La Oposición al Franquismo
Primeras Décadas (Años 40 y 50)
Tras la Guerra Civil (1936-1939), el franquismo impuso una fuerte represión contra los republicanos, quienes fueron encarcelados, fusilados o apartados de la vida pública. A pesar de ello, hubo una oposición tanto dentro como fuera de España. En los años 40, esta oposición se dividió en una vía pacífica, encabezada por don Juan de Borbón con el Manifiesto de Lausana (1945), y otra violenta, protagonizada por los maquis, quienes intentaron forzar una intervención internacional contra el régimen. Durante el aislamiento de España (1945-1948), estallaron huelgas en Bilbao y Barcelona. En los años 50, la protesta se expresó a través de boicots como el de los tranvías de Barcelona en 1951 y huelgas en Madrid, Barcelona y el País Vasco contra la inflación, lo que llevó a la aprobación de la Ley de Convenios Colectivos en 1958. A finales de la década, crecieron los conflictos universitarios entre falangistas y opositores, provocando purgas en el Ministerio de Educación y en las universidades de Madrid y Salamanca.
Diversificación y Crecimiento (Años 60 y 70)
Con los cambios sociales de los años 60, la oposición se diversificó. En el ámbito laboral, crecieron las huelgas y surgieron nuevos sindicatos como CCOO y USO dentro del Sindicato Vertical. En las universidades, las protestas estudiantiles de 1965 desembocaron en el estado de excepción de 1969, con la expulsión de catedráticos como Tierno Galván y García Calvo. La Iglesia también comenzó a distanciarse del régimen, influida por el Concilio Vaticano II, destacando la figura del cardenal Tarancón y los curas vascos y catalanes. En la oposición política, el PCE y un renovado PSOE se reorganizaron, formando plataformas unitarias como la Junta Democrática y la Plataforma de Convergencia Democrática, que más tarde se fusionaron en la Platajunta. La Ley de Asociaciones de 1964 permitió la creación del movimiento vecinal, que canalizó las protestas sociales y políticas en barrios obreros, con apoyo del PCE y la Iglesia. También se desarrolló el movimiento feminista, con el nacimiento del Movimiento Democrático de Mujeres (MDM) en 1964, que, con el tiempo, se radicalizó exigiendo la despenalización del aborto, el divorcio y mayores derechos sociales y laborales.
Cultura bajo la Dictadura
Exilio y Cultura Oficial
En el ámbito cultural, tras la guerra se diferenciaron el exilio y el oficialismo. El exilio, conocido como “España peregrina”, reunió a intelectuales que huyeron de la represión, principalmente hacia Hispanoamérica, especialmente México. Autores como Juan Ramón Jiménez, Salinas, Guillén o Alberti, junto con historiadores como Salvador de Madariaga y filósofos como Ortega y Gasset o Zambrano, mantuvieron el pensamiento crítico fuera de España. Dentro del país, la censura dominaba la cultura oficial, controlada por intelectuales católicos y falangistas, quienes exaltaban el pasado imperial y los valores religiosos, militares y patrióticos. A pesar de la represión, algunos intelectuales como Ortega y Gasset, Julián Marías, Azorín o Dámaso Alonso participaron en la vida cultural de los años 40 y 50 sin posicionarse directamente contra el régimen.
Evolución Literaria y Artística
En los años 40, apareció una literatura social con carga simbólica, representada por autores como Buero Vallejo (Historia de una escalera) y poetas como Celaya o Blas de Otero. En los años 50, esta corriente evolucionó hacia el realismo social, con escritores como Sánchez Ferlosio, Martín Gaite, Goytisolo o Marsé, quienes denunciaban las injusticias del franquismo, lo que llevó a la persecución y encarcelamiento de muchos de ellos. Con la Ley de Imprenta de 1966, se permitió una mayor libertad de expresión, aunque siguieron los cierres de publicaciones. A finales de los 60 y en los 70, la literatura evolucionó hacia nuevas formas experimentales, influenciadas por tendencias europeas, con autores como Gimferrer o Panero. En esta última etapa, la cultura real se distanció completamente del franquismo, dividiéndose entre una corriente liberal y otra claramente opositora.
