Definición y Estructura del Cuento
El cuento es un tipo de texto que pertenece al género narrativo. En términos estructuralistas, un texto narrativo comprende una o más secuencias en cuyo centro hay unos personajes dotados de determinadas propiedades. El texto se puede descomponer en un cierto número de acciones organizadas en una secuencia cerrada (es decir, hay una planteamiento, nudo y desenlace), donde cada acción establece relaciones causales o temporales con las acciones contiguas. En este sentido, no debemos olvidar que los elementos imprescindibles del género narrativo son el narrador, los personajes, la acción, el espacio y el tiempo.
El cuento es una narración breve, de trama sencilla y lineal, caracterizada por una fuerte concentración de la acción, del tiempo y del espacio. En esta breve definición se apuntan ya dos características básicas del cuento (frente a otros textos narrativos): la brevedad y el relato lineal de los hechos.
En la Morfología del cuento, Propp afirma que los «cuentos de magia» poseen una estructura completamente particular que el destinatario percibe y reconoce de forma automática. Propp, después de haber analizado cien cuentos rusos, observa que dentro de ellos se encuentran «magnitudes constantes y magnitudes variables«. Las primeras proporcionan la osamenta del relato, las segundas confieren al cuento su vivacidad, su belleza y su fascinación.
Los elementos o magnitudes constantes son para Propp las funciones, o sea, el valor simbólico de las acciones que los personajes realizan y que encontramos con sorprendente constancia en todos los cuentos de la tradición popular. Por el contrario, la identidad de los personajes es variable y accesoria, como también la exacta modalidad de sus acciones. Dicho de otra manera: cambian los nombres de los personajes y en muchos también sus atributos o capacidades, pero existen valores constantes que son sus acciones y el significado de las mismas. Así, dada la función de prohibición por ejemplo, quien «sostenga» dicha función podrá ser indiferentemente la mamá de Caperucita Roja, la cabra de Los siete cabritos y el lobo o Barbazul.
Propp descubrió y describió un número muy restringido de funciones presentes en los cuentos infantiles, treinta y una en total, asegurando que la sucesión en que se van desarrollando es rigurosamente idéntica. Por ejemplo:
- La lucha precede siempre a la victoria del héroe.
- La victoria del héroe precede siempre al castigo del antagonista, etc.
Lo anterior no quiere decir, sin embargo, que todas las funciones deban aparecer en todos y cada uno de los relatos que se analicen. Pueden faltar algunas sin que por ello se altere la estructura del cuento. Por otra parte, la sucesión cronológica de estos elementos primordiales es siempre idéntica. Este análisis estructural es válido sólo para los cuentos populares.
En cuanto aparece la creatividad del autor individual, se dan varios elementos extraños a la forma típica del cuento, atribuibles a fenómenos de asimilación y de contribución original del autor. Así, el cuento deja de ser el reflejo de los procesos psíquicos universales de la colectividad para asumir aspectos específicos y relativos a la psicología del creador individual.
Cuadro Informativo: Funciones Especificadas por V. Propp
Las treinta y una funciones especificadas por V. Propp son las siguientes:
(Aquí debería incluirse el listado de las 31 funciones de Propp, que no se encuentran en el texto original)
Características del Cuento
Para hablar de lo que caracteriza al cuento, es decir, de los rasgos distintivos del cuento popular europeo, es preciso distinguir el plano formal (esto es, qué características tiene desde el punto de vista formal) y el plano temático (los contenidos característicos del cuento).
Características Formales del Cuento
En el plano formal, las características del cuento son:
- La ausencia de descripciones: El mundo del cuento es un mundo plano, lo que equivale a decir que los contornos resaltan y se distinguen nítidamente. Esos contornos nítidos se obtienen gracias a la técnica de no describir los distintos objetos o ambientes y limitarse a mencionarlos junto con un adjetivo o expresión equivalente. Es lo que se llama el atributo único: una ciudad toda de hierro, una gran casa, tres camas, una grande, otra mediana, otra pequeña, un bosque frondoso, una cueva muy oscura… Cualquier descripción más detallada nos daría la impresión de que se ha dicho sólo una fracción de cuanto se podría efectivamente decir.
