La Promesa del Libro de Mormón
Moroni, el último profeta que escribió en el Libro de Mormón, quien se le apareció a José Smith como ser resucitado para entregarle las planchas donde estaba escrito el libro, dejó una promesa para saber si el Libro de Mormón es verdadero. Él escribió:
“He aquí, quisiera exhortaros a que, cuando leáis estas cosas, si Dios juzga prudente que las leáis, recordéis cuán misericordioso ha sido el Señor con los hijos de los hombres, desde la creación de Adán hasta el tiempo en que recibáis estas cosas, y que lo meditéis en vuestros corazones.
Y cuando recibáis estas cosas, quisiera exhortaros a que preguntéis a Dios el Eterno Padre, en el nombre de Cristo, si no son verdaderas estas cosas; y si pedís con un corazón sincero, con verdadera intención, teniendo fe en Cristo, él os manifestará la verdad de ellas por el poder del Espíritu Santo;
y por el poder del Espíritu Santo podréis conocer la verdad de todas las cosas.”
Leer es el primer paso, es necesario saber del contenido del Libro de Mormón.
El segundo es, meditar y analizar lo que aprendimos. Este paso es muy importante, requiere pensar sobre la naturaleza de Dios. Nos hace preguntar: ¿Jesucristo amaría a sus hijos en las Américas suficiente para venir a visitarlos? ¿Tendría otros profetas en el continente americano? ¿Qué enseña el libro y cómo me hace sentir?
El tercer y último paso es orar para recibir la respuesta de Dios. Jesucristo, hablando a sus apóstoles, les dijo: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, al cual el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todas las cosas que os he dicho” (Juan 14:26). Sabremos la verdad de todas las cosas por medio del Espíritu Santo: “Mas el fruto del Espíritu es: caridad, gozo, paz, tolerancia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22).
Adán y Eva
Adán y Eva fueron las primeras personas que entraron al mundo que Jesucristo había creado. En la Iglesia Mormona enseñamos que, por medio de revelación moderna, podemos saber que Adán y Eva eran hijos escogidos de nuestro Padre Celestial. Fueron escogidos para la misión especial de traer el estado mortal al mundo, siendo los primeros padres de todo el género humano. Como se menciona en el artículo de la vida premortal, hubo personajes preordenados para cumplir ciertos propósitos en la tierra. Esto significa que Dios y Jesucristo habían diseñado el plan para que Adán pudiera usar su libertad de escoger para cumplir la misión que ellos le habían asignado. Adán era uno de los más nobles y grandes antes de esta tierra; Adán era el mismo Arcángel Miguel que había dirigido a los justos contra Satanás en la guerra de los cielos (Apocalipsis 12:7-9).
Adán y Eva fueron Preordenados
Adán y Eva fueron preordenados para convertirse en los padres del género humano. Los mormones creen que el Señor prometió a Adán grandes bendiciones con estas palabras: “Te he puesto para estar a la cabeza; multitud de naciones saldrán de ti, y tú les serás por príncipe para siempre” (D. y C. 107:55). La Iglesia Mormona cree también que Eva fue una hija especial del Padre Celestial desde la vida premortal, dado que fue escogida para ser la primera mujer y madre en esta tierra. Se le llamó Eva, ya que su nombre significa “dadora de vida”, y le fue dada a Adán porque Dios dijo “que no era bueno que el hombre estuviese solo”. De esa forma, ella compartió la responsabilidad de Adán y, por lo tanto, compartirá sus bendiciones eternas.
