El Anarquismo y la II Internacional: Teorías y Movimientos Obreros


El Anarquismo

La otra gran teoría revolucionaria de base obrera fue el anarquismo. La palabra anarquía significa «sin autoridad». Su primer ideólogo fue Pierre-Joseph Proudhon (1809-1865), quien influyó en los líderes obreros franceses contrarios a la intervención del Estado, la propiedad privada y la influencia de la religión. Con una fe irrenunciable en el hombre y en su libertad, y un rechazo total a la participación obrera en cualquier forma de lucha política, Proudhon sostenía que la emancipación de los trabajadores se lograría de forma pacífica a través de la asociación y el desarrollo del mutualismo. Finalmente se identificó partidario de la anarquía, una sociedad sin ninguna forma de autoridad, semejante a las sociedades primitivas.

El principal teorizador del anarquismo fue el aristócrata y militar ruso Mihail Bakunin (1814-1876), quien defendió la rebelión espontánea contra la sociedad capitalista y contra el Estado. Bakunin, junto con Malatesta, entre otros, fueron elaborando la doctrina anarquista. Esta doctrina pretendía no solo promover la acción del proletariado industrial, sino la de todos los sectores oprimidos de la sociedad: obreros, soldados, estudiantes y campesinos, de forma especial estos últimos.

Partiendo de una oposición radical a toda organización y rechazando toda acción política, los bakuninistas se distinguieron del marxismo y se enfrentaron al mismo porque su objetivo no era la conquista del Estado sino su destrucción total.

Los socialistas y anarquistas pretenden alcanzar la sociedad comunista, pero difieren en las estrategias que han tenido que usar para lograr este objetivo. Para los anarquistas se requiere suprimir inmediatamente el Estado, mientras que los marxistas sostenían que era necesario el control del Estado y su control por parte de los trabajadores durante una fase transitoria (dictadura del proletariado). Por eso los anarquistas calificaron a los marxistas de autoritarios y centralistas, mientras que se definieron sí mismos como antiautoritarios y federalistas o comunalistas.

Según los anarquistas, el Estado obrero defendido por Marx imposibilitaba un sistema antiautoritario basado solo y exclusivamente en «la libre federación de asociaciones autónomas». Esta revolución social, más radical que la marxista, tenía como objetivo la destrucción total e inmediata del orden social burgués y sus instrumentos de control.

La II Internacional

La expansión del movimiento obrero: partidos y sindicatos socialistas

La expansión de los partidos socialistas y de las organizaciones sindicales nacionales fue notable. Uno de los primeros fue el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), que adoptó un programa revolucionario marxista aunque renunció a la lucha parlamentaria para adquirir mejoras inmediatas en las condiciones de las clases trabajadoras y lograr reformas democráticas como el sufragio universal, incluido el voto femenino.

Las últimas décadas del siglo XIX fueron claves en la fundación de otros partidos socialistas, como el Partido Socialista Obrero Español. En el Reino Unido, la fuerza del sindicalismo de los sindicatos condicionó la formación de un partido socialista; deseosos de tener su propia representación parlamentaria, tomaron la iniciativa de formar el Partido Laborista.

Asimismo, el aumento de las fuerzas obreras se tradujo en el impulso de los sindicatos. En España se creó la Unión General de Trabajadores (UGT).

Tendencias y divisiones en el seno del socialismo

Los partidos socialistas no presentaban uniformidad ideológica a pesar de las influencias. A finales del siglo XIX se perfilaron tres tendencias:

  1. La revisionista, impulsada por Eduard Bernstein, quien criticó abiertamente la doctrina de Marx, negó que el sistema capitalista estuviera próximo a su fin y que el cambio social solo pudiera lograrse mediante la lucha de clases y la revolución.
  2. La izquierdista, que defendía la lucha de clases y la revolución como únicas vías al socialismo.
  3. Una centrista, que sostuvieron la mayoría de los partidos socialistas europeos. Sin embargo, no implicó la supresión de las prácticas reformistas.

De la fundación a la crisis de la II Internacional

La II Internacional se fundó en el congreso de 1889, en París. Adoptó una clara orientación marxista.

Entre sus objetivos fundamentales se logró una legislación laboral favorable para los trabajadores (jornada de ocho horas, prohibición del trabajo infantil y derecho de huelga). También instituyó el día 1 de mayo (Día Internacional del Trabajo) como fiesta reivindicativa.

La ruptura definitiva se produjo con el triunfo en Rusia de la Revolución bolchevique y la decisión de los comunistas soviéticos de fundar una nueva Internacional, la III Internacional Comunista (Komintern).

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