- La falta de caracterización de los personajes: Lo que decíamos del atributo único vale también para los personajes, no sólo para los ambientes y objetos. La falta de caracterización es típica de la narrativa oral, es decir, la exigencia de crear personajes complejos, imprevisibles pero coherentes, introspectivos, etc., no se aviene con la estructura del relato oral porque está basado en la acción más que en la descripción; y además, las acciones de los personajes no están motivadas por impulsos interiores sino por estímulos externos (deberes, consejos, ayudas, obstáculos). Para que el relato de la acción sea posible se hace girar ésta en torno al personaje principal, mientras los otros pululan a su alrededor. La importancia que da el cuento al personaje lo transforma en elemento simbólico, con pocos matices, todo de una pieza y sin término medio: el malo siempre es malo; el bueno, siempre bueno. Está además ausente cualquier perspectiva temporal: los personajes no envejecen, pueden despertarse después de cien años sin que nada haya cambiado, no experimentan desarrollos graduales en el tiempo. Con el clásico «érase una vez» es como si se quisiera conducir al lector a un mundo sin tiempo.
- Las fórmulas y las repeticiones: La gran mayoría de los cuentos empieza con una fórmula fija del tipo Érase una vez…, Había una vez…, Pues señor, (o con alguna expresión equivalente) y termina con la fórmula … y colorín, colorado, este cuento se ha acabado, a la que se le puede añadir otra rima o no. La fórmula introductoria permite que el destinatario reconozca inmediatamente el género del texto frente al cual se encuentra y active el esquema mental adecuado para la interpretación: es decir, el receptor debe cooperar con el texto no sometiéndole, por ejemplo, a la prueba de la verdad. El cuento es invención y no historia; el cuento que está más cerca de la mentira es el más verdadero, como cuento, puesto que tiene menos posibilidades de engañar. Por estas razones el cuento toma principio y final estereotipados. Sus fórmulas, enteramente convencionales y conocidas, anuncian al oyente o al lector que lo que encierran no es verdad. Las fórmulas no engañan, pero introducen en un clima en el que la realidad va a admitir gustosamente el grado de manipulación que haga coherente la acción. Aquí reside parte de su encanto para el niño, que se encuentra ante algo que sabe que no es, pero le gustaría que fuera. En cuanto a las repeticiones que aparecen en el cuento son una señal de la permanencia de una estructura narrativa de tipo oral: en una cultura oral había que repetir constantemente el conocimiento que se había adquirido, de lo contrario se habría perdido. Así, la estructura narrativa del cuento tiende a ser redundante: tres pruebas que superar, tres hijas que casar… Por otra parte, a falta de un texto escrito al que engancharse, el narrador debe recapitular continuamente aquello que ya se ha dicho, para refrescar su memoria y la del público, facilitando de este modo la comprensión del cuento.
