EPÍGRAFE 3.1: CONQUISTA, EMIRATO Y CALIFATO DE CÓRDOBA
La presencia musulmana en la Península Ibérica puede explicarse a partir de dos factores históricos simultáneos: la crisis interna de la monarquía visigoda y el movimiento expansivo del Islam desde el año 634.
El rey visigodo Witiza había asociado al trono a su hijo Agila, para que le sucediera, pero cuando Witiza murió (710), el duque de la Bética, Rodrigo, encabezó con éxito una revuelta que le llevó a ocupar el trono, lo que desencadenó una Guerra Civil entre los partidarios de ambos bandos. Fue entonces cuando el bando de Witiza solicitó ayuda a los musulmanes asentados al norte de África.
Muza gobernador árabe de esa zona decide enviar un ejército de bereberes al mando de su lugarteniente Tarik, que vence al rey visigodo Rodrigo en la Batalla de Guadalete (711). Esta derrota supuso el fin de la monarquía visigoda. En poco tiempo toda la Península fue conquistada debido por una parte, al desinterés de la mayoría de la población en defender a una monarquía con la que no se sentía identificada y por otra, a la actitud tolerante que inicialmente mostraron los musulmanes.
EMIRATO DEPENDIENTE (711-756)
Al-Ándalus fue provincia del Califato Omeya de Damasco, gobernado por un valí o emir que actuaba como delegado del califa. Fueron años de gran inestabilidad política debido tanto a los enfrentamientos entre los propios grupos musulmanes, como a nuevas campañas militares, algunas de las cuales concluyeron en derrota (Covadonga, año 722 y Poitiers (732)).
EMIRATO INDEPENDIENTE (756-929):
Los Omeyas fueron víctimas de la revolución Abbassí, pero un miembro de la familia derrotada logró escapar, refugiándose en Al-Ándalus, donde, gracias a los apoyos que encontró se proclamó emir. Se trataba de Abd-al-Rahman I, con quien comienza el periodo conocido como emirato independiente. Este es un periodo de reorganización y consolidación del poder musulmán en Al-Ándalus que, al tiempo, en territorio cristiano facilitará su expansión desde el norte hasta las llanuras semidesiertas de la cuenca del Duero.
CALIFATO DE CÓRDOBA (929-1031):
Se inicia cuando Abd-al-Rahman III (912-961) se proclama califa y por tanto independiente política y religiosamente de Bagdad. Con él se inicia el periodo de máximo esplendor político, cultural y artístico de la presencia musulmana en la Península. Se sucederán varios califas hasta que con Hixem II (976-1009) su primer ministro, Almanzor, ejercerá el poder directamente, caracterizándose este periodo por sus victoriosas campañas militares contra los cristianos del norte. La muerte de Almanzor (1002) tras la batalla de Calatañazor, abríó una larga etapa de auténtica Guerra Civil.
El califato de Córdoba terminó por desaparecer (1031). En su lugar surgíó un mosaico de pequeños reinos, llamados de taifas.
Epígrafe 3.2: LA CRISIS DEL Siglo XI: REINOS DE TAIFAS E IMPERIOS NORTEAFRICANOS
La desintegración del Califato de Córdoba, en 1031, supuso la aparición de multitud de nuevos reinos de taifas
Esta división supuso una gran debilidad política y militar frente a los reinos cristianos del norte. En este escenario se invierte la situación: ahora serán los musulmanes los que tengan que pagar tributo, parias, a los cristianos; primero como retribución por su ayuda en luchas internas, y luego como tributo de vasallaje. Esto obliga a los príncipes de las taifas a aumentar los impuestos, lo que provoca, en ocasiones, la impopularidad entre los súbitos. Se distinguen tres periodos:
Primeras taifas (Siglo XI):
periodo que acaba con la llegada de los almorávides a la Península. La debilidad de las taifas hizo posible el avance de la reconquista cristiana. En el año 1085, el rey de León y Castilla, Alfonso VI, conquista la taifa de Toledo. El temor se adueñó de las restantes lo que les llevó a pedir ayuda a los Almorávides, pueblo bereber, musulmán y ultraortodoxo, que había constituido un Imperio al norte de África. Detienn el avance cristiano y terminan controlando las taifas. De este modo, todo el territorio musulmán quedó incorporado al Imperio de los almorávides. Constituían una minoría ruda e intolerante, extraña a la sociedad y a la cultura de Al-Ándalus. Persiguieron a mozárabes y judíos y fueron rechazados hasta por la propia sociedad musulmana que añoraba la tolerancia y libertad de pensamiento del que hasta entonces habían gozado. A este rechazo se sumó la crisis provocada en Marruecos por un nuevo movimiento reformista: los almohades.
Segundos taifas (Siglo XII):
periodo que se inicia al desintegrarse el Imperio almorávide y producirse de nuevo la fragmentación política. La presión cristiana que aprovecha la debilidad musulmana obliga de nuevo a pedir ayuda al nuevo poder del norte de África: los almohades.
Este grupo era aún más integrista que el anterior. Volvieron a reunificar Al-Ándalus y convirtieron a Sevilla en la nueva capital del ahora Imperio almohade hispano. Contrarrestaron el avance cristiano, pero en el 1212 los reinos cristianos se unen y logran una importantísima victoria en la batalla de las Navas de Tolosa, que supondría el principio del fin de la presencia musulmana en la Península.
Terceros taifas (Siglo XIII):
El debilitamiento almohade favorecíó la formación de los terceros taifas que no fueron capaces de parar el avance cristiano y que fueron sucumbiendo poco a poco, salvo Granada. Otro pueblo musulmán, los benimerines, intentaron un nuevo salto a la Península, pero fueron derrotados por los cristianos en la Batalla del río Salado, cerca de Tarifa (1340). El reino de Granada conseguiría subsistir hasta 1492, año en que fue conquistado por los Reyes Católicos.