Platón (Pregunta 1)
Platón nació en Atenas en el año 427 a. C. y murió en el 347 a. C. Es un autor perteneciente a la filosofía griega antigua. Procedía de una familia noble y rica, vinculada a la política ateniense. Fue discípulo y amigo de Sócrates. Al conocerlo, antes de los 20 años, dejó de componer tragedias y se dedicó por completo a la filosofía. Muerto Sócrates, viajó dos veces a la Magna Grecia (Siracusa), donde, junto con otros amigos, intentó llevar a la práctica política sus conocimientos filosóficos, fracasando peligrosamente en el intento. Desde entonces, se apartó de la actividad política, aunque no de la reflexión política. En medio de los dos viajes a la Magna Grecia, hacia el 387 a. C., fundó en Atenas «la Academia», un centro de formación superior integral donde enseñó filosofía.
A Platón le tocó vivir el doloroso derrumbe del poderío y esplendor de Atenas, y, con ello, del modelo de vida genuinamente griego: la polis democrática. Este progresivo derrumbe tuvo como acontecimientos más destacables las Guerras del Peloponeso (431-404 a. C.), la victoria de Esparta y sus aliados sobre Atenas, con su correspondiente hegemonía del 404 al 371 a. C., la posterior hegemonía de Tebas del 371 al 362 a. C., y, finalmente, la ruina de Atenas en el 355 a. C. Posteriormente, no tardaría en imponerse en todo el territorio griego el imperialismo macedónico, y, con ello, el fin del modelo de la polis democrática.
Platón, el más destacado discípulo de Sócrates, es continuador del preguntar por el eidos y del enfrentamiento constante contra los sofistas propios de su maestro. En efecto, el declive de Atenas tuvo también como una de sus manifestaciones máximas el predominio del relativismo y oportunismo de los sofistas, así como la condena a muerte de Sócrates, promovida sobre todo por aquéllos al ser puesta en evidencia por éste, mediante su preguntar por el eidos y el examen exhaustivo de las respuestas, la inconsistencia del saber y actitud vital de los sofistas. Este es el contexto filosófico en el que hay que situar a Platón y su obra.
Toda la filosofía de Platón está marcada por el intento de superar, mediante la dialéctica, el relativismo y oportunismo sofístico, y en consecuencia superar la propia contingencia o caducidad de lo sensible o empírico, es decir, de buscar algo así como un patrón o modelo necesario o invariable (el eidos o idea, que en sentido supremo es representado por la «idea del bien») que posibilite no sólo el conocimiento firme de todas las cosas, sino también, a la vez, una determinada conducta que puede ser considerada como buena y justa siempre. Así, la oposición entre lo sensible (cambiante y contingente) y lo inteligible (invariable y permanente) es una constante en la filosofía de Platón, que tiene un permanente alcance cognoscitivo (epistemológico) y práctico (ético-político) a la vez.
La imponente y compleja filosofía de Platón se presenta a modo de diálogos, que plasman el modo de filosofar de Sócrates: personajes que preguntan y responden, dialogando, sobre distintos eidos. Esa filosofía evoluciona a lo largo de tres etapas: socrática, doctrinal y crítica. Así, los 27 diálogos conservados de Platón se clasifican en 11 diálogos socráticos (donde aparece Sócrates y su pregunta por un eidos), 8 diálogos doctrinales (donde Platón expone su teoría mítica de las ideas) y 8 diálogos críticos (donde Platón supera su propia teoría mítica de las ideas y presenta su filosofía definitiva como dialéctica). De Platón también se conservan dos cartas largas. Las obras de Platón no sólo son obras maestras de la filosofía, sino auténticas obras de arte literarias, y espléndidos cuadros demostrativos de la vida de su época.
Texto 1
Este texto pertenece a la alegoría de la caverna, narrada por Platón en su diálogo titulado República (libro VII), que forma parte de los diálogos doctrinales. El texto nos sitúa en un momento de la alegoría en que el liberado de las cadenas sale finalmente fuera de la caverna, a la realidad exterior, y continúa, en este nuevo y definitivo escenario, su lento, difícil y doloroso proceso de curación de la ignorancia y acceso a la verdad, proceso que ahora consiste en ver primero las sombras de las cosas reales, después las imágenes de éstas reflejadas en el agua, posteriormente las cosas mismas iluminadas por la luz del Sol, y, por último, el Sol mismo, que en la alegoría de la caverna representa el ser o verdad de las cosas en general (la «idea del bien»), que es la meta última y máxima del conocimiento humano.