- La total ausencia del uso de la primera persona narradora: El cuento implica pasado, lo cual a su vez exige que el narrador se sitúe fuera del tiempo y actúe de forma objetiva, lo que conlleva la narración en tercera persona y el empleo sistemático del pretérito. Los cuentos no usan jamás la primera persona «narradora». En esto se distinguen de los relatos fantásticos, en los cuales el narrador está a menudo representado en el texto y participa directamente en la historia que cuenta. El relato en tercera persona hace que el receptor no dude acerca de lo que se le está contando. Se acepta sin vacilación alguna el contenido sobrenatural del texto. Sin embargo, siempre es posible identificar la voz del narrador en el cuento, aunque no participe activamente en los hechos narrados. El narrador no intenta esconderse detrás de los personajes (aparece, por ejemplo, cuando hace alguna valoración personal, cuando filtra las acciones a través de su punto de vista…)
- La indeterminación de la estructura espacio-temporal: En el cuento está ausente la determinación espacial y temporal, lo cual se relaciona con la falta de perspectiva y de espesor psicológico de los personajes. El pasado de los cuentos es indeterminado: las fórmulas de inicio –Érase una vez, Hace muchos, muchísimos años…- fomentan el distanciamiento que remite a lo genéricamente alejado en el tiempo y en el espacio, aunque sin mayores precisiones. El héroe del cuento a menudo debe recorrer enormes distancias para llegar a los confines del mundo, al fondo del mar o a algún reino sobrenatural, a veces con la ayuda de objetos mágicos, como, por ejemplo, las botas de siete leguas. El héroe del cuento debe alejarse de la casa paterna para que la vicisitud pueda ponerse en marcha. Es esencial que esté aislado y libre de todo preciso vínculo de parentesco. Sin embargo, el relato no se detiene en el viaje en sí, sino sólo en sus etapas, durante las cuales el héroe se encuentra con ayudantes mágicos, con la princesa que hay que salvar o con el antagonista. A pesar del hecho de que el cuento implica necesariamente una serie de desplazamientos geográficos, su estructura espacial es abstracta e indeterminada. La fatiga del viandante se nos describe sólo con fórmulas estereotipadas (por ejemplo, camina, camina…, corrió y corrió…) cuyo único papel es el de señalar que el desplazamiento se ha producido y que nos encontramos en un lugar alejado en el que las leyes del mundo real ya no son válidas. La misma indeterminación caracteriza la estructura temporal del cuento. A menudo se producen saltos temporales notables (por ejemplo, sueño de cien años) y jamás se proporcionan coordenadas temporales precisas (una vez, hace mucho tiempo…). Esta actitud abierta con relación al referente espacio-temporal indica la voluntad, por parte del narrador, de conducir al destinatario a una dimensión distinta de la del mundo real, una dimensión atemporal y atópica en la que caen las convenciones que regulan la vida cotidiana, en la que los personajes no envejecen y no evolucionan en el tiempo y en la que la aparición de elementos inverosímiles no debe despertar ninguna sorpresa.
- El final feliz: Las fórmulas genéricas que se utilizan para terminar los cuentos siempre implican el final feliz: «Y vivieron durante largo tiempo felices y contentos…» «Y fueron felices y comieron perdices…» Cuando algunos autores contemporáneos han pretendido ignorar esta exigencia del final feliz, se han encontrado con el rechazo por parte de los niños. El final feliz, por otra parte, no llega sin esfuerzo. Esto le enseña al niño la manera de comportarse para que tales finales felices sean posibles en las empresas de su vida. Al identificarse con los protagonistas de estos cuentos, el niño está más dotado también para comprender sus propias dificultades y puede considerar confiadamente la idea de que un día llegará a superarlas. Esperanza, sí, pero como fruto del esfuerzo o como recompensa del sufrimiento: es la esperanza en un final feliz la que transforma una situación desesperada en otra que puede ser soportada con valor. Los cuentos de hadas le presentan al niño personajes sobre los cuales proyectar sus esperanzas y miedos y, además, le están ofreciendo soluciones para estos problemas; por lo tanto, son historias conflictivas con un desarrollo completo y feliz. Así:
- Hansel y Gretel abandonados por sus padres, superan las dificultades que de esto se derivan y regresan luego a la casa paterna donde son acogidos.
- Pulgarcito, el más pequeño y despreciado de sus hermanos, pero inteligente y atrevido, organiza el salvamento de sus hermanos y vuelve a casa para enriquecer a sus padres.
- Entre los cuentos actuales, en Las gafas maravillosas, de Anke Münter, Carlos insultado y marginado por sus compañeros por llevar gafas, acaba ganándoselos a todos, que envidian sus gafas maravillosas.
