El Pacto Social y la Transición del Estado de Naturaleza a la Sociedad Civil
La Formación de la Sociedad Civil
La primera sociedad que existió fue la conyugal, entre hombre y mujer, que implica derechos. A esta le siguió la de padres e hijos y, posteriormente, la de amos y sirvientes. Estas formas de asociación, aunque guardan cierta semejanza, difieren significativamente del Estado en cuanto a su constitución, poder y finalidad. Un padre, por ejemplo, no posee poder legislativo sobre la vida o la muerte de sus hijos.
Todo hombre nace con derecho a la libertad y al disfrute de todo lo que permite la ley natural. Además, tiene el poder inherente de defender su propiedad, es decir, su vida, su libertad y sus bienes, así como de juzgar y castigar las infracciones cometidas por otros. Sin embargo, la sociedad política solo puede existir si cada uno de sus miembros renuncia a ese poder natural y lo deposita en manos de la comunidad.
Para que los seres humanos se integren al Estado, deben abandonar el estado de naturaleza y constituir un gobierno, o bien unirse a uno ya existente. En cualquier caso, se alude a un pacto mediante el cual los individuos se comprometen a acatar las leyes de la sociedad, orientadas al bien común. La comunidad se erige como árbitro, con normas fijas, imparciales e idénticas para todos. El poder legislativo también cumple funciones judiciales, juzgando gracias a la autoridad que le ha sido conferida. Siempre que surja un conflicto, su resolución debe dejarse en manos de un juez imparcial. De no ser así, cualquier agrupación humana permanecería en estado de naturaleza.
No debe existir contradicción entre la ley natural y la ley civil, ya que la transición del estado de naturaleza a la sociedad civil debe garantizar los derechos naturales. Este paso se materializa a través del pacto, mediante el cual los individuos renuncian a su poder ejecutivo individual y se comprometen a respetar y cumplir las leyes. La monarquía absoluta es incompatible con la sociedad civil, cuyo objetivo es precisamente evitar y remediar los inconvenientes del estado de naturaleza. Dado que en la monarquía absoluta el poder legislativo y el ejecutivo se concentran en una sola figura, no se supera el estado de naturaleza, pues no existe una autoridad a la que todos los miembros de la sociedad puedan recurrir.
La constitución de la monarquía absoluta genera arbitrariedad, siendo incompatible con el imperio de la ley. Esta arbitrariedad surge porque no existe una autoridad externa que pueda dirimir los conflictos en los que la propia monarquía está involucrada. Así, cuando surge un conflicto entre un súbdito y el monarca absoluto, no hay una instancia superior a la cual apelar.
Estas críticas se dirigen principalmente contra la obra El Patriarca, en la que Robert Filmer defiende las tesis absolutistas, fundamentando el poder de los reyes en la Biblia. Según la ley natural, los hombres son libres, iguales e independientes, y nadie puede perder su condición natural por la fuerza. El Estado nace del pacto entre los individuos. La racionalidad política emana del consentimiento de todos a ceder su libertad y someterse a la autoridad de la sociedad civil, formando una comunidad para vivir de forma confortable y segura.
El Poder de la Mayoría y la Legitimidad del Estado
Aquí se añade una nueva característica del Estado: el poder de decisión pasa a formar parte de la mayoría. Con el pacto, los hombres ganan la seguridad de que ninguna potencia ajena podrá someter su voluntad individual. La autoridad debe garantizar el disfrute de la libertad individual, la propiedad privada y los frutos del trabajo. Se insiste en que una comunidad debe actuar como un todo, como «un cuerpo». Pero para que esto suceda, es necesario que se unifique la voluntad de sus miembros. Si no hay unanimidad y no hay forma de conocer el pensamiento de la totalidad del grupo, la única manera de lograrlo es que la sociedad siga la voluntad de la mayoría.
Por lo tanto, cada ciudadano está obligado a acatar las decisiones de esa mayoría. Esta mayoría no es solo el criterio para la elección de la asamblea por ley positiva, sino también por ley de naturaleza o de razón. Las leyes positivas son aquellas promulgadas por los seres humanos dentro de una sociedad. Las leyes de naturaleza son aquellas leyes inmutables que Dios otorgó al ser humano por el mero hecho de serlo. Son independientes y deben ser respetadas. Estas leyes naturales expresan que todos los seres humanos son libres, independientes e iguales.
El Estado surge del consentimiento de los individuos, que es el fundamento de la racionalidad política. Todo ciudadano está obligado a obedecer a la mayoría, en virtud del pacto original. Sin esta obediencia obligada a la mayoría, el pacto carecería de sentido, ya que el individuo seguiría en las mismas condiciones en que se hallaba en el estado de naturaleza.