Adán y Eva en el Jardín de Edén
Cuando Adán y Eva fueron colocados en el Jardín de Edén, aún no eran mortales; no podían tener hijos; no existía la muerte. Tenían una vida física debido a que sus espíritus estaban alojados en cuerpos físicos hechos del polvo de la tierra, pero, a la vez, poseían vida espiritual porque todavía se encontraban en la presencia de Dios. Aún no habían elegido entre el bien y el mal. Aún no sabían lo que era el pecado ni la felicidad; eran inocentes como niños. Dios les mandó tener hijos y aprender a tener dominio sobre la tierra. Él les dijo: “Fructificad y multiplicaos, henchid la tierra y sojuzgadla; y tened dominio sobre… todo ser viviente que se mueve sobre la tierra”. Dios les dijo que podían comer libremente de todo árbol que había en el huerto, excepto de uno, el árbol de la ciencia del bien y del mal, porque Dios dijo: “…el día en que de él comieres, de cierto morirás”. Dios sabía las consecuencias de cualquiera de las acciones de Adán y Eva. Les dio mandamientos que sólo podían cumplir si participaban del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal. ¿Por qué hizo esto Dios? Adán y Eva, igual que todos nosotros, habían tomado la decisión en la vida premortal de entrar al mundo para ser probados. Adán y Eva fueron los escogidos de Dios para llevar a cabo el principio de este plan. Parte del plan era tener la libertad de escoger, o tener albedrío. Dios les dio la libertad de escoger entre efectuar el plan de Dios o vivir eternamente en el Jardín de Edén, dándoles desde el principio lo que les había prometido: el albedrío. Satanás, que no conocía la mente de Dios y procuraba destruir su plan, se acercó a Eva en el Jardín de Edén y la tentó a comer del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, y le aseguró que no moriría, sino que ellos serían “…como dioses, conociendo el bien y el mal”. Eva cedió a la tentación y comió del fruto. Cuando Adán supo lo que había pasado, decidió también comer del fruto. A los cambios que sufrieron Adán y Eva debido a que comieron del fruto se les llama La Caída.
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Antes de Nacer
PREEXISTENCIA (VIDA PRETERRENAL)
La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (Iglesia Mormona) muestra a los hombres, de una manera convincente y esclarecedora, la realidad de su existencia, su origen, el propósito de la vida terrenal y el destino que tiene por delante, y que depende precisamente de la comprensión de este plan divino, diseñado para su progreso y para facilitarle alcanzar la perfección, como nuestro Padre Celestial es perfecto, si resuelve transitar por el camino de la obediencia.
Es de vital importancia tomar conciencia de nuestra preexistencia. Todos los seres humanos, antes de nuestro nacimiento en la tierra, hemos tenido una existencia preterrenal, viviendo como espíritus con Dios.
Esta realidad se corresponde con todas las cosas creadas, porque todo lo que existe se creó en el mundo espiritual, antes de ser manifestado en el mundo físico.
En ese primer estado, en el mundo de los espíritus, hemos recibido las primeras instrucciones para el desenvolvimiento de nuestra experiencia terrenal.
Al hablar de preexistencia, debemos resaltar el hecho de que el propio Jesucristo gozaba de este estado e, incluso, fue ordenado como Salvador y Redentor del género humano mucho antes de que la tierra fuera creada.
Hubo un Concilio de los Cielos, donde se diseñó el plan que debería implementarse con los hijos de Dios, hasta entonces espíritus que no habían recibido todavía un cuerpo material.
En este Concilio Primordial, se decidió la creación del mundo y se determinó establecer allí a los hombres, los espíritus dotados de un cuerpo físico y de libre albedrío, para que, con sus libres elecciones, pudieran progresar obedeciendo las leyes eternas, los mandamientos del Eterno Dios, y, de este modo, poder alcanzar su exaltación entre los dioses que coincidieron en la implementación de este plan.
El libro de Job nos dice que, ante esta importante y significativa decisión adoptada en los Cielos, “alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios” (Job 38:7).
Pero he aquí que otra importante situación irrumpe entonces en este escenario, porque Juan relata, en el libro de Apocalipsis, la visión de una gran batalla en el cielo, donde “Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles, pero no prevalecieron, ni fue hallado más su lugar en el cielo” (Apocalipsis 12:7).
Es importante comprender los motivos que desataron este conflicto en el cielo y la conexión directa que este tema tiene con lo que estamos considerando.