Contenidos Característicos del Cuento
En el cuento coexisten contenidos tomados de la vida cotidiana y contenidos sobrenaturales:
- Contenidos tomados de la vida cotidiana: Por lo que se refiere a este tipo de contenidos, se advierte que el cuento les sustrae toda consistencia real. Por ejemplo, algunos motivos típicos del cuento son la búsqueda de la esposa, el matrimonio y la concepción (elementos que podríamos decir que son de tipo sexual o erótico). Pero pierden todo valor erótico en el momento en que son introducidos en el contexto del cuento, no se manifiestan como tales (no diríamos que el cuento de La Bella Durmiente es muy erótico, ¿no?). Otros motivos recurrentes del cuento tienen que ver con el aspecto social; por ejemplo, el obsequio, el consejo, la prueba que se debe superar. Estos contenidos pierden su espesor psicológico y social y se convierten en simples medios para hacer avanzar la acción.
- Contenidos sobrenaturales : En el cuento los elementos sobrenaturales son acogidos tanto por los personajes como por los destinatarios sin la más mínima inquietud. Esta falta de asombro hace que lo sobrenatural no sea más problemático que lo que es cotidiano y familiar. Es más, si no apareciera lo prodigioso sorprendería a los destinatarios, no respondería a sus expectativas. El mundo del cuento está en clara antítesis con el mundo real y responde a sus propias leyes morales. En los cuentos las cosas van como, según nuestra sensibilidad, deberían ir en el mundo. En cierto sentido es justo (pero no necesariamente moral) que el hijo menor del cuento -el más débil, el más perjudicado- obtenga su revancha sobre los demás hermanos, aunque muy a menudo éstos no han hecho nada moralmente reprobable para merecer semejante destino. Por eso se dice que hay una moral instintiva en el cuento, que genera la impresión tranquilizadora de que hay un cierto orden, aunque sea un poco primitivo, en el mundo. La neta separación entre el mundo del cuento y el de la experiencia real se observa también en el uso de expresiones como «una vez, hace mucho tiempo…» o «en un país muy, muy lejano…». Esta explícita voluntad de situar el mundo del cuento en un tiempo y en un espacio indefinidos es un claro síntoma de la incompatibilidad de las dos esferas. Las reglas del juego del género del cuento popular prevén un receptor ingenuo que acepte sin ningún malestar la pacífica coexistencia de lo natural y de lo sobrenatural (la unidimensionalidad) en el cuento. Determinados dispositivos formales como la ausencia del uso de la primera persona o la simplificación de las relaciones entre los elementos del texto, tienen la función de alentar este tipo de lectura ingenua.
El Cuento y la Personalidad Infantil
Durante milenios, los cuentos de hadas han sido repetidos una y otra vez. Se han ido refinando y han llegado a transmitir al mismo tiempo sentidos evidentes y ocultos. Los niños encuentran más satisfacción en los cuentos de hadas que en otras historias infantiles porque empiezan, precisamente, allí donde se encuentra el niño, en su ser psicológico y emocional. Hablan de los fuertes impulsos internos de un modo que el niño puede comprender inconscientemente, no quitan importancia a las graves luchas internas que comporta el crecimiento y ofrecen ejemplos de soluciones, temporales y permanentes a todos esos conflictos.
Y es que durante el crecimiento, aparecen numerosos problemas psicológicos:
- Superar las frustraciones narcisistas.
- Los conflictos edípicos.
- Las rivalidades fraternas.
- Renunciar a las dependencias de la infancia.
- Obtener un sentimiento de identidad y de autovaloración.
- Adquirir un sentido de obligación moral…
Para poder dominar los problemas psicológicos del crecimiento, el niño necesita comprender lo que está ocurriendo en su yo consciente y enfrentarse, también con lo que sucede en su inconsciente. Precisamente el mensaje que los cuentos de hadas transmiten a los niños, de diversas maneras, es el siguiente: la lucha contra las dificultades de la vida es inevitable, es parte intrínseca de la existencia humana. Pero si uno no huye, sino que se enfrenta a las privaciones inesperadas y a menudo injustas, llega a dominar todos los obstáculos alzándose, al fin, victorioso.
La muerte, el envejecimiento, la soledad, son temas habituales y, hasta hace pocas décadas, casi privativos de los cuentos de hadas. Los niños se enfrentaban a ellos exclusivamente a través de los cuentos. Los modelos de actuación que ofrecen los personajes, la clara identificación posible con los mismos, el predecible final feliz, libera las angustias infantiles.
