El Pensamiento de Nietzsche: Deconstrucción de Occidente y la Afirmación de la Vida


Introducción

Friedrich Nietzsche es un filósofo alemán de finales del siglo XIX, época marcada por la ruptura de la hegemonía de la razón y el surgimiento de nuevos movimientos anti idealistas y anti racionalistas. Entre ellos destacan el positivismo de Comte, el pesimismo de Schopenhauer y el vitalismo de Nietzsche. El autor que nos ocupa es considerado, junto con Marx, Freud y otros pensadores, uno de los maestros de la sospecha. Todos ellos expresan, cada uno a su manera, la crisis de la filosofía de la modernidad, muestran un espíritu crítico hacia la sociedad del momento y cuestionan los valores de su época. La filosofía nietzscheana se caracteriza por realizar una dura crítica a toda la tradición filosófica previa: a la cultura, la moral, la religión y la metafísica, pues según él, son causa de la enfermedad de Occidente.

La obra de Nietzsche es de gran relevancia y continúa muy vigente en nuestra sociedad, donde las instituciones tradicionales, las creencias religiosas, las estructuras de poder y las normas morales convencionales siguen siendo cuestionadas y reevaluadas. Su enfoque perspectivista de la verdad ofrece una alternativa valiosa a las ideas fijas y dogmáticas de la cultura tradicional, un enfoque más abierto, diverso y experiencial de la vida. En definitiva, la filosofía de Nietzsche invita a la creación de valores propios, al pensar individual y libre y a la transformación del mundo en que vivimos.

Crítica a la Racionalidad y a la Cultura Occidental

Vamos a abordar en concreto la crítica del autor a la racionalidad y a la cultura occidental. Para ello, el alemán recurrió al método genealógico: método consistente en analizar el problema de la sociedad actual (al cual denominará nihilismo pasivo) desde su origen, encontrando el inicio en Sócrates y en la posterior tradición platónica. Centra sus esfuerzos en desmontar la estructura intelectual en la que se ha apoyado la cultura occidental para sobrevivir. Saber de dónde venimos sirve para conocer nuestro linaje y así Nietzsche descubre lo que considera que es un fraude lejano prolongado en el tiempo: el paso del mito al logos. Se dice que con ese paso dio inicio la filosofía, sin embargo, Nietzsche considera que ese logos nace enfermo, ya que quienes lo construyeron eran hombres mediocres guiados por el miedo al cambio y al devenir del mundo, que no encuentran otra vía que recurrir a la creación de realidades ultramundanas para refugiarse del caos.

Este origen de Occidente es, según Nietzsche, “pudenda origo”, es decir, un origen vergonzoso, que huele mal. La cultura occidental es en realidad un ultramundo ficticio en el que vivir con comodidad y seguridad. Es por ello que Nietzsche propondrá destruir todos los valores propios de dicha cultura, a través de su filosofía a martillazos, para así provocar una transmutación de valores e instaurar el vitalismo, la voluntad de poder, el eterno retorno y el superhombre.

Tal y como hemos dicho anteriormente, Nietzsche considera que la enfermedad de Occidente es causada por la debilidad psicológica de sus habitantes: son frágiles mentalmente y tienen la necesidad de recurrir a la razón, que es la encargada de crear esos mundos irreales a los que agarrarse. Es por ello que Nietzsche señala la razón como causante de la enfermedad de Occidente. Volviendo al método genealógico, bajo esta perspectiva, el paso del mito al logos no fue más que el paso del mito a otro mito: la narrativa generada por la razón durante siglos, basada en explicaciones lógicas y valores universales como el bien, la verdad y la justicia.

