El Sistema Bipartidista y el Turno de Partidos en la Restauración Española


El Diseño del Sistema Político por Cánovas

Tras la promulgación de la Constitución, Cánovas del Castillo se enfocó en la creación de un sistema político que abordara las principales problemáticas del régimen liberal en España: la influencia excesiva de la Corona y el protagonismo militar en la política a través de los pronunciamientos. Este desafío era considerable, dada la alta tasa de analfabetismo y la escasa movilización popular.

El sistema se fundamentaba en la existencia de dos grandes partidos: el Conservador y el Liberal. Ambos defendían la monarquía, la Constitución, la propiedad privada y la consolidación de un Estado liberal, unitario y centralista. Eran partidos de élites, compuestos por minorías y nutridos por las clases económicas dominantes. Su estructura se basaba en notables, conglomerados de diversas tendencias agrupadas en torno a líderes influyentes. El transfuguismo era una práctica común, con figuras como Posada Herrera, Romero Robledo y Martínez Campos cambiando de partido con frecuencia.

El Partido Conservador

Liderado por Antonio Cánovas del Castillo, el Partido Conservador presentaba una mayor cohesión interna, aunque tras la muerte de su fundador surgieron distintas facciones, encabezadas por figuras como Francisco Silvela, Romero Robledo y Alejandro Pidal.

El Partido Liberal

El Partido Liberal, bajo el liderazgo de Práxedes Mateo Sagasta, se caracterizaba por una mayor heterogeneidad ideológica.

El Turno Pacífico: Alternancia en el Poder

El turnismo fue un rasgo fundamental del régimen de la Restauración. El Partido Conservador y el Partido Liberal se alternaban en el poder con los siguientes objetivos:

  • Evitar el monopolio del poder: Se buscaba prevenir que un solo partido controlara el gobierno, lo que podría tentar al partido excluido a recurrir a los pronunciamientos militares, tan comunes durante el reinado de Isabel II.
  • Asegurar la estabilidad política: La alternancia en el poder buscaba consolidar el sistema y evitar que partidos ajenos al régimen, como republicanos y carlistas, accedieran al gobierno.
  • Mantener el orden socioeconómico: El turnismo garantizaba que las clases conservadoras dominantes mantuvieran el control del poder económico y social.

El turno de partidos se consolidó tras la muerte de Alfonso XII en 1885, con la regencia de su esposa, María Cristina. Esta situación propició el Pacto del Pardo entre Cánovas y Sagasta. Ambos líderes acordaron apoyar la regencia, facilitar la alternancia en el gobierno cuando este perdiera apoyo popular y respetar la legislación aprobada por cada partido durante su mandato. Este pacto fue crucial para la estabilidad del régimen, aunque contribuyó a la corrupción política y al falseamiento de la voluntad popular.

Manipulación Electoral y Caciquismo

El funcionamiento real del sistema se basaba en la manipulación electoral, no en la voluntad popular. El gobierno y su red de caciques controlaban los resultados electorales. La alternancia en el poder se sustentaba en un sistema corrupto que incluía la compra de votos, la falsificación de actas y la coerción del electorado, especialmente en zonas rurales.

El Control del Proceso Electoral

Dos instituciones controlaban el proceso electoral: el Ministro de la Gobernación y los caciques locales. El ministro elaboraba la lista de candidatos (encasillado), que luego era transmitida a los gobernadores civiles, alcaldes y caciques. Todo el aparato administrativo se utilizaba para asegurar la elección de los candidatos designados.

Prácticas Electorales Fraudulentas

Se empleaban diversas prácticas fraudulentas, como la adulteración de resultados, la introducción de votos falsos y la falsificación de actas, conocidas como pucherazo.

El Caciquismo

El sistema se apoyaba en el caciquismo. Los caciques eran individuos con poder económico o político que ejercían presión en una determinada circunscripción electoral, otorgando favores a cambio de votos y utilizando la ley contra sus oponentes. Muchos caciques eran grandes latifundistas que aprovechaban su posición dominante para controlar a la comunidad rural. El entramado caciquil formaba una red jerarquizada con distintos niveles de influencia, desde los líderes de los partidos políticos hasta los pequeños caciques locales que actuaban como intermediarios.

La autoridad de los caciques locales se derivaba de su posición social, sus propiedades y, sobre todo, de su capacidad para mantener contactos políticos que les permitían obtener favores de la administración, el gobierno y los jueces.

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