El dragón (Lucifer) gozaba de una posición exaltada en el mundo espiritual, como también la tenía Jesucristo. Pero cayó en un estado de pecado y rebeldía, y se ofreció para ser enviado a la tierra, prometiendo rescatar al género humano sin dejar que se pierda ni una sola alma.
Pero este propósito de Lucifer buscaba aniquilar el libre albedrío del hombre y sólo perseguía su propio engrandecimiento, y, por eso, su propuesta fue desechada.
En su lugar, se aceptó el ofrecimiento de Jesús, quien dijo: “Padre, hágase tu voluntad, y sea tuya la gloria para siempre”. En ese trascendental instante, se nos proveyó de un don de infinito valor: un Redentor, porque nuestro Padre Celestial sabía que los hombres fallarían en su integridad e incumplirían sus mandamientos.
La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (Iglesia Mormona) nos enseña el enorme valor y sentido de la vida humana, y a valorar y aprovechar esta gloriosa oportunidad que nos fue concedida, la de tomar cuerpos en la tierra. Y, por medio de sus profetas, nos conduce a paso firme por la senda que nos lleva de regreso a Dios.
Arrepentimiento
El Arrepentimiento
Nuestro Padre Celestial desea que usted sea feliz. Pecar, o hacer lo malo, resulta en la infelicidad, porque “la maldad nunca fue felicidad” (Libro de Mormón, Alma 41:10).
Gracias a la expiación de Jesucristo, nuestro Padre Celestial nos ha proporcionado la manera de arrepentirnos y de recibir el perdón por lo que hayamos hecho mal.
Para arrepentirnos, es necesario:
- Reconocer que hemos hecho algo malo.
- Sentir un pesar sincero por los pecados cometidos.
- Confesar los pecados a Dios.
- Pedirle perdón a Dios.
- Hacer todo lo posible por corregir los problemas que nuestras acciones puedan haber causado.
- Abandonar el pecado y no volver a él.
Por medio de la expiación de Cristo, el arrepentimiento sincero trae el perdón y una paz mayor en esta vida. También nos prepara para vivir con nuestro Padre Celestial en la vida venidera.
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Artículos de Fe
Los Artículos de Fe
A José Smith se le preguntó cuáles eran las creencias básicas de la Iglesia, y él resumió las enseñanzas y creencias de la Iglesia en 13 puntos básicos conocidos como Los Artículos de Fe de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Éstos dan una breve explicación de lo que creemos y ayudan a resolver dudas. Es bueno leer estos para principiar su aprendizaje de los mormones.
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1. Nosotros creemos en Dios el Eterno Padre, y en su Hijo Jesucristo, y en el Espíritu Santo.
2. Creemos que los hombres serán castigados por sus propios pecados, y no por la transgresión de Adán.
3. Creemos que, por la Expiación de Cristo, todo el género humano puede salvarse, mediante la obediencia a las leyes y ordenanzas del Evangelio.
4. Creemos que los primeros principios y ordenanzas del Evangelio son: primero, fe en el Señor Jesucristo; segundo, arrepentimiento; tercero, bautismo por inmersión para la remisión de los pecados; cuarto, imposición de manos para comunicar el don del Espíritu Santo.
5. Creemos que el hombre debe ser llamado por Dios, por profecía y la imposición de manos, por aquellos que tienen la autoridad, a fin de que pueda predicar el evangelio y administrar sus ordenanzas.
6. Creemos en la misma organización que existió en la Iglesia Primitiva, esto es, apóstoles, profetas, pastores, maestros, evangelistas, etc.
7. Creemos en el don de lenguas, profecía, revelación, visiones, sanidades, interpretación de lenguas, etc.
8. Creemos que la Biblia es la palabra de Dios hasta donde esté traducida correctamente; también creemos que el Libro de Mormón es la palabra de Dios.
9. Creemos todo lo que Dios ha revelado, todo lo que actualmente revela, y creemos que aún revelará muchos grandes e importantes asuntos pertenecientes al reino de Dios.