A lo largo de la historia del pensamiento, los filósofos occidentales han renegado de los sentidos desde distintos puntos de vista (el dualismo platónico, el método cartesiano son algunos ejemplos) y han construido realidades ultramundanas. En contrapartida, Nietzsche devuelve a los sentidos su dignidad y defiende que la realidad es cambiante, fluye y no permanece, está formada por interpretaciones, ni siquiera por hechos. Además, considera que la filosofía vigente hasta el momento, la religión y la moral occidental son síntomas de decadencia y representan la grave enfermedad crónica de Occidente. Ante esta situación, Nietzsche se presenta a sí mismo como el médico capaz de sanar esa enfermedad, sin embargo, no va a tratar de salvar al paciente, sino que plantea apuntillarlo, es decir, acelerar el proceso de muerte, para después poder sanar.

Tras la muerte de Occidente, Nietzsche alberga el deseo de construir una nueva cultura con gran salud, una cultura que no sea fruto del miedo y el cansancio, sino de la voluntad de vivir, concepto clave en su filosofía que es aquella fuerza que anima a cada hombre a buscar la autoafirmación y la expansión de su poder. En definitiva, una cultura que genere espíritus libres y no acobardados, capaces de crear nuevos valores. En resumen, la crítica de Nietzsche a la racionalidad y a la cultura occidental es una llamada de atención a cuestionar las suposiciones y las normas que dan forma a nuestras vidas y a buscar una forma más auténtica y creativa de existencia.

Voluntad de Poder y Vitalismo

Como alternativa a la cultura occidental que tanto critica por estar enferma, Nietzsche presenta el vitalismo, donde cobran gran importancia los conceptos de voluntad de poder y vida. La voluntad de poder es la energía vital que nos lleva a actuar con el fin de autoafirmarnos, es decir, nos empuja a realizar determinadas acciones. No debe confundirse con querer el poder, sino llegar a adquirir poder sobre uno mismo. Ese poder sobre uno mismo se define con la concepción actual de libertinaje, en contraposición con el control sobre las pasiones de filósofos previos como Platón o Descartes. La voluntad de poder brota del cuerpo, de los sentidos, pero no se trata de una dimensión puramente biológica, sino que en ella intervienen también factores externos, combinados por azar como la biografía, la historia, el entorno, etc. Es aquella fuerza desde la cual el hombre se hace a sí mismo y es capaz de crear sus propios valores.

Para explicar la voluntad de poder en mayor detalle, podríamos decir que posee las siguientes características:

  • Es inconsciente, es decir, no es ni un deseo consciente, ni una obligación ni un deber racional, sino un impulso ligado al cuerpo.
  • Es previa a la razón, la forma primitiva de la pasión que configura todas las demás pasiones y determina a la razón y al pensamiento, que son sus instrumentos.
  • Es peculiar, cambiante y diferente.
  • Exige resistencia, pues su permanente deseo de autoafirmación le obliga a superarse y a buscar fuerzas que se le opongan.
  • Necesita del dolor, pues según Nietzsche, la voluntad de poder es la ruptura de un equilibrio y necesita de la sensación desagradable para crecer.
  • No tiene finalidad externa, es un fin en sí misma, el placer o el disgusto son consecuencias.
  • Es creativa, voluntad de crear, de marcar las diferencias que nos llevan a la autoafirmación.
  • Es libre, ya que nos lleva a hacer aquello que el cuerpo quiere.
  • Es diversa, pues tiene múltiples manifestaciones.

En estrecha relación con la voluntad de poder, se encuentra el concepto nietzscheano de vida. La voluntad de poder aspira a afirmar la vida, es instinto de vida, es la tendencia de cualquier ser vivo a superarse y crecer. En definitiva, la voluntad de poder tiene como objetivo la elevación de la vida. Así pues, Nietzsche clasifica la vida de los individuos según su conducta, según su voluntad de poder. Tienen vida ascendente aquellos que poseen una voluntad de poder fuerte y por tanto son sanos y adquieren el placer como victoria. Sin embargo, tienen vida descendente aquellos que presentan una voluntad de poder débil, por lo que están enfermos y obtienen el placer del reposo. La vida descendente se siente incapaz de oponer resistencia ante los obstáculos, siente el dolor como insatisfacción y se opone al riesgo y a los instintos. No obstante, la vida ascendente se aprovecha del dolor y los obstáculos para superarse.

Por esta razón, en la filosofía de Nietzsche, la vida es el criterio para valorar las acciones humanas, descartando así los parámetros utilizados por filósofos anteriores como la razón, la moral o la fe. La vida es la que permite diferenciar a los individuos y establecer jerarquías entre ellos. Para Nietzsche, el sentido de la vida no es trascendente, no existe ningún más allá, la vida se encuentra en el propio cuerpo, pues mediante él experimentamos el contacto directo con lo terrenal. A esta propuesta se le denomina vitalismo.

La Filosofía a Martillazos

Al romper con toda la filosofía anterior, Nietzsche plantea una nueva forma de hacer filosofía: filosofar a martillazos. Esta expresión aparece como subtítulo de una de sus obras más destacadas, El Crepúsculo de los Ídolos, donde el autor plasma su lucha contra las falsas concepciones que conforman la tradición de la filosofía, la moral y la religión de Occidente, es decir, analiza aquellos “ídolos” que a lo largo de la historia se han considerado como valores supremos: la razón, la religión y la moral. Nietzsche utiliza el martillo metafóricamente para golpear y destruir estas estructuras mentales que él considera obsoletas y limitantes, abriendo así espacio para la creación de nuevos valores y perspectivas. Así pues, una vez destruidos a martillazos estos valores, presentará su nueva propuesta filosófica basada en la transmutación de valores, el vitalismo, la voluntad de poder, el eterno retorno y el superhombre.

Podríamos decir que Nietzsche instaura un nuevo estilo para una nueva filosofía, es por ello que la filosofía a martillazos hace gran uso de los recursos estilísticos. El alemán plantea una filosofía que va más allá de los conceptos tradicionales de verdad y objetividad, un enfoque más estético, donde la verdad es una cuestión de interpretación y perspectiva en lugar de una representación objetiva de la realidad. Todo ello se manifiesta en la prosa poética de Nietzsche, en el uso de metáforas, aforismos, alegorías, contradicciones, fábulas y mediante un lenguaje emotivo, sugerente y en ocasiones irónico. Así, el autor busca estimular la imaginación y la intuición más que la argumentación lógica; plantear preguntas provocativas y paradojas que invitan al lector a reflexionar y a cuestionar sus propias creencias y supuestos, en lugar de ofrecer respuestas definitivas. Por todo ello, la filosofía de Nietzsche requiere de una lectura profunda y da lugar a un amplio abanico de interpretaciones. En resumen, la filosofía a martillazos y el nuevo estilo representan un desafío a las concepciones establecidas del pensamiento y la moralidad, proponiendo una visión más liberadora y creativa del mundo y del ser humano.

La Muerte de Dios y el Superhombre

Friedrich Nietzsche plantea que la muerte de Dios no solo es una pérdida religiosa, sino también una oportunidad crucial para el surgimiento de un nuevo ideal humano, el superhombre. Esta transición marca el fin de una cultura que se fundamenta en la moral judeocristiana y abre paso a una nueva forma de entender la existencia y los valores. Para Nietzsche, el proceso de evolución espiritual hacia el superhombre se desarrolla en tres etapas. Primero está el camello, que representa a aquellos que cargan con deberes y responsabilidades racionales. Luego, el león, que simboliza al nihilista que se rebela contra las convenciones y los valores establecidos, pero que aún no es capaz de crear nuevos valores por sí mismo. Finalmente, está el niño, que vive la vida como un juego y una creación artística. Este niño es la representación del superhombre, quien posee la voluntad de poder y acepta la vida como un eterno retorno, es decir, como una afirmación constante del devenir y la creación. El superhombre rechaza la moral tradicional basada en la debilidad y la sumisión, y en su lugar aboga por una moral de los señores, basada en valores vitales y afirmativos. Nietzsche critica la democracia, considerándola una expresión de la moral de los débiles, ya que promueve la homogeneidad y la igualdad en lugar de la diferenciación y la excelencia individual. En este nuevo paradigma propuesto por Nietzsche, el superhombre se convierte en un constante creador de valores, viviendo en un mundo sin trascendencia divina, donde él mismo es el creador de su propia vida, considerándola una obra de arte.

La perspectiva vitalista impregna toda la propuesta filosófica de Nietzsche. Toda su crítica a la moral de esclavos y al cristianismo radica en que Occidente es una cultura enferma porque sus habitantes, de voluntad de poder débil, han caído en el gregarismo y la aceptación de valores comunes, quedando abocados a la nada (el nihilismo pasivo). La solución (el nihilismo activo) pasa por la implantación del superhombre, tercer paso de la triple metamorfosis, que consiste en la liberación, la recuperación del sentimiento de potencia, en definitiva, la imposición de la voluntad de poder fuerte.

Los instintos, lejos de ser vistos como pecados o impulsos negativos, son reconocidos como fuerzas primordiales y deseos desde los cuales el superhombre actúa y se realiza. En conclusión, Nietzsche, a través de su método genealógico, cuestiona y desmantela las estructuras de la moral tradicional y las concepciones religiosas, revelando que la idea del mundo verdadero y de Dios son construcciones humanas. La muerte de Dios, en este sentido, es vista por Nietzsche no como una tragedia, sino como una liberación necesaria que permite la aparición y el florecimiento del superhombre, un ser autónomo, creativo y afirmativo, que vive en constante búsqueda y creación de valores.

Conocimiento, Verdad e Interpretación

Cualquier intento de conocer la realidad está destinado al fracaso, ya que es inaccesible. Se puede experimentar, pero no conocer, debido a que las cosas se renuevan constantemente. El alemán duplica el mundo, por un lado, el mundo del devenir y por el otro, el mundo del ser. El dualismo ontológico que propone Platón se mantiene, aunque con cambios, a lo largo de la historia.

Los encargados de combatir la apariencia y el cambio son los conocidos como filósofos momia; modifican la realidad para conocerla.

  • Mundo verdadero: para Nietzsche es una construcción de la razón y el mundo aparente lo puedes experimentar, por ello afirma que solo hay devenir (no conocemos las cosas, sino que las experimentamos mediante fábulas).
  • Mundo metafísico: Nietzsche afirma que el uso del lenguaje, junto con los filósofos momia, acaba elaborando un mundo metafísico.

Conocimiento y Verdad contra Interpretación

La verdad no es el conocimiento de la realidad, el ser humano solo busca algo permanente y eterno, en lo que creer para huir del peligro del devenir y del miedo. La interpretación permite entender la realidad como mejor te convenga. No hay hechos, solo interpretaciones, que cuentan con tres influencias subjetivas:

  • Aparato sensorial: las percepciones son juicios de valor realizados por el cuerpo que los percibe.
  • Vivencias: cosas que ya hemos experimentado y que condicionan nuestra percepción.

Perspectivismo

Conocer no te lleva a la esencia de las cosas, sino que es una valoración hecha desde la perspectiva de cada individuo. Son nuestras necesidades las que interpretan el mundo. El mundo verdadero se crea para crear una sola perspectiva, pero esto tapa una mentira. Se afirma que no hay una sola perspectiva, ya que el todo es la unión de todas las perspectivas.

Moral y Religión

Nietzsche desde un primer momento se opuso a la ideología infundada en la cultura occidental por los filósofos como Sócrates, Platón, Aristóteles, entre otros; y la religión. Ambos coincidían en la defensa de una realidad trascendente e inmaterial a la que debemos llegar, pues esa es la meta de la vida. Por lo tanto, Nietzsche, siendo vitalista, arremete contra ellos, pues desprecian la vida terrenal, la material y visible, la que él defiende como auténtica y única realidad. Asimismo, esta realidad constituye una cambiante, en constante devenir. Por ello mismo, Nietzsche es contrario a la verdad absoluta, universal y única, porque de lo cambiante no se puede establecer algo rígido, inmutable e inteligible; la realidad no es, no se puede conocer. La verdad es, por ende, una imposición de un determinado universo metafórico. ¿Cómo se puede definir la certeza o veracidad de algo si se impone desde un universo paralelo y falso?

Además de vitalista, también es inmoralista. ¿Eso quiere decir que no considera un criterio válido que determine el bien y el mal? ¿Entonces, no hay ni bienes ni males? Lo que explica Nietzsche desde el perspectivismo es que aquello que nos beneficia (satisface nuestros deseos y pasiones), será lo que nos permita tener una voluntad de poder fuerte y vivir a nuestro antojo, desde los valores tradicionalmente repudiados: la valentía, la arrogancia, el egoísmo, la aventura, el individualismo, entre otros. A esta moral la denominará la moral de señores. Por el contrario, aquellos que no consigan anteponer sus apetitos y repriman sus impulsos, es decir, aquellos que no sepan dirigir su vida porque les sobrepasa, serán los débiles, con una vida descendente, o lo que es lo mismo, con una voluntad de poder débil. A esta moral que sitúa la felicidad en paraísos racionales, pues es creada desde su resentimiento, envidia y odio al fuerte, la llamará moral de esclavos.

Consecuentemente, para nuestro autor, lo bueno será lo que favorezca la vida, y lo malo lo que la degenera. Por ello, los juicios morales son síntomas de salud. No obstante, él no centra su filosofía en determinar qué es el bien y qué el mal, sino que va más allá. Al igual que criticó la cultura occidental indagando en el pasado, también criticará la moral del mismo modo.

Para Nietzsche, el principal error de la moral occidental (fundamentada en el platonismo y en el cristianismo), es su antinaturalidad, es decir, ir contra la vida. Esta moral platónica cristiana ha propuesto siempre el dominio del cuerpo y las pasiones. Además de la restricción de todos los instintos vitales. Y promete un premio en un mundo espiritual que no existe. Esto es, por consiguiente, la promesa de una nada, y por eso es una moral nihilista.

Podemos decir que ha triunfado la moderación frente al exceso, una vida de normas frente a una libre y la represión de los instintos frente a la exaltación de los instintos vitales. Es por ello que Nietzsche sostiene firmemente la necesidad de una transmutación de los valores. Dicho de otra manera, que se vuelva a considerar como buenos los valores morales anteriores a la erupción platónica, la moral de los señores.

Por otro lado, cabe destacar también el papel de la religión en la historia y la crítica que expone nuestro autor. La religión monoteísta fue forjada por los débiles, para invertir la situación de imposición de los fuertes sobre ellos. Los débiles no tenían capacidad de utilizar la fuerza y vencer a los que les gobernaban, por lo que optaron por inventarse una serie de normas para limitar ciertas libertades, proponer la igualdad, la solidaridad, la fraternidad. Estipula unas normas en las que se pueden extraer diversas conclusiones: el odio a este mundo, pues la vida es un mero tránsito hacia la otra vida, el odio a la vida porque se intenta reprimir la vitalidad mediante ayuno, sacrificio, mansedumbre, etc; el odio al cuerpo, tal es así que lo culpan de los pecados que cometemos y lo califican de impuro. Sea cual sea su origen, lo cierto es que la construcción de un Dios y un mundo sobrenaturales lo que representan la renuncia a la vida y ser creyente es un síntoma de debilidad, porque los que necesitan de Él, es porque no pueden manejar su propia vida, necesitan de otro que les mande y ordene.

Nietzsche, en definitiva, tenía un único objetivo: demostrar el fraude de la cultura occidental, originado como respuesta al miedo (del rebaño) de una realidad cambiante e incontrolable.

Reflexiones sobre la Democracia según Platón

Platón define la democracia como un sistema que nace a partir de la oligarquía en nombre de la libertad, concretamente de la libertad del pueblo. Sin embargo, es este deseo insaciable de libertad que la democracia define como su bien lo que hace sucumbir a la misma.

Para Platón, un Estado sano es aquel que nace cuando el individuo se reúne con quienes lo rodean para sobrevivir, dado que le resulta imposible autoabastecerse. Por consiguiente, un Estado no se forja por voluntad, sino por pura necesidad, por lo que es fundamental mantenerlo sano para poder llevar una buena vida, conservar una buena convivencia y poder subsistir. Por el contrario, en la democracia descrita por Platón, prevalecen los discursos que designan eufemísticamente lo que son las verdaderas virtudes y se aboga por valores como el individualismo sobre cualquier sentimiento de colectividad. Es así como el filósofo intenta advertir que el concepto de libertad se está tergiversando dado que la libertad, a su manera de ver, no se puede dar en una sociedad anárquica y codiciosa de libertad, pues es incompatible con la propia naturaleza humana. La anarquía es una doctrina política que propugna la desaparición del Estado, de sus organismos e instituciones representativas, y defiende la libertad del individuo sobre cualquier autoridad, pero ¿puede realmente el humano ser libre o simplemente sobrevivir sin una sociedad organizada?

La sociedad se ordena al bien común y el desarrollo de sus integrantes debe perseguir esta meta colectiva a través de su labor específica. Ahora bien, el bien común como horizonte de esfuerzos comunitarios no desdeña el bien personal, sino que el bien personal y común se hallan integrados, el bien común reclama un equilibrio entre lo individual y lo colectivo. Es el bien de la sociedad, no el bien individual ni la mera suma de los bienes individuales – como propugna Bentham con su Utilitarismo, por ejemplo -, sino que es el bien de la sociedad en cuanto a tal, en tanto a grupo u organización con un fin y dinámica propias. De hecho, lejos de excluirse entre sí, no cabe el bien personal sin el bien común ni viceversa, pues ambos se exigen recíprocamente y no pueden alcanzarse por separado.

Por lo tanto, la libertad que defiende la democracia descrita por Platón, que ampara el individualismo, conduce a la propia esclavitud y destrucción del individuo, a su propia condena, dado que es imposible vivir al margen de la sociedad, primando lo individual frente a lo colectivo. Ejercer la libertad no consiste en hacer lo que a cada uno le plazca cuando se quiera, sino que la libertad comienza a partir de tener cubiertas todas nuestras necesidades básicas, comienza en el momento en que el ser humano se asocia para convivir con sus coetáneos para ayudarse unos a otros con el objetivo de que la sociedad sea feliz en su conjunto, y todo ello requiere una organización.

Conceptos Clave en la Filosofía de Descartes

A continuación, se presentan algunos conceptos clave en la filosofía de Descartes:

Análisis

Descartes usa frecuentemente el término “análisis” como método destinado a solucionar un problema mediante ecuaciones, tal como ocurre en la geometría analítica. Pero no se limitó a su uso matemático, sino que lo generalizó. Es entonces un procedimiento de descomposición de lo complejo en lo simple, hasta llegar a sus elementos más simples, aprehensibles por intuición, como aparece el la regla 2ª. Lo contrario del análisis es la síntesis, regla 3ª. El análisis es el segundo de los preceptos o reglas del método, que consiste en reducir lo complejo a sus componentes más simples.

Certeza

Para Descartes hay dos tipos de certezas; las certezas absolutas o teóricas, y las certezas morales o prácticas, aunque considera que solo la primera es realmente válida. La certeza absoluta es una convicción no sujeta a la duda de manera radical y que imposibilita el estar equivocado (Rasgo idealista). Tras las hipótesis de la duda solo permanecen las de Pienso, luego existo y las de la forma pienso que… empezando por verbos de estados mentales. Pero como, además, Dios es bondadoso, todas las que son claras y distintas (intuiciones de la razón) son también certezas absolutas.

Deducción

Operación del espíritu que consiste en la inferencia rigurosa a partir de conocimientos ciertos. Es una sucesión ordenada de evidencias. La deducción en su doble funcionamiento “analítica o sintética” es la operación que preside la 2ª y la 3ª regla del método. Todo el sistema cartesiano está presidido por el ideal deductivo de las matemáticas. Al inferir de una cosa a otras, pasamos de algo conocido a algo desconocido.