Evolución Política del Régimen Franquista
Consolidación y Adaptación Ideológica (1939-1959)
El franquismo carecía de una doctrina fija, lo que permitió a Franco adaptar su régimen según las circunstancias nacionales e internacionales. Durante la Guerra Civil, el régimen adoptó posturas fascistas y, en 1938, aprobó el Fuero del Trabajo, que prohibía huelgas y establecía sindicatos verticales. Tras la victoria franquista y la consolidación del Eje en la Segunda Guerra Mundial, comenzó la “época azul” (1939-1942), caracterizada por el dominio de la Falange y la relación con Hitler y Mussolini. La Ley de Unidad Sindical (1940) y la creación del Instituto Nacional de Industria (INI) (1941) reforzaron la estructura económica estatalista. Sin embargo, con la entrada de EE. UU. en la guerra, Franco inició su desvinculación del fascismo y optó por el aislamiento (1942-1959). Expulsó a Serrano Súñer y aprobó leyes para dar una imagen de apertura, como la Ley Constitutiva de Cortes (1942) o el Fuero de los Españoles (1945), aunque sin cambios democráticos reales.
Reintegración Internacional y Leyes Fundamentales
El régimen sufrió un fuerte bloqueo internacional tras la Segunda Guerra Mundial, siendo excluido de la ONU en 1945. Sin embargo, con la Guerra Fría, Franco se presentó como aliado anticomunista, lo que facilitó su reintegración internacional. En 1948, Francia abrió sus fronteras, y en 1953 se firmaron el Concordato con la Santa Sede y el Tratado de Madrid con EE. UU., asegurando apoyo económico y militar. En 1955, España ingresó en la ONU y, en 1958, la Ley de Principios del Movimiento Nacional consolidó el régimen como una “monarquía tradicional y católica”.
Desarrollismo e Institucionalización (Años 60)
A finales de los 50, la autarquía llevó al país a la crisis, lo que obligó a adoptar el Plan de Estabilización (1959) y los Planes de Desarrollo en los 60, impulsados por tecnócratas como Ullastres y López Rodó. A pesar del crecimiento económico, la política se mantuvo inmovilista y represiva, como evidenció la ejecución de Julián Grimau en 1963. En esta etapa, se institucionalizó aún más el franquismo con la Ley de Seguridad Social (1963), la Ley de Prensa (1966) y la Ley Orgánica del Estado (1967), que permitió una ligera apertura. En 1969, Franco designó a Juan Carlos como su sucesor, instaurando una monarquía bajo los principios del Movimiento.
La Crisis Final del Régimen (1969-1975)
Desde 1969, el régimen entró en crisis. Con Franco debilitado, Carrero Blanco asumió más poder y fue nombrado presidente en 1973, pero su asesinato por ETA sumió al régimen en la incertidumbre. Su sucesor, Arias Navarro, no logró frenar el descontento generado por la crisis del petróleo, el terrorismo etarra, la oposición internacional y la cuestión del Sáhara. Esto dividió al franquismo entre aperturistas y el búnker inmovilista.
Política Exterior y Muerte de Franco
En política exterior, España intentó sin éxito ingresar en la OTAN y la CEE. Mantuvo conflictos como la Guerra de Sidi Ifni (1957-1958) y la cesión de Ifni a Marruecos (1969). En 1967, los gibraltareños rechazaron integrarse en España mediante referéndum, lo que llevó al cierre de la verja en 1969. La situación internacional y las tensiones internas debilitaron al régimen hasta la muerte de Franco el 20 de noviembre de 1975, dejando una gran incertidumbre sobre el futuro político de España.