El impacto del desarrollo urbano en la diversidad y vitalidad de las ciudades


La Autodestrucción de la Diversidad

Las ciudades americanas necesitan una mezcla diversa de personas y organizaciones para un funcionamiento constructivo. La combinación de diferentes ideas y usos primarios impulsa la prosperidad económica y social, permitiendo que la diversidad alcance su máximo potencial.

Sin embargo, el éxito urbano puede llevar a la autodestrucción de la diversidad. La competencia por el espacio, especialmente en calles o distritos vibrantes, genera una presión económica que prioriza la rentabilidad de los negocios minoristas. Esto puede desplazar a los usuarios originales, disminuyendo la diversidad y vitalidad del área.

En muchas ciudades, observamos calles moribundas, divididas en usos funcionales como ocio, oficinas o residencias. Algunas se vuelven rentables para usos exclusivos, ignoradas por personas con otros propósitos. Aunque algunas calles pueden resistir y regenerarse, la proliferación de usos únicos limita la diversidad.

En América, pocos distritos alcanzan la diversidad deseada debido a la falta de condiciones básicas. La autodestrucción es más común en centros urbanos, donde la concentración de bancos, compañías de seguros y oficinas de prestigio desplaza potenciales centros de diversidad. Estas organizaciones, buscando el éxito o imponiéndose a la competencia, ocupan espacios que podrían albergar una mayor variedad de usos.

Es crucial entender que la autodestrucción de la diversidad es producto del éxito, no del fracaso, y resulta de los procesos económicos que lo impulsan. El crecimiento de la diversidad puede expulsar a usuarios, requiriendo la adición constante de nueva diversidad para mantener el equilibrio.

La zonificación para la diversidad no busca congelar los usos, sino garantizar cambios variados. Se trata de promover reemplazos rápidos y prevenir la duplicación excesiva de los usos más rentables.

En resumen, el problema de la autodestrucción en éxitos urbanos radica en equilibrar la oferta y la demanda de calles y distritos vitales y diversificados.

La Maldición de los Vacíos Fronterizos

Los usos intensos en una ciudad crean fronteras que pueden generar vecindarios destructivos. Estas fronteras, como vías férreas, muelles o áreas que rodean universidades, hospitales o centros cívicos, actúan como barreras, dividiendo distritos y limitando la circulación.

El problema principal de las fronteras es la creación de callejones sin salida, percibidos como barreras. La disminución de la circulación genera vacíos de uso, comprometiendo la seguridad al reducir la presencia de personas. En algunos casos, estos vacíos también resultan de la falta de vitalidad.

Diversas causas contribuyen a la escasez en las fronteras, desde la falta de usos hasta la presencia de obstáculos como autopistas. El resultado es un uso escaso que desconcierta a los urbanistas, especialmente a aquellos que valoran la animación y variedad urbana. Además de crear vacíos, las fronteras fragmentan la ciudad.

Para combatir los espacios vacíos, es necesario instalar fuerzas que los contrarresten. Esto implica concentrar gente cerca de las fronteras, acortar las manzanas, promover la fluidez, combinar usos primarios y diversificar la edad de los inmuebles. Si bien esto no garantiza una alta intensidad de uso, sí ayuda a consolidar el espacio.

Aunque algunas fronteras, como ríos o estaciones, son necesarias, es importante minimizar la creación de fronteras innecesarias. Elementos como viviendas, salones, auditorios, escuelas e industrias, al operar de forma aislada, contribuyen a la formación de estas fronteras y reducen la posibilidad de contrarrestar los vacíos urbanos.

Subiendo y Bajando Barrios

Los barrios bajos operan como círculos viciosos que impactan negativamente el funcionamiento de una ciudad, generando un gasto público creciente. Estos barrios, estancados y monótonos, no retienen a sus ciudadanos más dinámicos ni atraen nuevos residentes.

A menudo, el estado intenta revitalizar estas zonas mediante la demolición y construcción de nuevas viviendas, buscando aumentar los ingresos fiscales y atraer residentes con mayor poder adquisitivo. Sin embargo, esta estrategia suele fracasar, desplazando los problemas a otras áreas en lugar de resolverlos. Es fundamental guiar, respetar y construir con las comunidades, en lugar de destruirlas.

Dinero Gradual y Dinero Cataclísmico

El dinero es esencial para el desarrollo urbano, pero no puede comprar el éxito donde faltan las condiciones necesarias. Si bien es una fuerza poderosa, puede contribuir tanto a la decadencia como a la regeneración de una ciudad.

Existen tres tipos principales de dinero que influyen en los cambios en las propiedades urbanas:

  1. Dinero de crédito de instituciones financieras convencionales.
  2. Dinero gubernamental proveniente de impuestos y endeudamiento.
  3. Dinero al contado y crédito con altas tasas de interés (20% a 80%), a menudo utilizado para fines poco constructivos.

Las grandes cantidades de dinero generan cambios drásticos, mientras que el dinero gradual produce cambios paulatinos, necesarios para capitalizar, construir y complementar lo existente.

Las instituciones financieras suelen incluir en listas negras las áreas consideradas barrios bajos, coincidiendo con las zonas destinadas a la demolición. Estos mapas, utilizados para advertir a los prestamistas, refuerzan el ciclo de decadencia en estas áreas.

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