El Racionalismo
El problema permanente a lo largo de la Edad Media había sido la tensión entre Fe y Razón. Para San Agustín, estaban totalmente unidas: la fe es necesaria para alcanzar la verdad, que es Dios. San Anselmo culmina este proceso de identidad con: es necesaria la fe para poder conocer. Santo Tomas divide los campos y establece las diferencias entre una y otra, pero la filosofía es esclava de la teología. Ockam establece una separación total entre las dos y prepara el camino para el Racionalismo y el Empirismo en los que la razón será pro fin independiente.
Definición y características
En general, podemos decir que el Racionalismo es una corriente filosófica del siglo XVII a la que pertenecen Descartes, Leibniz, Spinoza y Malebranche, frente a la corriente empirista del siglo XVIII, representada por Locke, Berkeley y Hume, y comenzada ya de alguna manera por Bacon. El racionalismo es la doctrina filosófica que explica:
- El origen del conocimiento: los conocimientos válidos y verdaderos acerca de la realidad proceden de la razón, del entendimiento, mientras que para el empirismo los conocimientos proceden de los sentidos, de la experiencia sensible.
- Si la ciencia se construye a partir de ciertas ideas y principios evidentes ¿de dónde provienen esas ideas y principios? Según el Racionalismo son innatos al conocimiento; éste los posee en sí mismo, al margen de toda experiencia sensible. La experiencia no aporta más que la ocasión para que la mente perciba la verdad como evidente en sí misma, por pura reflexión racional, sin necesidad de la experiencia. Mientras que el empirismo defiende que los conocimientos provienen de la experiencia sensible.
Características del racionalismo
- Confianza: hay una confianza total en el conocimiento racional: el único conocimiento válido es el que se obtiene por la razón, que es la facultad cognoscitiva más importante.
- Conocimiento sensible: los sentidos nos engañan y nos inducen a error. El conocimiento sensible es limitado, no puede ser ni universal ni necesario.
- Ideas innatas: afirma la existencia de ideas innatas que están en la mente, independientemente de la experiencia.
- Ciencia: afirma la necesidad de una ciencia universal y necesaria: las matemáticas se construyen a priori y por eso los juicios son universales y necesarios.
- Mundo: defiende la racionalidad del mundo: todo tiene una justificación, nada es casual ni fortuito. Además, podemos conocer esa justificación y la puede conocer la razón por sí sola.
Falta de rigor en filosofía y la necesidad de un método
Desde el punto de vista estrictamente filosófico, el Racionalismo es el predominio de la razón sobre la experiencia sensible, en cuanto al conocimiento. Los filósofos racionalistas del siglo XVII se sienten imbuidos por el razonamiento matemático, porque las matemáticas proporcionan un modelo de claridad y certeza, y deducción ordenada, que no tenía la Filosofía.
Lo que caracteriza a Descartes y también a Leibniz y Spinoza, es su ideal de deducir, a partir de principios ciertos, claros e indubitables, un sistema de verdades que nos proporcionarían una información certera de lo que es el Mundo, la realidad de las cosas, el Hombre, etc.
El uso de un método, correcto podría hacer de la Filosofía una ciencia en el pleno sentido de la palabra, en vez de un campo de discusiones. Es preciso buscar una filosofía única y verdadera, un saber universal, válido para todos. No se ha llegado a la filosofía definitiva, universal y necesaria, según Descartes, porque no se ha utilizado un método válido y adecuado. Descartes se fija en el modelo matemático. Este método consiste en la Intuición y en la deducción: sin ellas no se puede adquirir certeza.
Intuición: búsqueda de verdades evidentes, indubitables que de ninguna manera se puedan negar, como que 2 + 2 = 4.
Deducción: conclusión necesaria que se deriva de otra cosa conocida como certeza. Conclusiones seguras, estables, ciertas, eficaces, que nos permiten demostrar con rigor otras verdades. Descartes se enfrenta al tema del método en dos obras: «Discurso del Método», 1637 y «Reglas para la Dirección de la Mente», escrita con anterioridad al «Discurso…», pero publicada después, 1701.