El existencialismo y el pensamiento de Arendt, Beauvoir y Ortega


El existencialismo

El existencialismo es una corriente filosófica que enfatiza la existencia humana individual y la libertad de elección.

Características principales:

  • Prioridad de la existencia sobre la esencia: Los seres humanos no tienen una esencia predefinida, sino que se definen a sí mismos a través de sus acciones.
  • Valor del sujeto singular: Cada individuo es único e irrepetible, y el existencialismo se centra en la experiencia personal.
  • La existencia es elección: Los seres humanos son libres de elegir su propio camino en la vida, y esta libertad conlleva responsabilidad.

El pensamiento de Hannah Arendt

Líneas generales:

  • Crítica a la filosofía tradicional por su enfoque en el yo y el solipsismo.
  • Énfasis en la dimensión relacional del ser humano, desde el yo hasta la comunidad.
  • Exploración de conceptos políticos como la democracia, la sociedad de masas y el poder.

Eichmann en Jerusalén:

  • Análisis del juicio de Adolf Eichmann, un alto cargo nazi responsable del Holocausto.
  • Argumento de que Eichmann era un hombre ordinario, no un monstruo, lo que plantea preguntas sobre la naturaleza del mal.

La cuestión política:

  • Defensa de la acción ciudadana y la participación política.
  • Crítica a la burocratización y la deshumanización en la sociedad moderna.

El pensamiento de Simone de Beauvoir

Líneas generales:

  • Influencias de la fenomenología, el existencialismo y el marxismo.
  • Enfoque en el estudio de la mujer y la opresión de género.

El segundo sexo:

  • Argumento de que las mujeres no tienen una esencia biológica que las defina, sino que son construidas socialmente como»el otr».
  • Análisis de las etapas de la vida de las mujeres y las formas en que son oprimidas.
  • Llamado a la liberación y la igualdad de las mujeres.

El pensamiento de José Ortega y Gasset

Líneas generales:

  • Crítica al realismo e idealismo.
  • Propuesta del raciovitalismo, que enfatiza la importancia de la vida y la razón.

El problema del conocimiento:

  • Crítica a la filosofía tradicional por su enfoque en la realidad objetiva.
  • Argumento de que la realidad es una relación entre el sujeto y el objeto.

El problema de la sociedad:

POLÍTICA
Para Ortega, la historia se puede analizar de acuerdo a las generaciones. En su Teoría de las generaciones, Ortega asume que en toda sociedad humana conviven distintas generaciones. Estas generaciones se cumplen en periodos de quince años y hay dos tipos fundamentales: las establecidas, las mayores que ya poseen el control social, y las emergentes, las nuevas. Cuando los presupuestos teóricos de ambas son compatibles, la sociedad se desarrolla sin sobresaltos; cuando, sin embargo, hay una ruptura entre una y otra, surge la crisis social.

Además, según Ortega, en nuestra época se da una crisis concreta en la sociedad pues ha ocurrido un fenómeno especial: la rebelión de las masas. Para Ortega los hombres se dividen en hombre masa y en minoría selecta. No se trata de una división de acuerdo al puesto social que se ocupa sino de acuerdo a una forma de ser y actuar en la vida. El hombre masa es aquel que se encuentra satisfecho de sí mismo creyéndose completado moral e intelectualmente y actúa como el niño mimado que pretende que todo esté para
él sin exigirse nada. Sin embargo, y frente a esto, la minoría selecta es aquel tipo de persona que se exige a sí mismo más que a los demás y vive su vida buscando alcanzar ese desarrollo máximo ateniéndose a deberes y al trabajo vital. El problema actual, piensa Ortega, es que el hombre masa gobierna la sociedad sin atender a la minoría selecta, imponiendo su capricho uniformador y poco respetuoso con la auténtica libertad individual y creando, por ello, una crisis social.