Los cuentos de hadas suelen plantear, de modo breve y conciso, un problema existencial. Esto permite al niño atacar los problemas en su forma esencial, puesto que se simplifica cualquier situación. Los personajes están muy bien definidos y los detalles, excepto los más importantes, quedan suprimidos. La polarización domina la mente del niño y está presente en estos cuentos: el bien y el mal están permanentemente presentes, son fácilmente identificables en personajes y acciones, en lucha constante. La victoria del bien muestra el absurdo de la maldad y su incapacidad para alcanzar nada en la vida.
Generalmente los niños están sujetos a fuertes sentimientos de soledad y aislamiento. Ordinariamente, como no pueden manifestarlos de manera racional, acuden a expresiones indirectas de carácter angustiante: miedo a la oscuridad, miedo a algún animal imaginario, a orinarse en la cama, sentir dolores físicos irreales, etc. Con frecuencia, los padres restan importancia a tales situaciones o las reprimen violentamente, creyendo de esta manera solucionar los conflictos internos del niño. Los cuentos de hadas toman en serio estos problemas y angustias existenciales de los menores, y los enfrentan directamente: la necesidad de ser amado, la presencia del ser querido, el temor a la muerte y el amor a la vida. Tales narraciones, además, plantean soluciones al alcance de la mentalidad infantil, que aparentemente pueden parecer irreales, pero que tienen la misión de llevarle claridad al niño y con él al futuro adulto.
Podemos concluir, pues, que los cuentos reúnen unas características particulares que alientan el desarrollo de la personalidad del niño.
Funciones del Cuento
Funciones del cuento o, lo que es lo mismo, ¿para qué sirve el cuento? En primer lugar, el cuento es para el niño el instrumento ideal para mantener consigo al adulto. Independientemente de los contenidos transmitidos por un relato específico, pues, parte de la fascinación que el cuento ejerce sobre el niño consiste en la posibilidad de monopolizar la atención del adulto y de reforzar el vínculo que lo une a él.
Además de esta función externa al texto mismo, el cuento asume otras, como:
- Proporcionar informaciones sobre la lengua materna, o sea, estimular al niño a familiarizarse con ella para construirse esquemas lingüísticos que posteriormente guiarán su uso personal de la lengua. Aumentar el lenguaje del niño con un vocabulario amplio, claro, conciso y sugestivo a la vez.
- Ayudar al niño a construirse unas estructuras mentales relativas a las relaciones interpersonales, a los papeles sociales y a los modelos de comportamiento. Por eso Bettelheim subraya el valor socializador de los cuentos que, al reflejar algunos valores dominantes de la cultura en la que surgen, ayudan al niño a responder a interrogantes urgentes sobre su identidad personal y social. La otra cara de la moneda es que, según algunos pedagogos modernos, el cuento literario clásico adoctrina al niño desde pequeño en el intento de integrarlo en la sociedad.
- Fomentar la creatividad del niño, su imaginación. En el niño es constante el afán de captar algo maravilloso. El niño que escucha un cuento cree en todo aquello que éste encierra: los enanitos, las brujas, las hadas, los príncipes y princesas son seres reales. Pero no por ello sitúa a estos seres en su mundo real, sino que los coloca en un mundo aparte creado por sí y para sí mismo. Existen para el niño dos mundos diferentes totalmente: uno es el de la vida diaria, el otro es el mundo de sus horas de ensueño. El cuento alimenta esas ansias de ensueño, ese gusto por conocer lo lejano.
- Aumentar la afectividad del niño, partiendo de la base de la nobleza, bondad y belleza. El niño posee una infinita capacidad de ternura que vuelca sobre los personajes míticos que pasan ante sus ojos pero que él cree tan reales como sus padres o compañeros de juego.
- Crear hábitos de sensibilidad artística mediante imágenes atrayentes para el niño.