En general, la alegoría de la caverna es una narración que pretende explicar de manera metafórica en qué consiste el saber y la propia naturaleza humana (la cual se entiende en relación al saber). Un personaje pasa de estar encadenado en una caverna viendo meramente sombras a estar liberado e iniciar un proceso, lento y doloroso, de curación de la ignorancia o adquisición del auténtico saber (saliendo fuera de la caverna a la realidad exterior) cuya meta máxima (la verdad misma) está representada por el Sol. Así, podemos inscribir el texto en concreto dentro de la problemática o ámbito filosófico de la epistemología o teoría del conocimiento y de la antropología filosófica.
El tema del texto sería «el conocimiento fuera de la caverna», y la tesis principal sería que «el conocimiento fuera de la caverna es el conocimiento superior que permite conocer la realidad verdadera». También reconocemos en el texto como afirmación implícita el carácter progresivo y en distintas etapas que tiene el camino hacia la verdad, así como la clara conciencia de una meta última que es la que da sentido y define a ese camino que es la filosofía misma, siendo esa meta última el ser o verdad en general de las cosas (representado aquí metafóricamente por el Sol). El texto no es un mito, sino una alegoría, pues todas las metáforas que aparecen en ella se pueden «traducir» perfectamente, de manera directa e inmediata, lo cual no ocurre en un mito. Se trata de una bella construcción literaria con significado filosófico.
Texto 2
Este texto pertenece al momento inmediatamente posterior a la narración que el personaje Sócrates hace de la alegoría de la caverna a su interlocutor Glaucón, en la obra de Platón titulada República (libro VII), momento en el que Sócrates empieza a explicar el significado de la alegoría en cuestión. En el texto se establece un paralelismo entre el mundo que vemos y la caverna, y, correlativamente, entre el Sol y la hoguera; así como también entre, por un lado, la salida desde el interior de la caverna al ámbito de la realidad exterior para contemplar lo que hay en él y, por otro lado, el esfuerzo del alma por acceder a la comprensión de lo inteligible. Dice que lo más elevado y trascendental de lo inteligible es la idea del bien, que es difícil comprender, y que es el ser o verdad en general de todas las cosas, aquello cuyo conocimiento tiene a la vez y por lo mismo un valor teórico (la verdad) y práctico (la bondad y la justicia).
Sócrates establece un paralelismo o equivalencia entre, por un lado, el Sol y su luz en el ámbito visible y, por otro lado, la idea del bien en el ámbito inteligible. En general, la alegoría de la caverna es una narración que pretende explicar de manera metafórica en qué consiste el saber y la propia naturaleza humana (la cual se entiende en relación al saber). Un personaje pasa de estar encadenado en una caverna viendo meramente sombras a estar liberado e iniciar un proceso, lento y doloroso, de curación de la ignorancia o adquisición del auténtico saber (saliendo fuera de la caverna a la realidad exterior) cuya meta máxima (la verdad misma) está representada por el Sol. Así, podemos inscribir el texto en concreto dentro de la problemática o ámbito filosófico de la epistemología o teoría del conocimiento y de la antropología filosófica.
El tema del texto sería «la interpretación filosófica de la alegoría de la caverna», y la tesis principal sería que «el Sol se identifica con la idea del bien, que posibilita la verdad de las cosas y su conocimiento». Platón también afirma que hay una verdad o ser de las cosas a la que el alma debe tender, así como que esa verdad tiene a la vez un carácter cognoscitivo y práctico, pues conocer la verdad es, en efecto, actuar con bondad y justicia. Como hemos dicho, el texto pertenece a la interpretación de la alegoría de la caverna. Ésta no es un mito, sino una alegoría, pues todas las metáforas que aparecen en ella se pueden «traducir» perfectamente, de manera directa e inmediata, lo cual no ocurre en un mito.
Texto 3
Este texto pertenece a uno de los momentos inmediatamente posteriores a la narración que el personaje Sócrates hace de la alegoría de la caverna a su interlocutor Glaucón, en la obra de Platón titulada República (libro VII), momento en el que Sócrates explica el significado de la alegoría en cuestión. En el texto se establece un paralelismo entre, por un lado, el sentido de la vista y los objetos o cosas sensibles que contempla y, por otro lado, la dialéctica, que, mediante la sola razón, intenta comprender la verdad o ser de cada cosa, es decir, lo inteligible, siendo lo máximamente verdadero o inteligible la idea del bien. Podemos inscribir el texto en concreto dentro de la problemática o ámbito filosófico de la epistemología o teoría del conocimiento.
El tema del texto sería «la dialéctica», y la tesis principal sería que «la dialéctica intenta conocer el ser de las cosas». El texto se apoya en todo momento en la distinción entre lo inteligible (el ser) y lo sensible (las cosas), y la correspondiente distinción entre la inteligencia o razón y los sentidos, como modos distintos de conocimiento. Además, Platón nombra como «el bien» la meta última y máxima del conocer intelectivo o dialéctica.