1. LA ÉTICA COMUNICATIVA
En las sociedades posindustriales subyace un deseo de vida moral no satisfecha, uno de los supuestos sobre los que se fundamenta este deseo es el pluralismo cultural y ético. Se han generalizado culturas con convicciones morales y valores muy diferentes: dignidad de la persona, valor de la vida, relaciones interpersonales, etc.
Además, dentro de un mismo país, las ideologías, seccionan profundamente a los ciudadanos en sus valoraciones éticas, sociales, religiosas y políticas. Este pluralismo racional, ético y cultural es el motivo de la ética comunicativa o ética del discurso. La ética del discurso requiere establecer un diálogo coherente y argumentado entre quienes deben convivir y trabajar en común, a pesar de sus
diferencias. El propósito es obtener un substrato de convicciones y criterios básicos compartidos que puedan servir de normas.
Con objeto de que el diálogo alcance acuerdos básicos se debe seguir el siguiente procedimiento.
1.Participan todos los implicados, aportando cada uno sus opiniones argumentadas.
2.Exigencia de veracidad, el engaño será interpretado como autoengaño y engaño a los demás.
3.Compromiso de todos en aceptar el argumento lógicamente mejor argumentado.
4.Los acuerdos deben ser obligatorios para todos o para el mayor número de interlocutores.
La ética del discurso tiene como objetivo proponer una estrategia para superar los desacuerdos en las acciones que se deben realizar en interacción entre individuos, que Habermas califica como acciones comunicativas.


2. LOS INTERESES DEL CONOCIMIENTO
Por su propia naturaleza sociable, nuestra razón actúa por motivaciones o intereses orientados a solucionar problemas de nuestra vida real. Según Habermas estos intereses rectores son tres:
1.Interés técnico. Orienta el conocimiento hacia el dominio de la naturaleza con la intención de someterla. Ha sido y sigue siendo el propósito de las ciencias empíricas, basadas en la experimentación y sus aplicaciones.
2.Interés práctico. Motiva hacia el entendimiento intersubjetivo tanto en las relaciones interpersonales como en las sociales. Orienta la acción hacia la comunicación. Tal es el propósito de las ciencias histórico-hermeneúticas: históricas, literarias, sociológicas, etc.
3.Interés crítico o autoreflexivo. Se enfrenta a todo aquello que distorsiona el ejercicio de la racionalidad libre, de la autonomía personal y de la comunicación sin sometimiento a ideologías, previsiones económicas, políticas, etc. Es el interés que la razón ejerce mediante las ciencias morales: filosofía, ética, psicología, política, etc.


1. Líneas generales de su pensamiento
El pensamiento de Arendt muestra un profundo conocimiento de la historia de la Filosofía, no exento de crítica de la misma. No se definía como una filósofa sino como una teórica política, pues consideraba que la filosofía había sido incapaz de salir del solipsismo, construyendo todo su relato en torno al yo, un sujeto separado del mundo. Por el contrario, todas sus obras giran en torno a la dimensión relacional del ser humano, que pasa del yo a la humanidad, a la comunidad, de un sujeto que se genera intersubjetivamente. La realidad la definen la pluralidad y la comunicación, aspectos olvidados por la filosofía, como muestran Platón, Descartes o el propio Heidegger. Así, podemos decir que centrará sus esfuerzos en pensar filosóficamente sobre conceptos políticos como la democracia, la sociedad de masas, el poder, la acción o el dominio, con un gran objetivo, comprender un mundo marcado por la violencia y el afán de sometimiento. Sus textos tienen la influencia de los estudios sobre las emociones y la persona (realizó su tesis doctoral sobre el Amor en San Agustín), las grandes obras de
Grecia y Roma (sobre todo Aristóteles), el republicanismo cívico, el idealismo alemán y el marxismo.
En La condición humana profundiza en esa crítica al yo solipsista, reivindicando la vida activa frente a la vida contemplativa, paradigma del quehacer filosófico. Volviendo a la noción de vida activa en la antigua Grecia, Arendt sostendrá que esta se despliega de tres maneras:
1. Labor: Es la actividad destinada a la satisfacción de las necesidades esenciales, que se da en la esfera privada, en los espacios invisibles a la sociedad. Ha sido realizada por los grupos históricamente oprimidos: esclavos, mujeres, siervos y proletariado.
2. Trabajo: Actividad que construye el mundo, tanto el de los objetos como el de las instituciones, en la esfera social. Es un mundo duradero y estable. Con el capitalismo, la esfera social irrumpe en lo privado y mercantiliza las relaciones, alienándolas.
3. Acción: Se compone de hechos y palabras, y requiere de la esfera pública para realizarse. Es la acción que, mediante el discurso, aprecia la pluralidad, la dignidad y la libertad de los seres humanos.


Estas categorías, aplicadas a las sociedades actuales conducen al triunfo de la economía y las masas, que llevan implícita la irrupción de un sujeto solitario que en vez de actuar, contempla pasivamente. La acción es sustituida por el trabajo, y la sociedad moderna, por una suma de individuos que trabajan. Como resultado, la acción política y la esfera pública quedan reducidas a gestión y eficiencia.
2. Eichmann en Jerusalén
Eichmann en Jerusalén, publicado en 1962, catapultó a Arendt a una fama que trascendió los círculos intelectuales y llegó a la prensa y la opinión pública de medio mundo. Invitada a seguir el juicio a Adolf Eichmann, alto cargo del III Reich responsable del proceso de transporte de millones de judíos a los campos de concentración y exterminio, la pensadora lo retrata como poca cosa, un hombre ridículo, un funcionario que cumple órdenes, irreflexivo, simple en sus razonamientos, sorprendentemente normal. La imagen que Arendt expone del líder nazi escandalizó a la comunidad judía, que esperaban la descripción de un hombre excepcionalmente perverso y complejo, un
sádico, un demonio sobre la tierra. Además, en el juicio se abordó el tema de la colaboración de los judíos con el exterminio en los guettos y campos de trabajo y concentración, que facilitaron el proceso de burocratización del holocausto al elaborar los censos de personas judías y asumir responsabilidades organizativas, afirmando
Arendt que hubo una innegable e incomprensible colaboración entre nazis y víctimas que los hace compartir la carga de lo sucedido. La destrucción triunfa cuando hay muchos Eichmann y cómplices inoperantes para pararlos.


3. La cuestión política.
Frente una realidad oscura, Arendt recurrirá en Sobre la revolución (1965), Entre el pasado y el futuro (1961) y Crisis de la república (1972) a ejemplos históricos contemporáneos como los levantamientos de Hungría y Checoslovaquia contra la dictadura soviética y el movimiento por los derechos civiles y el rechazo ciudadano norteamericano a la guerra de Vietnam para sostener que no está todo perdido.
Echando la vista atrás, subraya la puesta en práctica de la acción ciudadana en las revoluciones de Norteamérica y Francia. La primera, exitosa por saber finalizar la violencia tras la independencia y generar instituciones democráticas liberales; la segunda, fracasada al imponer una libertad a golpe de guillotina. En el ámbito intelectual, Arendt pone en valor la tradición del republicanismo cívico, donde ubicaríamos a Aristóteles, Maquiavelo, Montesquieu o Tocqueville para destacar que la esfera pública es el lugar donde defender el bien común, las virtudes cívicas, la participación ciudadana y la libertad. En dichas obras analiza la tensión entre el momento revolucionario, fluido, optimista y lleno de vitalidad, y la consolidación de la revolución, que viene acompañada de un anquilosamiento que hace decaer el proyecto utópico. Destacando esos primeros instantes, a su juicio auténtico motor de esperanza en un mundo gris, Arendt apela a una visión radical de la democracia y de la toma de decisiones, con una sociedad civil liderada por personas de toda clase y condición, no
por partidos políticos liderados por profesionales de la política; a esos primeros momentos de la Revolución francesa, de los soviets que se alzan frente al zar o de la juventud que rechaza la invasión soviética de Hungría y Checoslovaquia.


