El Reinado de Fernando VII: Absolutismo vs. Liberalismo


Introducción

Con el Tratado de Valencay, Napoleón devuelve a Fernando VII el trono de España. A su llegada al país, es recibido en un clima de entusiasmo popular y aclamaciones. No obstante, su regreso planteaba un dilema: ¿aceptaría el papel de monarca constitucional que le había adjudicado las Cortes de Cádiz? ¿O reclamaría el papel de monarca absoluto restaurando el Antiguo Régimen?

La España de Fernando VII es un país devastado por la guerra que agoniza mientras contempla cómo su imperio se desmorona con el proceso de emancipación de los territorios americanos, y en el que se fragua una división irreconciliable entre defensores del liberalismo y los del absolutismo.

Desarrollo

Restauración del Absolutismo (1814-1820)

Fernando VII entra en España por Gerona y se dirige a Valencia antes de acudir a Madrid, en un intento de medir sus fuerzas. En Valencia recibe de manos del general Elio un escrito firmado por 69 diputados absolutistas, el Manifiesto de los Persas, en el que se anima al monarca a ignorar los postulados liberales y restaurar la monarquía absoluta. De este modo, con un golpe de estado, el monarca anuló la Constitución de Cádiz de 1812, y toda la obra legisladora de las Cortes de Cádiz; restaurando de un plumazo el absolutismo y todas las viejas instituciones, incluida la Inquisición. Tan solo se confirmó la abolición de los derechos jurisdiccionales, pues suponía un límite al poder absoluto.

Los liberales comienzan a ser perseguidos, muchos de ellos, los mejor preparados del país, se exilian en Inglaterra y Francia, mientras que los que se quedan en el país recurren a la clandestinidad organizándose en sociedades secretas dispuestas a conspirar contra el régimen establecido por el monarca. De este modo, entre 1815 y 1820, se da en España una serie de pronunciamientos militares, una forma de sedición propiamente española, en el que la iniciativa irá a cargo de un jefe militar que, alzándose como portavoz de la voluntad nacional, intentará derrocar la autoridad constituida.

Pronunciamientos como los de Díaz Polier en 1815 en La Coruña, o el General Lacy en 1817 en Cataluña serán solo algunos de estos intentos que acabarán siendo frustrados y fuertemente represaliados.

Mientras tanto, España intenta hacer frente a los levantamientos independentistas en las colonias americanas, lo que supuso un duro revés político y sobre todo económico, pues se interrumpe el flujo comercial con América perdiéndose los ingresos fiscales de aquellas tierras. Del mismo modo, la vuelta a los privilegios de la nobleza y el clero supone un frenazo de la reforma fiscal e impide la industrialización del país, dándose el inicio de una política sin rumbo fijo incapaz de solucionar los problemas de España.

El Trienio Liberal (1820-1823)

En enero de 1820, el comandante Riego se pronuncia en la localidad sevillana de Cabezas de San Juan con parte de las tropas que iban a embarcar para sofocar a los sublevados americanos, y proclama la Constitución de 1812. La sedición se extiende por distintos cuarteles de toda España, y Fernando VII se ve obligado a capitular y en marzo jurar la Constitución de 1812.

Estas nuevas Cortes liberales aplican por primera vez las reformas decretadas en Cádiz, en definitiva, se pretende la abolición del régimen feudal en el campo y liberalizar la industria y el comercio, lo que supone un intento de modernización política y administrativa. De este modo, supresión de mayorazgos y señoríos, supresión de algunas órdenes religiosas y desamortización de sus bienes, abolición de los gremios y libertad de industria, reforma del sistema fiscal, redacción del código penal.

Asistimos durante este periodo a la primera división entre las filas liberales, apareciendo así los moderados o doceañistas, grandes personajes relacionados con la obra de las Cortes de Cádiz que habían ido suavizando sus planteamientos políticos con el tiempo; y exaltados o veinteañistas, con actitudes más radicales.

Sin embargo, este segundo intento de revolución liberal tuvo una vida muy corta antes de ser frustrado. Estas Cortes liberales encontraron una gran oposición: el propio rey, que usará su derecho a veto constantemente; los exaltados que consideraban insuficientes sus reformas; los campesinos que pierden su derecho a la tierra y han de pagar rentas e impuestos en metálico, por lo que se sienten más pobres, y nobleza y clero que animan la creación de fuerzas guerrilleras de realistas en Navarra y Cataluña, lugar en el que se crea la regencia de Urgel en 1822, que pretende actuar como gobierno legítimo mientras dura la “cautividad” del rey por parte de los liberales.

No obstante, el golpe definitivo a este periodo liberal será protagonizado por las potencias absolutistas europeas agrupadas en la Santa Alianza, la cual reunida en el Congreso de Verona de 1822 acordaron encargar a Francia la intervención en España con un ejército conocido como Los Cien Mil Hijos de San Luis, los cuales invadirán la península devolviendo a Fernando VII el poder absoluto.

La Década Ominosa (1823-1833)

Restaurado el absolutismo, Fernando VII declara nulos todos los actos del gobierno durante el Trienio Liberal y persiguió a los liberales, que vuelven a huir en masa hacia Francia e Inglaterra. Sin embargo, esta segunda restauración del absolutismo es más moderada que la primera, y es que, la pérdida definitiva de las colonias americanas provoca graves problemas en la Hacienda real, lo que lleva al nuevo Gobierno a afrontar el problema económico con un carácter más reformista de colaboración con la burguesía industrial y financiera. Se crea así un ministerio de fomento, un código de comercio, se elaboran unos presupuestos anuales, mecanismos para el control del gasto público, y se inicia el proteccionismo de la industria catalana.

Pero en esta última etapa de su reinado, Fernando VII encontrará la oposición de los liberales, siempre opuestos al absolutismo, y de los apostólicos, grupo más exaltado de los realistas, que consideran sospechoso el moderantismo del monarca.

Los últimos años del monarca estarán marcados por la cuestión sucesoria. En 1830 nace Isabel, hija del rey y éste deroga la Ley Sálica a través de la Pragmática Sanción que permite el acceso de ésta al trono. Pero el Infante Carlos María Isidro, hermano del monarca, rechaza esta Pragmática Sanción y reclama el trono de España tal y como establece la Ley Sálica. Los apostólicos, encontrarán en el infante Carlos María Isidro un líder dotado de legitimidad dinástica y apoyaron sus pretensiones al trono. Nace de este modo el problema carlista que desencadena una cruenta guerra civil a la muerte de Fernando VII.

Conclusión

A la muerte de Fernando VII en España está en juego un modelo u otro de sociedad: los carlistas defienden el Antiguo Régimen, la regente María Cristina, muy a su pesar, tendrá que apoyarse en los liberales para asegurar el trono de su hija. Carlos María Isidro se proclamará rey dando comienzo a la primera guerra carlista (1833-1840), la cual será seguida de otros dos conflictos más a lo largo del siglo.

El reinado de Fernando VII dejará, además de este conflicto civil, una herencia desastrosa en lo económico, con la Hacienda al borde de la quiebra. Y la penosa visión de un país con un rey sin palabra y que ha perdido un imperio que lo condena a un papel irrelevante en el concierto de las naciones europeas.

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