10. Creemos en la congregación literal del pueblo de Israel y en la restauración de las Diez Tribus; que Sión (la Nueva Jerusalén) será edificada sobre el continente americano; que Cristo reinará personalmente sobre la tierra, y que la tierra será renovada y recibirá su gloria paradisíaca.
11. Reclamamos el derecho de adorar a Dios Todopoderoso conforme a los dictados de nuestra propia conciencia, y concedemos a todos los hombres el mismo privilegio: que adoren cómo, dónde o lo que deseen.
12. Creemos en estar sujetos a los reyes, presidentes, gobernantes y magistrados; en obedecer, honrar y sostener la ley.
13. Creemos en ser honrados, verídicos, castos, benevolentes, virtuosos y en hacer el bien a todos los hombres; en verdad, podemos decir que seguimos la admonición de Pablo: Todo lo creemos, todo lo esperamos; hemos sufrido muchas cosas, y esperamos poder sufrir todas las cosas. Si hay algo virtuoso, o bello, o de buena reputación, o digno de alabanza, a esto aspiramos.
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Ayuno
EL AYUNO
Ayunar significa abstenerse de comer y beber durante un período determinado de tiempo. Para los mormones, más que dejar de comer, ayunar significa purificarse y acercarse más a nuestro Padre Celestial. Desde los principios del mundo, ayunar ha sido un mandamiento que Dios ha dado a sus hijos; podemos aprender esto en las escrituras, al leer que Adán ayunó con el fin de estar más cerca de Dios y adorarlo; también nuestro Salvador, Jesucristo, nos mostró la importancia del ayuno y enseñó que es un tiempo en el que debemos concentrarnos en asuntos espirituales (Lucas 4:1-4).
El profeta mormón José F. Smith dijo que ayunar ocasionalmente es saludable para el cuerpo y ayuda a la mente a estar más activa.
Las escrituras enseñan que el ayuno debe estar acompañado de la oración sincera. Por esta razón, la doctrina mormona enseña que, al ayunar, se debe iniciar y terminar con una oración, y se debe tener un propósito determinado, por ejemplo, pedir ayuda o guía para otras personas, en beneficio de un familiar enfermo, etc. Los mormones creemos que el ayuno también es una manera en que podemos saber la verdad de todas las cosas. Nos ayuda a ser más humildes y, especialmente, a sentirnos más cerca de nuestro Padre Celestial.
El Señor ha dicho: “Cuando ayunéis, no seáis austeros, como los hipócritas; porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa”.
El propósito de un ayuno no debe ser el de impresionar a los demás: “Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no mostrar a los hombres que ayunas” (Mateo 6:16–18).
Es importante que, al ayunar, nuestros rostros reflejen felicidad y no proclamen a todos lo que estamos haciendo.
Los Santos de los Últimos Días (SUD o mormones) ayunamos un domingo al mes (regularmente es el primer domingo del mes), y, en ese día, no ingerimos alimentos ni líquidos por dos comidas consecutivas, lo que hace un ayuno de veinticuatro horas. El profeta mormón José F. Smith dijo: “Todos los que pueden deben ayunar. Sin embargo, ‘…muchos padecen debilidades, hay otros cuya salud es delicada, otras tienen niños de pecho, y a éstas no se les requeriría. Tampoco deben los padres obligar a los niños pequeños a que ayunen’”.
Para los mormones, el día de ayuno es un día especial, ya que es una oportunidad de humillarse ante el Señor en ayuno y oración; es un día en que se pide perdón por nuestros pecados y fortaleza para vencer debilidades y para perdonar a los demás.
En el domingo de ayuno, los miembros de la Iglesia Mormona nos reunimos para participar de la Santa Cena, y nos fortalecemos por medio de los testimonios que se dan en la reunión de ayuno y testimonio.
