El Príncipe de Maquiavelo: Una Guía Moderna para el Poder Político


Filosofía Moderna: Maquiavelo

En la filosofía griega, existen teorías metafísicas sobre el Universo que elaboran teorías metapolíticas sobre el estado. En la filosofía occidental, al comienzo de la Edad Moderna, Ockham rechazó la metafísica; y Maquiavelo rechaza la metapolítica.

La Filosofía Política de Platón como Ejemplo de Metapolítica

Platón es un autor metapolítico paradigmático. Divide el Universo en dos ámbitos: uno inmanente, el mundo; y otro trascendente, el topos uranos. A su vez, dentro del mundo, distingue entre la physis y la polis, o sea, entre la naturaleza y el estado. El topos uranos es el fundamento, tanto de la naturaleza como del estado. La razón por la que es el fundamento del estado es que en él están las ideas de los valores morales y políticos, que constituyen los modelos ejemplares de acuerdo con los cuales el estado se tiene que organizar. El filósofo, como conoce el topos uranos, sabe cómo hay que organizar el estado para que se manifiesten en el mundo los valores trascendentes como el Bien y la justicia. Por tanto, es la persona apta para gobernar. Así desembocamos en la noción platónica del filósofo-gobernante. La filosofía política de Platón es metapolítica por dos razones:

  1. Porque le atribuye un fundamento trascendente al poder político.
  2. Porque sostiene que quienes poseen el derecho (y la obligación) de ejercer este poder son los iniciados que han conseguido acceder a ese fundamento. Para Platón, estos iniciados son los filósofos que han alcanzado el saber trascendente.

La «Ciencia Política» de Maquiavelo: Principios Metodológicos y Fundamentos Teóricos

Maquiavelo prescinde de cualquier justificación trascendente del poder. Con él se constituye la «ciencia política». Esto le convierte en el iniciador de la filosofía política moderna. La ciencia política, tal como Maquiavelo la diseña, posee una estructura definida por cuatro axiomas: dos de estos axiomas son principios metodológicos; y los otros dos, fundamentos teóricos.

Principios Metodológicos

Los principios metodológicos de la ciencia política determinan cuál es el objeto propio de esta ciencia y de qué manera hay que abordarlo.

A) Primer principio: el realismo político. Este establece que hay que dejar aparte las representaciones imaginarias y las explicaciones trascendentes, y considerar la realidad política tal como ella se muestra en la experiencia efectiva. Con este principio, se opone al utopismo, que consiste en la descripción de sociedades imaginarias presuntamente modélicas; y a la metapolítica, que recurre a un fundamento trascendente. La ciencia política observa. Y lo que observa son los hechos políticos. Estos son su objeto propio.

B) Segundo principio: la especificidad y autonomía de lo político. Un segundo principio metodológico es el principio de la especificidad y autonomía de lo político. La política abarca una esfera de hechos que tienen una naturaleza propia, que los distingue de los demás, y también unas leyes propias. Por tanto, la manera de abordarlos es diferenciándolos de los otros hechos y juzgándolos según sus propias leyes, y no según leyes que pertenecen a otras disciplinas —como la moral—. Lo que el gobernante tiene que hacer es mirar si su conducta es adecuada o no desde el punto de vista estrictamente político, dejando la valoración moral a un lado. El principio maquiavélico de la especificidad y autonomía de lo político establece, por primera vez en la historia de la filosofía, una separación, dentro de la esfera práctica, entre la política y la moral.

Fundamentos Teóricos

Hay que apoyar el conocimiento de los hechos políticos sobre unas bases estables. Para Maquiavelo, la filosofía política tiene dos bases estables sobre las que poder construir sus teorías: una antropológica y otra histórica. La primera es el conocimiento de la naturaleza humana; y la segunda, el conocimiento de la Antigüedad clásica. El conocimiento de la naturaleza humana es una base estable porque esta naturaleza es básicamente invariable, y como tal, no cambia a través del tiempo; y el conocimiento de la Antigüedad clásica es una base estable también, porque el legado de esta civilización no pierde nunca su valor, sino que lo conserva a través de las épocas.