- Los cuentos populares tienen validez intemporal y dan paso a experiencias internas. El niño padece miedos, angustias y ansiedades que difícilmente puede concretar, como por ejemplo, miedo a ser abandonado, celos por no creerse bastante querido, celos de otros hermanos… Los cuentos intentan transmitir a los niños consuelo, esperanza y confianza. Por eso se exige el final feliz, el triunfo del bien sobre el mal: cada final feliz supone la integración de un problema interno. Las escenas desagradables y crueles, a menudo presentes en estos cuentos, provocan una descarga de las ansias que experimenta el niño, a la vez que el final feliz le apunta la esperanza de que todas las dificultades acabarán siendo vencidas.
- Los elementos «oscuros» del cuento de la tradición oral. Recientemente un grupo de diputados alemanes propuso declarar fuera de la ley al ogro, al Hombre del Saco y a todos los personajes de los que desde siempre se sirven los adultos para amenazar a los niños. Análogamente se ha acusado a varios cuentos tradicionales (como Cenicienta, Caperucita Roja, Hänsel y Gretel…) de difundir peligrosas supersticiones y de alentar actitudes socialmente anormales. En la base de estas acusaciones se encuentra la idea de que los personajes espantosos tienen un efecto perjudicial sobre el equilibrio psíquico de los niños, víctimas inocentes de un insidioso terrorismo psicológico. Lo que no saben quienes hacen dichas propuestas es que los espantajos de los cuentos, precisamente porque representan el lado «oscuro» y contradictorio del hombre, son figuras esenciales en el imaginario infantil. En el gran teatro de la familia, los «ogros» y los «cocos» son actores indispensables. Reciben golpes de todos, pero están allí para eso. Si esos personajes fueran expulsados, dejarían un vacío que se llenaría con otras formas de amenaza psicológica cotidianas y que no pertenecerían a la dimensión alternativa de los cuentos.
¿Cómo Contar un Cuento?
Se pueden distinguir tres momentos a la hora de contar un cuento:
- El proceso de asimilación del cuento
- Antes de contar un cuento, hay que aprendérselo, para lo que habrá que leerlo o escucharlo varias veces. No hay que dudar de lo que pasa durante su relato, ya que eso fomenta el desinterés y la decepción del oyente. Tampoco se puede inventar, sobre todo en los cuentos conocidos, puesto que los niños irán corrigiendo, de acuerdo con la versión que ellos han oído anteriormente. Si cambiamos alguna cosa del contenido de un cuento contado muchas veces, ha de ser porque pretendemos algo específico: comprobar si lo recuerdan, saber si tienen presente la correlación de los hechos, preguntar por una de las partes, etc.
- Elegir cuentos en los que uno se sienta estética y emocionalmente implicado, según la vivencia personal.
- Prever dónde hay que poner énfasis o dónde están los pasajes que deben decirse con voz calmada, las pausas largas o cortas, las palabras o frases en las que hay que hacer sentir tal o cual emoción.
- Ordenar mentalmente la progresión del cuento. A veces es bueno escribir el esquema argumental en una hoja, pero como simple ejercicio de preparación.
- Memorizar fórmulas verbales: rimas, diálogos, repeticiones, comparaciones.
- Decir el cuento en voz alta para comprobar el grado de asimilación. Escuchar la propia voz, procurar una dicción clara, valorar la entonación, el ritmo…
- El momento de prepararse para contar el cuento
- Tratar de establecer un momento específico del día (o de la semana) para hacerlo. En la medida de lo posible crear un rito para anunciar el momento en que se va a narrar o leer una historia (una marioneta que lo anuncia, un cartel con el título o personaje central…) Algunos narradores utilizan canciones, pareados o cuentos mínimos en el momento de empezar.
- Distribuir el espacio: organizar a los oyentes en semicírculo. Ayudarse de alfombras y cojines para armar el círculo mágico.
- Escoger la posición más adecuada: sentados, creamos un ambiente más íntimo y se pone más énfasis en la voz que en los gestos. De pie, podemos expresarnos más libremente y manejar con mayor libertad los materiales u objetos (en caso de utilizarlos).
- Durante la narración del cuento
- Narrar con alegría, buen humor.