Para que un ayuno sea completo, es necesario dar las “ofrendas de ayuno”; esto significa que cada mes que los mormones ayunamos, donamos dinero para ayudar a los necesitados; el dinero que se dona es el que se hubiera utilizado en las comidas que no se tomaron durante el ayuno. De hecho, los líderes de la Iglesia Mormona invitan a sus miembros a ser generosos, ya que estas donaciones se utilizan para comprar alimentos, medicinas, etc., para las personas que más lo necesitan y no tienen los suficientes medios para obtenerlos.
Al ayunar con un espíritu de obediencia y prudencia, nuestro propio espíritu se fortalece y aumenta nuestra fe. El Señor promete darnos paz, salud y guía espiritual; además de eso, podemos tener más fuerza para rechazar las tentaciones con mayor facilidad. Para los mormones, el ayuno es una manera especial de nutrir y fortalecer nuestros espíritus.
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Bautismo
La Doctrina del Bautismo en el Mormonismo
Los mormones hablamos bastante del bautismo y predicamos esta doctrina a toda persona.
El bautismo es una ordenanza sagrada que fue realizada incluso por el Salvador mientras anduvo sobre la tierra. Los mormones enseñamos que el bautismo es una ordenanza esencial para poder regresar a vivir con nuestro Padre Celestial.
Dios creó el plan de salvación antes de la fundación de esta tierra para probarnos y luego llevarnos de nuevo a su presencia. Él nos dio la libertad de escoger si venir a la tierra o no. Todos los que nos encontramos sobre la tierra sabemos que escogimos seguir el plan de Dios y venir a esta tierra de probación. Parte de este plan también era de recibir un cuerpo de carne y huesos y experimentar dolor y gozo. Todos tenemos la libertad de escoger entre lo bueno y malo. Al escoger lo malo, somos manchados de pecado, y nuestro espíritu no es impecable como lo era antes en la presencia de Dios. Al tener un cuerpo, aun teniendo los mejores deseos e intenciones, todos cometemos pecados en esta tierra y tenemos necesidad de ser purificados. El bautismo permite que los pecados sean borrados y la persona sea limpia de nuevo.
Jesucristo, por medio de su expiación, hizo posible esta limpieza. Él pagó la “fianza” para sacarnos de la cárcel del maligno. Sólo es la decisión individual de todos aceptar o rechazar esa fianza. Al aceptarla, se aplica entonces la necesidad de guardar los mandamientos y perseverar hasta el fin.
¿Qué significa el bautismo?
El bautismo es un convenio que uno hace de cambiar y dejar la vida pasada atrás, no siendo perfectos, pero tratando de alcanzar la perfección. El bautismo es simbólico de tres cosas: 1. La muerte y resurrección física del Salvador. 2. La muerte del hombre viejo y el nacimiento de un discípulo de Jesucristo. 3. La promesa que hacemos con nuestro Padre de servirle y serle fiel. A partir del bautismo, nos corresponde trabajar en la obra del Señor y aumentar en sabiduría espiritual. Debemos acercarnos lo más posible al Padre y hacer su voluntad. Tal vez no podremos alcanzar la perfección, pero Dios conoce el corazón sincero y arrepentido de sus hijos y tendrá misericordia de ellos.
¿Quién puede bautizar?
Jesucristo buscó a Juan el Bautista para que lo bautizara. Juan tenía la autoridad llamada el Sacerdocio; por esta razón, el Salvador buscó a Juan. En la Iglesia Mormona, enseñamos que una persona digna que tiene este sacerdocio puede efectuar el bautismo de la forma adecuada. Un varón, teniendo el oficio de presbítero en el Sacerdocio Aarónico, puede efectuar esta ordenanza sagrada.
El bautismo es sagrado y es un paso necesario para llegar a vivir con Dios; Jesucristo dijo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3:5). Parte del bautismo es recibir el Don del Espíritu Santo. Sin esta segunda parte, el bautismo queda nulo. Sabemos que Dios nos ama y quiere lo mejor para nosotros, y sabemos que, al cumplir con nuestras promesas del bautismo, podremos iniciar nuestro camino para vivir de nuevo con Dios.