ver el Aleph.
En la última página del relato, Borges declara:”yo mismo estoy falseando y perdiendo, bajo la trágica erosión de los años, los rasgos de Beatriz”. Aquella persona que él adoraba con locura, entonces, termina convirtiéndose en una incógnita incluso para él, quien comienza a “falsear lo que aún recuerda de Beatriz”. Con este comentario final, el escritor argentino destaca, una vez más, la imposibilidad de recrear la realidad, e incluso de conocerla. Por esta misma razón, la otra gran referencia literaria a la que el texto de Borges se refiere de manera implícita (La República de Platón), es de una importancia extrema ya que permite cuestionar el proceso de adquisición de conocimiento en general tal como lo describe Platon. La descripción del descenso al sótano también se alude al mito de la caverna de Platón. El hecho de que el sótano y la caverna puedan ser asociados nos permite arribar a la determinación de la falsedad del aleph. En alegoría de la caverna, las sombras que los prisioneros están obligados a observar representan copias de la realidad, ya que estas no son más que el reflejo de objetos reales, que a su vez son mera reproducciones de la “Idea” original de cada objeto. Lo “verdadero” u “original, según el mito, se encontraría fuera de la caverna, que impediría el acceso al verdadero conocmieinto. Por el contrario, en el cuento de Borges, se produce una revelación ya que al contemplar el aleph, el protagonista y el lector se dan cuenta de que la verdad se encuentra en ese preciso lugar, en el sótano. La multiplicidad de imágenes que el aleph deja entrever no son más que posibles verdades. Lo que Borges intenta decir con esto, es que la capacidad de adquisición de un conocimiento absoluto no es una opción para los seres humanos. Fuera y dentro del sótano, solo existen posibles representaciones e imágenes ireales que percibimos como auténticas, dada nuestra imposibilidad de acceso al conocimiento de la verdad. La alusión al mito de la caverna de Platón sirve para reforzar la falsedad del aleph en tanto que portal que conduce al “inconcebible universo”