El Declive Británico y la Supremacía Americana
Las consecuencias de la Primera Guerra Mundial aceleraron la supremacía de Estados Unidos y, con ello, el aumento de desequilibrios en el mercado internacional. Los dos más importantes fueron, por una parte, la diferencia económica existente entre Estados Unidos y Europa, y por otra, el exceso de oferta de alimentos y materias primas, lo que provocó la caída de los precios. El primero se debió a la diferencia en el ritmo de crecimiento en ambos continentes y el segundo al aumento de la producción de alimentos como consecuencia de la recuperación económica de los países afectados por el conflicto armado.
Crecimiento de Estados Unidos
Durante los años de la contienda y en los posteriores, Estados Unidos creció de forma mucho más rápida que Europa. La mayor competitividad de Estados Unidos provocó que la balanza de comercio entre la gran potencia y los países europeos fuera muy favorable para Estados Unidos. El déficit comercial europeo se vio compensado por las inversiones de capital estadounidense en Europa. Pero la retirada de las inversiones americanas a partir del inicio de la crisis del 29 comportó la caída de los intercambios comerciales.
Dificultades en el comercio internacional
A estas dificultades se sumó un desequilibrio similar entre países industrializados y aquellos que exportaban alimentos y materias primas. Cuando los precios de los productos agrarios descendieron, empeoró la balanza comercial de estos países, que importaban mucho más de lo que exportaban y, por tanto, necesitaban capital exterior para equilibrar su déficit comercial. La reducción de sus ingresos por exportaciones dificultó el pago de los intereses de los créditos ya concedidos, por lo cual se pidieron nuevos préstamos.
Los Felices Años 20
El papel de proveedor de mercancías y de capital desempeñado por Estados Unidos durante estos años aceleró su crecimiento económico, impulsado por los cambios en la estructura de su economía. Estados Unidos se convirtió en el primer inversor mundial, relegando a Gran Bretaña. El aumento de sus exportaciones incrementó su presencia en casi todos los mercados abastecidos hasta entonces por las potencias europeas, generando un creciente superávit en su balanza comercial.
Transformación productiva
La expansión de EE. UU. se basó en una profunda transformación productiva dominada por la innovación técnica. La productividad mejoró en casi todos los sectores. Se expandió el uso de nuevos productos, y se popularizó el uso del teléfono, automóvil y electrodomésticos. La mayor parte de las familias pudieron adquirirlos a plazos, lo que permitió incrementar la demanda por encima de los ingresos efectivos de las familias.
Desigualdad en la distribución de beneficios
Los resultados positivos de este progreso económico no se distribuyeron homogéneamente. Mientras los beneficios de las empresas crecieron a un ritmo espectacular, los salarios experimentaron un aumento casi inapreciable. El sector agrario, fuertemente endeudado durante los años de la Primera Guerra Mundial para poder aumentar la producción y abastecer a los países en conflicto, vio cómo sus ingresos se reducían ante la disminución de las exportaciones y de los precios.
Impacto en el empleo
Muchos trabajadores de la industria tradicional se vieron obligados a cambiar de empleo con un salario inferior ante la reducción de estas actividades como resultado de la expansión de las nuevas industrias. En esta situación y ante el temor de que las empresas no podrían vender una producción en aumento, muchos inversores empezaron a orientar sus capitales hacia la bolsa. Comenzaba así un periodo de gran especulación bursátil que desembocaría en la crisis del 29.
Auge y Crisis de la Bolsa
El auge bursátil es el aumento de la demanda de acciones y su consiguiente subida de cotización, que dio paso a lo que se conoce como una burbuja especulativa. El alza de las cotizaciones se basó en una demanda cada vez mayor de las acciones, provocada por el convencimiento de los inversores de que cuanto antes compraran, mayor sería la ganancia, aunque no por el dividendo que obtendrían, sino por la diferencia entre el precio de compra y el de venta.
Endeudamiento de los inversores
Basándose en los beneficios que se obtenían de la compra-venta de las acciones, muchos inversores se endeudaron para adquirir más, convencidos de que podrían hacer frente a los pagos si vendían las que poseían, en gran parte compradas a crédito. Mientras el precio de las participaciones mantuvo su tendencia al alza, la euforia continuó, aunque las cotizaciones dejaron de tener relación con los beneficios empresariales, ya que estos crecían muy por debajo del precio de la cotización de las acciones.
El Jueves Negro
Cuando la inclinación del mercado cambió y las cotizaciones se hundieron, muchos inversores se encontraron empeñados y sin poder hacer frente a sus deudas. El 24 de octubre de 1929, el convencimiento de que los precios de las acciones no iban a seguir subiendo permanentemente provocó una oleada de ventas que se transformó en el Jueves Negro. El deseo de comprar lo antes posible para ganar más pasó a convertirse en el de vender cuanto antes para perder lo mínimo. El pánico determinó que las ventas se impusieran, provocando una caída en picado de los precios de las acciones y reduciendo la riqueza de muchos inversores. Muchos bancos exigieron el pago de los préstamos concedidos para la compra de acciones, lo cual forzó la venta de dichas acciones a cualquier precio para poder devolver los créditos.
De la Crisis Bursátil a la Depresión
El hundimiento de la bolsa de Nueva York tuvo lugar en una economía que había dejado de crecer meses antes, pues el endeudamiento de empresas y familias era elevado. El hundimiento de la bolsa puso en marcha una serie de mecanismos que condujeron a una depresión económica de una gravedad y duración desconocida hasta entonces.
Factores de la recesión económica
Dos factores influyeron en la recesión económica de Estados Unidos: la falta de recursos monetarios para hacer frente al pago de las deudas, la llamada crisis de liquidez, y la caída del consumo ante el convencimiento de que se avecinaban tiempos difíciles. Muchas empresas e inversores no pudieron saldar sus deudas, dejaron de producir y despidieron a toda o a una parte de su plantilla. Pero, a su vez, al no cobrar los proveedores, también se vieron afectados. Aumentó el número de parados.
Retirada de inversiones y deflación
Esta necesidad de liquidez provocó la retirada de inversiones europeas y el deseo de vender a cualquier coste los bienes ya producidos para obtener recursos monetarios. Ello conllevó un rápido descenso de los precios o deflación, lo cual restringió todavía más los ingresos y las ganancias.
Causas de la reducción del consumo
En la brutal reducción del consumo influyeron diversas causas, como la propia pérdida de la riqueza de quienes habían invertido en bolsa, el temor a verse afectados por el paso, la caída de los precios agrarios, el endeudamiento provocado por la adquisición de bienes de consumo duradero. Al consumirse mucho menos, no se producía, lo cual aumentaba el paro y disminuía todavía más la demanda.