Texto 4
Se trata de un texto posterior a la narración de la alegoría de la caverna (presente en la obra de Platón titulada República, libro VII) por el personaje Sócrates. En este texto Sócrates dialoga con su interlocutor Glaucón caracterizando la dialéctica como el fracaso de las definiciones de los eidos de las cosas que se intentan dar, frente al burdo conocimiento sensorial de las cosas, fracaso que permite llegar a la meta última y máxima de la dialéctica, que es el bien. Se nos dice que, para conseguir esa meta, los saberes que hacen uso de la inteligencia discursiva o dianoia (es decir, saberes de tipo lógico-matemático, como la geometría y la astronomía) son imprescindibles, pues gracias a ella superamos el ámbito de lo sensible o mera opinión. Podemos inscribir el texto en concreto dentro de la problemática o ámbito filosófico de la epistemología o teoría del conocimiento.
El tema del texto sería «la dialéctica y los saberes discursivos», y la tesis principal sería que «los saberes discursivos son un buen ejercicio para el primer momento de la dialéctica». En el texto también se afirma implícitamente que la dialéctica cuenta con dos momentos fundamentales (el intento de definición del eidos en cuestión y el fracaso del intento de definición del eidos en cuestión), así como que la propia dialéctica y la opinión o saber óntico son dos modos distintos de conocimiento.
Texto 5
Texto perteneciente a una obra de Platón titulada República, en el libro VII, y que es posterior a la narración de la alegoría de la caverna por el personaje Sócrates. En este texto Sócrates dialoga con su interlocutor Glaucón, estableciendo los momentos y tipos del conocimiento humano, que son cuatro: la sabiduría y la inteligencia discursiva, por un lado, y la creencia y la conjetura, por otro lado. Los dos primeros forman parte de la episteme (siendo su objeto el ser o esencia), y los dos últimos forman parte de la doxa (siendo su objeto las cosas y su cambio). Podemos inscribir el texto en concreto dentro de la problemática o ámbito filosófico de la epistemología o teoría del conocimiento.
El tema del texto sería «los tipos de saber humano», y la tesis principal sería que «la episteme cuenta con dos momentos, que son la dianoia y el anairein, y la doxa cuenta a su vez con dos momentos, que son la conjetura y la confianza». En el texto también se afirma que la conjetura y la confianza son conocimiento óntico, y la dianoia y el anairein son conocimiento ontológico. Por tanto, también se afirma que la dialéctica y la opinión son dos modos distintos de conocimiento.
Definición de Términos (Platón)
Texto 1
Tema: el conocimiento fuera de la caverna.
Tesis: el conocimiento fuera de la caverna es el conocimiento superior, que permite conocer la realidad verdadera.
«ver las cosas de arriba»: En la alegoría de la caverna «las cosas de arriba» son las cosas reales (de la realidad exterior) frente a las cosas artificiales (de la caverna), de las que éstas son copias. Interpretado filosóficamente, «las cosas de arriba» serían el eidos (ser) de cada una de las cosas (entes), por tanto el conjunto de lo inteligible frente a lo sensible. En definitiva, lo que míticamente sería el «mundo inteligible» frente al «mundo sensible». El «ver» representa filosóficamente el pensamiento dialéctico que, frente a la percepción sensible de las cosas, es el que le corresponde al conocimiento del eidos (lo que Platón llama episteme en el símil de la línea).
«sombras»: Se trata de las sombras de las cosas reales de la realidad exterior (y no de las sombras de las cosas artificiales de la caverna). Filosóficamente interpretado, las «sombras» son los eidos ónticos (los eidos menos importantes o triviales), que, en el símil de la línea debemos situar en el tramo 2.1 o dianoia, perteneciente a la episteme o conocimiento del eidos.
«imágenes», «objetos reflejados»: A lo que se refiere exactamente Platón es a las «imágenes» de todas las cosas de la realidad exterior («objetos») y también de los hombres, que se reflejan («reflejados») en la superficie del agua. O sea, ambas expresiones subrayadas aluden a lo mismo: a imágenes reflejadas en el agua (sea de cosas o de hombres). Pues bien, interpretado filosóficamente, de nuevo hay que decir aquí lo mismo que para las sombras, a saber, que son los eidos ónticos.
«objetos mismos»: Son las cosas reales mismas de la realidad exterior, que, filosóficamente, representan a los eidos ontológicos. Su conocimiento es, por tanto, más importante o fundamental que el de los eidos ónticos (posibles gracias a los eidos ontológicos, lo mismo que las sombras e imágenes reflejadas sólo son posibles si hay un objeto que las produce). En cualquier caso, en el símil de la línea, ocuparían también el tramo 2.1 o dianoia, perteneciente a la episteme.