Escultura Barroca
La escultura barroca, al igual que la arquitectura, tiene su origen en Italia y adquiere un valor omnipresente al desarrollarse en fachadas, retablos y monumentos públicos de carácter diverso. Es el elemento clave para dar sentido palaciego, cortesano o simbólico a las escenografías barrocas.
Los materiales empleados por los escultores variaban según la zona de producción. La piedra se utilizó en todas las zonas donde se producía, si bien en Italia se usó principalmente el mármol combinado con alabastro y bronce. En España, el principal material escultórico fue la madera. Otros materiales fueron el marfil, el oro y la plata que, erróneamente, se han relacionado con la orfebrería más que con la escultura.
La tipología y la temática de las obras son diversas, con temas religiosos o monumentos funerarios de papas, reyes o príncipes. Existe también una temática mitológica, pero con sentido simbólico referido a las virtudes humanas.
La figura exenta o de bulto redondo se relaciona con el relieve porque juega con la unifacialidad de la representación y rompe con la multifacialidad manierista.
La unifacialidad se relaciona con la teatralidad, ya que cualquier obra barroca pierde valor si se separa del lugar para el que fue concebida y, por tanto, debe ser contemplada dentro de un espacio y en relación con un espectador.
Por ello, la arquitectura se pone al servicio de la escultura y se convierte en su escenario. Esta integración artística es la que define la unidad de las artes, característica intrínseca en el discurso conceptual del Barroco.
Bernini es el artista que mejor define el llamado teatro sagrado, ya que es capaz de lograr con maestría una sabia simbiosis con la luz y el color.
En Francia podemos hablar de una escultura de marcado clasicismo formal y conceptual unido al poder real. En España, la imaginería, de un realismo extraordinario, se pone exclusivamente al servicio de la Iglesia.
Contexto Artístico del Barroco
El Barroco (siglos XVII y XVIII) tiene una localización muy precisa, pues su foco más influyente fue la Roma papal, centro de un arte contrarreformista que derivó hacia un barroco exuberante y que influyó en todo el arte europeo de los siglos XVII y XVIII. Desde un punto de vista artístico, también adquirió una gran importancia la corte española de los Habsburgo, con centros como Sevilla, Valencia, Toledo y Madrid en la Península, y Nápoles o Flandes en el resto de Europa.
Francia se apartó de la exuberancia barroca italiana y adoptó formas más academicistas, y Holanda constituyó un foco burgués y protestante, de gran riqueza artística, sobre todo pictórica. Inglaterra, con una plástica de influencia foránea, inició un estilo que desarrolló con personalidad propia durante el siglo XVIII.
El término barroco aparece en el siglo XVIII con un cierto sentido peyorativo; su origen parece derivar de barrueco, que designa una perla de forma irregular. En arte, sin embargo, el término se asocia con la complejidad del lenguaje artístico de la época. De ahí que en la definición del arte barroco, a la noción de irregularidad se le añada la de complejidad.
Actualmente entendemos por Barroco el estilo que a lo largo del siglo XVII y parte del XVIII surgió de Italia y se extendió por Europa, y que, con un lenguaje propio y complejo, elaboró soluciones estéticas y formales diversas que reflejan la visión contradictoria y unitaria que caracteriza el espíritu de la época.
En el arte barroco se aprecia la manifestación de los tres poderes establecidos: la Iglesia, la Monarquía y la Burguesía. Por ello, la producción artística de este periodo se puede dividir en dos grupos: la promovida por la burguesía protestante y la promovida por la Iglesia y el poder real. Esta distinción es el resultado de la carga ideológica subyacente en el arte y del hecho de que el artista se convierte en transmisor del mensaje que los diversos patronos quieren potenciar.
En el Barroco, el estudio individualizado de las obras se debe complementar con el análisis de las interrelaciones con su contexto, para buscar la unidad, el arte total que globaliza el resto de manifestaciones artísticas. Así, la arquitectura barroca se convierte en continente de la pintura y la escultura e integra estas dos artes en un todo unitario que se transforma en un espacio o universo interrelacionado, un teatro sagrado, en el que las artes plásticas son elementos básicos de la representación.
Bernini es el máximo exponente de esta corriente integradora, que se encuentra presente en la mayoría de sus obras, y de una manera especial en la iglesia de Sant’Andrea al Quirinale y en la Cappella Cornaro.