A) Primer fundamento: la naturaleza humana.

a) Los hombres, según Maquiavelo, tienen características naturales, pero también cualidades que son producto de la convención social. El ser humano, además de poseer una naturaleza que determina sus características naturales, posee una capacidad de socialización. El poseer esta capacidad hace que tenga otras cualidades que la sociedad imprime en él. Mientras que las características naturales del hombre son inalterables, las cualidades que adquiere a través de la socialización varían según la sociedad y la época.

b) Por lo que respecta a las características naturales de los hombres, la visión de Maquiavelo es esencialmente negativa. Según él, el hombre, por naturaleza, tiene como motivación principal su propia conservación, y es un ser ambicioso y lleno de deseos que no se terminan nunca de satisfacer. La naturaleza humana, debido a estas características, en vez de propiciar la cooperación, favorece el conflicto. Por ello, Maquiavelo estima que el conflicto no es, ni mucho menos, una situación social anormal, sino un estado natural de la sociedad, que tiene su raíz en la propia naturaleza del hombre. Como esta naturaleza es básicamente inalterable, no hay razón para esperar que el conflicto, con el tiempo, deje de existir: siempre ha existido y siempre existirá. Se trata de una condición permanente de la sociedad. El modo en que Maquiavelo considera el conflicto, juzgándolo como un estado natural y una condición permanente de la sociedad, rompe con los planteamientos políticos griegos; pero no sólo con éstos, sino con el pensamiento antiguo y medieval en general. Para Maquiavelo, la tarea de la política en relación con el conflicto no consiste en eliminarlo (cosa imposible), sino en encauzarlo.

B) Segundo fundamento: la Antigüedad clásica. Siempre existe la posibilidad de que el conflicto desemboque en la degradación y la corrupción. Pero la Antigüedad clásica nos enseña el modo de evitar tales hechos destructivos. Puede decirse que en la Antigüedad clásica encontramos la mejor lección sobre la manera en que podemos defendernos de las consecuencias nocivas que nuestra naturaleza, causa permanente de conflictividad, puede acarrear para nosotros y para la sociedad. En la Roma republicana, Maquiavelo ve el modelo de una comunidad política virtuosa, que supo encauzar sus conflictos poniéndolos al servicio de fines socialmente útiles.

C) Modernidad de Maquiavelo. Ninguno de los fundamentos teóricos de la ciencia política es trascendente. Esto significa que tanto la metafísica, predominante en la filosofía antigua, como la teología, predominante en la filosofía medieval, han sido dejadas a un lado: ni una ni otra le proporcionan los fundamentos a la ciencia política. El hecho de que Maquiavelo construya esta ciencia dejando aparte tanto la metafísica como la teología demuestra que, con él, la filosofía ha entrado ya en la Edad Moderna.

Tipología del Gobernante: Los Conceptos Maquiavélicos de Virtud y Fortuna

La ciencia política es capaz de suministrar normas sobre la manera de ejercer el poder político, por lo que de ella pueden aprender las personas que se dedican a tareas de gobierno. Dicho de otro modo: de esta ciencia se deriva una técnica del gobierno, que los gobernantes pueden aprender y poner en práctica. Pero un gobernante, para ejercer bien el poder, necesita tener, no solo unos conocimientos, sino también unas cualidades. En el buen gobernante se combinan los conocimientos y las cualidades. Los primeros componen una técnica; pero los segundos definen un tipo de persona.

La Premacía de la Voluntad

Maquiavelo, en su tratado El Príncipe, a la vez que proporciona normas técnicas sobre la manera de gobernar, desarrolla una tipología del gobernante. De todas las facultades del hombre, en el caso del gobernante, la principal es la voluntad. El gobernante («príncipe») posee, junto a la voluntad, el poder o capacidad para realizar aquello que su voluntad quiere. Pero, como es un hombre, su poder es muy limitado. Esto significa que, al realizar su obra política, no tiene más remedio que contar con circunstancias ajenas a su voluntad. Para Maquiavelo, el campo de posibilidades de acción del príncipe está delimitado, en gran medida, por circunstancias ajenas a su voluntad. Esto hace que sus acciones dependan, no sólo de sus propias capacidades, sino también de las posibilidades que las circunstancias le brindan en cada momento. Maquiavelo utiliza dos términos: «virtud» y «fortuna». Dice así que las acciones del príncipe dependen de su virtud y de su fortuna.