Escepticismo

Doctrina filosófica que niega la capacidad del conocimiento para alcanzar la verdad. Únicamente la duda es una posición adecuada. En la parte III del Discurso nuestro autor advierte que no pretende imitar “a los escépticos, que sólo dudan por dudar y pretenden estar siempre irresolutos”. La duda metódica de Descartes, que él introduce como un esfuerzo voluntario, es todo lo contrario de la duda escéptica, ya que se trata de encontrar una verdad tan firme y segura que resista las suposiciones de los escépticos.

Evidencia

Es para Descartes la aprehensión directa de la verdad de una proposición, adoptando su sentido epistemológico. Criterio de certeza, establecido por Descartes (regla 1ª). Sus notas son la claridad y la distinción. Su acto es la intuición, acto plenamente racional por el que la mente percibe su propio concepto y se hace transparente a sí misma. Primer precepto o regla del método, consiste en no aceptar como verdadero sino lo que procede de una intuición intelectual, es decir, las ideas claras y distintas.

Ideas

Para Descartes idea es “la forma de un pensamiento, por la inmediata percepción de la cual soy consciente de ese pensamiento” (Segundas respuestas, def. 2). Esta definición comporta 1) que la ideas es el objeto inmediato del pensamiento (el pensamiento piensa ideas) y 2) que mediante la percepción inmediata de la idea somos conscientes, en cada caso, del pensamiento correspondiente; las ideas son representaciones. Las ideas, además de actos de pensar, tienen un contenido, representan una realidad: es su realidad objetiva, mayor o menor en unas u otras ideas. Subjetivamente todas las ideas son iguales, todas ellas son modos del pensamiento.

Método

Según Descartes, conjunto de “reglas ciertas y fáciles mediante las cuales el que las observe exactamente no tomará nunca nada falso por verdadero y, no empleando inútilmente ningún esfuerzo de la mente, sino aumentando siempre gradualmente su ciencia, llegará al conocimiento verdadero de todo aquello de que es capaz” (Reglas, IV). Así pues, el método garantiza a) la certeza (al excluir el error) y b) la facilidad en el progreso del conocimiento, c) hasta alcanzar el máximo posible de conocimiento verdadero. Es decir, es un conjunto de reglas ciertas y sencillas que impiden tomar jamás un error por una verdad. Camino que debe seguir la razón para obtener juicios sólidos y verdaderos. El ideal metódico ocupa un lugar relevante en el sistema cartesiano. Es un conjunto de reglas para alcanzar alguna meta. Es este caso, para que la razón llegue al conocimiento verdadero y cierto de todas las cosas de que el espíritu humano sea capaz. Descartes considera necesario encontrar dicho método para avanzar en la investigación de la verdad. A ello dedica fundamentalmente su Discurso del Método y su Reglas para la dirección de la mente, intentando recoger las ventajas del método de la lógica y de las matemáticas evitando sus defectos. El método cartesiano debe fundarse en la unidad y simplicidad de la propia razón humana y tiene que ser aplicable a todos los dominios del saber y del obrar.

Sustancia

Descartes define la sustancia insistiendo en su carácter de independencia: es aquello que existe de tal modo que no necesita de ninguna otra cosa para existir. Sólo Dios es verdaderamente sustancia; pero también, con existencia recibida de Dios, son sustancias la extensa (cuerpo) y la pensante (alma). Descartes la define como “una cosa que existe de tal modo que no necesita de ninguna otra cosa para existir” (Principios I, 51), y también como “el sujeto inmediato de todo atributo del cual tenemos una idea real” (Segundas respuestas, def. 5). Cada sustancia se determina por un atributo que expresa su esencia o naturaleza: así, el pensamiento es el atributo del alma (sustancia pensante), la extensión lo es del cuerpo (sustancia extensa) y la infinitud, en fin, lo es de Dios (sustancia infinita). De este modo se configura la doctrina cartesiana de las tres sustancias. Es decir, sustancia es aquello que no necesita de ninguna otra cosa para existir.

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