El Coleccionismo Real Español y la Formación del Museo del Prado


Coleccionismo Español en el Renacimiento y Barroco

El Museo del Prado es un reflejo de la historia del coleccionismo de los Reyes de España. Llama la atención la escasa presencia de obras holandesas e inglesas, debido a la compleja relación de España con el protestantismo e Inglaterra.

Isabel la Católica (s. XV)

La primera colección real se basaba en imágenes de familiares, tapices, joyas y relojes. No existía el concepto de cámara de las maravillas. Destacable es la posesión del primer Botticelli en la colección.

Carlos V (s. XVI)

Su educación exquisita y diversa influyó en sus gustos artísticos. Inicialmente se decantó por retratos de la escuela alemana y flamenca. Tras sus campañas en Italia, eligió a Tiziano como retratista. También mostró gran interés por la tapicería, como el Tapiz de la Conquista de Túnez.

Felipe II (s. XVI)

Continuó la devoción por Tiziano, logrando que el Prado albergue la mayor colección de este artista. También coleccionó obras de El Bosco y construyó el Monasterio de El Escorial. Heredó una inmensa colección de su tía Isabel de Hungría, aunque devolvió algunas piezas. Dos de esas joyas eran el Matrimonio Arnolfini de Van Eyck (actualmente en Londres) y el Descendimiento de Van der Weyden. Obtuvo numerosas piezas procedentes de América, algunas de las cuales regaló a otras naciones. El Palacio del Pardo, decorado al estilo italiano, albergaba pinturas profanas, mitológicas y retratos, y se convirtió en una sala de exposiciones con carácter público.

Felipe III (s. XVII)

Su consejero y amigo, el Duque de Lerma, fue un gran coleccionista e introdujo a Rubens en la corte. Durante su reinado, un incendio en el Palacio del Pardo destruyó numerosas obras, aunque se salvó Júpiter y Antíope de Tiziano.

Felipe IV (s. XVII)

Conocido como el rey de Velázquez, buscaba las mejores obras del mercado. Compró parte de la colección de estatuas de Carlos I de Inglaterra, así como mármoles y yesos en su segundo viaje a Italia. Siguiendo la costumbre de la época, colocó las obras más visitadas en salas apartadas del Escorial. En su testamento, dispuso que la colección de la corona se reuniera en el Alcázar.

Carlos II (Finales del s. XVII)

Realizó pocas adquisiciones, principalmente retratos de cacería.

Felipe V (s. XVIII)

El cambio de dinastía en 1700 trajo consigo un cambio en el gusto artístico. Educado por el Rey Sol, se inclinó por el gusto francés y adquirió cuadros pequeños de estilo rococó. Su segunda esposa, Isabel de Farnesio, italiana, mantuvo una colección independiente con un gusto diferente. En 1734, el Alcázar de Madrid sufrió un incendio que destruyó cerca de 500 obras, entre ellas La expulsión de los moriscos de Velázquez. Las obras supervivientes se trasladaron al Palacio del Retiro para su restauración.

Carlos III (s. XVIII)

Continuó la tradición borbónica, pero con gustos diferentes, influenciado por su reinado en los ducados de Parma, Nápoles y Sicilia y por su madre, Isabel de Farnesio. Su esposa, alemana, prefería el neoclasicismo. Carlos III trajo a Mengs, figura clave del neoclasicismo italiano. El académico Pond redactó Viaje a España, un libro que catalogaba las obras de arte más importantes del país y que, irónicamente, se convirtió en una guía para el expolio francés. Refugió obras en la Academia de Artes de San Fernando para que sirvieran de estudio.

Carlos IV (s. XVIII – s. XIX)

Gran aficionado a la pintura, se centró en la decoración del Palacio Real. También le gustaba la ebanistería y prefería cuadros de pequeñas dimensiones.

José I de Bonaparte (s. XIX)

Planteó la creación de un museo nacional en Madrid, con la intención de trasladar algunas piezas al Louvre. Eligió el Palacio de Buenavista, construido por la Duquesa de Alba y posteriormente donado a la ciudad, para albergar la colección nacional. La Guerra de la Independencia provocó el expolio de numerosas obras, aunque algunas fueron recuperadas. El Duque de Wellington devolvió algunas piezas que Fernando VII le había regalado, como La Venus del Espejo y el Matrimonio Arnolfini.

Fernando VII (s. XIX)

Bajo su reinado se fundó el Museo del Prado. En 1818, tras la finalización del Museo de Historia Natural, el edificio fue ocupado por la colección nacional. En 1819, el museo abrió sus puertas al público. En 1823 se redactaron los primeros catálogos. Inicialmente, solo se utilizaba la planta superior y la entrada principal era la Puerta de Goya. A finales del siglo XIX se excavó la Puerta de Goya y se añadió el sótano.

La Desamortización y las Comisiones Provinciales de Monumentos

Desamortización de Mendizábal (1836)

Afectó principalmente a los bienes de la Iglesia. Las obras desamortizadas se trasladaron al convento de la Trinidad, que se transformó en museo, y posteriormente al Prado. El proceso se vio dificultado por la compra de obras por parte de coleccionistas franceses antes de la desamortización.

Creación de las Comisiones de Bienes Artísticos (1837)

Estas comisiones tenían amplias competencias sobre la gestión del patrimonio artístico nacional, lo que supuso un importante avance en la administración del mismo.

Informe sobre el estado del patrimonio artístico (1845)

Se documentaron las obras dañadas durante las guerras carlistas y las desaparecidas. También se destacó la importante pérdida bibliográfica.

La Arqueología y el Museo Arqueológico Nacional

En 1857 se decidió crear el Museo Arqueológico Nacional (MAN). Tanto el MAN como los museos regionales recibieron piezas procedentes de nuevas excavaciones y de la colección real.

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