La Virtud

a) La virtud es el conjunto de rasgos que componen la capacidad personal del príncipe para realizar su obra política. Es la «potencia» del príncipe. «Virtud», en Maquiavelo, significa, en efecto, poder, poderío o potencia. Ser virtuoso es ser poderoso. La virtud es una doble capacidad: principalmente, se trata de una capacidad de construcción; pero esta capacidad va apoyada en una capacidad de dominación. El que la virtud sea esta doble capacidad lo determina la propia naturaleza de la obra política, que es la obra propia del príncipe. Esta consiste en construir instituciones eficaces y duraderas. Para poder llevar a cabo esta construcción, el príncipe necesita imponer su propia voluntad sobre la voluntad de los demás. Necesita dominarles. La obra política es una obra cuya realización pasa inexorablemente por el ejercicio de la dominación. Por esto, un buen príncipe tiene que ser un dominador; si no domina, no puede construir.

b) La virtud está compuesta por la capacidad de dominar y la de construir. Los rasgos que forman la capacidad de dominar son: la fuerza, que consiste en la fortaleza física, la salud y la capacidad para el combate; la inteligencia bélica y estratégica, que consiste en la capacidad para organizar a las fuerzas armadas y emplearlas adecuadamente en acciones de guerra o de represión; y la habilidad para controlar a los hombres por medio del miedo, utilizando recursos psicológicos como el castigo. La capacidad de construir está integrada por un rasgo singular, que es la prudencia. La capacidad de dominación, si no va unida a la prudencia, no es virtud. La prudencia se define como la capacidad racional de elegir, en cada situación, los medios más adecuados para conseguir los fines que se buscan. Tiene que ver, por tanto, con la lógica de la relación medios-fines. En la elección prudencial de los medios, el cálculo y la previsión juegan un papel decisivo. El príncipe, para elegir correctamente, necesita predecir las consecuencias que cada uno de sus movimientos pueden tener para él y para su estado. El acierto del príncipe en esta labor predictiva depende de cualidades como la sagacidad y la astucia. Para Maquiavelo, ser prudente es ser astuto.

La Fortuna

El éxito político depende de la fortuna. Con el término «fortuna», Maquiavelo se refiere a las circunstancias, tanto favorables como desfavorables, que, aun siendo ajenas a la voluntad del príncipe, influyen en el resultado de su actividad política. Cuando la fortuna es favorable, le brinda al príncipe oportunidades que, si él sabe aprovechar, le pueden acercar al éxito; por el contrario, cuando es desfavorable, le hace sufrir reveses que, si él no contrarresta, le pueden arrastrar al fracaso.

El Problema de la Relación entre Política y Moral

Los fines políticos supremos son, para Maquiavelo, la utilidad pública, la seguridad y el bienestar de la comunidad. Por razones políticas, y para conseguir fines políticos, un hombre de estado puede, en ocasiones, emplear procedimientos que la moral condenaría. Maquiavelo admite que el uso ocasional de estos procedimientos en la política puede ser racional, o lo que es lo mismo, prudente; y que, por ser racional, estos procedimientos quedan disculpados. Sin embargo, la disculpa no equivale para él a la justificación; y, por tanto, el político que se sirve de medios inmorales para lograr fines políticos no deja de tener por ello culpa. La inmoralidad de un procedimiento no debe impedirnos ver la racionalidad que el mismo puede tener. En política, la racionalidad y la moralidad son dos cosas distintas. Los procedimientos de un gobernante, según Maquiavelo, deben ser siempre racionales, porque si no lo son, entonces el gobernante peca de imprudencia, o sea, comete un error de cálculo o de previsión; y este error puede tener para él y para su estado consecuencias fatales. Pero no se puede pretender que sean siempre morales, porque, a veces, los gobernantes se encuentran en circunstancias en las que, para poder llevar adelante su obra, no tienen más remedio que emplear el mal. Ser bueno y actuar bien cuando las circunstancias exigen el uso del mal es un fallo político que puede acarrear para el estado consecuencias desastrosas.

Dejar un Comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *