El sistema político de la Restauración en España


Un nuevo sistema político

Los grupos conservadores recibieron con satisfacción la Restauración de los Borbones porque esperaban que la nueva monarquía devolvería estabilidad política y pondría fin a todo intento de revolución democrática y social en España. Cánovas no pretendía el regreso a los tiempos de Isabel II, sino la vertebración de un nuevo modelo político. Se propuso dos objetivos: elaborar una constitución que vertebrase un sistema político basado en el bipartidismo y pacificar el país poniendo fin a la guerra de Cuba y al conflicto carlista.

La Constitución de 1876

La Constitución elaborada en 1876 es una clara muestra de liberalismo doctrinario, caracterizado por el sufragio censitario y la soberanía compartida entre las Cortes y el rey. Se trataba, pues, de una constitución de carácter marcadamente conservador e inspirada en los valores históricos tradicionales de la monarquía, la religión y la propiedad. Por ello, se establecía la soberanía compartida y se concedían amplios poderes al monarca: derecho de veto, nombramiento de ministros y potestad de convocar las Cortes, suspenderlas o disolverlas sin contar con el gobierno. Las Cortes eran bicamerales y estaban formadas por el Senado y el Congreso de los Diputados, este último de carácter electivo. Una ley de 1878 estableció el voto censitario, limitado a los mayores contribuyentes. Más tarde, cuando estaba en el poder el partido liberal, se aprobó el sufragio universal masculino. La mitad de los senadores lo eran por derecho propio o vitalicio, lo que daba opción al rey y al gobierno a nombrar directamente a los senadores.

La constitución también proclamaba la confesionalidad católica del Estado, aunque toleraba otras creencias siempre que no se hiciera manifestación pública de ellas. El nuevo texto constitucional contaba con una prolija declaración de derechos.

Bipartidismo y turno pacífico

Antonio Cánovas del Castillo introdujo un sistema de gobierno basado en el bipartidismo y en la alternancia en el poder de los dos grandes partidos dinásticos. Un turno pacífico de partidos que aseguraría la estabilidad institucional mediante la participación en el poder de las dos familias del liberalismo y pondría fin a la intervención del ejército en la vida política. El ejército quedó subordinado al poder civil, el turno pacífico eliminó del panorama político el problema de los pronunciamientos y el protagonismo.

El fin de los conflictos bélicos

La estabilidad del régimen se vio favorecida por el fin de las guerras carlista y cubana. La intervención del ejército al mando de Martínez Campos forzó finalmente la rendición de los carlistas en Cataluña, Aragón y Valencia. Sin embargo, el conflicto continuó unos meses más en el País Vasco y Navarra, donde fue trasladada la mayor parte del ejército gubernamental, que consiguió debilitar la resistencia en Navarra y vasca hasta su total rendición en 1876. En febrero de ese mismo año, Carlos VII cruzó la frontera francesa hacia el exilio y la guerra se dio por finalizada en todo el territorio.

La consecuencia inmediata de la derrota carlista fue la abolición definitiva del régimen foral. De este modo, los territorios vascos quedaron sujetos al pago de los impuestos y al servicio militar. Sin embargo, en 1878, se estipuló un sistema de conciertos económicos que otorgaba un cierto grado de autonomía fiscal a las Provincias Vascas, estas pagarían anualmente a la administración central una determinada cantidad recaudada directamente por las Diputaciones Provinciales. El final de la guerra carlista permitió acabar insurrección cubana Guerra de los diez años, se firmó la Paz de Zanjón.

La vida política y alternancia al poder

Los partidos dinásticos

Tras el regreso de Alfonso XII se transformó en el Partido Conservador, que aglutinaba a los grupos políticos más conservadores (a excepción de los carlistas y los integristas). El proyecto bipartidista de Cánovas requería otro partido de carácter progresista, la llamada izquierda dinástica, y él mismo propuso a Sagasta su formación.

Conservadores y liberales coincidían en defender la monarquía, la Constitución, la propiedad privada y la consolidación del Estado liberal, unitario y centralista.