5. El análisis del totalitarismo
En 1951 publica Los orígenes del totalitarismo, un profundo y minucioso análisis del totalitarismo de Hitler y Stalin como construcción política y social completamente nueva, que busca hacernos pensar sobre la dignidad y la condición humana. El texto empezó a escribirse a comienzos de la década de 1940, con el Tercer Reich en pleno esplendor, y se acabó en 1949, iniciándose la reconstrucción de Europa y la creación de un nuevo orden mundial. La obra está divida en tres partes: antisemitismo; imperialismo; totalitarismo. Desde su punto de vista, el totalitarismo da sus primeros pasos en el siglo XIX con el imperialismo y el colonialismo en África y el antisemitismo y el nacionalismo, problemas que no tuvieron una solución política y que en el siglo siguiente se convertirían ellos mismos en pretendida solución a todos los problemas.
Parte I: Antisemitismo. Para Arendt, el antisemitismo tuvo un papel instrumental en el totalitarismo alemán, resultado de la decadencia del Estado, que fue engullido por el imperialismo, el racismo y la idea de la nación como cuerpo soberano que no puede ser limitado por los poderes políticos liberales. La desigualdad económica y social y el nacionalismo convirtieron al pueblo judío, pero también al gitano, a las personas homosexuales, a disidentes políticos e intelectuales críticos en parias, sujetos sin derechos y sin Estado que los ampare.
A este problema, el nazismo y el estalinismo le dieron una solución definitiva: el exterminio.
Parte II: Imperialismo. Las prácticas europeas en África, como el genocidio llevado a cabo por Leopoldo II de Bélgica en el Congo fueron el “laboratorio” para analizar el qué y el cómo del exterminio. La violencia sobre grandes masas de persona, la deshumanización del otro, el papel de la administración en el proceso de exterminio y la eliminación de grupos enteros dio en África sus primeros pasos. El mero afán de la expansión por la expansión imperialista se alió con la supuesta superioridad biológica de una raza sobre otra.


El resultado: la unión de raza y nación. A este relato, Arendt reivindica en Los orígenes del totalitarismo “el derecho a tener derechos”, la dignidad y la ciudadanía de todos los seres humanos, elemento que debe vertebrar toda convivencia y ha de ser recogido por la Constitución de todo Estado liberal. Si se pierde la vinculación al Estado, a la comunidad política, el aislamiento lleva al rechazo y este, a la eliminación. El triunfo del totalitarismo fue el de la nación sobre el Estado, el de una esencia racial inamovible sobre la diversidad.
Parte III: Totalitarismo. El totalitarismo, resultado de todo lo anterior, conduce a una nueva sociedad, la sociedad totalitaria, marcada por la complicidad, el miedo y la normalización de la violencia. El terror se instala en el imaginario colectivo como algo permanente, que no desaparece pese a la eliminación de los obstáculos inicialmente previstos, de los enemigos de la nación, de quienes no tienen derechos. El totalitarismo destruye la vida pública, la comunidad, generando una sociedad de individuos aislados centrados exclusivamente en su seguridad. Para Arendt, “el individualismo es la enfermedad de nuestro tiempo”. El totalitarismo sustituye la pluralidad por un único sujeto que se domina a través del control, el miedo y el aislamiento. Y añade un aspecto novedoso: el terror está dentro de la ley, por lo que está justificado y respaldado por una concepción positivista del Derecho que convierte en legal todo tipo de atrocidades. La ley borra a la moral. El exterminio nazi o la persecución estalinista de los disidentes son buenos ejemplos de ello en tres pasos:
1. La muerte legal y jurídica de la persona.
2. La muerte moral de la persona.
3. La muerte física de la persona.

Arendt concluye en Los orígenes del totalitarismo que la solución final del totalitarismo, no es solo el exterminio, es “el olvido organizado”, la creación de un relato que hace desaparecer física e históricamente a colectivos completos. El borrado de líderes purgados en fotos durante el estalinismo o la sustitución del nombre por un número durante el holocausto dan buena prueba de ello.


El totalitarismo conduce a una reflexión de naturaleza moral y ética en torno al mal, a un mal radical donde todo es posible; un mal absoluto, tan inconcebible que no puede comprenderse, que trasciende los parámetros de lo castigable y lo moralmente rechazable. Emerge aquí un concepto popularizado por la autora, el mal banal o la banalidad del mal, resultado de su investigación sobre la psicología de Eichmann o la de Himmler, líder de las SS, funcionario cumplidor que nunca dudó de lo que hacía porque tampoco pensó demasiado al respecto. Arendt llama la atención sobre cómo el primero, durante el juicio, se reconoció kantiano, por cumplir con su deber como ciudadano que acata las leyes e instrucciones que le mandan. Ese mal es un mal inconmensurable, desproporcionado y, a la vez, normalizado que ejerce una violencia extrema y tiene tres grandes rasgos:
-Falta de reflexión sobre el alcance de lo que se hace.
-Forma parte de un entramado administrativo y jerarquizado.
-Es un mal cotidiano, convertido en un trabajo más.
Pese al fin del totalitarismo nazi y fascista, Arendt nos advierte del futuro con unas palabras que suenan peligrosamente a presente:
Las soluciones totalitarias pueden muy bien sobrevivir a la caída de los regímenes totalitarios bajo la forma de fuertes tentaciones, que surgirán allí donde parezca imposible aliviar la miseria política, social o económica.

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1. Líneas generales de su pensamiento
Lectora empedernida, su pensamiento absorbe ideas y planteamientos que abarcan desde los clásicos de la filosofía hasta las nuevas tendencias y corrientes de pensamiento. Al respecto, es importante señalar la dificultad de etiquetar una carrera intelectual tan diversa y heterogénea, si bien es cierto que Simone de Beauvoir es imposible de entender sin:
1. La fenomenología de Edmund Husserl: Imprimió un sello muy característico en sus descripciones de personas, lugares, acontecimientos, pensamientos y sentimientos en sus novelas; y en la comprensión de ideas y textos en sus ensayos y textos más filosóficos. Aplicando el lema de “ir a las cosas mismas”, se dirige a la manifestación de los fenómenos de conciencia, no a la apariencia.
2. El existencialismo: En su relación, sentimental e intelectual con Sartre, la autora elabora un existencialismo personal y único, marcado por el enfoque feminista de temas clave de esta corriente como la libertad, el cuerpo, la finitud, el proyecto, la relación con nuestros semejantes o la ausencia de esencia. Por otra parte, de Heidegger asume la idea de que somos un ser- para-la-muerte, y de su amigo Merleau-Ponty el análisis del alcance, posibilidad y límites del cuerpo propio y ajeno.
3. Hegel: Gran conocedora de la obra del pensador nacido en Stuttgart, en sus memorias afirma que durante años dedicó tres horas diarias a la lectura de sus obras. Entre otros elementos, asume la dialéctica del amo y el esclavo presente en la Fenomenología del espíritu para darle un enfoque existencialista y aplicarla a los sujetos oprimidos del presente, sobre todo las mujeres.
Por las influencias que acabamos de mencionar y por el estilo e inquietudes de Simone de Beauvoir, su filosofía suele enmarcarse dentro del existencialismo y, en concreto, el llamado existencialismo feminista, pues el estudio de la mujer abarcó desde la década de 1940 hasta su muerte, estudiándola desde el nacimiento, la juventud, la madurez y la vejez. Para comprender el existencialismo de la autora consideramos oportuno detenernos en varios conceptos:


A. Esencia y existencia: Frente la idea de que los seres humanos tienen una esencia predefinida, de Beauvoir afirma, como todo el existencialismo, que la existencia antecede a la esencia, por lo que no hay nada escrito de antemano. Somos existencia, libertad desplegada en el tiempo y el espacio. Y es una existencia sin valores absolutos, con una moral que arranca de lalibertad.

B. Proyecto y libertad: La existencia humana es un proyecto, un camino que no está cerrado ni escrito de antemano. Somos libres, aunque la libertad se mueve en la tensión entre la negación de la libertad absoluta y la superación de los límites contingentes de la libertad.
C. Situación: La situación es el límite de la libertad, lo que provoca que nuestro margen de acción sea limitado. La situación engloba lo familiar, social, económico, cultural y político, que determinan y condicionan a las personas.
D. Trascendencia: Es ir más allá de las situaciones, superar las limitaciones y cambiar el estado de cosas. De Beauvoir pone como ejemplo romper las barreras naturales mediante la cultura.
E. Reciprocidad: Es la relación que se establecen entre dos sujetos, entre dos conciencias. Esta relación debería ser de simetría, aunque la historia muestra lo contrario, el sometimiento de unos sujetos sobre otros.
F. Temporalidad y muerte: El paso del tiempo, la vejez y la muerte están presentes en sus inquietudes, pero no desde un enfoque trágico sino eminentemente descriptivo, asumiéndolos como fenómenos ligados a la existencia y la conciencia de existencia que define al ser humano.
Estos conceptos recorren todas sus obras, tanto las novelas como los ensayos y libros más sistemáticos, en la descripción de los protagonistas, el estudio de sus relaciones sociales y sentimentales o la descripción fenomenológica de la mujer como sujeto oprimido y olvidado o como ser humano afectado por el paso del tiempo.


2. El segundo sexo
No es azaroso que, en 1949, un año después de la firma de la Declaración Universal de Derechos Humanos, apareciese un texto que puede ser considerado la obra cumbre del pensamiento feminista, El segundo sexo. En varias entrevistas afirmó que, bajo el genérico de ser humano y de humanidad, la Declaración se olvidaba deliberadamente de dar luz al sujeto que históricamente se ha visto privado de derechos y libertades y que, en cada guerra, se convierte en un objeto, un botín de guerra, sometido a todo tipo de abusos y vejaciones: la mujer. Por la fecha de publicación, y porque tardó unos años en ser traducido al inglés, este monumental texto puede situarse a caballo entre la segunda ola del feminismo, que se centraba en torno al movimiento sufragista y la reivindicación de derechos civiles para las mujeres y era de inclinación burguesa y liberal, y la tercera ola, próxima a los movimientos antisistema, mayo del 68, la idea de que lo privado es público y la interseccionalidad (la combinación de sexo y raza en el estudio de la mujer). Simone de Beauvoir muestra en dicha obra que el feminismo, pese a que ha avanzado en muchos aspectos y el derecho al voto es una realidad en las democracias representativas occidentales, tiene aún conquistas pendientes y, principalmente, tiene que comprender y explicar cómo se ha llegado hasta
una situación de opresión y de subordinación. Desde una óptica ilustrada que sigue la línea de trabajo llevada a cabo por Condorcet, De Gouges o Wollstonecraft, añade elementos fenomenológicos, existencialistas y marxistas para crear conceptos específicos de la comprensión feminista del mundo, mostrando que, para entender qué ha pasado en la historia de la humanidad, para llegar a un punto en que, pese a que el progreso material es evidente, las mujeres siguen siendo mercancía de guerra, se requiere del análisis crítico de disciplinas tan diversas como la biología, la antropología cultural, la psicología o la historia. De Beauvoir ubica aproximadamente los comienzos del sometimiento en la Edad de Bronce, cuando el poder y la autoridad son apropiadas por el hombre porque es el que caza, porque mata y, de ahí en adelante, bajo diferentes justificaciones y relatos, se ha ido construyendo una identidad femenina a la sombra de la identidad masculina. La cultura ha priorizado al hombre, que mata, a la mujer, que engendra vida.


El segundo sexo da como resultado una vasta obra de más de mil páginas divida en dos partes que alcanzó las 22.000 copias vendidas la primera semana.
2.1. La primera parte, titulada Los hechos y los mitos, arranca de una pregunta muy sencilla, presente ya en la Introducción: ¿Qué significa ser mujer?, indicando que el mero hecho de que, en algún momento de su vida, una mujer se haya puesto ante el espejo para interrogarse acerca de su propia definición es un síntoma de que algo pasa con su sexo y que, al mismo tiempo, los hombres nunca han tenido que
plantearse qué o cómo son. La mujer se ha visto condenada por una biología esencialista dictada por los hombres desde una pretendida ciencia indubitable, la filosofía, el arte o la literatura; por una visión que la reduce a un útero, a un cuerpo gestante; a un cuerpo deseado en la juventud e inservible en la vejez; por una identificación del hombre como lo genérico, lo universal:
Si su función de hembra no basta para definir a la mujer, si nos negamos también a explicarla por el “eterno femenino”, y si admitimos que hay mujeres sobre la tierra, tenemos que hacernos esta pregunta: ¿qué es una mujer? El enunciado mismo del problema me sugiere una primera respuesta. Es significativo que me lo plantee. A un hombre no se le hubiese ocurrido escribir un libro acerca de la situación que ocupan los hombres en la humanidad. Si quiero definirme, me veo obligada a decir en primer lugar: “Soy una mujer”. Un hombre no se lo plantea; se da por sentado que es un hombre.
Ante este interrogante emerge una contestación que marcará un antes y un después en la historia del pensamiento feminista. La mujer no ha tenido nunca identidad propia, pues siempre ha estado a la sombra del varón; se ha hecho a sí misma como una imagen de aquel o, mejor dicho, el varón la ha construido como un espectro de sí mismo, como un apéndice necesario para satisfacerlo en múltiples facetas. La mujer, entendida como «lo Otro» aparece como categoría en la Introducción a El segundo sexo, que sintetiza toda la obra y que debería ser de lectura imprescindible.


En la relación de identidades y acciones, hombre y mujer no son dos conceptos que se ponen al mismo nivel y actúan como una construcción complementaria que se establece simétricamente, como una unidad equilibrada formada por dos elementos, sino dos realidades cualitativamente distintas y jerárquicamente diferenciadas. Como indica Hegel en su Fenomenología del espíritu al hablar de la dialéctica del amo y el esclavo donde el esclavo se reconoce a sí mismo al ver al amo y, con ello, es consciente de su ausencia de libertad, al ver la libertad que tiene quien lo posee, la mujer da forma a su autoconciencia, a su identidad, mirando al hombre, porque carece de elementos propios y, por ello, es por y para el hombre como adquiere sentido y construye su existencia. Él es absoluto, es el sujeto; ella, la absoluta alteridad, lo totalmente otro: [La mujer] no se reivindica como sujeto, porque carece de medios concretos para hacerlo, porque vive el vínculo necesario que la ata al hombre sin plantearse una reciprocidad y porque, a menudo, se complace en su alteridad.
Así, hecha como una proyección del hombre, como sujeto incapaz de elaborarse a partir de sus propias herramientas y valores, la mujer ha sido la otra en la historia de la humanidad, acompañando al hombre con un papel secundario o, directamente, siendo invisibilizada o ignorada. La mujer se enfrenta a dos grandes problemas para salir de esta situación:
-No hay un nosotras unido y sólido, una conciencia colectiva de la desigualdad. Las mujeres viven separadas entre hombres, lo que facilita su opresión.
-Muchas mujeres están cómodas siendo “lo Otro” y no quieren renunciar a la comodidad y a las ventajas de contentar a los hombres. Se produce un autoengaño que el existencialismo considera mala fe.
Ahora bien, Simone de Beauvoir plantea una construcción de la identidad femenina que rechaza esa idea especular y subordinada al varón. Incorporando elementos del existencialismo, sobre todo, la vida humana como propósito, como quehacer, afirma que «lo femenino» no existe, que las mujeres no tienen una esencia originaria que las define y que, por tanto, lo que tradicionalmente se ha entendido como específico de la mujer es fruto de una construcción hecha por los hombres.


La esencia de las mujeres, como de los hombres, es que no tienen esencia; somos un proyecto, un «hacernos» donde el peso de la cultura, sus tradiciones, intereses y valores ejercen una influencia decisiva que, hasta ahora, siempre ha favorecido al hombre, creando una mujer sometida a sus intereses y limitada en sus posibilidades. «No se nace mujer, se llega a serlo». Emerge ahora otra idea fundamental de El segundo sexo: «No se nace mujer, se llega a serlo». Nacemos con un sexo biológico, marcado por la separación natural entre macho y hembra, pero nos construimos a través de un entramado de elementos culturales que incorpora elementos ideológicos, tradiciones, prejuicios y costumbres que provocan que mujeres y hombres sean diferentes, una diferencia que no es esencial, que origina el género (término que no usa de la autora en El segundo sexo y que se incorpora al debate feminista en la década de 1960) y que condiciona la vida de ambos y, sobre todo, hace que la mujer sea considerada inferior al hombre y subordinada a este. Hacerse mujer es un proceso cultural en el que se aprende a ser lo que la sociedad demanda de ella. Ser mujer es un hecho biológico mediado culturalmente, una experiencia social que arranca con la educación en casa. Sin embargo, Simone de Beauvoir sostendrá que no existe una esencia femenina, no hay un “eterno femenino”, la biología no determina el destino de las mujeres: “La supuesta verdadera mujer es un producto artificial que la civilización fabrica”. Los seres humanos nos hacemos y nos hacen. Sobre una naturaleza biológica, la cultura construye según intereses muy
diversos dirigidos al dominio.
2.2. En la segunda parte, La experiencia vivida, profundiza en la tesis de que las mujeres han sido siempre las otras, que su identidad es una construcción cultural y que siempre se han concebido mirando a los hombres, no a sí mismas. En este caso, se aleja de lo que los hombres han dicho de ellas para analizar críticamente la dimensión cultural en las etapas de la vida y en diversas situaciones: soltera, madre y esposa, lesbiana o prostituta. 


De Beauvoir aborda en esta segunda parte temas que escandalizarán a la opinión pública más tradicional, como el sometimiento durante el matrimonio, el aborto, la sexualidad femenina, el cuerpo de la mujer o los modelos y referentes sociales para ella. Y todo, con una capacidad descriptiva que no ahorra en detalles, fruto de la influencia de la fenomenología. En una entrevista afirmó:
Al hablar sin tabúes sobre las mujeres, fui todo, insatisfecha, frígida, priápica, ninfómana, lesbiana, abortista, hasta madre clandestina. Me dejaron perpleja la violencia y la bajeza de esas reacciones. La conclusión de El segundo sexo y la potencia de su mensaje es que, tras analizar minuciosamente las causas de la supuesta desigualdad, no hay motivos para sostenerla, y al no tener una esencia biológica que condicione su vida, la mujer puede ser lo que quiera, la mujer es proyecto, es trascendencia, es libertad. Rechazada por intelectuales
como Camus por ridiculizar al hombre y por el marxismo, que la atacó por priorizar la lucha de la mujer sobre la lucha de clases, De Beauvoir exige redefinir los parámetros teóricos y prácticos de la humanidad, comprendiendo sus raíces e intereses ocultos y haciendo del feminismo un movimiento transformador y emancipador que, desde bases filosóficas existencialistas, se despliega con clara finalidad política. Desde su
publicación, El segundo sexo es considerada la obra filosófica más vendida y traducida. Fue prohibida por el Vaticano, censurada en España hasta 1978, reducida un 10% en su edición norteamericana hasta 2009 y, actualmente, su venta y posesión está penada en algunos países de África y Asia.

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