- Recordar que escuchar es un don que se adquiere. Ser paciente: al comienzo los niños no pueden concentrarse en la historia (puede que no se haya escogido la apropiada).
- Durante el relato, es importante que la mirada del narrador se pose en los distintos oyentes.
- No temer a los olvidos: la narración es flexible, el narrador es un coautor que puede -y debe- aportar con seguridad su manera de vivir el cuento. Debe tener capacidad de improvisación verbal.
- Variar mucho la expresión al narrar o leer. Cambiar el tono de voz a medida que la historia los exija, pero evitar el sonsonete y los tonos aniñados intencionalmente.
- Hacer al público partícipe y cómplice: crear pausas, invitar a intervenir con sonidos onomatopéyicos (el silbido del viento, el repiqueteo de una puerta, el rugido de una fiera…), en respuestas reiteradas, con acertijos, pronunciación de palabras con valor mágico… Ayudar a memorizar fórmulas verbales: mediante pausas, repeticiones, sonorizaciones.
- Es conveniente establecer comparaciones positivas entre los personajes y los oyentes, sobre todo con aquellos que en ese momento estén más distraídos: tenía un cabello rubio como… Tuvieron una niña chiquitita chiquitita como la hermana de …. cuando nació.
- Las fórmulas rimadas o las canciones han de decirse o cantarse siempre exactamente igual, muy despacio e invitando a los niños a corearlas, para que puedan ir memorizándolas.
Taller del Cuento
Ya hemos puesto de manifiesto la importancia del cuento (parte teórica del tema). Ahora bien, ¿cómo trabajamos con él? ¿Qué esquema didáctico debemos seguir?
Esquema Didáctico
0. Disponer del mayor número posible de textos literarios de calidad, tener organizado un espacio físico y temporal para mirar y leer libros y habituarles al contacto y a la lectura sistemática de literatura en la escuela. Estos son los requisitos previos.
1. OBSERVACIÓN DEL CUENTO (en el caso de que fuera leído).- Una vez seleccionado el cuento, ojearlo, manosearlo incluso: valorar la portada, comentar las características de la edición (tipo de papel, tipografía, etc.), mirar todas las páginas y sus ilustraciones (contenido y calidad). Ahora es el momento de leer(les) el título y con ello anticipar el contenido del cuento: su tema y sus personajes, formularse cuestiones acerca de lo que debe pasar (es decir, elaborar hipótesis acerca del contenido).
2. NARRACIÓN O LECTURA TEATRALIZADA DEL CUENTO: entonación expresiva, ajustando la voz a las características del personaje, subrayar las pausas, efectuar comentarios al hilo de la lectura (como si pensáramos en voz alta) con relación a lo que se va contando o leyendo; verificar las hipótesis anticipadas antes, reconocer las sorpresas que se producen, efectuar preguntas acerca de lo que se ha contado o leído o de lo que vendrá a continuación; mantener la atención de los niños. Puede ocurrir que los niños ya lean (en Primaria): en este caso, se debe combinar la lectura individual con la lectura en voz alta por parte del alumnado, incluso con lectura de fragmentos por parte del profesor para poder compartir mejor las estrategias de comprensión del texto y los distintos objetivos de la lectura: verificar hipótesis, recabar nueva información, recapitular lo leído.
3. RECAPITULACIÓN DE LO NARRADO O LEÍDO y reconstrucción colectiva del texto. Se pone el acento en la comprensión del esquema narrativo, de las circunstancias importantes para el desarrollo de la acción y para llegar al desenlace; características relevantes de los personajes, justificación del título, etc.
4. TAREAS DE AMPLIACIÓN DE LA LECTURA, si proceden. Serían tareas de comentario de texto en el amplio sentido de la palabra: aspectos de contenido, valores que se muestran; aspectos estilísticos y literarios (léxico, figuras literarias, repeticiones, onomatopeyas, fórmulas de inicio y final…); aspectos gramaticales destacados, cuestiones de ortografía destacables; memorización de fragmentos significativos (alguna canción, alguna retahíla, alguna fórmula repetitiva, etc.)