En cuanto a su actuación política, las diferencias eran escasas. Los conservadores se mostraban más proclives al inmovilismo político, proponían un sufragio censitario y la defensa de la Iglesia y del orden social. Los liberales defendían el sufragio universal. La actuación de ambos partidos en el poder no difería en lo esencial; al existir un acuerdo tácito de no promulgar nunca una ley que forzase al otro partido a derogarla cuando regresase al gobierno. La alternancia tenía como objetivo asegurar la estabilidad institucional. Cuando el partido en el gobierno sufría un proceso de desgaste político y perdía la confianza de las Cortes, el monarca llamaba al jefe del partido de la oposición a formar gobierno.

Falseamiento electoral y caciquismo

El sistema del turno pacífico pudo mantenerse durante más de veinte años gracias a la corrupción electoral y a la utilización de la influencia y poder económico de determinados individuos sobre la sociedad (caciques). El caciquismo fue un fenómeno que se dio en toda España, aunque alcanzó su máximo desarrollo en Andalucía, Galicia y Castilla. La adulteración del voto se logró mediante el restablecimiento del sufragio censitario, un trato más favorable a los distritos rurales frente a los urbanos. El triunfo del partido que convocaba las elecciones porque había sido requerido para formar gobierno era convenido previamente, y se conseguía gracias al falseamiento de los resultados. El triunfo electoral permitía la creación de una amplia mayoría parlamentaria al partido gobernante.

Los caciques eran personas notables, sobre todo del medio rural, a menudo ricos propietarios que daban trabajo a jornaleros y que tenían una gran influencia en la vida local. Con su influencia, los caciques orientaban la dirección del voto, agradeciendo con sus «favores» la fidelidad electoral y discriminando a los que no respetaban sus intereses.

Los caciques manipularon las elecciones continuamente de acuerdo con las autoridades. El conjunto de trampas electorales que ayudaba a conseguir la sistemática adulteración de los resultados electorales se conoce como pucherazo: falsificar el censo, manipular las actas electorales, ejercer la compra de votos…

El desarrollo del turno de partidos

De todas las elecciones realizadas seis fueron ganadas por los conservadores y cuatro por los liberales. La primera crisis del sistema sobrevino como consecuencia del impacto del desastre de que erosionó a los políticos y a los partidos dinásticos. Tras la muerte del rey Alfonso XII (1885), impulsó un acuerdo entre conservadores y liberales, el llamado Pacto del Pardo. Su finalidad era dar apoyo a la regencia de María Cristina y garantizar la continuidad de la monarquía ante las fuertes presiones de carlistas y republicanos. Bajo la regencia, el Partido Liberal gobernó más tiempo que el Conservador. Durante el llamado gobierno largo de Sagasta los liberales impulsaron una importante obra reformista para incorporar al sistema algunos derechos asociados a los ideales de la revolución del 68. De este modo se aprobó la Ley de Asociaciones, que eliminó la distinción entre partidos legales e ilegales y permitió la entrada en el juego político a las fuerzas opositoras, se abolió la esclavitud, se introdujo la celebración de juicios por jurados, se impulsó un nuevo Código Civil y se llevaron a cabo reformas hacendísticas y militares, implantación del sufragio universal masculino en las elecciones generales.

¿Qué era el sistema de la Restauración?

De este modo, el sistema político de la Restauración ideado por Cánovas, se construyó sobre tres pilares escasamente democráticos:

  • Una limitada constitución que instauraba la monarquía como forma de Estado incuestionable (ni las Cortes podían abolirla).
  • El sistema político, que solo daba entrada a los dos partidos dinásticos, excluyendo, y a menudo prohibiendo y persiguiendo, a la oposición.
  • La alternancia en el poder, que quedaba asegurada por los constantes fraudes electorales propios del caciquismo.

Todas estas prácticas fraudulentas llevaron al desencanto de una buena parte de la población. La desconfianza del electorado en la honestidad de las elecciones y el desinterés de la oposición en participar en el proceso electoral.

Dejar un Comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *